Merece
la pena leer Las sinsombrero. Ensayo sobre diez mujeres de la Generación del
27, diez artistas olvidadas en los libros de texto, olvidadas en los estantes
de las librerías y, en algunos casos, olvidadas en las memorias de ciertos
compañeros a pesar de haberles servido de inspiración o de influencia
artística; a pesar de haber formado parte de su círculo de amigos; a pesar de
haber mantenido con ellas una relación de amor.
El
libro tiene la lectura que cada uno le quiera dedicar, es decir, la escritura
es fluida, segura y pretendidamente objetiva, centrada en los conceptos que
quiere resaltar de las artistas. Si nos quedamos ahí, la lectura es continuada
y ligera. Pero Tània Balló es otra artista, cineasta, ofrece con su pluma una
serie de imágenes que permiten ver entre líneas más allá de lo que está escrito;
en esos instantes el lector queda atrapado en una época histórica, en una
generación que aspiró a ser libre y creativa y vio cómo sus esperanzas se
desvanecieron, cómo la creación quedó modificada en ocasiones y destruida en
otras, cómo la libertad se transformó en dependencia, prisión o aniquilación,
cómo la espontaneidad e independencia derivaron en el ostracismo y el silencio.
Y en esos momentos la lectura de este libro no fluye; no se puede permanecer en
esos diez nombres porque aparecen muchos otros y la curiosidad lleva a
investigar en ellos.
El
libro es apasionante; descubre a mujeres desafiantes que consiguieron, aunque
fuera durante un tiempo efímero, realizar sus sueños al tiempo que fueron
conscientes de que el futuro no les estaba permitido, de que sus ambiciones no
eran suyas sino que formarían parte de las de otros, o ni siquiera eso. Cuando
el lector profundiza en esto se da cuenta de que una tristeza, derivada de la
soledad de estas mujeres, engloba las páginas y se convierte en rebelión ante
el ser humano como máximo depredador del propio ser humano.
Porque
la mujer ha debido luchar contra una sociedad perjudicial en la que tienen
cabida no sólo amigos o conocidos, a veces incluso hombres a los que admiramos,
sino también familiares, otras mujeres, y su propio mundo interior en el que «Se encerraron en él, como refugio de una
vida que sentían que no las contemplaba. Y su arte fue el único vínculo con el
que conseguirían entrar en contacto con su entorno.» Y como es lógico,
quien debe encerrarse en sí mismo está abocado a la ocultación, a la tristeza,
la angustia, la rabia y la opresión, porque uno mismo es muy pequeño.
La
mayoría de estas mujeres, y esto es lo más triste, fueron aniquiladas por sus
propios compañeros de generación, lo que dice mucho de la misoginia de esa Edad
de Plata de la cultura española, porque es cierto que Juan Ramón Jiménez, Pedro
Salinas, Jorge Guillén nos hacen vibrar con su poesía, Dalí con su pintura o
Buñuel con su cine, pero no debemos olvidar que ellos no formaron ese Grupo del
27 que ha traspasado épocas y fronteras; ellos son sólo una parte que se
completa con Mª Teresa León, Rosas Chacel, Ángeles Santos, Maruja Mallo o
Concha Méndez entre otras. Lo más triste es que algunos de esos compañeros no
sólo las ignoraron o intentaron subestimar su obra durante la República, sino
que en los tiempos en los que los exiliados empezaron a regresar a España, a
finales de los 70, en que las multitudes se agolpaban para vitorear a aquéllos
que debieron refugiarse en otras latitudes, ninguno puso por delante de sus
éxitos el de alguna de sus compañeras.
Y
merece la pena destacar, aunque es difícil decisión, el papel de Mª Teresa León
durante la Guerra Civil, pues su aportación a la escena español no sólo resultó
encomiable sino innovadora, utilizó técnicas escenográficas que no se habían
visto hasta ese momento como la mezcla de proyecciones cinematográficas con los
decorados teatrales; creó y dirigió el Teatro de Arte y Propaganda,
representando durante una temporada completa en el Teatro de la Zarzuela;
regeneró el teatro al convertirlo en manifestación cultural y educadora del
pueblo; estrenó a Lorca, a Alberti, a Arconada, a Valle-Inclán y a Dieste,
entre otros, y la crítica se rindió a sus pies valorando su labor como autora,
gestora, directora y actriz y ensayista de distintos proyectos escénicos. No
debemos pasar por alto la reflexión de Tània Balló, «La acción de las Guerrillas del Teatro me hace pensar que mientras en
otros países se levantaba el ánimo de los soldados con vistas de actrices de
cuerpos seductores, en España, el gobierno de la República manda al frente a
Shakespeare.»
Con
la entrada de la democracia la sociedad había cambiado, la mentalidad
franquista había ensanchado, la mujer formaba parte de puestos importantes, y,
sin embargo, parece como si esos hombres en particular y todos en general,
dieran por sentado que la obra de sus compañeras ocupaba el lugar que les
correspondía, oculta tras la de ellos. Es doloroso, mucho, saber que grandes
poetas, es cierto, han estado respaldados en ocasiones por una mujer que además
de escritora podía ser filóloga, investigadora, profesora y precursora de los
derechos de la mujer —como el caso de María Teresa León—, que si quería ser
oída debía utilizar algún pseudónimo, renunciar a sus hijos y soportar
groserías sobre su talento por parte de compañeros incluso.
