domingo, 29 de mayo de 2016

EL DESORDEN QUE DEJAS

Acabo de leer El desorden que dejas y aún estoy decepcionada. Puede que la haya leído con demasiados parones (llevo una temporada con bastante trabajo), puede que, desde el principio, tuviera la impresión de estar ante el argumento de una serie de televisión dirigida a los adolescentes, de esas que a ellos les encantan y yo soy incapaz de ver siquiera un capítulo por lo increíble de las situaciones: institutos en los que los chicos aprenden de todo menos a estudiar, de hecho dan la impresión de ser centros de ocio más que de trabajo, profesores que son más colegas que otra cosa, alumnos que se piensan los reyes indiscutibles de la creación, y además ofrecen esa imagen, por cómo hablan y tratan a los mayores, como poco, con condescendencia, como mucho, con una mala educación apabullante.

Soy profesora y sé de lo que hablo. Es verdad que puedes encontrar algún padre airado, pero nunca le permitirían dirigirse a una profesora de la manera en que Tomás le habla a Raquel, tutora de su hijo, la primera vez que mantiene una entrevista con ella; ni la profesora, ni nadie del equipo directivo, máxime si dicha tutora no ha tenido nada que ver en el problema surgido, fuera del instituto para mayor incoherencia. De hecho el alumno se presentó borracho y drogado en el funeral de Viruca y, tras faltar al respeto a la muerta, Mauro, el exmarido –viudo–, le dio un puñetazo.
«—…Y si no le importa preferiría que no nos tuteáramos.
—A mí, bonita, lo que tú prefieras me importa tres cojones.
[…]
Se lo cuento a la jefa de estudios, con todos los detalles […] Marga me tranquiliza.
—…No te preocupes […] la única manera va a ser que Mauro se tome unos días libres»·

Es verdad que hay alumnos muy mal educados (no tanto en Bachillerato como en la ESO) pero cualquier profesora pondría punto final a determinadas contestaciones; es cierto que los docentes estamos cada vez más limitados en nuestra actuación hacia los alumnos, es cierto que éstos tienen muchos más derechos que tiempo atrás, pero aún le queda al profesor el poder de amonestar cualquier falta de respeto y no ponerse a su altura.
«—¿Cómo te sientes sustituyendo a una suicida?
[…]
—¿Queréis que hablemos de eso?
—Lo que sea con tal de no dar clase –apunta uno.
[…]
—¿Cómo te llamas?
—Iago
—¿Iago, hay goteras aquí? –le pregunto– Dentro de un aula no se llevan capuchas.
—¿Y eso dónde lo pone?
[…]
—Aquí lo pone –le digo señalándole la pizarra– ¿Te la quitas?
—Quítamela tú
—No me pagan tanto como para acercarme, tener que tocarte y quitarte la capucha […] A saber cómo hueles […] Va a ser una buena idea que te la dejes puesta.»
(Y todo esto la primera vez que toman contacto. ¡Increíble!)

Es verdad que puedes encontrar, en cualquier sitio, personas obsesionadas con su físico, con ligar, que tengan poco más en el cerebro, pero creo poder asegurar que ningún compañero mantendría con una profesora una primera conversación que si hubiera que tildar de algo sería de adolescente, más si ese compañero es el profesor de Educación Física. No puede ser más tópico «…el de gimnasia me da la dirección […] —¿Crees que te pido su dirección para ligar con él […] Estoy casada […] Le miro anonadada. ¿Desde cuándo este tiene la confianza conmigo para tener este tipo de conversación? Si habré cruzado cuatro palabras con él la semana pasada…
—Sí, que aún recuerdo (el profesor) cuando iba de un instituto a otro […] qué alegría cambiar de aires, saber que iba a estar poco, y que había todo un ganado que me estaba esperando con los brazos abiertos […] Sí, profesoras más que receptivas y… bueno, algún profesor también, para qué te voy a engañar […] A ver, que aquí donde me ves, yo a los veintitantos tenía un polvo. Y dos.»

Y también es verdad, afortunadamente, que los institutos no son centros de reclusión, pero los alumnos no pueden salir de ellos a su antojo. Los padres deben estar completamente tranquilos de que sus hijos quedan al cuidado de personas consecuentes, de hecho, los profesores son responsables de lo que les ocurra a los alumnos durante el periodo escolar, por lo que creo que ningún centro dejaría salir alegremente a los chicos durante la hora de clase, por muy mal que se encuentre la profesora, (dentro de nuestras funciones existen guardias, para cualquier contratiempo que surja).

En fin, he querido realizar estos comentarios porque la novela me ha parecido más una novela de aventuras para jóvenes que una novela negra.

Los personajes no son creíbles como tampoco lo es, la manera de llevar el caso. Todo es extremista, todos están implicados, a nadie se le ocurre hablar con la policía. Parece que alguien lo hizo, en su momento, con la guardia civil, pero no creyeron nada, no tiraron del hilo, no hallaron pruebas… Imagino que este organismo, en la actualidad, tiene medios y personal capaz de solucionar los casos, por muy evidentes que parezcan los suicidios; no estamos en los años 50, ahora se exigen pruebas para entrar en el cuerpo y, ¡espero!, que quienes están al mando tengan estudios y conocimientos suficientes para no creer las evidencias de un pueblo en el que nadie sabe nada, nadie ha visto nada, pero en el fondo todos intuían que ni el ritmo de vida de dos profesores, Viruca y Mauro, era el normal «A veces el dinero lo corrompe todo. Pero ya estoy hablando más de la cuenta. No me hagas caso.», ni los chicos Iago y Roi se comportaban de manera normal, ni los ricos del pueblo, los Acebedo, eran buenas personas sino caciques. «Y a pesar de que hayan hundido la economía local, se les sigue reverenciando.»

Todos los personajes son extremos. Es una novela moderna y por lo tanto es normal que Carlos Montero busque antihéroes, pero cuando todos lo son, pierden su excepcionalidad de manera que el argumento se hace increíble.

Alumnos liberales, más que liberales traumatizados por una infancia anormal y una adolescencia caótica, en la que el sexo y las drogas campean como algo normal. Es cierto que sólo se nombra a tres adolescentes del curso, pero también lo es que si un alumno se presenta en clase, o en cualquier evento, drogado, los profesores toman cartas en el asunto y aquí, todos lo saben y todos callan.

