lunes, 11 de enero de 2021

PISTA NEGRA

He terminado una novela que es más que novela negra; no sólo queda reflejado el aspecto social, como en cualquier novela negra que se precie, también está plagada de recursos que la califican de buena literatura y la acercan a los grandes del género. Las sombras de Montalbán y Camilleri se alargan por los Alpes italianos.

No cabe duda de que es literatura actual, influida por los mass media, en concreto, las referencias al cine son abundantes, y el lenguaje y técnicas de series televisivas influyen en los diálogos y en los personajes. Ni el protagonista ni los secundarios están anclados, predominan los antihéroes, personas que evolucionan con el paso del tiempo según las circunstancias y la experiencia, que los capacitan para sobrevivir en la Italia de hoy día y llevar con éxito el trabajo elegido, por vocación o porque no ha surgido otra opción.

Me he referido a Italia porque es evidente, pero podría reflejar cualquier país del sur de esta Europa comunitaria donde vivimos.

Extraemos sin dificultad, de las conversaciones entre los personajes, una crítica al gobierno italiano, amortiguada por comparaciones extraídas del fútbol. Sorprende que sea un juez quien las haga, pero con ellas insta a reflexionar sobre lo bien pensadas que están las alineaciones deportivas, exigiéndoles lo mejor sin importar de dónde vengan, y la poca relevancia que pedimos a los que se van a encargar de la justicia, la sanidad o la educación de un país. Si actuásemos como los entrenadores, «por fin este país dejaría de ser un país de bufones. ¿Comprende?».

Pista negra es la primera de la serie del subjefe de policía Rocco Schiavone. El antes comisario es trasladado de Roma a un pueblo del valle de Aosta, por haberse tomado la justicia por su mano con el hijo de un famoso político, un pederasta al que Rocco le quita las ganas de volver a mirar a cualquier niño. A cambio debe sufrir la venganza del político, arropado por amigos en las altas esferas. Y allí Rocco consigue sobrevivir con su abrigo Loden y sus zapatos Clarks hasta que un asesinato en una de las pistas de esquí le hace ver lo incongruente de su atuendo. El argumento es bastante simple. Un vecino es atropellado por una quitanieves en una de las pistas más apartadas de la estación de Aosta. El cuerpo estaba enterrado, por lo que el conductor de la máquina no lo vio y lo destrozó al pasarle por encima. Hay pues, pocas pistas para resolver el caso; aun así Rocco Schiavone encuentra a los culpables.

Antonio Manzini nos lleva por donde quiere y los lectores vamos elaborando la imagen de Rocco según leemos hasta que, al final, a pesar de sus innumerables defectos, lo queremos un poco más y deseamos seguirle la pista en siguientes entregas. No solo cambiamos de opinión con el protagonista; por nuestra mente se suceden diferentes sospechosos hasta que el autor presenta en bandeja una resolución que desconcierta por evidente o, todo lo contrario, por increíble.

Aun así, el asesinato de Pista negra no es lo importante; lo primordial es conocer el lugar donde se quedará Rocco para alegrarnos tardes de lectura, conocer a los que compartirán la comisaría con él, a los habitantes de esa ciudad turística. En este sentido el trabajo de Manzini es impecable pues nos ha acercado a todo ello con un arsenal de recursos entre los que predomina el humor, siempre revestido de ironía o sarcasmo para definir a las personas mediante la animalización «Está de suerte aseguró el ñú, y se quedó allí, rumiando y mirando a Schiavone». Con humor, mediante expresiones literales, halaga el poder o la astucia, «El hielo metafórico lo rompió la mujer». Asimismo el uso de metonimias aporta cierta sonrisa al lector pues alejan bastante el significado real del percibido, dando la impresión de que no conservan el cambio semántico, «Rocco se tumbó sobre el colchón de la NASA».

La función metalingüística también es usual en la novela como técnica humorística


—…Mi mujer es una tumba.

—Su metáfora es de pésimo gusto, doctor Lorisaz

Y es común que un personaje realice lo contrario de lo que dice, dejando en evidencia la hipocresía social al mismo tiempo que limita su interacción con quien habla, pues no le interesa argumentar. Esta tesitura provoca la risa desinhibidora del lector:


—Dicen que la policía no bebe cuando está de servicio, ¿es verdad?

—Sí —le dijo Rocco, y se sirvió un vaso de licor.

