sábado, 31 de marzo de 2018

MARTÍN ZARZA




Ha recibido el Premio Prometeo de narrativa por lo que Miguel García Serna es una promesa novelística; andando el tiempo espero con absoluta sinceridad, que sea una realidad, pero por ahora, tras leer el primer tomo de Martín Zarza creo que estamos ante literatura juvenil. Aunque el protagonista, quien da nombre a la novela, tenga 28 años, su forma de pensar, sus expectativas, sus progresos truncados, su personalidad disparatada, sus problemas de comunicación, así como la desorientación que ostenta en sus ambiciones o en sus sentimientos son de un adolescente. Hay algo paradójico en sus actos y su razonamiento, No es habitual que un chico que trabaja en una televisión local y en una productora en la que realiza vídeos para cursillos en español lo deje, porque su sueldo es precario, sin tener nada a la vista y más cuando se va a ir a vivir solo a otra ciudad, donde no va a poder recibir ayuda de ningún amigo o familiar. Además Martín, ambicioso, aspira a un trabajo en toda regla, un trabajo en el que poder ascender, que se le tengan en cuenta sus conocimientos, titulaciones y demás elementos que suelen conformar un currículo; el suyo, casualmente está lleno de verdades a medias, no ha terminado la carrera y no ha hecho otra cosa que lo anteriormente citado. Esto es propio de una mente soñadora adolescente, que con cualquier evento construye un castillo en el aire que se derrumbará ante el más mínimo contratiempo.

El caso es que se veía venir; en poco tiempo Martín se queda sin ahorros y sólo cuenta con la fantástica casa de un tío que, repleta de buena música y literatura, le deja en herencia, por lo que decide alquilar la única habitación e instalarse él en el estudio. Hasta ahí voy a desentrañar la novela, sin embargo no me resisto a insistir en que las razones por las que se guía para alquilar la habitación, sin pedir referencias ni pago por adelantado ni cualquier garantía, son exclusivamente la atracción física que siente hacia una chica que quiere alquilarla

La única tía que se ha interesado era una estudiante de no sé qué ingeniería y, como corresponde a su gremio, era más fea que un tritón. […] Ella ha llegado hoy y se llama Julia. Julia es un ser perfecto, una criatura del Señor […] Me siento trastornado […] Hoy cuando le enseñaba el piso me dio por decirle que le iba a poner televisión […] que para mí ahora es lo que para alguien normal es un yate o algo así de superlujo.

De nuevo su edad natural contrasta con la mental. Para pensar es necesario utilizar únicamente el cerebro y lo sorprendente es que, con una chica delante, es lo que no usa. Por eso encuentro la novela ideal para adolescentes. Los temas son aquellos a los que se enfrentan los jóvenes de hoy, el paro, la soledad y la frustración; ese determinismo que parece hundirlos cuando algo no les sale bien, porque aunque creamos vivir en una población bondadosa con los chicos de clase media-alta, en realidad somos parte de una sociedad engañosa, que miente a los niños para no traumatizarlos: no se les puede llevar la contraria por si se deprimen, hay que respetar sus derechos para que se sientan importantes; pero es una sociedad blanda a la hora de exigirles esfuerzo hasta que, una vez abandonan el instituto, aparece la cruda realidad que rompe, de un mazazo, todos los sueños que tenían. O se trabaja duro, o se es constante o pierdes para siempre, porque es un mundo competitivo, que no va a regalar nada

Todos esos rollos psicológicos de complejos, rencores, trampas, manipulaciones… Todo eso impone una dinámica, una forma de relacionase y de vivir, la única que pueden llevar, que es insoportable y agotadora.

Así que el protagonista, como tantos otros, acorralado, miente y exige a los demás lo que no se ha exigido a él mismo. Esta contradicción, y esto es lo más triste, continúa hasta la madurez, de ahí que Martín Zarza, a pesar de sus años, sea un ejemplo bastante realista de lo que está ocurriendo en la actualidad. Puede ser que, como la esperanza de vida es mayor, también lo sea la infancia, la adolescencia y la juventud.

Todo lo que implique reconocer que debemos hacer algo, que tenemos deberes, se puede posponer hasta la eternidad; contradictoriamente los derechos se adelantan hasta casi la ridiculez, los niños tienen sus móviles, sus redes sociales, sus discotecas… y cada vez hay más parados, más borrachos y, aunque no aparezca en la novela sino que se insinúe, a veces de forma nítida, más machismo.

Mi ofensa a Roger fue una infamia sin valor basada en mentiras […] que se vuelve ahora contra mí […] ellos están allí fuera, haciendo lo que quieren, y tú estás aquí, solo, sin hacer nada. Pero… todo parece centrarse en ella, en la chica que estaba con ellos […] como si fuese la representación viviente de todo lo que nos separa a Roger y a mí

Las críticas sociales son abundantes, tanto de manera directa, hacia la precariedad de contratos y el aprovechamiento que las empresas suelen mostrar hacia sus contratados

Me dijo que lo reconsiderase, incluso puso sobre la mesa un contrato de ser humano libre, con vacaciones, alta en la seguridad social, con un “salario” de verdad y todos esos “privilegios” como ella los llamaba

como de forma implícita, en las dificultades que surgen al independizarse

Lo peor de todo ha sido el papeleo. Que si el empadronamiento que si la domiciliación de facturas, que si el médico (mil putos papeles, por cierto, como si viniese de otro continente o algo así. Les faltó ponerme en cuarentena)

Las alusiones a los sueños, enfrentados a la realidad de la manera más cruda se muestran matizadas mediante el humor, una característica constante en García Serna

Sé que esta vida de aristócrata tiene más de espejismo que de realidad, […] acabaré […] puteado como la mayoría con una vida insulsa, malgastada en trabajos de mierda, embalsamado en el conformismo

Al igual que los sueños se desvanecen al toparnos con la realidad, ésta nos hace pensar que lo vivido debe ser un sueño, puesto que también puede desaparecer en un momento determinado. Nada es seguro. Nada es para siempre. Y de nuevo, son las redes sociales, la escasez de humanismo que hay en ellas, las responsables de que el hombre no sea realmente libre; aunque nos creamos con poder absoluto de hacer lo que queramos, la carencia de intimidad, ligada a la falta de libertad y de pensamiento es una constante en aquellos que son fruto de la cibercultura

