No hay duda de que hay personas que tienen un don especial para comunicar, ya sea sentimientos, anécdotas, sucesos o simples noticias. En este grupo de personas se encuentra Almudena Grandes, contadora de historias por excelencia. En poco más de 300 páginas, la autora expone la crisis que asola a nuestro país, con altibajos desde la guerra y de forma continuada desde un presente que dura ya más de lo soportable.
Grandes cuenta en Los besos en el pan la situación de un barrio madrileño y cómo la ayuda de los vecinos es fundamental para salir adelante. Sin embargo, he echado en falta un argumento. Y por supuesto he echado en falta una crítica más directa, una denuncia, incluso, a esta situación bochornosa por la que nos ha tocado pasar.
Puede que sea una novela coral, en la que el protagonista es un barrio cualquiera, metáfora de un país concreto, y el narrador, desde la observación directa, simplemente describe situaciones reales. Como las condiciones por las que pasa la mayoría de ciudadanos son escasamente beneficiosas, el transcurso de la vida de todos los personajes de la novela es fundamentalmente afectivo, sensible. De esta manera Los besos en el pan funciona a modo de catarsis en el lector, que se implica emocionalmente a la vez que purifica su interior mediante la compasión. Es cierto que la autora consigue una implicación afectiva, pero también lo es que falta un juicio crítico, racional al problema presentado.
Cuando nos enfrentamos a una novela, lo primero que hacemos es establecer un pacto ficcional con el narrador, en el que aceptamos lo leído y lo enjuiciamos a pesar de su evidente falsedad. No hay falsas evidencias en esta novela pero, lo menos apasionante es que apenas hay un resquicio para juzgar a los personajes o las acciones de éstos. No hay término medio, al menos no lo he encontrado; dos conceptos forman el eje sobre el que gira la novela: el bien, encarnado en los personajes y sus actuaciones solidarias y el mal, que viene de fuera y es el causante de esa forma de actuar. La realidad del barrio, de España, se reduce a una oposición radical entre lo bueno y lo malo. Al leerla se me venía a la mente de forma casi constante la novela costumbrista (de hecho he encontrado algunas similitudes con Juanita la larga) y el maniqueísmo subyacente. El ensalzamiento de valores tradicionales, transformados y acomodados a una nueva realidad que permite familias elementales, monoparentales, simultáneas o compuestas. En todas ellas predomina una moral colectiva que funciona como guía para obrar de forma correcta.
Es posible que Los besos en el pan tuviera como finalidad conformar un alegato a la solidaridad, sin embargo le faltan los argumentos en contra, la lucha no conformista ante situaciones vejatorias, la multiplicidad de registros, representantes de ese personaje múltiple, para conseguir una profundidad psicológica que, lamentablemente carece.
Pero si es cierto que la mayoría de situaciones son tópicas, y los protagonistas también, la narración fluye rápida, plena de giros, de preguntas indirectas, de pensamientos anafóricos, de enumeraciones asindéticas; la introducción del diálogo en la narración, tanto de forma directa o indirecta, consigue agilidad. Asimismo las historias se cuentan desde la visión del protagonista, lo que favorece la situación del lector ante lo que ocurre, ya que puede cambiar sin dificultad de suceso aunque al principio de cada episodio aparezcan personajes diferentes. Unos apartados se enlazan con otros para conseguir el retrato vivo, actual de nuestro país: matrimonios separados que rehacen su vida, otros que no la pueden rehacer a causa del paro, familias en las que alguno de sus miembros es corrupto, el que es retribuido por trabajos muy inferiores a su preparación, el que debe trabajar para quien hizo quebrar su negocio, el desahuciado, el inmigrante, el explotador y los explotados sin posibilidad de quejarse, el funcionario que ya no tiene nada asegurado porque cada vez hay menos apoyo al establecimiento público, el maltratador y las maltratadas…
Y ante todo esto he visto como solución la bondad y solidaridad del desfavorecido. Pues yo me resisto a creerlo.