Por su parte ningún profesor comparecería en casa de un alumno para hablar con él, sin que lo sepan sus padres, ni mantendría una conversación en la que ni siquiera se sitúa al nivel del alumno, sino que le suplica.

Todos son raros, todos están rodeados de un aura de afectación y efectismo en sus vidas.

¿Y todos intuyen que algo no funciona excepto la guardia civil? ¿Nadie denuncia nada?
«—¿Y entonces la guardia civil y el juez por qué no dan con nada?
—A lo mejor fue un accidente… o a lo mejor…
Mijaíl la mira recriminándola.
—O a lo mejor me estoy callada.>

Al final descubren el caso entre un adolescente y una profesora que acaba de llegar al pueblo, por lo que no conoce a nadie. Y de forma accidental, porque “pasaban por allí” dos vecinos que casualmente estaban cazando con escopetas.  En fin, que el desenlace, una vez que todo está liadísimo, se produce de pronto, súbitamente, aunque lo hemos visto, desde el principio, previsible.

El desorden que dejas trata asimismo el acoso a través de las redes sociales, fotos subidas a internet de chicos desnudos, o de infidelidades en el matrimonio, temas que pueden advertir de las consecuencias de publicar fotos o vídeos pornográficos y que van dirigidos a jóvenes. Si un adulto engaña en su matrimonio intenta no dejar pistas y grabarse o fotografiarse en posturas provocativas y excitantes no entra en sus planes. La mentira en las relaciones de pareja también aparece, aunque suena algo increíble que una mujer no se dé cuenta de que su marido se droga y trafica.


Pues la protagonista de la novela, Raquel, es acosada por los alumnos, en su familia política se siente presionada para darles dinero, su amante determinó publicar imágenes explícitas de ese adulterio, su marido, escritor fracasado, decide trapichear con drogas justo con aquellos que acosan a su mujer… cuando este cúmulo de situaciones se dan en un mismo personaje, la novela pierde toda la verosimilitud que necesita el género negro y pasa a formar parte de la literatura juvenil.

viernes, 29 de abril de 2016

DESDE LA SOMBRA

Increíble la última novela de Juan José Millás; ágil, entretenida, absurda y, como todas las de este autor, profunda, llena de las obsesiones que han ido apareciendo en otras de sus publicaciones y que ahora traslada a su protagonista, Damián Lobo, curioso nombre que, de alguna manera refleja su personalidad pues, como este depredador, es capaz de permanecer agazapado hasta que encuentra la oportunidad de obtener su alimento; no importa el tiempo que tenga que esperar, su vista y olfato se va habituando a un hábitat diferente hasta que puede moverse con soltura. Y sin embargo él se identifica con otro animal carnívoro y mucho más agresivo, la morena, eliminando de su temperamento el contacto con otros de su especie, así como la valentía del lobo, pues Damián, como la morena, permanecerá oculto en una grieta, guiándose por su olfato, hasta emboscar a su presa.

Esta es la característica principal de Damián, su dualidad, su personalidad conflictiva que lucha constantemente para descubrir su identidad. «Sometido a una tensión extraordinaria, Damián iba y venía desordenadamente de la realidad al programa de O’Kane y del programa de O’Kane a la realidad.»

Desde la sombra es una mezcla de novela existencialista y teatro del absurdo; la cantidad de diálogos, que predominan sobre la narración, confieren a la escritura cualidades para ser representada. Sin embargo sería dificultoso llevarla a escena porque los diálogos se producen en la mente del protagonista para poder responder a sus propias obsesiones, a todo lo que lo atormenta. Estos diálogos pues, son en realidad monólogos interiores de un personaje que, como en La metamorfosis, sale de su realidad; sin embargo, al contrario que Gregor Samsa, su finalidad no es destruirse, desaparecer de un mundo que le es hostil, sino crearse, definirse en otra realidad.

Mediante estos monólogos-diálogos, Damián va desvelando su pensamiento a través del humor, la paradoja o la ironía para llegar a ofrecernos una visión crítica de la realidad «Quizá, como ocurría en tantas familias, tuvieran dos coches, uno grande y nuevo, que utilizaría el padre, y otro más pequeño, posiblemente de segunda mano, que conduciría la esposa»
«—Y usted allí, en las profundidades.
—Yo allí, sí. Se me había acabado la batería del móvil, por lo que mi aislamiento del mundo era absoluto…»

En realidad la paradoja está presente en las ideas y en la estructura de la novela, pues una personalidad caótica como la de Damián Lobo, con sus idas y venidas a diferentes realidades, está estructurada de manera coherente en tres partes, que se corresponderían con el argumento:

La primera parte constituye la creación de su mundo. Damián ha sido despedido como jefe de mantenimiento de una empresa de bienes de equipo. Deambula por las calles para meterse en una cafetería y quedar allí apartado. Sale de ella y entra en un mercadillo de antigüedades para, con la excusa de un pequeño robo, encerrarse en un armario ropero en el que lo llevan a casa de Lucía y Fede. De allí saldrá para esconderse bajo la cama hasta que puede introducirse, pasando por el ropero, en el armario empotrado que ha quedado oculto tras dicho mueble.

Los lugares cerrados por donde va pasando Damián representan el rendimiento ante una vida que lo ha oprimido hasta el punto de no dejarle escapatoria. El protagonista tuvo una infancia conflictiva «Verá, yo me oriné en la cama hasta muy mayor» y un presente que se ha encargado de anular las esperanzas del pasado «Aprendí que no debía fiarme de los sueños»; por eso la vida como ocultación, en el armario, es liberadora.
«—¿Y no sintió claustrofobia?
—No, al contrario, jamás me había sentido tan libre. Como si aquel armario fuera el centro del universo, como si el mundo se expandiera a través de él…»

Damián ocupa ahora un lugar importante, él ha creado un mundo en el que es libre, si renuncia a ese sueño, renuncia a su libertad, por lo que podría dejar de existir «Y no hay libertad más grande que la que proporciona esa ausencia, la del miedo.»

La segunda parte se centra en la supervivencia en ese mundo en el que Damián se siente a gusto, de hecho intenta eliminar de su mente a O’Kane, el presentador que lo lleva a la fama en un reality show, al considerar obscenos algunos comentarios sobre Lucía. Damián ha descubierto que es útil, se preocupa por los que lo rodean sin que estos lo noten «…formar parte de aquel grupo en calidad de fantasma le resultaba agradable» y se siente feliz al hacer feliz a Lucía «Damián no era insensible a la gratitud que sus desvelos provocaban en la mujer, cuya felicidad creciente resultaba manifiesta.» De hecho, el protagonista amplía su realidad a los libros y a internet. En ese momento Lucía se introduce en el mundo de las ideas de Damián y ambos olvidan la materialización
«—¿Quién eres?
[…]
—¿Acaso no lo sabes?
—Creo que sí, que lo sé —respondía ella— ¿Has venido a salvarme?
—¿A qué si no?»