De vuelta a la carpeta donde se almacenaban las descargas […] Abrió una «Curriculum vitae» […] Entonces llegó al “curriculu” de un antiguo empleado de la construcción de cincuenta y seis años […] y al final de todo… una descripción de su situación familiar… que apelaba textualmente a la caridad de quien tuviera a bien contratarlo

Hay otra curiosidad de contenido, pues la novela empieza con el protagonista dentro del Mercamil, un supermercado de Sevilla, y termina prácticamente ahí. El Mercamil es el eje vertebrador de la novela, como representante de la sociedad actual y como parte de la vida de Martín, de ahí que en esa microsociedad aparezcan los tópicos representantes de una clase social, las típicas muletillas y las consabidas triquiñuelas para aprovecharse del más débil y reforzar así la falta de imaginación, de cultura y de libertad de nuestro país

Ser reponedor es una mierda […] la gente pasa por mi lado como si estuviese camuflado en la decoración […] He aquí uno de los mensajitos que ponen a todas horas, antes de anunciar la oferta de turno
Mercamil te gusta
Mercamil calidad.
Ni rima ni mierdas; así, tal cual, mil veces repetido […] ¿Quieres comprar arroz? pues te jodes y pasas por donde están las salsas, los huevos y demás […] EL ENCARGADO […] es un tío gordo y calvo […] bastante siniestro […] no se cortaba a la hora de mirarle las tetas a Charini y a mí me hablaba como si fuese subnormal, en plan «Oye, tú…

En cuanto al estilo, me gustaría destacar que el narrador es omnisciente, con diálogos directos. Esto consigue aproximar al lector e infundir realismo, máxime cuando está salpicado de una variedad geográfica, el andaluz, escrito de manera tan cerrada que en ocasiones es una garantía humorística, pues llega a reflejar la falta de entendimiento que puede darse entre habitantes que no hablan un mismo dialecto o modalidad verbal. Por eso se vale también de las jergas, a veces, cuando quiere representar a un personaje determinado

—Hola —contestó ella […] —¿Taheta sociomí?
—¿El qué?
[…]
—Que si tiene tarheta de púntoh del supermercao —le aclaró

Otra característica del realismo es aportar datos indecisos, algo que viene utilizándose desde el siglo XIII, con Berceo y que aún hoy sigue surtiendo efecto

Ya no recuerdo por qué, pero me puse esa cifra en un principio, 1.700 euros, cuando estaba planificándome el viaje

Sin embargo hay expresiones totalmente líricas, incluso capítulos que forman un auténtico microrrelato. La variedad estilística es notable

VIII
La noche que Julia llegó al piso, Martín apenas pudo dormir. Tenía la impresión de que el hombre del cuadro, que ahora estaba colgado en una pared del estudio, lo acosaba en la oscuridad.

El estilo es ágil, comienza in medias res y termina de manera abierta, como si fuese el final de otro capítulo, de ahí que se sepa con certeza que, al menos, hay una segunda parte

Era el cerrajero. Después de explicarle que él no lo había llamado […] Martín volvió al dormitorio. Deshizo la cama […] y metió toda la ropa en la lavadora

aunque también refleja la miseria que supone para el ser humano estar solo.

Queda mucho por conocer de Martín, de su compañera de piso y de sus compañeros de trabajo. En cuanto al pasado, sabemos lo necesario, lo que nos interesa, bien por diálogos

—No sé si habrá sido mi imahinación, pero he notao como que había mal rollo entre Roger y ese amigo vuehtro […]
—Las rivalidades, nena, que son muy malas

bien por su diario

Solo importan la experiencia laboral, los estudios […] Dejar la carrera es como un sacrilegio para ellos

En esto encontramos otra originalidad del autor, pues en cuanto Martín descubre en casa de su tío una máquina antigua “Hermes Baby”, decide escribir un diario de todo lo que le sucede en Sevilla desde que llega allí. A lo largo de ese diario observamos las ilusiones, los sueños y expectativas que tiene al llegar, cómo se van diluyendo con el paso del tiempo, cómo vuelven a la más mínima oportunidad y cómo va madurando desde que se da cuenta de que debe arreglárselas solo.

…ahora me comporto como una persona ordenada y pulcra. En ocasiones me sorprendo a mí mismo haciendo cosas como cuadrantes de comidas y planes de limpieza

El narrador omnisciente es quien va exponiendo la personalidad de Martín, sus pensamientos y formas de actuación ante determinadas situaciones, es más detallista. Martín, en su diario, se centra, después, más en los actos, con un lenguaje mucho más coloquial, a veces vulgar, lo que no le impide alabar las Humanidades, tan denostadas y vapuleadas hoy por el Ministerio de Educación y Cultura, y de las que él es un reflejo perfecto

Sé que sin Borges no habría habido Cortázar ni muchos otros que ya sí me gustan […] ha sido maravilloso volver a leer como antes […] leer a Chejov para mí es como escuchar una vieja canción impregnada de pasado

La mezcla de símbolos que ya forman parte de nosotros mismos, con los sucesos reales, es una combinación perfecta para que fluya el humor, si bien no desatando la carcajada, sí manteniendo la sonrisa en numerosas ocasiones

El cielo bajo, amenazante, lleno de nubes compactas y oscuras […] casi parecía que de un momento a otro iba a surgir de entre las nubes una B enorme

Asimismo la ironía es perfecta para hacernos sonreír y en Martín Zarza, los comentarios irónicos, de la mano del propio protagonista son un reflejo más de las condiciones casi infrahumanas por las que deben pasar aquellos que buscan la autosuficiencia en la vida

…el puto calentador del agua […] (ahora me ducho solo cuando no queda más remedio […] cuando empiezo a oler. Es lo bueno del invierno y de no follar, que no sudo)

LOS BUDDENBROOK



Desde la primera línea atrapa la forma de escribir. La vida cotidiana de una familia se introduce con toda facilidad en nosotros. Hace tiempo leí La montaña mágica, recuerdo que fue en verano porque estaba tumbada en el sofá todo el día y no podía dejar el libro, a pesar de que en algunos casos, muchos diría yo, no entendía de qué hablaban los personajes. Después leí Muerte en Venecia, novela muchísimo más corta que la anterior, sin apenas acción, sólo reflexiones y diálogos de Aschenbach, el protagonista, un escritor que debe viajar a Venecia para darse cuenta de su propia personalidad, de su propia sexualidad  al que no le importa morir de cólera con tal de no salir del hotel y dejar de ver la belleza que ha encontrado en el adolescente Tadzio.

