martes, 23 de abril de 2024

EL DILUVIO ANÓNIMO

Cuando nos disponemos a leer El diluvio anónimo tenemos la sensación de habernos retrotraído a comienzos del siglo XX, tal es la contemporaneidad que se deja ver en sus páginas. La novela comienza con un capítulo que es en realidad el Libro Primero –Infancia de Si tanto me amas. En este libro conocemos pues, la infancia de Zora Nerva. Su fatídico nacimiento, durante el que muere su madre, presenta una situación habitual en la que podemos distinguir el entorno económico, político y social de los protagonistas. Son el testimonio de una época, relativamente objetivo, pues el punto de vista de la narradora protagonista refleja su posición individual burguesa, «recordé que Lina, durante la merienda-cena, había estado lamentándose del deterioro del orden público de Barcelona, de los disturbios que estaban ocasionando los catalanistas radicales y del enrarecido clima social que se vivía en la ciudad».

No cabe duda de que la mujer es la protagonista de El diluvio anónimo; no solo porque comienza por el relato de la infancia de Zora, también porque desde el principio intuimos que los personajes que la rodean serán fundamentales para que lleguemos a conocerla. Aunque el estilo narrativo y las expresiones empleadas, en este primer capítulo, sean propios del Realismo, sabemos que no será una novela decimonónica al uso, «Estaban levantando La Valenciana, empresa de condimentos alimentarios y embutidos que hoy, cien años después, todavía me reporta beneficios». Este empleo del presente inquieta o, al menos, confunde; y sin embargo es normal; P. L. Salvador no iba a escribir simplemente una historia a modo del XIX, por eso anuncia El enigma de la casa Munther, un libro escrito por un psiquiatra y publicado póstumamente. Este será El libro Segundo de nuestra novela.

A partir de aquí, Salvador va intercalando entre la adolescencia, la juventud y la madurez de Zora, el libro escrito por el psiquiatra Ralf Heller, donde relata cómo encontró a Robert Munther cuando era un niño, cómo lo ocultó de la marabunta que lo buscaba para matarlo y cómo dedicó su vida a estudiar las peculiaridades que este chico presentaba. Como otro capítulo-libro, P. L. también inserta la autobiografía novelada de Emilio Nerva, padre de Zora; al leerla, somos testigos del empeño de Emilio por ascender socialmente solo para estar a la altura de Celia Tumbler y ser merecedor de ella a ojos de sus padres que, como pertenecientes a una de las casas más reputadas de Valencia, no aprobaban la relación de su hija con un simple carnicero. Una verdadera historia de amor que revelará más de una sorpresa al lector y a través de la que podremos entender aún más la actitud de Zora y su condición.

Otro libro intercalado es el de Robert Munther. El tiempo va pasando en El diluvio anónimo, pero ahora volvemos a comienzos del XX, cuando una nave de los Laskloítas aterriza en Dehián, así bautizaron en su día a La Tierra, «idéntico en todos los aspectos a Laskloi». Nos enteramos entonces de cómo viven los laskloítas, de dónde vienen y cuáles son sus características actuales, «intercambio de energía […] esta facultad solo funciona al cien por cien entre ellos, siendo perjudicial para el resto de las especies conocidas».

La circunstancia de que Laskloi y La Tierra se parezcan es la que aprovecha Salvador para reflexionar sobre hacia dónde nos dirigimos, «tiempos de miserias e injusticias». Los laskloítas estudian mediante una tecnología avanzada, el comportamiento de los humanos en Washington, Curitibia, Traunstein, Segorbe y Shangái, y llegan a la conclusión de que en general falta espiritualidad, sobra egoísmo, miseria, violencia, soberbia e ignorancia, por lo que están seguros de que La Tierra va camino de una destrucción, tal y como ocurrió con su planeta en tiempos de sus antepasados. Como intuyen que hay gente buena, deciden dotar con sus poderes a unos pocos, nueve, que serán los encargados de ir trasladando los genes de manera exponencial. De esta forma nacen el mismo día de 1915, el barón Robert Munther y Zora Nerva, niños que dejan viudos a sus padres cuando tanto Anja Munther como Julia Tumbler mueren en el parto.