Pero la existencia es superflua si no se tienen en cuenta todas las posibilidades que van apareciendo, y a Damián le ha surgido, en su realidad imaginaria, Lucía, un personaje material, por lo que en la tercera parte destruye el mundo que ha creado y el real existente pues ya no le satisfacen, ambos lo oprimen; decide, pues, desmaterializarse y convertirse en idea.
«—¿Se considera usted una idea?
—Desde luego, estoy más cerca de ser una idea que una persona de carne y hueso»

Al sentirse idea, el tiempo desaparece para Damián Lobo, el miedo al presente o futuro no tiene sentido «Ese aguzamiento le producía una suerte de euforia serena y de seguridad que le otorgaban en el universo un lugar del que hasta entonces había carecido.»

Surge entonces la metamorfosis «Se había convertido, pensó con una sonrisa, en una especie de araña que desde una esquina a la que nadie prestaba atención controlaba, protegida por la tela, los movimientos del universo.»

Ahora es ese insecto-dios capaz de hacer un mundo a su imagen en el que él volverá a nacer
«—Ya has llegado —le dijo
—¿Adónde? —preguntó Damián
—Adonde quiera que fueses —respondió la voz
Y eso fue todo.»

Desde la sombra es una alegoría de los terrores del hombre actual, no sólo pertenecen a Millás, las obsesiones que aparecen, de hecho, son bastante generales en nuestro mundo moderno: la crisis de identidad, la soledad como estado que hace prosperar, el amor y la muerte por amor, la vida como ocultación y la exploración de otros espacios habitables aparecen constantemente, de diferentes maneras, en la novela. Damián Lobo se siente una morena, su madre se mimetizaba con su padre al llegar a casa, él guiñaba los ojos para parecerse a su hermana china, su trabajo seguro resultó no serlo, puede vivir bajo la cama, en un armario, en su mente y, en esa soledad es capaz de crear. Todas estas obsesiones no son sino un reflejo de lo absurdo del mundo, y por lo tanto del absurdo comportamiento del ser humano, de ahí que la novela presente una perspectiva crítica con respecto a la sociedad actual. Las acciones de Damián van encaminadas a buscar algo que dé sentido a su vida, una vida hasta ahora vacía.


Y a pesar de ser una novela psicológica, no tiene cabida en ella la lentitud. El estilo, usual en Juan José Millás, plagado de chistes, ironías, sarcasmos, escatología y humor consigue que leamos esta tragedia con una sonrisa en los labios. Merece la pena el tratamiento del narrador pues en 3ª persona, externo al relato, toma no obstante el punto de vista de Damián; como si fuera su creador va describiendo lo que ve, oye, percibe o siente el protagonista hasta dejarnos con la impresión, a veces, de que es la voz del autor que habla con su obra.

sábado, 23 de abril de 2016

LAS SINSOMBRERO

Merece la pena leer Las sinsombrero. Ensayo sobre diez mujeres de la Generación del 27, diez artistas olvidadas en los libros de texto, olvidadas en los estantes de las librerías y, en algunos casos, olvidadas en las memorias de ciertos compañeros a pesar de haberles servido de inspiración o de influencia artística; a pesar de haber formado parte de su círculo de amigos; a pesar de haber mantenido con ellas una relación de amor.

El libro tiene la lectura que cada uno le quiera dedicar, es decir, la escritura es fluida, segura y pretendidamente objetiva, centrada en los conceptos que quiere resaltar de las artistas. Si nos quedamos ahí, la lectura es continuada y ligera. Pero Tània Balló es otra artista, cineasta, ofrece con su pluma una serie de imágenes que permiten ver entre líneas más allá de lo que está escrito; en esos instantes el lector queda atrapado en una época histórica, en una generación que aspiró a ser libre y creativa y vio cómo sus esperanzas se desvanecieron, cómo la creación quedó modificada en ocasiones y destruida en otras, cómo la libertad se transformó en dependencia, prisión o aniquilación, cómo la espontaneidad e independencia derivaron en el ostracismo y el silencio. Y en esos momentos la lectura de este libro no fluye; no se puede permanecer en esos diez nombres porque aparecen muchos otros y la curiosidad lleva a investigar en ellos.

El libro es apasionante; descubre a mujeres desafiantes que consiguieron, aunque fuera durante un tiempo efímero, realizar sus sueños al tiempo que fueron conscientes de que el futuro no les estaba permitido, de que sus ambiciones no eran suyas sino que formarían parte de las de otros, o ni siquiera eso. Cuando el lector profundiza en esto se da cuenta de que una tristeza, derivada de la soledad de estas mujeres, engloba las páginas y se convierte en rebelión ante el ser humano como máximo depredador del propio ser humano.

Porque la mujer ha debido luchar contra una sociedad perjudicial en la que tienen cabida no sólo amigos o conocidos, a veces incluso hombres a los que admiramos, sino también familiares, otras mujeres, y su propio mundo interior en el que «Se encerraron en él, como refugio de una vida que sentían que no las contemplaba. Y su arte fue el único vínculo con el que conseguirían entrar en contacto con su entorno.» Y como es lógico, quien debe encerrarse en sí mismo está abocado a la ocultación, a la tristeza, la angustia, la rabia y la opresión, porque uno mismo es muy pequeño.

La mayoría de estas mujeres, y esto es lo más triste, fueron aniquiladas por sus propios compañeros de generación, lo que dice mucho de la misoginia de esa Edad de Plata de la cultura española, porque es cierto que Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén nos hacen vibrar con su poesía, Dalí con su pintura o Buñuel con su cine, pero no debemos olvidar que ellos no formaron ese Grupo del 27 que ha traspasado épocas y fronteras; ellos son sólo una parte que se completa con Mª Teresa León, Rosas Chacel, Ángeles Santos, Maruja Mallo o Concha Méndez entre otras. Lo más triste es que algunos de esos compañeros no sólo las ignoraron o intentaron subestimar su obra durante la República, sino que en los tiempos en los que los exiliados empezaron a regresar a España, a finales de los 70, en que las multitudes se agolpaban para vitorear a aquéllos que debieron refugiarse en otras latitudes, ninguno puso por delante de sus éxitos el de alguna de sus compañeras.


