De nuevo agradezco a Babelio la
posibilidad de conocer a un nuevo escritor y a su ópera prima.
En toda obra hay un autor que crea una
historia en la que se mueven los personajes. Imagino que enfrentarse a la
página en blanco es más difícil para unos que para otros, sobre todo porque
esta página puede ser la antítesis de lo que en realidad representa. El autor
puede sentirse constreñido por los límites del papel, sentirse asfixiado en un
espacio que no es sino la simulación de una realidad inmensa, a la que se le
puede dar la forma que se quiera y donde se pueden introducir los personajes. En
ocasiones el autor, indeciso, no sabe por cuál decidirse, y cuando lo consigue
no tiene claro qué hacer con ellos; debe pensar entonces en el lector, a quién
va a dirigir su obra para que los personajes se muevan en una u otra dirección.
O al revés, la finalidad de la creación es que se convierta en un best-seller, por lo que los personajes
funcionarán según las expectativas. Parece que con un guion de cine pasa algo
parecido. El guionista tiene en cuenta distintas opciones, diferentes actores
que podrían resultar efectivos y diferentes acciones que llevarían a la
película a ser un éxito. Esto es lo que nos enseña Antonio San Lorenzo en Origami.
La novela pretende ser un conjunto de
conflictos que mantienen los personajes entre ellos y las personas reales que
los representan, sobre todo con el autor-guionista. Un conflicto es fundamental,
porque permite acontecimientos que marcan cierta tensión, pero Origami está elaborada como una figura
de papel, con paciencia, sin apenas sucesos y sin tensión. La novela está
caracterizada por la lentitud, los personajes dan vueltas en un espacio blanco
en el que no hay tiempo ni espacio conocidos; es como el principio de toda
creación. Los personajes apenas luchan en los escasos obstáculos con los que se
encuentran. Creo que es porque, en realidad, no está escrito el guion; solo
quieren representar 4 papeles que la crítica literaria del siglo XX expuso como
fundamentales para los cuentos: protagonista-antagonista-héroe-villano. El
interés del lector decae algo al no conectar con esos personajes, en realidad
aún no son nadie definido, y al no saber a qué guion atenerse.
El lector no sabe con certeza de qué
hablan, por lo que no hay misterio «Quizá,
como Fidel, también necesite un periodo de adaptación o, quién sabe, quizá le
vendría bien que forzásemos ligeramente la situación. De todas formas, ya
veremos qué ocurre cuando las tornas comiencen a cambiar —sugiere misterioso».
Pero para que el misterio funcione debe haber un planteamiento claro, mantener
la información con pistas —reales o falsas— e ir revelando poco a poco la
información.
En Origami
podemos asumir el inicio como una serie de personas que no saben dónde están ni
por qué. Enseguida conocemos que son personajes y, como aquellos de Pirandello
que, en 1921, fueron en su busca para quejarse, estos se dirigen a Armando, el
guionista, para que les diga cuál será su papel en la película. Gloria, Fidel y
Marco tienen miedo a quedarse en un cajón y no dar el salto a la gran pantalla.
Los personajes de San Lorenzo quieren un destino favorable, según sus
intereses, pero Armando tiene otros, aunque no cuenta con que ellos pueden
actuar de forma autónoma.
Es la magia de la ficción, cuando
estos entes imaginarios se van despojando de la dictadura del autor para
moverse libres, estableciendo un conflicto en la situación. Sabemos que no
quieren someterse a nadie, pero no conocemos realmente la situación, no
conocemos el argumento que quieren vivir, si acaso una escena. Origami, el experimento de metaficción,
es algo parecido a la técnica del origami, cuyo objetivo es encontrar serenidad
en cada pliegue, en cada giro del papel hasta que nos autoconocemos en
profundidad; el origami literario podría tener un giro argumental en cada
pliegue, en cada rol que van a representar. Es lo que he echado en falta en
esta novela, el construir y reconstruir secuencias hasta llegar a una historia
elaborada. Pero no hay escenario, después de dar muchas vueltas, siguen en el
espacio en blanco; no he podido entrar en él y ponerme en su lugar, no se me
han hecho creíbles, ni los reales a que hacían referencia ni los ficticios,
porque son figuras marcadas por un determinismo inicial impuesto por el creador.
Siempre hay alguno que confía en que puedan llegar a más, a moverse por sí
mismos, «No somos un producto de la
imaginación, sino la imaginación en sí misma tratando de abrirse camino».
Esto, en teoría, es fabuloso, pero al momento siguiente reconocen que «la historia sigue sin avanzar», una
historia de la que no sabemos la trama. Las dudas que tienen los personajes se
refieren a si deben, o pueden, actuar como personas autónomas o como
personajes, pero no sabemos qué quieren hacer. Ven incluso, en algún momento,
ventajas de ser imaginarios «Fuera la
vida no concede segundas oportunidades ni permite retroceder para deshacer
errores», (algo muy discutible, por cierto).
Incluso Gloria, la famosa actriz,
decide olvidar a su prometido real y tener una aventura con alguno de sus
compañeros de reparto, llegando a amenazar al elegido cuando este no acepta y,
la razón que le da es que en la vida real él no habría tenido esa oportunidad.
¿Por qué? ¿Porque ella es guapa y famosa y él debilucho? ¿En la realidad solo
los guapos se atraen entre ellos? En fin, son conclusiones algo tópicas, o
mucho, o reflejan una sociedad superficial, y es una pena, «Cualquier otra estrella o aspirante podría encarnar su papel y todo tu
esfuerzo sería aprovechado por una Gloria más joven y ambiciosa». ¿Nos
dejamos manejar sexualmente por dinero? Espero que no.
Sí es cierto que al final los
personajes se dan cuenta de que no son plenamente libres, se sienten
intimidados por el guionista o por el productor o por el director o por el
público.
Esta es la verdad, al final hay lectores, espectadores, que juzgan a unos personajes y se sienten o no atraídos por ellos. De ahí que no todo el cine sea para todos los públicos. Y, para esta lectora, la novela estaría perfecta con algún pliegue menos en su estructura, algo menos de teoría y algo más de acción… Pero es solo una opinión.




















