P.
¿De dónde sacas tu tiempo libre? ¿Hay algo de lo que haces que
puedas decir que ha cambiado tu vida o ha hecho que la veas de otra manera?
R.
Escribir, en mi caso, supone ser
metódico, pero no talibán. Al principio todo es muy concreto: al despertar de
la siesta, en la mesa del estudio de la casa de tu madre, verano, con una café
en la mano… Pero eso es momentáneo, cuando la novela ya tiene entidad la
escribes en cualquier sitio. Barco, avión, cualquier otra mesa, a cualquier
otra hora. Lo único invariable es el café. La novela tiene que resistir al caos
de tu vida cuando éste viene. Y, por supuesto, volar cuando haya orden.
Normalmente de los siete días de una semana hay tres en los que escribo en
doble sesión, que nunca pasa de hora y media, como mucho dos horas la sesión.
Luego hay dos días en que saco una sesión y otros dos días en los que no
escribo porque tengo demasiado trabajo. También hay semanas en las que no puedo
escribir y otras en las que escribo todos los días. Soy muy disciplinado, con
todo, aunque me gustaría ser más ordenado al escribir, hay muchas ideas que se
han perdido por tener demasiadas libretas de notas, pero vamos, que en el
equilibrio está la virtud. Una buena disciplina desordenada es mi mezcla. Es
curioso, muchas novelas nacen en verano y mueren en septiembre. Tienes que
pensar desde el minuto uno en cómo sobrevivir al final de las vacaciones, si lo
consigues tienes mucho ganado. Escribir no es ocio, es rutina, trabajo,
disciplina, pero tiene que ser placentera, hacerte fluir.
Yo
creo que cada cosa que haces te cambia. Da igual lo que hagas. Pero por el
hacer en sí mismo o porque en ese hacer conoces a alguien que te transforma.
Hay personas que fluyen durante horas haciendo cestería y otras operando a
corazón abierto. O simplemente porque descubres que eso que haces no te gusta.
Eso ya es oro. Yo, en mi vida, como mucha gente, he madurado descubriendo lo
que no quiero. Ahora bien, he podido estudiar muchísimas cosas y trabajar en
otras tantas. Disfruto de las cosas que hago en muchas ocasiones. En otras son
trabajo. Aquello de trabajar para vivir y no al revés. Pero, en mi vida, de
todo lo que hago no hay nada que pueda decirse que haya sido transformador. Es
decir, todo lo que hago de adulto, si me llegas a conocer de pequeño, era una
posibilidad. El deporte, la lectura, la disciplina, el arte… mis padres han
sido polifacéticos a más no poder. Lo que te transforma son las personas. Sin
lugar a dudas mi suerte son los amigos que tengo y el haberme dado los
suficientes batacazos emocionales como para tener la serenidad de encontrar el
amor. Y la verdad es que en ambas cosas también tienen que ver mis padres, pero
eso sería muy largo. Los míos se separaron cuando yo tenía dos años, pero me
han querido lo más grande. Y mi madre tiene nueve hermanos. La familia es
importante.
P.
¿Te gustaría probar algo nuevo?
R.
Ja ja ja ja, yo, como resultado de una curiosidad patológica, habría querido
ser tantas y tantas cosas... No creo que sea sano ir al dentista y querer serlo
o ver un documental del NAT GEO y querer ser fotógrafo. No lo es. Es como si
hubiera una inseguridad sobre qué camino te va a llevar a la estabilidad, qué
tienes que hacer para que los demás te acepten y entonces…. los quieres todos
(me pasaba lo mismo a nivel emocional). Algo así había. De hecho, por eso
estudié Arte Dramático y por eso escribo. Ambas cosas me permiten ser otras
personas, vivir otras vidas, pero con los pies en la tierra. Si de pequeño eres
Peter Pan, de mayor, para madurar, no puedes negar esa realidad tuya, necesitas
darle también su espacio, su lugar en ti. Sigo imaginando sobre el papel. Me da
paz. Y al final me dedico a cosas que sí que tienen que ver con mi educación,
con mis raíces. Obviamente va con mi carácter el dedicarme a varias cosas a la
vez, pero a veces me quejo de tener demasiados calderos al fuego. Sí, me gustaría
no tener que hace malabarismos para escribir. Y soy de los que no querría
trabajar, me entretengo bastante bien solo. Estaría escribiendo, surfeando,
leyendo, cocinando, tomando cafés con mis amigos, paseando a mi sobrina. Pasa
que está la vida, que hay que pagarla.
P.
Formas parte de la compañía teatral
Doble M y has llevado a escena Capa,
Inspector Sullivan, No somos nadie, Un lío padre, Senderos de gloria… ¿Hay
alguna obra de teatro que te gustaría representar? ¿Hay algún actor al que
admiras?
R.