En La montaña mágica, también el protagonista, Castorp, viaja hasta un sanatorio para ver a un amigo y le resulta tan enriquecedor el contacto con la naturaleza, las conversaciones filosóficas con algunos pacientes, que decide permanecer allí incluso cuando su amigo se ha marchado, pues se ha curado, hasta que se desata la guerra y ya no puede abandonar el balneario para tuberculosos; no obstante él también ha contraído la enfermedad allí.

En ambas novelas, como en la que acabo de leer, Los Buddenbrook, aparecen ciertos temas que parecen estar fijados en el autor, el paso del tiempo, (la novela está narrada de forma cronológica lineal, aunque las referencias a los fundadores de la saga son constantes); la enfermedad, la locura —derivada de otras obsesiones—, la política, la estética y puede que la homosexualidad.

Parece que Thomas Mann escribió sobre sus propios pensamientos y reflexiones, fruto de sus lecturas, no cabe duda, de Nietzsche y Shopenhauer, reflexiones que adaptó perfectamente a sus novelas una vez las vivió así mismo en su familia; es conocido que hubo de visitar a su esposa a un sanatorio y que el director de éste le ofreció quedarse allí una temporada, pero, al contrario que el protagonista de La montaña mágica, no se quedó. Es sabida la mala relación que mantuvo con su hermano Heinrich, expuesta entre Tom y Christian Buddenbrook.

La obsesión por la enfermedad y el enfrentarse a ella con decisión está presente en las tres novelas, cólera, tuberculosis, cáncer, tifus. La muerte ocupa un lugar fundamental en todas sus variantes, pero no deja de llamar la atención que, por regla general, son muertes violentas con estertores casi insufribles

A las cinco de la madrugada la agonía no podía ser más terrible. La consulesa, casi erguida a causa de las convulsiones y con los ojos muy abiertos, daba manotazos en el aire como si intentara agarrarse a algo.

Incluso el suicidio forma parte de las novelas, tanto llevado a cabo por algunos de sus protagonistas (en La montaña mágica, en Los Buddenbrook) como dejándose llevar sin poner remedio, con la seguridad de que uno va a morir (en Muerte en Venecia). La concepción de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, es algo necesario para reforzar la personalidad, un paso para entender la vida. En Los Buddenbrook es lo que les ocurre a Tom y más tarde a su hijo Hanno.

Otra constante, ésta curiosa, es la alimentación; las opíparas comidas del restaurante veneciano se equiparan a las servidas en el sanatorio de La montaña mágica y en la mansión de Los Buddenbrook.

Tratándose de los Buddenbrook era de esperar que la comida fuese tan rica como copiosa. […] —El viejo Buddenbrook concediendo un descanso a sus maxilares, jugueteaba con una petaquita de oro— […] Todos estaban sentados en pesadas sillas de respaldos altos, con pesados cubiertos de plata comían pesadas y sabrosas viandas, las acompañaban de pesados y buenos vinos, y exponían sus opiniones

El humor relajado de las metáforas contrasta con la reiteración del término que le interesa para definir a los acomodados. También la fascinación por el mismo sexo está presente en las tres novelas, la homosexualidad es patente en Muerte en Venecia y en La montaña mágica, mientras que se intuye en los Buddenbrook, y es curioso que ese rasgo sea uno de los síntomas de la decadencia del personaje. Ninguno puede desarrollarla de manera natural, lógicamente la época hacía de este tema algo tabú, impensable, rechazado incluso por los propios implicados.

Después recordaron aquel último episodio […] la visita de ese joven conde de aspecto desastrado que se había abierto paso hacia la habitación del enfermo casi con violencia. Hanno había sonreído al oír su voz, y eso que, para entonces, ya no reconocía a nadie, y Kai no dejaba de besarle las manos.

Por todos es conocido el amor hacia la música y, de todos es sabida la bisexualidad de Thomas Mann, la atracción que sintió de joven por un compañero de colegio; en los estudios que existen sobre Muerte en Venecia se muestra al protagonista como un reflejo del propio Mann. Sin querer ser categórica, capto en la relación entre Kai y Hanno, la unión que representa al autor, pues si bien Hanno es un mal estudiante y amante de la música, único medio en el que se siente a gusto y pleno, único medio por el que es capaz de transmitir sus sentimientos, Kai es el vivaracho que aunque tampoco se encuentra bien en la sociedad, (es un aristócrata venido a menos, tanto, que vive en la miseria, rechazado como si de un bicho raro se tratase, por sus compañeros), puede transmitir lo que quiere mediante la literatura. Ambos son uno solo, ambos reflejan la esperanza de la sociedad, marcada por la desfachatez, la corrupción, el abuso; y forman la sensibilidad, la limpieza de miras que aportan las artes y los clásicos; pero no pueden seguir juntos en un mundo que desprecia las Humanidades, en esa sociedad que sólo admite un orden establecido, de ahí que cuando ambos amigos llegan a formar una sola mente constituye el síntoma final, un final en el que el lector vislumbra la dura crítica social que encierra.

Crítica que ha recorrido todas las páginas, todos los estamentos sociales, la dureza de la educación «—Señor Buddenbrook, estoy tentado de hacerle cerrar el cuaderno pero me temo que con eso le haría un favor demasiado grande. Continúe». La crueldad de los profesores «En el fondo es usted un humorista, Buddenbrook, su nariz le delata. Cuando me pregunto si acaba de tener un ataque de tos o de recitar unos versos sublimes casi me inclino por lo primero».

La incompetencia de la medicina «—Sí […] neumonía […] —¿Entonces sí que hay motivos para preocuparse seriamente? […] En fin, hemos de preocuparnos de contener la enfermedad, aliviar la tos y combatir la fiebre… Bueno la quinina hará su efecto. Por esos síntomas aislados no hay que alarmarse…».

Y sobre todo, la crítica a una clase social dispuesta a ocultar cualquier desmán para que nadie se entere «—¡No lo hizo para llenarse sus propios bolsillos, sino por el bien de su empresa! […] al casarse con Erika entró a formar parte de nuestra familia […] No podemos permitir que metan en la cárcel a uno de los nuestros, por el amor del Cielo!».

Indudablemente hay más similitudes entre las tres novelas y la propia vida del autor, pero acabo de leer Los Buddenbrook y es ésta la que quiero comentar. No podemos negar que es una obra decimonónica del Realismo puro, del estilo de las de Balzac o Tolstói. El humor no abandona del todo las páginas aunque sea para ridiculizar o ironizar «La anciana consulesa había encontrado un nuevo calificativo amoroso para su esposo: “mi corderito manso”, le decía, y estaba tan contenta que se le movía la cofia».