Y merece la pena destacar, aunque es difícil decisión, el papel de Mª Teresa León durante la Guerra Civil, pues su aportación a la escena español no sólo resultó encomiable sino innovadora, utilizó técnicas escenográficas que no se habían visto hasta ese momento como la mezcla de proyecciones cinematográficas con los decorados teatrales; creó y dirigió el Teatro de Arte y Propaganda, representando durante una temporada completa en el Teatro de la Zarzuela; regeneró el teatro al convertirlo en manifestación cultural y educadora del pueblo; estrenó a Lorca, a Alberti, a Arconada, a Valle-Inclán y a Dieste, entre otros, y la crítica se rindió a sus pies valorando su labor como autora, gestora, directora y actriz y ensayista de distintos proyectos escénicos. No debemos pasar por alto la reflexión de Tània Balló, «La acción de las Guerrillas del Teatro me hace pensar que mientras en otros países se levantaba el ánimo de los soldados con vistas de actrices de cuerpos seductores, en España, el gobierno de la República manda al frente a Shakespeare.»

Con la entrada de la democracia la sociedad había cambiado, la mentalidad franquista había ensanchado, la mujer formaba parte de puestos importantes, y, sin embargo, parece como si esos hombres en particular y todos en general, dieran por sentado que la obra de sus compañeras ocupaba el lugar que les correspondía, oculta tras la de ellos. Es doloroso, mucho, saber que grandes poetas, es cierto, han estado respaldados en ocasiones por una mujer que además de escritora podía ser filóloga, investigadora, profesora y precursora de los derechos de la mujer —como el caso de María Teresa León—, que si quería ser oída debía utilizar algún pseudónimo, renunciar a sus hijos y soportar groserías sobre su talento por parte de compañeros incluso.

No sólo esto resulta llamativo, el libro está plagado de curiosidades entre las que se podría destacar la educación esmerada que recibieron casi todas las mujeres de las que trata, debido entre otras razones, a que formaron parte de los círculos culturales de la época «No debemos olvidar que Rosa Chacel era sobrina nieta de Zorrilla y desde los tres años recitaba algunos de su poemas.»

Concha Méndez, «campeona de natación, poeta, guionista, dramaturga, editora, impresora, vendedora de libros…» y sin embargo «Buñuel nunca mencionó nada al respecto de su noviazgo con ella en ninguno de sus posteriores textos autobiográficos. Un desliz claramente intencionado que dice mucho de la personalidad del archiconocido director de cine». Aun así, apenas se oyó su nombre o su obra, sólo que fue la mujer de Manuel Altolaguirre.

También Josefina de la Torre mantuvo un apasionado romance con Luis Buñuel tras haber trabajado juntos. Su nombre no es tan conocido como el de su hermano, Claudio de la Torre, a pesar de constituir una figura indispensable en la poesía en el cine, en el teatro y en la ópera.

Maruja Mallo, pintora espléndida fue novia de Miguel Hernández entre 1925 y 1930 y de cuya relación se vislumbra una mutua influencia en la obra de cada uno. Asimismo A cal y canto de Alberti refleja la extraordinaria compenetración con Verbenas y Estampas, de Mallo.

Mª Teresa León “aconsejó” a su nuevo amante que no volviera a nombrar a la pintora y él le hizo caso hasta el final de sus días. Es cierto que María Teresa, sobrina de Menéndez Pidal, fue cautivadora; desde Primo de Rivera hasta Salinas quedaron rendidos al talento y encanto «de esta escritora, ensayista, dramaturga, guionista, periodista, feminista y activista en favor de la libertad y los derechos sociales», aun así tuvo que escribir con pseudónimo durante una temporada.

María Zambrano fue la primera filósofa de la historia de nuestro país, aunque según ella misma dijo, «Pensar por pensar no está bien visto en España»; a pesar de todo, la filosofía de la mejor discípula de Ortega y Gasset es indispensable para entender la evolución del pensamiento occidental del siglo XX.

La pedagoga María de la O Lejárraga vivió casi 100 años luchando por el socialismo, el feminismo y la República a la vez que escribió las obras con las que su marido primero, después exmarido, Gregorio Martínez Sierrra, se granjeó una fama nacional al firmarlas.


 Y es que, estas mujeres Sinsombrero decidieron quitárselo, aunque no lo consiguieran del todo, porque las oprimía y ocultaba sus pensamientos, su obra, su vida.

Resulta irónico que al buscar en una enciclopedia Julio Caro Baroja encontremos: Hijo del editor Rafael Caro y de [ ? ] Carmen Baroja, sobrino del novelista Pío Baroja y del pintor Ricardo Baroja, y hermano del documentalista, etnógrafo y escritor Pío Caro Baroja. Y resulta irónico, si no ofensivo, porque su madre, Carmen Baroja, que aparece sin oficio, la “hermana” de Pío Baroja, estudió Artes en París para dedicarse a la orfebrería artesana; sus primeros trabajos, a los 15 años, tratan sobre temas etnográficos y es poeta y autora de cuentos infantiles.


Pues, porque va siendo hora de cambiar muchas entradas de diccionarios y muchos pensamientos y actitudes, gracias, Tània Balló; esta nueva aportación es valiosísima tanto por el contenido como por la forma en que está narrado, ágil y visual.

viernes, 15 de abril de 2016

LA MITAD DE LA VERDAD

«Jueves, 23 de abril de 2009
En Turquía es el Día del Niño […] en todas partes, el Día Mundial del Libro…»

Así comienza el capítulo noveno de La mitad de la verdad, y a mí no se me ocurre nada mejor que recomendar esta novela para celebrar, este año con mayor motivo, dicho aniversario. He disfrutado con ella hasta el final, entre otros motivos porque la novela tiene 451 páginas y la resolución del caso no llega hasta que, prácticamente, no termina.