Muy buena recomendación. Almudena Grandes, para mí una de las mejores narradoras, ha asumido además la responsabilidad de ser la cronista de una época, sus “Episodios de una guerra interminable” son una buena muestra de ello, y ahora con esta novela deja plasmadas las consecuencias de la crisis. Una crisis cuya vertiente económica es sobradamente conocida, en todos los informativos hemos oído hablar de la caída de Lehman Brothers, la burbuja del ladrillo, las hipotecas basura, etc., pero también tiene una vertiente intangible, menos publicitada, la crisis de los valores, la pérdida ideológica. Esta novela que, llevas razón (como casi siempre), resulta un poco tópica, yo creo que era necesaria con todos sus tópicos, pues viene a recordarnos que la solidaridad, la empatía, la lucha en común por aquello que consideramos justo, es imprescindible para que los menos favorecidos logremos tener una sociedad medianamente saludable.
ResponderEliminarLo que ha pasado y pasa es justo lo contrario, y queda definido en las primeras páginas del libro cuando afirma «…somos todos tan egoístas que vamos viendo caer a los demás, uno detrás de otro, y pensamos, bueno, mientras a mí no me toque…», que es la misma idea reflejada en aquellos conocidos versos (cuya autoría se debate entre Bertolt Brecht y Martin Niemöller)
Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
…
Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde.
Almudena Grandes es una intelectual, y como tal comprometida, y ese compromiso ineludiblemente está en su obra y trasciende a ella. Esto me trae a la memoria a otro intelectual nacido hace justamente cien años, un intelectual que, a pesar de haber pagado con la cárcel sus ideas, fue tachado de posibilista, me refiero como ya habrás adivinado a don Antonio Buero Vallejo, uno de los más grandes dramaturgos que ha dado nuestra escena. Pues bien, Buero, también nos dejó en sus dramas el reflejo social de una época, en la que ello era harto complicado pues había que hacer malabares para esquivar a la censura. En 1972 pronunció su discurso de ingreso en la R.A.E., que tituló “García Lorca ante el esperpento”, y en él reivindicaba la figura de Lorca despreciada por el franquismo, régimen que todavía gobernaba España. El final de su intervención sirvió para denunciar el asesinato del poeta: «…su teatro no termina cuando yo termino: continúa vivo por que trajo vida a nuestra escena. Y vida es, también lo que desearíamos seguir viendo cuando recordamos a su autor. […] quisiera atreverme, como en las tragedias de Shakespeare […] a la invocación de un espectro. Y al pasar mis ojos por el severo conjunto de vuestras presencias, imagino entre ellas la de un hombre de setenta y tres años, de mirada aún joven, cuyo indumento apenas corrige su aire entre desenfadado y tímido. Lo veo entre vosotros porque, de algún modo, aquí se encuentra; […] ha regalado a España mucha otra poesía y teatro; […] Pero no es más que un espectro. Lo que pudo y debió ser no será. Perdonad si he pretendido suscitar ese amable fantasma; tened por cierto que no he buscado ningún morboso efecto escénico al intentarlo. Pero yo, pobre autor de teatro a quien el azar respetó la vida, no puedo incorporarme al puesto que me habéis discernido sin expresar la angustia de esa ausencia y el dolorido anhelo de que, precediéndome, se sentase entre vosotros esa sombra imposible.»
De vez en cuando, alguien tiene que ocuparse de resaltar la belleza de las acciones, de los comportamientos, de otra forma, la vida sería insoportable.
Muchas gracias por otra gran reseña.
Gracias a ti, por la tuya. Efectivamente creo que en esta novela queda resaltado lo bueno del ser humano, yo, sin embargo echo en falta la justicia poética o real para aquéllos que son causantes de esta situación, y conste que pienso que no sólo están entre los dirigentes, hay mucha gente de "a pie" que intenta su pequeño desfalco desde la posición que ocupa, y esto se permite, se mira incluso con simpatía. Puede que sea una rara entre la mayoría, o demasiado exigente, pero así soy.
EliminarPuede que por eso disfrute tanto con la lectura.
Seguimos leyendo!