Alusiones a otros escritores contemporáneos, que aportan mayor sensación de realismo «…donde el difunto Goethe había escrito una parte de su Fausto», y de paso apuntan a su propia obra.

El poder que algunos ostentan, reflejado en la naturaleza; son los dueños de todo, dioses omnipotentes —aunque sea por tiempo limitado— «Sí, ya, pero si esa naturaleza dejada a su libre albedrío me pertenece, tendré todo el derecho del mundo a darle la forma que a mí me guste».

La vida de esta saga de comerciantes, desde su máximo esplendor hasta la completa decadencia queda retratada de forma amable, con un lenguaje culto pero atractivo puesto que los coloquialismos pueblan las páginas, a veces, incluso aparecen vulgarismos para retratar a diferentes personajes (obreros) o para burlarse de ellos y sus pretensiones, como el señor Permaneder. No obstante, todos quedan representados con un punto de cariño, incluso aquellos que se acercan a la familia para sacar algo, bien económico, bien social, muestran su arrepentimiento o su buena fe; es el caso de los dos maridos de Tony Buddenbrook, Grünlich, padre de Erika, única hija de Tony, quien no duda en conceder el divorcio y devolver lo que queda de su dote cuando sale a la luz su ruina, y Permaneder, que tampoco pone pegas a dejar que Tony vuelva a su casa cuando se da cuenta de que las aspiraciones de ella eran mucho más altas que las suyas, limitadas a vivir de las rentas de sus negocios y la dote de su mujer «Escribió que lamentaba sinceramente lo sucedido pero que respetaba el deseo de Antoine pues era consciente de las desavenencias […] no habría de verla nunca más ni tampoco a Erika […] En una postdata se ofrecía expresamente a restituir la dote de inmediato». Así pues Tony es la única que queda en la casa que Johan Buddenbrook fundó en 1768 y llegó a ser el símbolo de prosperidad de la ciudad. Su hijo Johan Buddenbrook mantiene la casa en lo más alto, llegando a cónsul de la ciudad al casarse con Elisabeth «de soltera, Kröger». Los negocios de cereal pasan después a manos del primogénito, Thomas Buddenbrook único que muestra capacidad, decisión y arrojo al aceptar lo impuesto por su padre; así pues, deja los estudios para dedicarse al imperio, debido a que su hermano Christian, es un vago que, abusando del alcohol constantemente cae en la depresión y más tarde llega a ser un pelele encerrado en un manicomio del que no quiere salir, por no enfrentarse a la realidad. Las otras dos hermanas, mujeres, no tienen, según la sociedad, capacidad para los negocios, aunque probablemente Tony hubiera llevado las riendas con decisión, como dirigió su vida, reclamando orgullosamente su posición social hasta cuando ya no había nada que hacer.

—¿Un escándalo, Thomas? ¿Te permites ordenarme que no dé un escándalo cuando se me cubre de vergüenza, cuando se me escupe a la cara directamente? […] no pienso regresar jamás […] ¡O muy bajo tendría que caer y perder todo el respeto por mí misma…

Clara, por el contrario, de carácter enfermizo, se casó con un pastor religioso que se quedó su dote al morir ella, a los 26 años, por expreso deseo de su mujer.

El caso es que Thomas llega a lo más alto, incluso en política consigue ser senador, pero cuando decide construir una casa nueva y abandonar la de la familia, empieza su decadencia. Thomas gasta una fortuna en una mansión moderna, vida para la que no está preparado y que de alguna manera será su perdición, pues los nervios ante situaciones inabarcables lo hacen fumar constantemente, provocándole un cáncer del que muere sin quejarse en ningún momento. La enfermedad lo va minando durante años y tiene que luchar con ella, y con los disgustos de la casa familiar —todo son deudas— y de la suya propia —su hijo Hanno es un niño débil y su mujer deja de quererlo aunque sigue a su lado— Así pues, a los 50 años muere, dejando como único heredero a Hanno, quien en ningún momento se ve dedicado a otra cosa que no sea la música, y a soportar los dolores que, desde que nació, lo persiguieron de forma horrible hasta los 16 años.

…a los quince meses de edad, que tenía cumplidos, seguía sin dar un paso solo, y fue entonces, cuando las Buddenbrook de la Breite Strasse declararon […] que aquel niño iba a ser mudo y paralítico.

Este es el argumento, sin embargo no desvelo nada puesto que la sorpresa es constante. El narrador omnisciente deja paso al estilo indirecto libre sin avisar; los capítulos quedan todos en suspense, de manera que tengamos la necesidad de seguir leyendo. Los personajes quedan perfectamente retratados por acciones, por gestos adaptadores que se repiten o frases que forman parte de la familia y se convierten en sello de identidad. El estilo es, por supuesto, desenvuelto, ágil, a pesar de que apenas hay acción. El principio es in medias res, mediante un diálogo entre la consulesa, su suegra y su hija, mientras que el final es totalmente diferente. El narrador sale de la novela por un momento y se convierte en un disertador médico, con lo que se separa de la tragedia para empatizar con el personaje y mostrar incluso la compasión que siente hacia él; formalmente pretende un desapego total aunque el cariño manifiesto es evidente. Inmediatamente después, el narrador retoma su rol omnisciente para relatar el final de la dinastía, un final coherente con el que la rancia burguesía va dejando de tener sentido. En realidad el nudo de la novela es la decadencia ocasionada por los hermanos de la tercera generación; los personajes de la segunda y los fundadores están descritos apenas por sus actos, aunque sabemos de toda su dureza, fuerza y decisión por los comentarios de los hijos. Así pues, el declive, tanto de la casa como de la dinastía es responsabilidad de estos últimos descendientes, si bien es cierto que el destino jugó en su contra, pues al igual que el mundo burgués tras la Primera Guerra Mundial, dicho derrumbamiento era casi inevitable.

La prosa tranquila, en general sin estridencias es un reflejo de la decadencia que una sociedad determinada hubo de sufrir sin aspavientos.

Encontramos a lo largo de las páginas un análisis sociológico sobre la ética del capitalismo, puesta en entredicho en diversas ocasiones

Resultaba estremecedor ver cómo el hecho de haber caído […] había hundido moralmente por completo a aquel hombre, quien, por otra parte, muy probablemente no había hecho nada distinto de lo que la mayoría de colegas suyos hacían a diario y sin pensárselo dos veces y quien, de no haber sido descubierto, habría seguido su camino tan contento y con la cabeza tan alta.