La estructura es muy original; está dividida en catorce capítulos; cada uno de ellos se abre con una fecha y los acontecimientos más importantes de ese día. Zygmunt Miłoszewski lanza, ya al comienzo del capítulo, un guiño de ironía a ciertos periodistas pues la relación de sucesos va expuesta siguiendo un orden de lo general a lo particular; empieza con noticias relevantes en el mundo y termina contando lo más importante que ocurre en Sandomierz, una pequeña ciudad de provincias en la que, durante 13 días, sus habitantes se ven sorprendidos y aterrorizados por unos crímenes que tienen mucho que ver con los ritos de sacrificio judíos. Sin embargo, esas noticias periodísticas locales contrastan humorísticamente con la realidad pues, por el diario, nos enteraremos de la temperatura en la ciudad, de los delitos menores cometidos o de sucesos de poca importancia como el traslado del mercado.

Tras la enumeración de incidentes periodísticos y efemérides en la fecha señalada aparecen varios subcapítulos que conforman los hechos ocurridos durante un día al protagonista, Teodor Szacki, en relación con el caso que lleva entre manos. Siguiendo esta gaceta periodística sabemos que le bastan trece jornadas para resolver el caso; algo que refleja a la perfección el carácter realista de la novela pues, normalmente, cuanto más tiempo pasa desde que ocurre un asesinato, más probabilidades hay de que el asesino pueda escapar.

Asimismo el ambiente real viene de la propia narración. El narrador es, de manera habitual, omnisciente; esto permite que nos enteremos con todo lujo de detalles de los pensamientos del protagonista. Los hechos quedan relatados de forma lineal, siguiendo el orden diario, pero los subcapítulos tienen la función de separar los acontecimientos ocurridos a diferentes personajes en el mismo día; esto aporta una visión total de lo sucedido. Otras veces, en la narración, a modo de recuerdo o durante una conversación, aparecen analepsis que, bien ayudan a que el lector poco familiarizado con hechos históricos del holocausto no pierda detalle del argumento, bien median a que nos enfrentemos con la suficiente autoridad a los sucesos novelados. Aparecen diversas curiosidades históricas que ayudan a entender a otras religiones, otras tradiciones y otras culturas hasta darnos cuenta de que en la vida no hay bandos de buenos o malos sino personas que, traumatizadas por algo, llevan su dolor y venganza como única forma de poder sobrevivir.

Podemos afirmar que esta credibilidad, derivada de la descripción detallada de todo lo ocurrido es un recurso tradicional de la novela policíaca, así como el mantener la intriga hasta el final.

Los investigadores de la literatura negra utilizan una seña de identidad para retardar la resolución del conflicto, de hecho son famosas las disquisiciones de Holmes mientras fuma su pipa, las detalladas noticias gastronómicas que pueblan los casos de Carvalho o las imágenes chocantes de la señorita Marple; todas ellas técnicas que ayudan a posponer el final. En este caso, Teodor Szacki disfruta o se atormenta con pensamientos que tienen que ver con su vida privada anterior o actual, pero nada que pueda definirlo con una característica propia; de hecho algunas de esas percepciones le sirven para asociar algo nuevo al caso que lleva entre manos, otras, van dibujando ante el lector su manera de ser. Pero serán los diálogos mantenidos con el resto de personajes los que conformen su personalidad ante el lector, porque lo definitorio en Szacki no es individual sino en su relación con el resto y porque la intriga en La mitad de la verdad, no es un fin en sí mismo sino otra estrategia más del genial Miłoszewski que ayuda a configurar todo el armazón novelesco. Esta modificación no es la única que encontramos; el autor incluye una serie de aspectos novedosos en el género, y el más llamativo, quizás, es precisamente la unión de la realidad con el argumento pues el lector cree en todo momento que sabe cómo se desenvuelven los hechos, incluso a veces puede atisbar al asesino, sin embargo esto no es más que otra técnica para llevarnos por donde le interesa; así nos confunde, nos guía, nos sorprende al tiempo que lo hace el detective Szacki. Creemos saber y no son más que pistas falsas; no nos enteraremos de la resolución hasta que nos la cuente el protagonista y con él unamos los hechos y encontremos el sentido —o la falta de él— a todo lo ocurrido.

Asimismo, al mezclar el día real con los capítulos de la novela, se produce un choque antitético que unas veces nos despierta la sonrisa y otras hace aparecer la risa franca.

En la subdivisión de capítulos, no de forma periódica pero sí regular, el narrador cambia su mirada para fijarse directamente en el asesino; no sabemos quién es pero sí sus pensamientos, los movimientos que realiza… esto, aunque causa intranquilidad y supone un suspense añadido en nuestro ánimo, permite que compartamos sus reflexiones mientras nos sumimos en la más absoluta confusión porque no adivinaremos nada hasta el final.

«Sabe que se puede quedar allí […] su cuerpo entero está loco por salir huyendo. Pero debe aguantar hasta el sábado»

«Dentro se está caliente y no hay humedad, si no fuera por los ojos llameantes del hombre que está sentado en el rincón hasta resultaría confortable. De baja estatura […] atado de pies y manos […] Solo un día más […] Suerte que el segundo acto ya está llegando a su fin.»

«Para tener la mente ocupada, repite en su cabeza una y otra vez hasta la saciedad los elementos del plan […] Resulta muy, muy difícil aguantar.»

«Se pregunta si ya habrán encontrado el cadáver.»

«Por eso, mientras espera a su siguiente víctima siente tranquilidad […] en la vida sólo se pueden tener cosas nuevas.»

«El aullido y los ladridos son de veras insoportables. A pesar de los tapones para los oídos, el aire vibra a causas de esos desagradables sonidos.»

«Ahora hay que pensar con frialdad si ese hecho cambia algo.»

«…ya no queda nada más por hacer, aparte de empezar una nueva vida […] Se estremece al escuchar que alguien llama a la puerta.»

«Además…, además quizá el riesgo no sea tan grande.»

Otra característica original es la que define al protagonista; el investigador del caso no es un policía ni un detective al uso sino un fiscal que, con inteligencia despierta y grandes dosis de intuición, se ha convertido, sin lugar a dudas, en uno de los grandes referentes de la novela negra; el mérito se amplía si tenemos en cuenta que Teodor no es el típico sabueso incansable, intachable, dotado para las relaciones sociales y con una moral ejemplar. Nuestro protagonista es humano, su vida no funciona como le gustaría, comete errores al juzgar a las personas, le cuesta empatizar y, sin embargo, o precisamente por ello, nos identificamos con él o, al menos, cuenta con nuestra simpatía. «Ir a las tiendas le suponía un suplicio […] El cajero bromeó diciendo que no andaba sobrado de apetito. Salió sin decir una palabra […] lloró mientras se preparaba el desayuno […] no podía parar, las lágrimas y los mocos le embadurnaban la cara. Y se puso a aullar […] Porque comprendió que había perdido todo lo que amaba y que jamás lo recuperaría.»