Todo son compañías de las que formé parte, o proyectos en los que tuve la
inmensa suerte de participar. Me encantaría representar cualquier obra de David
Mamet, cualquiera. También me gusta el realismo norteamericano, Tenesse
Williams, Arthur Miller. Y en nuestro país me flipan las obras de Sergi Belbel,
Jardiel Poncela y Buero Vallejo. Y luego, por supuesto, haría hasta de telón
con Animalario. Admiro muchísimo a Javier Gutiérrez, Bárbara Lennie, Javier
Cámara, Antonio de la Torre, Asier Etxeandia, Blanca Portillo….Y amo a Oscar
Wilde. Admiro a mucha gente. Crecí con la tele, así que soy más de cine que de
teatro. Tiene que ser muy bueno para que disfrute con la convención que
plantea. Yo voy al cine a disfrutar y al teatro a que me hagan pensar, ahí si acepto
quedarme, así que con La Zaranda me quedo siempre. Y de mis pelis preferidas Love Actually, El indomable Will Hunting, Relatos
Salvajes, Hacia rutas salvajes, Birdman, Desmontando a Harry, Behind
the candelabra... y de todas esas ahora mismo solo vería la primera.
P.
No sé si ves la televisión, si es así
¿hay algún programa que te llame la atención? ¿Estás enganchado a alguna serie?
R.
Veo poco la televisión. Algún Salvados, La resistencia, Maestros de la costura,
documentales, Masterchef y LIDLT, que sí, es La isla de las tentaciones. De
series es un sin dios. De hecho, vemos series, pero ya como que hace un tiempo
que ninguna nos impacta. Desde Juego de Tronos en mi grupo de amigos no
coincidimos todos con la misma serie. La última que reconozco que me enganchó
ha sido El caso Hartung. Y de las mejores de la historia es Mrs Maisel, una
maravilla.
P.
Como profesor ¿qué destacarías de tu
profesión? ¿Qué encuentras gratificante?
R.
Pues varias cosas. La responsabilidad inherente a la docencia. Te guste o no
sabes que puedes ser determinante en la forma de ver el mundo que se está
definiendo dentro de ellas y ellos. En ese sentido la o el docente acompañan en
ese camino hacia la adultez. Luego, como escritor, es una forma de mantenerme
fresco, de saber los gustos, las tendencias, las ocurrencias, los disparates de
una generación que ya podrían ser mis hijos. Justo ahora estoy escribiendo una
historia donde las protagonistas son dos mujeres de treinta y cinco y la hija
de ambas que tiene quince. Ya te imaginas de dónde saco los recursos para
pensar como esa adolescente. Y, por supuesto, todo lo que aprendo al preparar
las clases. Soy profesor de Historia Contemporánea y de Economía, es decir, de
las vidas de las mujeres y de los hombres.
P.
Para escribir hay que emplear mucho
tiempo, sobre todo para escribir una novela como Veinticinco días de agosto ¿cómo te organizas? ¿de dónde surgió la
idea?
R.
La idea surgió de una escena que tenía en la cabeza. Siempre he admirado el
talento que tiene mi pareja para maquillarse en el coche, a oscuras, con
baches, en cualquier circunstancia. Y me puse a escribir. Luego fui hacia
detrás y hacia delante de esa situación y la trama fue apareciendo en mi cabeza
y entonces paré, organicé, planifiqué. Habían pasado tres años. Luego seguí
casi otros tres. Y el tiempo, si lo buscas, está. Yo arranqué un verano y
decidí escribir tanto que la rutina de septiembre no me devorara. Después es
cuestión de disciplina y, a veces, de una extraña fe. Ahora bien, si no hay
disfrute, es imposible.
P.
Como autor, ¿tienes algún escritor, vivo
o muerto, con quien te gustaría quedar para tomar unas cañas?
R.
Muchos, muchísimos. Me tomaría una cañita de verano con Mankell o con
Camilleri. Una Ipa con Fred Vargas o con Sallinger. Vino con Tolkien o con RR
Martin. Café con Gabo. Té con cualquiera de las hermanas Brönte e invitado
estaría Oscar Wilde. Un Whisky con William Camus y un Bloody Mary con Angela
Sommer-Bonderburg. Y lo que ella quiera con Almudena Grandes. Con Zadie Smith
me bebería una luna de mil. ¡Ah! Y con Joël Dicker me iría de viaje en
furgoneta.
P.
Algunos escritores han experimentado la
escritura a cuatro manos, o a seis (que parece que Mola más). Si tuvieras
oportunidad de escribir con alguien ¿con quién sería?
R.
Pues me gustaría escribir con Fred Vargas o con Joël Dicker. También con mi
primo Nico, aunque más que escribir me gustaría imaginar una buena historia de
narrativa fantástica.
P.