La visión del mundo aparece en las relaciones que mantienen los miembros de la familia, de ahí que la nostalgia esté por encima de cualquier otro sentimiento. Las relaciones son tan estrechas que podemos hablar de un personaje múltiple, o metafórico (la casa) que, con el paso del tiempo se va olvidando de las tradiciones para aferrarse a lo nuevo sin tener en cuenta los cambios necesarios. Así, al igual que en la casa se va desmoronando lo que no se habita, entre sus residentes desaparecen los que no se han ajustado a la nueva realidad.

jueves, 22 de febrero de 2018

QUE NADIE DUERMA



La vida de Lucía, «una falsa delgada, como la mayoría de las aves zancudas» es una constante contradicción, desde que su madre le dijo eso cuando era pequeña.

La incoherencia se convirtió en obsesión a los 10 años, cuando en su fiesta de cumpleaños vio realizar a su madre un acto incomprensible antes de ser atacada por un pájaro, y antes de verla morir un año después en su cama, lugar del que no se levantó desde que volvió, tras el accidente, de un internamiento psiquiátrico.

Lucía cree que sólo se parece a su madre en el físico de falsa delgada y nariz de pájaro, pero en realidad, su progenitora tuvo que transmitirle algo de su desequilibrio mental; de hecho poco a poco empieza a tomar conciencia de aquello que la unía a ella pues, «cayó en la cuenta de que al día siguiente cumpliría los años que tenía su madre cuando murió. Recibiría como regalo inverso la noticia de que su empresa cerraba víctima de una quiebra fraudulenta provocada por su dueño». Pero este pequeño trastorno apenas se nota pues Lucía es una mujer con un gran corazón, constante que se repite en las protagonistas de las novelas de Juan José Millás; esta última recomiendo encarecidamente a todo el mundo pero, especialmente, hay dos personas que sé que van a regocijarse con ella, una es mi hermana, puede que ya la tenga, otra es Karin, una incondicional de este autor, una amiga a quien hace tiempo que no veo y sé que disfrutará con este relato.

Que nadie duerma tiene todos los ingredientes que los lectores de Millás conocemos, pero es normal, es el sello del autor; sin embargo en esta ocasión, puede que por las premoniciones que he encontrado, «Algo va a suceder», puede que porque no me gustan en general los pájaros, la tensión se palpa desde la primera página. La estructura de la novela tiene mucho que ver en ello ya que, Lucía, una vez que quiebra su empresa por la mala gestión del jefe, debe buscarse otro trabajo. Decide ser taxista al tiempo que se enamora de un vecino al que apenas conoce, sólo lo ha visto una vez, pero ha encontrado en él algo que la conecta, la ha hecho amar la ópera y tiene, como ella, fisonomía de pájaro. Otra constante en Millás, la conexión entre los personajes.

Así pues, Lucía se va transformando día a día en la protagonista de la ópera Turandot y al mismo tiempo comienza a pensar y moverse, a sentirse pájaro aunque se vea mujer. El desdoblamiento de personalidad también es fácil distinguirlo en las novelas del autor. Pero este desdoblamiento va más allá pues en esta ocasión también ocupa el espacio, de forma que la realidad y la ficción quedan en un mismo plano por lo que ni siquiera el lector ve como rasgo delirante de la protagonista, sino como algo normal, el circular por Madrid sin ningún problema llevando como guía un mapa de Tokio.

Al taxi de Lucía-Turandot suben personas de todo tipo, aunque con un punto en común, todas tienen algo de pájaro

nada más verla a usted he pensado que podríamos ser hermanas. Por la nariz, ¿no lo ve? La mía es la de mi madre
—La mía no. La mía es de mi padre y más de una vez he pensado en operármela
—¿Qué dice? Si las narices aguileñas son magníficas

Y así, con esta actitud, la protagonista no duda, a partir de que recoge a su primera clienta en hacer el bien y ayudar a todo el mundo, desde no cobrar la carrera o darles incluso dinero si cree que les hace falta, hasta acostarse con ellos cuando considera que puede hacerles un bien; incluso, conforme va tomando confianza en su trabajo se permite actuar como juez entre conversaciones de sus pasajeros, siempre defendiendo, por supuesto, al más débil «…Digo que si yo fuera su mujer, le habría dado un par de hostias con esas manos que tiene al final de sus cortos brazos. El individuo se quedó sin habla durante un minuto o más […] Se sentía tan poderosa, tan fuerte, que casi deseó que el cliente añadiera una inconveniencia para detener el coche, volverse y darle de verdad una bofetada […] —Déjenos aquí mismo —Con mucho gusto…».

Paradójicamente al trabajar en un taxi y relacionarse con todo tipo de individuos aparece otra de las características invariables de Millás, la soledad «La gente, en general, daba asco».

Lucía-Turandot se siente sola, realmente no tiene familia ni amigos, pero el verdadero aislamiento viene de ella misma, en su interior se siente distinta al resto, de ahí que intente por todos los medios conectar con alguien «…ella sólo pensaba en el que venía detrás. Quizá por eso había acabado de taxista…».

Asimismo, el amor, presente también en la narrativa de Millás, aparece en Lucía de forma platónica, pero con tanta fuerza que todos sus movimientos van destinados a conseguir a su enamorado, está segura de que en cuanto la vea caerá rendido y, sin saberlo, a eso se dedica, a conocer, a defender personas que curiosamente la van llevando hacia su Calaf, hacia su único amor, y ella se deja aun teniendo un mal presentimiento «su intuición le dijo que algo no iba bien».

Lucía-Turandot es otra protagonista de Millás cuya vida está influenciada por algún trauma infantil, trastorno que llega a presidir todos sus movimientos pues aunque no le gustaban los pájaros, desde que sus padres le regalaron uno traído de China, las aves formarán parte de ella hasta que no sepa distinguir quién es en realidad «La madre se acercó entonces a la jaula, frunció los labios y produjo con la lengua una suerte de chasquido que calmó al animal. —Se llama Calaf —le dijo—, viene de la lejana China». Sea como pájaro, sea como mujer, Lucía es buena pero esa bondad, repartida sin discriminación se transforma en dolor, en ira, en furia, en locura, cuando se siente humillada, herida, utilizada para una de las mayores vilezas, aprovecharse del otro en beneficio propio sin importar el daño que se pueda hacer.