El tema principal de La mitad de la verdad es el usual del género negro, la resolución de los asesinatos cometidos en una pequeña ciudad de Polonia; pero otra característica inusitada de esta novela negra es que el proceso de investigación no cumple sólo con la función habitual de despertar en el lector la incógnita y mantener el suspense hasta el final, sino que además lo obliga a replantearse conceptos como el de intolerancia o el de fanatismo; el lector piensa, relaciona los hechos del discurso con sus referentes reales, y toma partido por alguno. En este caso no somos meros espectadores dirigidos por el narrador —que también— sino piezas integrantes del todo argumentativo, debido en parte a la crítica evidente que surge hacia la xenofobia latente en las sociedades, a la intolerancia de las masas y al embrutecimiento fanático que conlleva. «—Se dice que en cada leyenda hay una mitad de verdad
—Así es
—Pero hay algunas, como esa maldita leyenda antisemita de la sangre, en las que no hay ni una gota de verdad, leyendas compuestas al cien por cien de mentiras y supersticiones.»

Y, si es cierto que me ha gustado la estructura, que he llegado a admirar a este investigador atípico, humano, casi antihéroe, que he podido reflexionar con las diferentes originalidades encontradas, también es verdad, aunque parezca un contrasentido si tenemos en cuenta el tema, que he disfrutado hasta la última página. El estilo ágil envuelve la narración con una destreza excepcional. El humor aparece en todas sus expresiones y matices; no faltan los términos duros, las imágenes terribles (por supuesto, estamos en el género negro), en las que por fortuna no se ensaña; a veces esperamos con miedo que la siguiente página sea escatológica, escabrosa, y quedamos sorprendidos ante un lirismo absoluto, no exento de humor, que contrasta con lo más feo de la realidad como lo demuestra la epífora que martillea su mente una y otra vez «En lugar de familia, soledad. En lugar de amor, soledad. En lugar de intimidad, soledad.» O las enumeraciones paralelísticas mediante las que describe, con absoluta inclinación, lugares de Sandomierz «… se convertía en un lugar ideal para sumergirse en la observación de los turistas que se movían alrededor del ayuntamiento, de los recién casados que se hacían fotos, de los adolescentes pegados a sus teléfonos móviles, de los niños pegados al algodón de azúcar y de los enamorados pegados unos a otros». Siempre hay un momento para distinguir la belleza entre la mezquindad. Siempre una sonrisa con la que aplacar el espanto. El humor relaja la tensión «…en aquella ciudad de provincias que, a decir verdad, a partir de las seis de la tarde estaba muerta, aunque desgraciadamente no porque sus habitantes se asesinaran entre sí.». La ironía puebla los diálogos, los pensamientos, las descripciones; se convierte, ella sí, en una seña de identidad.

Buena cuenta de ello es el comienzo de la novela. El subcapítulo 1 del capítulo primero comienza «Está claro que los espíritus no salen a medianoche […] Hay demasiada vida a medianoche como para que los espíritus de los muertos puedan asustar como es debido […] De madrugada la cosa es distinta; a esas horas los empleados de las gasolineras echan una cabezada y la luz grisácea empieza a sacar de la penumbras a seres y objetos cuya existencia ni siquiera sospechábamos […]» Y de madrugada es cuando avisan a Teodor Szacki porque han encontrado un cadáver. Empieza el caso. Trece días más tarde, en el capítulo decimotercero, cuando han resuelto los asesinatos y él está dispuesto a continuar una noche apasionada con una chica estupenda, el narrador mira atrás con una ironía no exenta de socarronería «El reloj de la torre del ayuntamiento dio las doce.
—La hora de los espíritus— dijo Basia Sobieraj, y se metió en la cama.
El fiscal Teodor Szacki pensó que, sin duda alguna, los espíritus no aparecían a medianoche».


¡Impresionante! Impresionante la historia, el protagonista, los personajes y el estilo.

viernes, 25 de marzo de 2016

LOS BESOS EN EL PAN

No hay duda de que hay personas que tienen un don especial para comunicar, ya sea sentimientos, anécdotas, sucesos o simples noticias. En este grupo de personas se encuentra Almudena Grandes, contadora de historias por excelencia. En poco más de 300 páginas, la autora expone la crisis que asola a nuestro país, con altibajos desde la guerra y de forma continuada desde un presente que dura ya más de lo soportable.

Grandes cuenta en Los besos en el pan la situación de un barrio madrileño y cómo la ayuda de los vecinos es fundamental para salir adelante. Sin embargo, he echado en falta un argumento. Y por supuesto he echado en falta una crítica más directa, una denuncia, incluso, a esta situación bochornosa por la que nos ha tocado pasar.

Puede que sea una novela coral, en la que el protagonista es un barrio cualquiera, metáfora de un país concreto, y el narrador, desde la observación directa, simplemente describe situaciones reales. Como las condiciones por las que pasa la mayoría de ciudadanos son escasamente beneficiosas, el transcurso de la vida de todos los personajes de la novela es fundamentalmente afectivo, sensible. De esta manera Los besos en el pan funciona a modo de catarsis en el lector, que se implica emocionalmente a la vez que purifica su interior mediante la compasión. Es cierto que la autora consigue una implicación afectiva, pero también lo es que falta un juicio crítico, racional al problema presentado.

Cuando nos enfrentamos a una novela, lo primero que hacemos es establecer un pacto ficcional con el narrador, en el que aceptamos lo leído y lo enjuiciamos a pesar de su evidente falsedad. No hay falsas evidencias en esta novela pero, lo menos apasionante es que apenas hay un resquicio para juzgar a los personajes o las acciones de éstos. No hay término medio, al menos no lo he encontrado; dos conceptos forman el eje sobre el que gira la novela: el bien, encarnado en los personajes y sus actuaciones solidarias y el mal, que viene de fuera y es el causante de esa forma de actuar. La realidad del barrio, de España, se reduce a una oposición radical entre lo bueno y lo malo. Al leerla se me venía a la mente de forma casi constante la novela costumbrista (de hecho he encontrado algunas similitudes con Juanita la larga) y el maniqueísmo subyacente. El ensalzamiento de valores tradicionales, transformados y acomodados a una nueva realidad que permite familias elementales, monoparentales, simultáneas o compuestas. En todas ellas predomina una moral colectiva que funciona como guía para obrar de forma correcta.

