He
leído Margaritas en las grietas y estoy impresionada porque la
autora, jovencísima, hace gala de una sensibilidad inusual. Los poemas están
enclavados en un entorno urbano en el que el matiz oscuro prevalece en las
palabras o en las partículas negativas que privan de beneficio a las que
acompañan.
Al
comenzar la lectura nos sentimos golpeados por versos anafóricos de estructura
paralelística que constatan el abandono vital al que se enfrenta «sin aire, sin ganas, sin fuerzas».
La
asfixia es evidente y así lo afirma la rima interna “agarrado-arrastrado”, que
iguala el trato que percibe de los demás con el que se hace a sí misma y que la
llevan a habitar los espacios más misteriosos y sombríos
Me
han agarrado del cuello
[…]
Me
he arrastrado por los restos de cristal, polvo y cicatrices
Universos
evocadores que combinan lo externo con sus sentimientos más dolorosos.
Sin
embargo, con un estilo ilógico e irracional, propio de la poesía gótica, anhela
que la dimensión oscura de su pasado amargo aporte cierta luz, cierta esperanza,
anhela ver margaritas en las grietas.
Max mantiene una ilusión reforzada por el paralelismo
anafórico de la confianza aunque, más tarde, los adjetivos pesimistas se
encargarán de descubrir la realidad de esa credulidad no correspondida:
Para
seguir confiando en ti
Para
seguir confiando…
…me
dices que estás
cansada, agobiada,
que todo te supera
Los poemas
de Max impactan porque respiran cierta sensualidad en el abandono. Es como si
hubiera encontrado una belleza alternativa en el dolor, en la oscuridad. De
hecho, muchos poemas de Margaritas en las
grietas están teñidos de una tristeza que en ocasiones llega al desaliento.
La
poesía refleja perfectamente la compleja relación con el otro, la soledad que
le deja esa relación, el vacío, el amor y la pasión intensa que permanece. El
libro podría considerarse la evolución de su estado personal. En poemas como Sin nombre 1, Max se vale de la anarquía
que sugiere la falta de puntuación para expresar con un ritmo exaltado, que se
apoya en versos asindéticos conceptuales, el evidente abandono que siente,
monótono, enfermo, de destino incierto, oscuro, egoísta, mortal y,
paradójicamente, sensual «Los abrazos por
la espalda». Cada verso representa la definición de sus sensaciones
cotidianas, que forman una trágica reacción en cadena.
En Convergencias, Max se identifica, de
manera irracional, con el causante de su imprecisión como individuo. Al
contraponer los pronombres de primera y segunda persona, iguala el dolor
causado al ver a su amante con el suyo propio. «Me he convertido en mis ganas de no volver a verte»; ya no es nada
y sin embargo acepta la muerte interior del abandono, a la que ha llegado
después de razonar un viaje espacio-temporal con paradas en la fragilidad, un
viaje sin rumbo fijo en el que se ha sentido perdida, hasta que la cólera de
verse despechada ha anulado las ganas de continuar, «Me he convertido en el primer paso y en el último».
La
poesía de Max es como ella, disyuntiva, por eso admira la belleza alternativa,
la pasión punzante del día y el bálsamo sensual del miedo a la noche.
El
lenguaje de este poemario es fluido, expresivo, capaz de jugar fácilmente con
la percepción que propone su propia realidad «el sonido de los pájaros y las carreteras», capaz de igualar latitudes
y longitudes
Los
325 escalones
Ayer
estaba a 387 km,
capaz
de afrontar el abandono con similicadencias «varias
caries y carencias», capaz de usar símbolos polisignificativos que unen la
naturaleza a la literatura «Mi forma
métrica de describir las puestas de sol», capaz de conseguir, con
sinestesias, que todos los sentidos se estimulen a la vez y aparezcan unidos
La
culpa suena a excusa
Suena
a ignorancia
Sabe
a urbanismo y explotación
Son
percepciones subjetivas que forman una unidad compleja para poder, mediante
subordinadas sustantivas y adjetivas, abarcar esa sociedad despiadada y falsa
que acorrala, dejando como única alternativa un espacio sombrío
Que
todo lo que tratas de olvidar será eterno
El
poema Ana, supone el amor
incondicional, necesario, hacia alguien inteligente, de personalidad
enigmática, revolucionaria, que ha sabido llenar su vida con sus deseos, sus
pasiones; Ana es quien la hace sentir viva a pesar de que nunca la encontrará.
