En
un pueblo de la Argentina más profunda, la violencia machista es lo que domina.
Cuando una mujer es asesinada a golpes por su marido, la niña, huérfana, ve lo
ocurrido al echarse tierra de la tumba en la boca. Este don maldito queda como
característica de esta chica, a quien acuden aquellas mujeres víctimas de
alguna pérdida, para que Cometierra les revele la verdad.
Dolores Reyes plasma de forma certera, en una
mezcla de realidad y alucinación, la condición de la mujer. Cometierra
es casi invisible para todos, de hecho, sólo en el juego virtual consigue
realizar su deseo más auténtico «La
golpiza le comió un montón de energía y en la pantalla apareció FINISH HIM!
Raidem se tambaleaba en el medio de la escena y pude terminar de matarlo».
La
novela podría ser un cuento en el que la acción queda sustituida por la
emoción, los pensamientos, los recuerdos que aparecen en la mente de la
protagonista, que, al llegar de la mano de la videncia extraña de la que hace
gala, quedan en una nebulosa de misterio, aunque en la lectura seamos
conscientes de asistir a una realidad concreta, una realidad en forma de
espiral que atrapa a Cometierra hasta conseguir desvanecerla. El estilo ayuda a
agrandar la confusión de la protagonista con hipérboles gradatorias que acrecientan
el sufrimiento psíquico; los sentimientos duelen más que el propio cuerpo
lacerado. El mundo interior se abre paso en lo material, «Los ojos me ardían, las manos me quemaban, pero lo peor era la tierra
de Ian adentro de mi cuerpo».
El
lenguaje utilizado por la narradora-protagonista, plagado de localismos y
locuciones argentinas refleja su cultura, y combinado con expresiones vulgares
evidencia el nivel social al que pertenece «mi
personaje saltaba hacia atrás y Hernán se cagaba de la risa». El espacio y
los personajes de Cometierra reflejan
la problemática social de la mujer y denuncian el estado en el que se encuentra
aún hoy, en el siglo XXI. Para que esta acusación sea más efectiva, la autora
establece un intento, conseguido, de arruinar la verosimilitud realista y la
estructura requerida en una novela a favor de la creación libre.
Dolores
Reyes deja su alma en Cometierra pues
no se aleja de su ficción sino que se introduce en ella. La presencia de la
autora se intensifica, se agranda hasta tomar consistencia de Mujer, como
persona que vive a expensas del hombre, como ser cuya sensibilidad se acentúa
porque así lo viene experimentando a lo largo de los siglos, como alguien
dispuesta a sacrificarse, a sufrir no sólo por ella misma sino en nombre de
quienes la rodean, sobre todo si son, a su vez, mujeres.
Por
las páginas de Cometierra circulan
personajes fácilmente reconocibles en la sociedad actual: la madre, muerta a
manos de su marido, de una niña a la que deja desamparada y necesitada de
seguir pidiéndole ayuda aunque ya no esté «Sin
vos no soy nada, no quiero ser».
La
tía de la niña, que no se ve capaz de enfrentarse a la situación de abandono en
la que ha quedado su sobrina «—Sucia. Te
veo tragando tierra otra vez y te quemo la lengua con el encendedor».
Los
propios niños del barrio, acosadores de quien tiene una sensibilidad especial
aunque sea fruto del sufrimiento más terrible. «En la escuela, con el tiempo, nos dejaron de joder. No hubo más tierra
adentro de mi mochila ensuciándome los cuadernos».
La
profesora de la niña, asesinada también, como su madre, y con quien intenta
comunicarse para saber qué ocurrió, pues las autoridades, hombres, no se
esfuerzan lo suficiente, «y cuando la
policía dejó de buscarla […] la busqué al borde del patio, en la tierra donde
paraba sus lindas botas para vernos jugar».
Los
propios familiares de Cometierra, que la van abandonando cuando temen ser
tomados por locos, o brujos; la superstición sigue estando hoy presente en la
sociedad, da igual que sea rural o urbana «Cuando
al día siguiente encontraron el cuerpo de la seño Ana en el terreno del
Corralón Panda, la tía se fue».
Los
amigos que, cuando observan el peligro, también desaparecen; nadie quiere
enfrentarse a los asesinos, a los violadores, a las mafias que arremeten contra
los más débiles «Hernán no hizo como mi
hermano. Estaba callado y no se me acercaba».
Las
propias mujeres que le piden ayuda, víctimas de violencia machista, también van
apareciendo en tinieblas a pedir ayuda a Cometierra. Ella se las dará aunque
esté predestinada a la amenaza y la soledad «Cerraba
todo. La casa y nosotros, el día entero a oscuras».
Es tal
el desamparo al que se ve sometida que ya no se siente una persona. La
incomunicación obligada a la que es reducida consigue que ni ella misma se
acepte como persona, que vea normal la poca estimación que se le tiene
socialmente; de hecho, es la propia mujer quien se observa como un animal
herido «Como no podía imaginarme a mí
misma muriendo, me imaginaba a una perra que arrastraba una de sus patas».
Llega
un punto en el que, a pesar de encontrar a alguien que la acepta y la trata
bien, los fantasmas que la persiguen no la dejan; por eso decide que debe
romper con lo que la rodea. No puede seguir ayudando porque precisa vivir, no
quiere ser otra víctima más, necesita ser, «un
nombre para mí».
Dolores
Reyes ha querido, con su escritura, evitar más pena y desolación a la mujer.
Para conseguirlo, muchos deberían leer la novela. Es un canto a la igualdad,
una llamada para que todos luchemos contra la lenta tortura física y
psicológica que supone la violencia machista, una manera elegante y dura,
poética y desoladora de decir basta. Imprescindible.
Fabulosa reseña! Parece un libro duro y necesario. Estas historias que hablan de las desigualdades y la discriminación a los que son diferentes, si están bien escritas, calan hondo.
ResponderEliminar¡Gracias! Es un libro muy pequeño. Se lee rápido, sobre todo porque el estilo engancha desde el primer momento. No pretende regodearse en el dolor, aunque éste ocupe todas las páginas.
ResponderEliminar¡Seguimos leyendo!