No
sólo esto resulta llamativo, el libro está plagado de curiosidades entre las
que se podría destacar la educación esmerada que recibieron casi todas las
mujeres de las que trata, debido entre otras razones, a que formaron parte de
los círculos culturales de la época «No
debemos olvidar que Rosa Chacel era sobrina nieta de Zorrilla y desde los tres
años recitaba algunos de su poemas.»
Concha
Méndez, «campeona de natación, poeta,
guionista, dramaturga, editora, impresora, vendedora de libros…» y sin
embargo «Buñuel nunca mencionó nada al
respecto de su noviazgo con ella en ninguno de sus posteriores textos
autobiográficos. Un desliz claramente intencionado que dice mucho de la
personalidad del archiconocido director de cine». Aun así, apenas se oyó su
nombre o su obra, sólo que fue la mujer de Manuel Altolaguirre.
También
Josefina de la Torre mantuvo un apasionado romance con Luis Buñuel tras haber
trabajado juntos. Su nombre no es tan conocido como el de su hermano, Claudio
de la Torre, a pesar de constituir una figura indispensable en la poesía en el
cine, en el teatro y en la ópera.
Maruja
Mallo, pintora espléndida fue novia de Miguel Hernández entre 1925 y 1930 y de
cuya relación se vislumbra una mutua influencia en la obra de cada uno.
Asimismo A cal y canto de Alberti
refleja la extraordinaria compenetración con Verbenas y Estampas, de Mallo.
Mª
Teresa León “aconsejó” a su nuevo amante que no volviera a nombrar a la pintora
y él le hizo caso hasta el final de sus días. Es cierto que María Teresa,
sobrina de Menéndez Pidal, fue cautivadora; desde Primo de Rivera hasta Salinas
quedaron rendidos al talento y encanto «de
esta escritora, ensayista, dramaturga, guionista, periodista, feminista y
activista en favor de la libertad y los derechos sociales», aun así tuvo
que escribir con pseudónimo durante una temporada.
María
Zambrano fue la primera filósofa de la historia de nuestro país, aunque según
ella misma dijo, «Pensar por pensar no
está bien visto en España»; a pesar de todo, la filosofía de la mejor discípula
de Ortega y Gasset es indispensable para entender la evolución del pensamiento
occidental del siglo XX.
La
pedagoga María de la O Lejárraga vivió casi 100 años luchando por el socialismo,
el feminismo y la República a la vez que escribió las obras con las que su
marido primero, después exmarido, Gregorio Martínez Sierrra, se granjeó una
fama nacional al firmarlas.
Y es
que, estas mujeres Sinsombrero decidieron quitárselo, aunque no lo consiguieran
del todo, porque las oprimía y ocultaba sus pensamientos, su obra, su vida.
Resulta
irónico que al buscar en una enciclopedia Julio Caro Baroja encontremos: Hijo
del editor Rafael Caro y de [ ? ] Carmen Baroja, sobrino del novelista Pío
Baroja y del pintor Ricardo Baroja, y hermano del documentalista, etnógrafo y
escritor Pío Caro Baroja. Y resulta irónico, si no ofensivo, porque su madre,
Carmen Baroja, que aparece sin oficio, la “hermana” de Pío Baroja, estudió
Artes en París para dedicarse a la orfebrería artesana; sus primeros trabajos,
a los 15 años, tratan sobre temas etnográficos y es poeta y autora de cuentos
infantiles.
Pues,
porque va siendo hora de cambiar muchas entradas de diccionarios y muchos
pensamientos y actitudes, gracias, Tània Balló; esta nueva aportación es
valiosísima tanto por el contenido como por la forma en que está narrado, ágil
y visual.
Está claro que libros como este son necesarios, pero gente que los comente y los comparta es imprescindible porque, aunque se ha avanzado, estamos muy lejos todavía de lograr la igualdad.
ResponderEliminarEl otro día se llamó la atención una noticia, que debería ser normal, pero es extraordinaria. Después de muchos años de lucha, una plataforma reivindicativa ha conseguido que en el año 2020, por primera vez en la historia un billete refleje la imagen de una mujer en los Estados Unidos, y además será la de una mujer negra, esclava, abolicionista y sufragista ¿sólo es un gesto? posiblemente, pero también los gestos son necesarios, además esto sucede en un año en que, también por primer vez en la historia, una mujer tiene posibilidades reales de convertirse en Presidenta de EE.UU.
Gracias por otra recomendación que nos obliga a reflexionar y espero que el día del libro te haya dejado algo interesante.
Gracias a ti, por leer, por estar siempre presente y por tus comentarios valiosos y curiosos. Estoy deseando ver ese billete. El día del libro, de forma inesperada, yo diría que a traición, me ha dejado un libro que creo me va a gustar, por la protagonista sobre todo. Cuando lea "El desorden que dejas" lo comentaré.
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