La verdadera metamorfosis de Lucía se produce en ese momento y en su transformación lo hace también el entorno; ya no queda nada en esta sociedad que le guste, que la ate, por lo que es capaz de trascender a su otra realidad, aquella en la que, al menos por unos instantes, puede convertirse en un reducto de felicidad.

Llegados a este punto obvia decir que la confusión sueño-realidad también está presente en todas las novelas del autor, puede que en realidad sea porque los protagonistas tienen un punto de inseguridad o de inconformismo con la realidad; el caso es que ni ellos mismos saben quiénes son en determinados momentos «Las mejillas, tratadas con una mezcla de polvo de arroz y avena […] le daban una palidez característica de algunos personajes del teatro chino».

En el caso de Lucía, el desorden forma parte de lo cotidiano, sus órganos cobran vida y realizan acciones propias «tenía en los labios una expresión que componían ellos mismos, a veces, por su cuenta […] entre la calma y la ansiedad»; sin embargo en otras ocasiones se cosifican «Su corazón se detuvo unos instantes, pues, y en seguida volvió a reiniciarse, como esos colapsos inexplicables que sufrían a veces los ordenadores…».

Del mismo modo, el nombre es un importante distintivo de la realidad desdoblada del mundo en el que se desarrolla Lucía, si a veces se llama Turandot, su enamorado, Braulio Botas, es Calaf, como su pájaro actual, como el protagonista de la obra de Puccini y como su primer pájaro. Por el contrario, están los innominados, aquellos que no merecen existir, en Que nadie duerma, se trata del exjefe de las oficinas de Lucía «las sombras de los indigentes inclinándose sobre el cuerpo del cabrón como animales hambrientos sobre un pedazo de carroña».

Otras veces sube al taxi «gente misteriosa, oscura, transmisora de un malestar indefinido…».

Y aquí reside la genialidad de nuestro autor; al final, todos aquellos en los que Lucía detectaba algo en común, todos aquellos que emanaban de su contacto un rechazo, todos aquellos que parecían buenas personas y todos los que no lo eran, se unen para ayudar a que la protagonista pueda llevar a cabo su metamorfosis; de hecho, como persona se va deteriorando, sin embargo sus cualidades de pájaro aumentan, como la fuerza, la facilidad para adaptarse a cualquier cambio en el ambiente, la ligereza de su esqueleto y la forma de alimentarse.

Millás consigue, como nunca, un desenlace espectacular.

jueves, 15 de febrero de 2018

CLÁSICOS PARA LA VIDA



No hay nada peor que la imposición de un pensamiento único porque el ser humano es diferente en su conjunto y la mente es libre de pensar y razonar según se presenten oportunidades. El problema, por tanto, de instaurar una opinión exclusiva es que algunas personas se verían apartadas de la sociedad, cuando no maltratadas, heridas, humilladas… (¡Hay tantos raros por el mundo!). Y aún hay otro problema, el más importante, que los más débiles se quedarían sin razonar y aceptarían porque sí, porque lo dice la mayoría, porque lo requieren las leyes. Estos son quienes van a salir peor parados porque ni siquiera se van a plantear nada, van a admitir cualquier cosa porque los demás lo hacen. Así pues los más débiles de una comunidad serán aquellos que no ejerciten la mente, que no lean, que no razonen, que no comparen porque no han sido enseñados desde edades tempranas por ignorancia o porque es demasiado costoso; no olvidemos que vivimos en la era de la comodidad.

Es gracioso, bueno, al menos significativo que, cuando está demostrado que nuestro país funciona mal, en general para el ciudadano medio y pobre —que va aumentando de manera alarmante—, a la hora de votar, seguimos eligiendo las mismas papeletas, aun habiendo dado antes, los hombres que en ellas aparecen, muestras de corrupción o ineptitud. Creo que, en la mayoría de los casos, esto ocurre porque nos cuesta leer todos los programas, razonarlos y poder votar en consecuencia para luego quejarnos si no se cumple con lo prometido.

Esto es sólo una pequeña muestra de por qué debemos ojear, de vez en cuando Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal.

Ya realicé una reseña de La utilidad de lo inútil, y no quiero pasar la oportunidad de recomendar este nuevo libro pues este autor, Nuccio Ordine, que se ha convertido en uno de mis ídolos, en Clásicos para la vida aporta pequeños fragmentos de grandes escritores que, desde la antigüedad hasta el siglo XX, tienen entre sus libros más famosos opiniones sobre cómo deberíamos afrontar la vida, para que sea vida para todos y no para unos pocos y para el resto, esclavitud o tortura.

Este profesor de la Universidad de Calabria nos recuerda cómo debemos defender la creatividad, la capacidad de asombrarnos ante lo que nos rodea, evitando la pusilanimidad, debemos defender la curiosidad frente a la apatía o al creernos superiores, debemos albergar la belleza sólo por el mero hecho de que nos hace felices y debemos conocer nuestro pasado para comprender el presente. Ordine defiende la memoria histórica para imitar lo bueno y desechar aquello que nos embrutece.

Sólo al leer Clásicos para la vida ya he apuntado algunos libros que no he leído y “debo” hacerlo. Por supuesto los recomiendo todos, pero quién no tiene curiosidad de terminar El oráculo manual y Arte de prudencia de Baltasar Gracián, tras saber lo que opina del conocimiento «Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose […] Es muy tosca la ignorancia. No hay cosa que más cultive que el saber».

En 1532, un poco antes de morir Ludovico Ariosto, se publicó Orlando furioso, poema épico que recomiendo a tantos jueces que ponen en duda a la mujer «…¿por qué causa tiene castigo la mujer que ha amado a uno o varios, cuando el hombre yace con cuantas se le antoja a su apetito y merece alabanza y no castigo?». Pues en el siglo XXI, algunos seguimos preguntándonos lo mismo.

La igualdad de la mujer ha sido proclamada durante toda la Historia. Creo que no hay versos más bellos que los que Cyrano de Bergerac le recita a Roxana (por boca del cadete Christian de Neuvillete

Pues bien mirado, ¿qué diréis que es un beso?
Una promesa firme, un juramento expreso.
[…]
Es como respirarse un poco el corazón,
y hacer que entre los labios el alma se desdoble

Y en el siglo XIX, John Stuart Mill aboga por la abolición de la esclavitud femenina «Tenemos el derecho de afirmar que el hombre no ha podido adquirir acerca de la mujer […] más que un conocimiento sobradamente incompleto y superficial, y que no adquirirá otro más profundo mientras las mismas mujeres no hayan dicho todo lo que hoy se callan».