Es posible que Los besos en el pan tuviera como finalidad conformar un alegato a la solidaridad, sin embargo le faltan los argumentos en contra, la lucha no conformista ante situaciones vejatorias, la multiplicidad de registros, representantes de ese personaje múltiple, para conseguir una profundidad psicológica que, lamentablemente carece.

Pero si es cierto que la mayoría de situaciones son tópicas, y los protagonistas también, la narración fluye rápida, plena de giros, de preguntas indirectas, de pensamientos anafóricos, de enumeraciones asindéticas; la introducción del diálogo en la narración, tanto de forma directa o indirecta, consigue agilidad. Asimismo las historias se cuentan desde la visión del protagonista, lo que favorece la situación del lector ante lo que ocurre, ya que puede cambiar sin dificultad de suceso aunque al principio de cada episodio aparezcan personajes diferentes. Unos apartados se enlazan con otros para conseguir el retrato vivo, actual de nuestro país: matrimonios separados que rehacen su vida, otros que no la pueden rehacer a causa del paro, familias en las que alguno de sus miembros es corrupto, el que es retribuido por trabajos muy inferiores a su preparación, el que debe trabajar para quien hizo quebrar su negocio, el desahuciado, el inmigrante, el explotador y los explotados sin posibilidad de quejarse, el funcionario que ya no tiene nada asegurado porque cada vez hay menos apoyo al establecimiento público, el maltratador y las maltratadas…

Y ante todo esto he visto como solución la bondad y solidaridad del desfavorecido. Pues yo me resisto a creerlo. 

domingo, 6 de marzo de 2016

HISTORIA DE UN CANALLA

Es la primera vez que leo una novela de Julia Navarro. Conocía a esta autora en su labor periodística; durante una temporada cuatro mujeres, entre ellas Navarro, se turnaron semanalmente, creo que en Mujer Hoy, para ofrecernos artículos de temas variados. Historia de un canalla me ha sorprendido y Julia Navarro también. Su sintaxis es perfecta; ha supuesto una satisfacción no encontrar leísmos o laísmos tan habituales en expresiones actuales o leer el plural de las siglas sin la ‘s que muchos se empeñan en poner «¿cuántas ONG nos han encargado…?», y un alivio ante el estilo ágil, ante el vocabulario coloquial no exento de tecnicismos. La novela se lee con facilidad lo que supuso un regocijo al ver que estaba compuesta de 863 páginas.

A lo largo de todas ellas he ido modificando mi pensamiento. No sabía nada del argumento, así que al leer el título lo asocié a un sinvergüenza. Una vez que empecé la historia estaba segura de estar ante uno de esos niños de conducta agresiva por causa de la genética. De hecho, creo que es ésta la razón de que no tolerase las caricias o abrazos de su madre antes de que naciera su hermano. Por supuesto, la crueldad fue en aumento al tener lugar una interacción genético-ambiental, ya que, si bien su entorno era ideal él no sentía formar parte del mismo. Y de nuevo la genética es la responsable, pues Thomas, nuestro protagonista, parece que sólo ha heredado los rasgos hispanos de su madre, mientras que su hermano Jaime es igual que su padre, un norteamericano típico, alto, rubio, guapo… Así que, el estrés que sus celos le causaban sirvió como activador de los efectos negativos del “gen de la agresión”.

Asimismo la genética no lo ha hecho demasiado inteligente, cualidad que ha suplido con una fuerte tendencia al egoísmo; Thomas requiere atención constante y complacencia absoluta «La señorita Adeline era una buena maestra […] pero yo la aborrecía […] Todo en ella me molestaba […] Yo solía quejarme a mi padre de la señorita Adeline. Le decía que me tenía manía. Mi padre me creía […] le pedía a mi madre que hablara con ella […] “si le regaña es porque se lo merece” […] Preparé meticulosamente mi venganza […] yo mismo me golpeé la cabeza contra la pared […] Cuando regresé al colegio la señorita Adeline ya no estaba, la habían despedido…»

Y al terminar la novela he podido constatar que Thomas adquiere, con cada derribo a los otros, un comportamiento autodestructivo que se va convirtiendo en obsesión y lo lleva a la muerte.

Poco a poco su personalidad se va formando ayudado por aquellos que tiene a su alrededor y que esperan conseguir algo; pero él no engaña a nadie, no es afecto o comprensión lo que les ofrece, es dinero a cambio de sus deseos sean cuales sean, sin importarle las consecuencias.

Se va enfrentando a los peligros de la adolescencia y la juventud sin que le pase nada, pero causando dolor, destrucción y muerte a su alrededor. «Dudé unos segundos pero terminé diciéndole que subiera al coche. Allá ella. La dejaría en la carretera dos kilómetros más adelante. Después me iría. Que volviera como pudiera.
Tía Emma me dio la noticia a la mañana siguiente. Lisa Ferguson había aparecido muerta en el cuarto de baño con una jeringuilla en el brazo.»

El chantaje le funciona «…quizá era mejor mantener el ancla en aquella casa pero, eso sí, haciéndoles sentir a él y al resto de la familia que estaban en deuda conmigo por su engaño.»

Tiene dinero, apoyo incondicional de su familia, que teme alguna barbaridad, y arrestos para enfrentarse a todo. No tiene miedo a nada «¿Sabes tía?, me has dado una idea genial. Me tomaré un año sabático. Me gustaría viajar un tiempo por Europa».

Poco a poco va mostrando un comportamiento autodestructivo indirecto, un CAI de manual pues, a la búsqueda de placer inmediato y la poca tolerancia a la frustración «…me daba cuenta de que Esther se estaba convirtiendo en una obsesión […] si quería lograr que aceptara mi propuesta matrimonial tendría que actuar como un estúpido enamorado.», añade una tendencia a la negación, angustia de pérdida de lo buscado, «—Es casa de los Spencer. Primero fue mi casa, luego de tu padre y ahora lo será de Jaime— dijo sosteniéndome la mirada. Sus palabras me hirieron profundamente…» omnipotencia, «La primera novedad es que los señores aceptan mi plan, la segunda novedad es que a partir de ahora mando yo en el proyecto […] y he decidido prescindir de ti.» falta de planes a largo plazo, necesidad de estimulación constante, «No hay nada más placentero que engañar a un novio delante de sus narices, ¿no te parece? […] La empujé hasta un banco y la obligué a tenderse sobre el mármol; luego me tendí sobre ella. No dijo ni una palabra. Cerró los ojos. El único placer que yo sentía era el de pensar que alguien podía sorprendernos…» relaciones interpersonales superficiales «Salí de casa dando un portazo. Sabía que estaba actuando mal, que Jaime tenía razón y que lo menos que le debía a John era darle consuelo. Pero hui de una escena que se me hubiera antojado pesada» y fuerte sentimiento de individualismo. «Por ahora no quiero socios, pero me vendrá bien contar con alguien que se implique en el negocio. Así no tendré que preocuparme por pasar todo el tiempo que necesite en Nueva York.»