Zora Nerva y Robert Munther, a pesar de ser felices, no encuentran sentido a sus vidas. Están contentos por las familias numerosas que han conseguido pero se sienten tristes. Zora es consciente de lo que le falta. Robert no lo sabe. Todos, los protagonistas y los lectores, tendremos que llegar al último libro de El diluvio anónimo, Cien años, para estar seguros del destino de los personajes y de la única salida para el ser humano.

¿Es posible cuadrar en una historia romántica la ciencia ficción? ¿Es que en la actualidad hablar de amor es sinónimo de fantasía? ¿Se presta la literatura decimonónica a plantear un mundo imaginario? Esta novela contiene todas las respuestas, aunque en El diluvio anónimo no llueve, mucho menos diluvia pero, de forma anónima, va calando en los lectores, en todos; en ocho capítulos y algo más de cien años, tres historias se unifican; P. L. Salvador se consagra como uno de los mejores escritores actuales con una creación novedosa, aunque sin dejar de ser fiel a sus constantes: historias paralelas que confluyen al final (Neel Ram); la independencia forzada de los protagonistas con la consecuente búsqueda incansable de una familia verdadera, pues en las relaciones de consanguinidad predomina el amor-odio «Flora […] era a todos los efectos mi madre adoptiva. A mi madre biológica no la vi en todo el año. Y a mi padre y a mi hermano Eloy, tampoco»; el protagonista escritor (La prodigiosa fuga de Cesia); el problema editorial… Todas las características figuran en la novela en la que, en esta ocasión sin embargo, Salvador no aparece de manera evidente sino que se oculta tras los personajes.

El diluvio anónimo es una obra cuya adaptación al cine es perfectamente plausible. Extraterrestres, terrícolas de diferentes épocas y lugares encajan en un mundo cinematográfico donde los diálogos dejan a la vista las preocupaciones del creador, sobre todo, el dolor por la pérdida de los seres queridos y la revalorización del amor —en todas sus manifestaciones— como el único sentimiento capaz de mantener al hombre como ser humano a pesar de las transformaciones que sufra con el paso del tiempo.

Al analizar Nocturno de Calpe confesé conocer a Salvador a través de su obra literaria. Tras leer El diluvio anónimo una inmensa paz me ha inundado. No me cabe la menor duda de que un escritor que deja una estela de optimismo, alegría, felicidad, aun tras el dolor, el sufrimiento y la muerte, es una buena persona; alguien que para ser feliz solo exige (¡nada menos!) trabajar en lo que a uno le gusta y amar «¿Qué van a hacer una campesina y un hombre de letras? Y yo le replicaba: Amarse».

P. L. Salvador es un hombre de bien que se ha ido retratando en su obra con las pequeñas transformaciones que el paso del tiempo hace inevitables. En su última novela no aparece nominalmente como autor, como sucedía en Neel Ram pero su esencia está ahí, fuertemente anclada. El amor por la música de Celia, Zora y Robert es la pasión que Salvador demuestra con Prolýmbux. La búsqueda incansable del amor, de Zora, es la misma que ha llevado a cabo nuestro autor. La reflexión y la demanda de la justicia de Emilio son herencia de Salvador. La sencillez del mundo ficticio de El diluvio anónimo es una traslación del deseo de realidad de P. L., tomado a su vez del Libro Cuarto, Robert Munther, «viven en una zona llana, seca, poco poblada […] Les hemos habilitado un trozo de tierra colindante con el campo para que no se echen de menos […] Lo he construido tomando como patrón el hogar de los invitados».

Y, por supuesto, las ginoides de 2222 quedan reflejadas en los laskloítas, «Es una ginoide ataviada al estilo de Adela […] tan humana como la que más», para reivindicar una ética que el ser humano olvida constantemente.

Personalmente, como lectora, agradezco que existan editoriales independientes como Última línea, sin ellas sería muy difícil encontrar nuevos buenos escritores. No entiendo sin embargo, cómo las consideradas “mejores editoriales” rechazan buenas novelas y prefieren publicar otras de dudosa calidad solo porque sus autores ya están consagrados o simplemente son personajes conocidos. Yo no lo entiendo ni lo apoyo. Tampoco P. L. Salvador quien, una vez más, lo denuncia en su obra, «La novela no encajaba en su línea editorial».

Así pues, agradezco a Última línea que apueste por nuevas narrativas y agradezco a Salvador, al que considero un amigo por lo que descubro en sus novelas, que escriba.

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