A pesar de no conocerte cuando me
enfrenté a tu novela, creí ver al autor en un personaje, concretamente en Kurt,
por la manera de narrar más íntima, por el estilo reflexivo e intrigante, por
los pensamientos sugerentes y los diálogos coloquiales. Cuando supe a qué te
dedicabas, creo que eres una mezcla de Kurt, Franki y Trish ¿Hasta qué punto te
implicas en la historia?
R.
Las relaciones entre ellos o partes de sus procesos de maduración sí que tienen
que ver con los míos propios, o con las vivencias de mis amigos y de mi
entorno, pero a medida que los personajes crecen se van alejando paulatinamente
de ti hasta que vuelan solos. Leí que las historias tienen que ser verosímiles,
pero no tienen por qué ser realistas. Creo que al basarte en tu propia vida
como fuente le das esa verosimilitud a la historia, y luego, cuando esta se
despega de ti, los personajes ya son creíbles.
P.
Si estuvieran en juego el dinero, la
amistad, el amor, ¿por qué apostarías?
R.
Pues precisamente en el orden inverso. El amor, la amistad y el dinero. Aunque
no entiendo mi vida sin los amores vividos y las amigas y amigos que me acompañan.
Es que pienso que la amistad es un tipo de amor a veces más libre que el propio
amor.
P.
La memoria de los personajes es
fundamental para el argumento y la resolución de tu novela. ¿Cómo interviene,
en la vida real, la memoria en las relaciones?
R.
Las relaciones se construyen en base a la memoria, a lo vivido con esas
personas. Cuando ves a un amigo con él vienen por la calle todas las
experiencias, las risas, los llantos, los atardeceres, las noches, la sal, la
arena, los rones, las despedidas, los reencuentros… la vida. No puedes entender
con profundidad a los personajes sin conocer su pasado. Hoy en día, igual por
la influencia del cine, de las series, las novelas pasan de puntillas sobre la
construcción de los personajes. Se dan cuatro datos que perfilan un estereotipo
claro y a partir de ahí trama. No puedo evitar pensar en porqué un personaje es
como es y compartirlo. Aunque en”25DdA” igual ¿me regodeo demasiado? Pues puede
ser, pero me quería sentir completamente libre.
P.
Hay algo del contenido que me ha gustado
especialmente y es, a pesar del ambiente “negro”, el amor hacia los seres que
nos rodean. ¿Es posible en nuestra sociedad olvidar la raza, la religión, la
ideología, el sexo, la nacionalidad?
R.
¿Es posible? Sí, claro, lo es. Con algunos temas es más complicado. De todo lo
que enumeras creo que la ideología es el más complejo, pero tenemos que pensar
que personas de ideologías diferentes llegan a consensos cuando comparten un
fin superior. Por ejemplo, en las familias, cuando el fin es el amor familiar
se llega a acuerdos entre miembros de esa familia con ideologías diferentes.
Eso genera convivencia, pero claro, hay que compartir un fin superior. En
sociedad debería pasar lo mismo. Si el fin que compartimos es la democracia
llegaríamos a consensos (que es lo que ha pasado en las últimas décadas) que
aseguran la paz social. Voy con cuatro líneas rojas, como tú, y ambos
renunciamos a dos. No hay ganadores ni perdedores: hay convivencia, hay paz.
Eso está dejando de pasar porque el fin ya no se comparte con la misma
convicción. Se está sustituyendo por el poder y por otra visión del estado.
Tenemos que luchar por la democracia. Todos. Obviamente si tu fin es dominar y
matar a todos lo que piensen distinto pues me vas a tener enfrente y el amor,
si lo hubo, dejará de ser, o solo será memoria.
P.
Y hay algo en la forma que me ha
encantado. El cine y el teatro dejan su huella en la novela; de hecho, hay
escenas que parecen escritas para ser representadas. ¿Podría funcionar una
literatura sin clasificaciones condicionantes? ¿Sería posible una adaptación
cinematográfica de 25 días de agosto?
R.
Por ahí leí que todas las normas literarias están para romperse. No es
transgresor, es necesario. Las formas de contar cambian. Y sí, claro que sería
posible una adaptación a la pantalla. Me lo dice mucha gente, que cada capítulo
parece el episodio de una temporada. Supongo que mi formación dramática se
filtra en los diálogos, en cómo visualizo las escenas…
P.
Para terminar, ¿tienes algún nuevo
proyecto en mente?
R.
Sí. Tenía medio estructurado el principio de la segunda parte de 25DdA, pero en
medio se coló otra idea y pensé que estaría bien oxigenarme con algo
completamente distinto. Estoy tratando de aplicar todo lo aprendido. De hacer
capítulos más uniformes, menos descriptivos, con tramas paralelas desde el
principio, una novela más corta… sin renunciar a mi estilo y sin estar casi
seis años escribiendo. Es una historia de brujas. Creo que la tengo casi a la
mitad. Veremos.
Muchas gracias Santi por
tu tiempo y tu amabilidad. Ya estamos deseando leer tu nueva novela.
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