Pero no podremos hablar si no se adquiere, desde pequeños —todos—, una personalidad armónica, en la familia, en el colegio, en el instituto. No olvidemos lo que Einstein afirmó en Sobre la educación «Lo primero debería ser, siempre, desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes y no la adquisición de conocimientos especializados».

Hay que partir desde pequeños para educar a toda la sociedad, pero como está claro que ahora llegamos tarde, no estaría mal que el gobierno entero leyera Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift y meditara sobre lo que ocurría en Liliput, donde se consideraba «el fraude como un delito más grave que el robo».

En fin, esto es sólo una muestra de lo que podemos encontrar en Clásicos para una vida, pero también sería bonito —y deseable— que cada uno fuera capaz de construirse su pequeña biblioteca ideal.

martes, 6 de febrero de 2018

DAMAS OSCURAS


Acabo de terminar Damas oscuras, un libro que me regaló la dama más blanca, transparente y extraordinaria que pueda existir. Gracias Amaya. Sabe que me gusta el terror psicológico, algo de oscurantismo y la novela romántica, estoy convencida de que cuando leemos algo de terror, éste se engrandece y el ser humano activa todos sus sentidos, de ahí que, a pesar de sufrir al imaginarnos el relato, tanto niños como adultos, queramos saber lo que ocurre al final. «… allí estaba Médor, con las patas delanteras clavadas firmemente en el suelo. Tenía el cuerpo rígido y el pelo erizado […] La niñera estaba convencida de que tanto la niña como el perro habían visto algo que el resto no había percibido». Así que cuando vio el volumen (es de noviembre de 2017) no dudó en comprármelo. Estos actos, como tantos otros que he ido reseñando a lo largo de este blog, son los que me reconcilian con un mundo cada vez más grosero, alocado e incongruente, abocado por lo tanto a un Reanalfabetismo —puede que sea otra etapa histórica futura, como ya existió un Renacimiento cultural en el pasado–-. Pero hoy no voy a hablar de eso. A lo mejor, un día abro un apartado de pensamientos propios; hoy no, hoy estoy aquí para “hablar de mi libro”.

Me ha encantado. Damas oscuras está formado por cuentos escritos por mujeres durante la época victoriana. Hay un total de veinte mujeres, veinte relatos pues, de extensión desigual ya que encontramos cuentos desde el de Charlotte Brontë que ocupa cuatro páginas, hasta verdaderas novelas cortas de casi cien, como la de Mary Elizabeth Hawker, que curiosamente, o no tanto, debemos buscarla por su pseudónimo Lanoe Falconer. Esta autora en Cecilia de Nöel describe la religión a través de un fantasma. La novela está compuesta por varios capítulos titulados “evangelios”, en los que cada protagonista interpreta más o menos científicamente la existencia del fantasma que ocupa la casa de los Atherley. El cabeza de familia es un racional absoluto y, con gran dosis de ironía, tiene explicación para todo

—George –dijo lady Atherley– ¿qué es ese ruido?
[…]
—¿Qué ruido?
—Ese tan raro, que parecía el aullido de un perro
—Probablemente sea el aullido de un perro

Lady Atherley ve normal la existencia de su propio fantasma «nuestro fantasma campa a sus anchas por todas las habitaciones, e incluso por los salones y pasillos, así que no se me ocurre qué podemos hacer al respecto».

Y el racionalismo de Atherley llega al humor sarcástico al referirse a la iglesia «La última vez que fui a la iglesia, el predicador nos ofreció un informe tan detallado sobre las experiencias que nos esperan tras la muerte como si él mismo hubiera estado varias veces en aquel lugar en persona». Destacan los diálogos en estilo directo y coloquial cuando hablan los criados «vi un algo blanco que pasaba como un relámpago y me dio un golpe frío en la cara…».

Para algunos existen los fantasmas y son quienes no viven en paz en el más allá porque aquí no han sido buenos «algún día yo tomaría conciencia del peligro que corría mi alma». Otros, como el cura, se ofenden al ver que aún se cree en fantasmas «Personas en teoría sensatas acuden a mí para relatarme unos incidentes que me transportan a la Edad Media».

No debemos dejar escapar las ironías hacia la iglesia «el Viernes Santo […] dieciséis platos, la mayoría a base de pescado, sin nada de carne […] Incluso George dijo que no le importaría ayunar así.»

Y Cecilia de Nöel afirma que la otra vida no es un lugar «sino algo que nosotros creamos» el fantasma es reflejo de la muerte y desaparece ante la bondad absoluta «—Es suficiente […] Ahora ya sé lo que es Dios».

Veinte relatos diferentes con algo en común, todos tienen un fantasma al que hay que reubicar para que descanse y deje descansar.

Debemos agradecer esta joya literaria a la editorial Impedimenta, que ha tenido la fabulosa idea de reunir tanto a los relatos como a sus autoras.

Todas tienen en común pertenecer a la época del reinado de Victoria, una época que empieza con el Romanticismo literario y representa un cambio con el Realismo, así que en algunas escritoras encontramos características de ambos movimientos. Todas tienen en común que fueron esposas o hijas de pastores, influidas por lo tanto por la religión. Todas exponen en sus relatos a personajes dinámicos femeninos, aunque algunos de estos personajes deban morir y aparecerse después para demostrarlo o buscar la ayuda de un hombre.

Todas son feministas y pacifistas, curiosamente, algunas lesbianas, mientras que sus amigos eran hombres, lo que dice mucho del ambiente en el que se desarrollaba la mujer media de la época y el que aspiraron a tener estas escritoras quienes, casi todas, recibieron una buena educación y ejercieron profesiones de novelistas, ensayistas, críticas de arte, directoras o propietarias de revistas… Algunas, como la señora de Henry Wood (no usaba su nombre de pila) escribieron novelas que se tradujeron a varios idiomas o se adaptaron al teatro; otras, como Amelia Edwards, inspiraron sus historias de fantasmas apoyándose en otros fantasmas literarios anteriores; es curioso que Edwards tenga presente en La historia de Salomé a todos los hombres importantes de su generación y no aparezca alusión alguna a otras escritoras, de hecho el papel femenino es real absolutamente, un cero a la izquierda «Ella era judía, pero él la convertiría». Todas las páginas de La historia de Salomé mencionan a autores y obras famosas, lo que dice mucho de la cultura de la autora; hay citas de El sueño de una noche de verano (de Shakespeare), de El paraíso perdido (de Milton); hay indicaciones sobre románticos alemanes o ingleses «Recordé que Goethe había concebido aquí su teoría vertebral del cráneo; que Byron, demasiado tullido para caminar, tenía un caballo […] lo mucho que Shelley amaba la agreste soledad de este lugar, que escribió sobre él en “Julián y Maddalo” […] Todo parecía indicar que me encontraba tan solo como Enoch Arden en su isla desierta» –sacado de un poema de Tennyson–.