Todas estas conductas, repetidas una y otra vez, constituyen el factor más importante de riesgo para Thomas, pue lo irán devastando conscientemente.

La estructura de la novela es muy simple. Hay un preámbulo, en el tiempo presente del narrador protagonista, desde el que anuncia que se está muriendo y que esa noche, en la cama, se dispone a hacer un balance de su vida; una vida sin escrúpulos según él mismo advierte y de la que tiene claro lo que no debería haber hecho. Seguidamente, el tiempo narrativo cambia al pasado y el neoyorquino Thomas Spencer recuerda su INFANCIA , de la que destaca el odio hacia su millonaria familia y hacia los que lo rodeaban, causando la desgracia a su profesora, a algunos compañeros, y a sus propios padres ya que sembró en ellos la duda y los celos hasta casi conseguir que rompieran su relación.

En la JUVENTUD se va a Londres y comienza su vida como publicista, descubre que le gusta el riesgo, la independencia, vivir al límite con todo tipo de lujos y el sabor del triunfo. Durante esta etapa triunfa en el mundo de la publicidad, extorsionando a quien se interponga en el camino trazado para lograr su objetivo; es cómplice moral de asesinatos, sin importarle nada. Vuelve a Nueva York a ver a su madre antes de morir, quien le confiesa que él fue fruto de una violación por parte de un compañero de universidad. El odio hacia su familia se acrecienta y desde entonces les hará pagar la mentira en la que ha vivido y los chantajeará durante toda su vida. Se reencuentra con Esther —compañera de estudios publicitarios— y siente atracción por la seguridad que le transmite, por lo que se propone no dejarla escapar. Mientras su vida laboral va en ascenso, su vida personal entra en decadencia, bebe, fuma, come mal y maltrata a las prostitutas con las que se acuesta, las chantajea y les ocasiona daños físicos y psíquicos irreparables. Hasta cuatro mujeres pierden la vida, instadas por él y, sin embargo no pueden nunca demostrarle ningún tipo de implicación.

En la MADUREZ, muere su padre a quien ya no consideraba como tal. Consigue que Esther se case con él (después de pedírselo más de cinco veces) mediante chantaje económico y emocional, sin importarle que no exista el amor, y que ella en realidad quiera a su hermano Jaime. Esther resulta ser clave para ampliar el negocio, pues abren una sucursal en Nueva York con un éxito tremendo. Paralelamente aumenta su sed de sexo y sadismo, y descarga sus instintos sobre todo el que no le obedezca.
Se sabe poco agraciado y disfruta dominando a mujeres jóvenes y bellas que aceptan sumisas sus deseos, a veces por dinero, siempre por miedo.

Y el DECLIVE, en el que su comportamiento sádico y maltratador con las mujeres se vuelve obsesivo, y su actitud autodestructiva también. Sabe que su mujer y su amante lo están envenenando pero no puede dejarlas; prefiere prepararlo todo para hacerles daño aun después de muerto «Gozo de antemano con su sufrimiento».

El desenlace del argumento tiene lugar UN AÑO DESPUÉS; el narrador cambia a tercera persona para informarnos de que tras meses de investigación, no han podido demostrar que se hubiese cometido ningún asesinato. Por fin, ha terminado el calvario de las mujeres que estuvieron con Thomas al final de su vida.

A todas las mujeres que han tenido relación con él les ha hecho daño; su sadismo ha ido en aumento aunque las razones para el maltrato han sido diferentes. A su madre la destroza porque la desprecia por hacerlo inferior físicamente y se aprovecha al ver que ella siente que su hijo está pagando por su falta. Ofende a su profesora simplemente porque lo amonesta; él siembra la cizaña y se quita de en medio, dejando a otros la responsabilidad de abatirla. Esta actuación sádica y cobarde es la que adopta con las amas de casa que se prostituyen para salvar a sus familias; con Lisa, a quien ayuda a drogarse; con Esther, al conocerla, a quien no libra de las falsas acusaciones; a su compañera de instituto, a la que engaña y después consigue que parezca culpable de seducirlo… Todas, buenas personas y con las que no va más allá. Es una actuación rápida —aunque siempre meticulosamente preparada—. Será después, en su periodo adulto, cuando no deje marchar a quien le interese; lleva a Yoko y a Constance a la muerte, destroza a Nataly y lo intenta con Esther, quien reaparece en su vida, y le ofrece la seguridad que no le ha dado nadie. No puede permitir que se vaya de su lado; Esther no lo quiere, pero le gusta el dinero, vivir bien, por lo que acepta llevar una vida íntima miserable a cambio de reconocimiento social y profesional. Desde ese momento Esther juega un papel parecido, es embustera, manipuladora; todo vale para salvar a los clientes, por eso se muestra cruel con la esposa de Roy Parker, Suzi, y la chantajea emocionalmente para que acepte las condiciones rastreras de su marido. Por fin Thomas encuentra alguien a su altura; el resto es un pulso entre ambos.


Interesante la novela aunque algo melodramática en ocasiones, y sobre todo, demasiado larga. Sin embargo, hay asuntos que se quedan sin resolver; la estancia en España promete un giro que no ocurrirá; al final no sabemos qué sucederá con las prospecciones petrolíferas. El contrato final con Brown y Lerman también queda poco explícito. Si estos supuestos se hubieran nombrado solamente, la novela adquiriría mayor dinamismo; a veces nos quedamos pensando en que un hecho, importante en su vida, tendrá consecuencias posteriores, pero no es así, no se vuelve a nombrar. Por el contrario, la frecuencia con que determinados asuntos —sobre todo familiares— se repiten una y otra vez, incluso con las mismas palabras, consigue cierto cansancio en su lectura. Así pues me quedo con el argumento, que me parece interesante y con la forma de escribirlo; la trama queda dilatada en exceso.