El efecto exagerado de la hipérbole realza la relajación en el lector y le sirve al narrador para ayudar a definir el estado del protagonista mediante imágenes sugerentes «A pesar del alarido del inalámbrico sobre la mesilla de noche, consiguió situarse». De la misma manera las comparaciones imposibles relajan, con la sonrisa que nos provocan, la tensión provocada por determinadas situaciones, consiguiendo que actúen como alerta para seguir el caso «—¿Qué pasa, Luisa? —inquirió Rocco, que sabía leer los matices, así que no digamos algo marcado con rotulador fluorescente».

Vamos conociendo a Schiavone por lo que hace, dice y piensa. La imagen que nos hacemos de este subjefe vacila, antes de ser precisa, desde detestable hasta profundamente atractiva, aunque mantenga, a pesar de todo, un punto borde con el que paliar su rencor hacia el género humano. Puede que por eso sea un amante de los animales «Deberías hacerte perro, Italo». Tal vez esa sea la causa de que acudan a su mente imágenes de animales con las que comparar a quien tiene delante; animalizaciones que no siempre embrutecen al individuo «Le miraba los labios húmedos y un poco colgantes, el pelo estriado de blanco y los ojos bovinos y saltones». En ocasiones estas comparaciones ennoblecen, y en otras lanzan una llamada de atención, pero siempre son reflejo de la forma de ser del aludido, «su amigo era un Ursus arctos horribilis […] Apacible, hermoso y grande, pero muy, muy peligroso».

Rocco es un buen conocedor de los animales. Y del ser humano. Sabe que es la única criatura egoísta capaz de conseguir lo que quiere sin importarle quién sale perdiendo, sabe hasta dónde puede llegar, por eso para él un caso es «el décimo grado. El non plus ultra, la madre de todas las tocadas de cojones». Y por eso está dotado de una gran capacidad para herir a los demás, bien mediante la ironía, bien de manera directa


—¿Quién vendrá conmigo?

—Escoja: Pierron o yo

—¡Pierron, no faltaría más! —repuso al instante el subjefe.

Amante de la comodidad, le resulta difícil adaptarse al frío extremo del norte de Italia y le resulta imposible aceptar que los habitantes de una localidad como Aosta puedan estar por encima de él en conocimientos o habilidades


—…Aprendemos lenguas, economía, estamos bastante a la vanguardia en la…

—¡Pierron! —lo interrumpió Rocco —¡Cuando vosotros estabais en las cavernas, despiojándoos, en Roma ya éramos maricas!

El subjefe Schiavone hace alarde de una mentalidad machista, incapaz de ver en una mujer algo que no sea su físico de forma tan precisa que llega a cosificarla y, como cualquier machista, se cree irresistible para el otro sexo. En general es amante de la belleza. El narrador siente debilidad por el personaje pues aunque sea un dechado de vicios y defectos sabe sacar al niño que lleva dentro, un niño que se emociona con los colores, la luz y la alegría. Por eso, a pesar de su amor por la droga, tanto para consumo como para sacarle partido, a pesar de sus maneras desabridas, hurañas, incluso prepotentes, empatizamos con él. Sabe sus límites. Necesita a su lado alguien inteligente sin demasiados escrúpulos ni vocación de entrega al estado, alguien en quien confiar para conseguir una vida llevadera y descargar de vez en cuando la adrenalina. La pareja Rocco–Pierron promete en este sentido, así como la relación don D’Intino traerá momentos hilarantes, que nos recuerdan a los vividos por Montalbano con el agente Catarella, pues, al igual que el comisario de Camilleri, el de Manzini tampoco soporta la ineficacia


—…D’Intino y Deruta no dan señales de vida […]

—Ni caso. Olvídate de ellos. Considerémoslos desaparecidos en acto de servicio.

Al final de la novela entendemos su odio, su actitud arrogante y su desprecio a las normas. En realidad forman un escudo con el que se protege del profundo dolor que lo acompaña a cada paso.

La estructura de la novela es lineal. Dividida en cinco apartados que llevan por título el día de la semana en que suceden los hechos, desde el «JUEVES» cuando aparece el cuerpo de Leone Miccichè, atropellado, hasta el «LUNES» en que todo queda resuelto. Un caso cerrado, casi exclusivamente por Rocco, aunque la novela permanezca abierta a las siguientes entregas del subjefe de policía.

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