De esta época conocemos, sobre todo por los libros escolares, a Óscar Wilde, a Bram Stoker, a Robert Louis Stevenson, a Lewis Carroll, a Charles Dickens, a Arthur Conan Doyle, a Rudyard Kipling, a Joseph Conrad o a Thackeray. Es cierto que también son conocidas “las hermanas Brontë” (normalmente así, en grupo), Jane Austen o George Eliot (porque si la nombramos, no por su pseudónimo sino como Mary Anne Evans, la cosa cambia). Pero hubo muchísimas. El siglo XIX fue especialmente prolífico en la escritura femenina, novelistas, poetas, cuentistas, ensayistas, dramaturgas, o escritoras en general que representaron una sociedad bastante verosímil (aun en sus cuentos de fantasmas), destacada por abordar temas de una clase media emergente opuesta a la aristocracia.

Es cierto que en muchas de estas narraciones predomina el sentimentalismo, el moralismo y la caracterización realista, pero ninguna omite características propias del Romanticismo, porque en realidad son todas mujeres que ansían la libertad y se oponen a las normas no porque sí, sino porque razonan los fallos de muchas de ellas. Mediante metáforas intuimos su rebeldía ante la represión. Son mujeres que exploran el inconsciente y se introducen en un territorio sobrenatural adictivo (desde que el hombre tuvo conciencia de la muerte se ha planteado el más allá) que, seamos sinceros, en aquella época estaba favorecido por las lámparas de gas, por determinadas enfermedades que se descubrían “científicamente” como la histeria y por la vida aburrida y monótona que llevaba en general la mujer.

¿Y dónde están esas mujeres? ¿Quién las conoce hoy? Debo confesar mi ignorancia, pues no había oído hablar de casi ninguna; y mi alegría por haber tenido la oportunidad de leerlas a todas. Quedan más, no sólo inglesas, españolas, francesas, americanas, italianas… así que, por favor, ya va siendo hora de que pueblen las páginas de los libros; es perfecto que los alumnos conozcan que Frankenstein estuvo escrito por una mujer, aunque lo sería aún más ampliar las horas de literatura —casi me da la risa al decir esto— para que pudieran leer obras clásicas que entendiesen, obras que han sido llevadas al cine y les ha gustado la película, relatos cortos o novelas largas a partir de las cuales —seguro— e interesarían por la lectura, cada vez más olvidada entre los jóvenes.

No voy a comentar los veinte relatos pues sería un artículo interminable; sí quiero subrayar que, casi todas estas autoras se inspiraron en. Óscar Wilde, o en Charles Dickens, alguna de ellas estuvo patrocinada por ellos, y por supuesto admiraron a Walther Scott.

Es conveniente reseñar la valentía de Charlotte Brontë, quien se burla de Napoleón pues, tras un sueño con fantasmas hace el ridículo ante su mujer y las damas y caballeros que estaban en el salón de baile. Asimismo Elizabeth Gas Kell realizó la biografía de Charlotte Brontë, pero no sólo escribió ensayos sino que el humor elegante que desprenden sus páginas es comparable al de Dickens. Sus relatos de fantasmas son góticos, aunque como en La historia de la vieja niñera tienen un toque de realismo. Me encantaría nombrar a Rhoda Broughton, soltera, una de las favoritas del público, que acudía a las librerías de préstamo para leer sus libros, por el carácter desafiante y la personalidad controvertida que tenía y dejaba su huella en los personajes, para quienes lo onírico y lo sobrenatural formaban parte de lo cotidiano; Broughton escribió durante sesenta años y luego cayó en el olvido. Su cuento La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad adquiere la modalidad epistolar y mediante el humor critica las condiciones en las que tenía que vivir la clase media «Después de haber visitado, y creo que no estoy exagerando, todas y cada una de las residencias más indeseables del oeste de Londres, después de no haber encontrado nada a medio camino entre lo que podría considerarse apropiado para los recursos de un duque y la escasez de un deshollinador…». El humor irónico le sirve para exponer realidades de la vida cotidiana «Me resulta muy curiosa esa forma tan perversa que tienen los niños de fijar las fechas y temporadas más inconvenientes para sufrir sus enfermedades».

Violet Hunt destaca en La oración la búsqueda que en vida llevó a cabo para desafiar cualquier convencionalismo social, por lo que en este relato —buenísimo— que comienza in medias res, con la muerte del marido de la protagonista, consigue, tras una sentida oración «…nunca pediré nada más, ¡qué Él te devuelva a mí!...» que su marido reviva, pero ya no es una persona normal, de manera que él pasa seis años comportándose como un zombi en vida, un no muerto que no tolera la compañía, ni la luz, que no se inmuta ante nada ni nadie… que consigue que Alice Arner se sienta viuda a pesar de tener a su marido en casa «¿Por qué vistes siempre de negro, Alice? […] —A veces siento que vivo en una tumba. Entonces miro al techo e imagino que es la tapa de mi ataúd» Alice vive aterrada, siempre ha tenido miedo de los fantasmas y en su marido sólo ve un cuerpo. Por su parte, el señor Arner también lo pasa mal, está deprimido «y siento que necesito tomar drogas para calmarme»; así pues, tras hablar los dos y enterarse Alice de que él va «por la vida como en un sueño, un mal sueño» deciden poner fin a la situación y de mutuo acuerdo ella, mediante morfina, lo ayuda a morir, «ibas a terminar devolviendo el regalo que te habían hecho».

No quiero terminar sin nombrar a Mary E. Wilkins, quien en 1926 fue la primera persona en recibir la medalla William Dean Howells, distintivo que concede a los novelistas la American Academy of Arts and Letters; premio que juzgamos merecidísimo al leer El solar en el que se intenta razonar inútilmente ante lo paranormal, pues el pasado vuelve siempre para vengarse.


¡Inquietante!