Ana es el reflejo en el que se gustaría ver, un reflejo dotado de cierta
rebeldía social que ella no cree poseer «Me
sigue buscando con la certeza de que (no) me encontrará». De hecho, en la
poesía de Max encontramos un testimonial aire destructivo que la oprime hasta
el punto de ver la muerte como posibilidad. El entorno urbano de bullicio,
miradas, pasos, le ha hecho daño, es opresivo, tanto que se siente acorralada y
la lleva a castigarse por la culpa de no haber sabido salir, «Hablo de oxígeno».
La
autora necesita otro entorno para poder vivir sin sufrimiento, sin abandono, de
ahí que lo busque en los sueños, en espacios inexistentes que echa de menos, en
realidades irracionales que en el fondo le dan miedo; no se atreve a traspasar
la línea, por eso, de nuevo se deja llevar por la sociedad real. Sin embargo su
espíritu rebelde aparece finalmente para convencerla de lo que es; Max es,
paradójicamente, una persona real durante el proceso de escritura, cuando se
muestra sin artificios, sin disfraces que cambien su propia realidad ante los
demás, con todos sus defectos y miserias
con
la boca seca
y
con la piel
cayendo
a
pedazos
Es
una persona al escribir, cuando puede percibir lo que siente sin que nada ni
nadie la cambie «Escribir es. Y con eso,
sobra». Gracias a la escritura confía en el futuro, a pesar de tener
conciencia de que apenas es nada «Ahora
soy eso, polvo, espinas y el rastro del barro sobre el suelo».
N es un poema en el que M de margaritas se sincera con
alguien a quien quiere, de hecho, las sinestesias que aparecen buscan su
intimidad y revelan su espíritu «Mis
ojos, cansados de tanto vacío, gritan afónicos», un interior rodeado de
paradojas constantes, «me sonríe con la
misma tristeza», una personalidad que se asocia con viajes
espaciotemporales a través de comparaciones metafóricas «seamos un momento en la pausa de este mundo», que recorre el
trayecto cargada de culpa «soy un
desastre» pero, a pesar de todo, ansía encontrar la felicidad; las dudas
anafóricas paralelísticas abren la esperanza puesta en N
Tal
vez el vacío…
Tal
vez el frío…
En Fragilidad, da la impresión de que
continúa su confesión; los versos 2, 5 y 8 aportan, leídos en sentido inverso,
una definición de cómo se siente:
constante
[…]
El
exceso
[…]
y
yo,
El
verso formado «Y yo, El exceso constante»
constituye clave de ese entorno sombrío continuo que la ha llenado de ideas
destructivas.
La
poesía de M de margaritas es original, un contraste entre su estado interno
dolorido y el ritmo frenético que la envuelve para no dejarla salir, la amenaza
desde lo más tangible hasta la nada, por eso decide permanecer encerrada en su
propia realidad, un universo que no le pertenece pero quiere compartir. La
autora ve el mundo como un misterio que no entiende, le hace daño pero aún está
por descubrir y lo intentará hasta conseguirlo porque si algo tiene asumido, en
su inquietante personalidad, es el dominio de los sentidos.
En Ella no importa lo material sino su
trascendencia, ella es quien le permite realizar el viaje en el que podrá vivir,
pues lo primordial no está sino en el interior
en
ella,
constelaciones,
justo
encima su pelo corto acariciándole la piel
M de
margaritas quiere constantemente un cambio, por eso, con la forma de los
poemas, totalmente musical, juega para transformar el lenguaje, intenta
desordenar la sintaxis con signos de puntuación inviables o ausentes; con los
sentimientos también juega, quiere convertirlos a base de comparaciones
imposibles derivadas de evocaciones misteriosas, «te abrazaría hasta que enero se convirtiera en un número par».
Y el
cambio vendrá, mientras haya esperanza en el amor constante.
me sigues queriendo
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