miércoles, 20 de noviembre de 2019

PARÉNTESIS. TESTIMONIOS I



Mi buen amigo José Antonio me recomendó, indirectamente, pero yo recogí el testigo enseguida, al poeta griego, político perseguido, encarcelado por defender los derechos humanos, Yannis Ritsos. No había leído nada de él (¡como de tantos otros que merecen la pena y ni conozco!), así que compré Paréntesis. Testimonios I en una edición cuidadísima al mismo tiempo que sencilla. Pues lo he leído y, a pesar de que en ocasiones me costó entender algunas de las imágenes surrealistas, finalmente creo haberlo asimilado.

Si tuviera que resumirlo en un par de frases diría que, en efecto, se debe hacer un paréntesis para aislarnos de vez en cuando, tomar conciencia de quiénes somos y conocernos mejor, pero es obligado dar fe de lo que ocurre a nuestro alrededor y denunciar lo que no consideramos justo.

En este sentido, cuando en ocasiones he de replegarme a los intereses de otros aun sin parecerme correcto, lamento no tener la valentía de personas como Ritsos. Pero este es mi problema.

En el libro del poeta griego me ha sorprendido la confluencia de los elementos más tradicionales con las formas más novedosas. En una primera lectura tenemos la impresión de estar ante una poesía prosaica, hay versos pero son irregulares, y larguísimos, tiene un ritmo insistente que fluye espontáneo pero sin rima, los versos, escritos en su mayoría en tercera persona no son, sin embargo, el testimonio objetivo de lo observado sino que esa persona queda asumida por el poeta quien, a veces nos habla con el desgarro de la mujer, y otras con la inseguridad del hombre, o la certeza de ambos. La tercera persona se convierte en la voz del mundo porque es capaz de aceptar a la segunda para introducirse en una primera colectiva, el nosotros.

Música pobre, si cabes
métete por el codo agujereado del barrio

Como en una narración, el espacio queda perfectamente definido, al igual que el tiempo y la acción

El último resplandor de la tarde le iluminaba
la página abierta donde se disponía a escribir
algo sobre el mar o las casas cerradas

Una narración en la que, según lo contado, el narrador tiene la imperiosa necesidad de aclarar algo al lector, para que entienda sólo lo que pretende sea evidente

al oír ese silencio demasiado extenso (tan insidioso), se imaginaban
qué armas tendría

En ocasiones la lírica de Ritsos nos recuerda a un cuento, pues en las preguntas retóricas interpela al lector con la exclusiva finalidad de aportarle la respuesta correcta; hay que dejar constancia del elogio a la vida sencilla

No se veía bien qué clavaba —¿un taburete, un arca, una puerta?—

Otras veces la incursión de los diálogos en esa narración acerca esta poesía a una dramatización, con la que evocamos sin dificultad las acciones cotidianas

le preguntó tranquilamente «¿qué haces?». Y él contestó
más tranquilamente todavía: «cascar almendras». Y le dio dos o tres.

Igualmente, los diálogos en estilo directo dejan paso a determinados movimientos que, expuestos a modo de acotaciones, permiten revivir en nuestra mente una escena teatral.

«Me iré» —dijo ella— «me iré. No lo aguanto más; este viento…»
El otro tiró los naipes. Se oyeron pasos en la escalera.

Y no es raro encontrar descripciones tan detalladas que recuerdan una pintura o una fotografía

La sala quedó vacía: sillas revueltas, mesas
botellas, vasos, restos de comida. La última bombilla del pasillo
iluminaba el mudo arremolinarse de las sombras

La solidaridad, el miedo, el contacto con lo sencillo, el trabajo, la necesidad de estar con el otro, de darse a los demás, son un reflejo del compromiso político que planea por los versos de este poeta. Podemos realizar un Paréntesis momentáneo para meditar, para recorrer las raíces que nos unen a la vida, porque donde nos aceptaremos de verdad es en la sociedad, en la unión con los demás.

Allí reconociste inesperadamente que aquella era tu voz justa,
acorde con todas las voces confiadas que llenaban el aire

A pesar de distinguir bastantes elementos narrativos, la poesía de Ritsos es lírica, en sus versos rezuma una poesía social plagada de recursos poéticos; la mezcla de pronombres ayuda a forjar un nosotros en la «breve suma» del yo y «tú también», «mi mano», «nuestras manos».

Las construcciones agramaticales refuerzan la posibilidad de la irrealidad expuesta en Testimonios I, mediante hipérboles y personificaciones comparativas. Una irrealidad que es el punto de partida para manifestar las ansias de libertad que alberga el ser humano

…¿Éramos nosotros los que gritaban? Y las montañas
se vuelven más grandes y tajantes como los dientes del hambriento

Los paralelismos igualan soledad y victoria; algo paradójico que cobra sentido cuando asimilamos la soledad en la introspección, la soledad en el autoconvencimiento de que somos únicos y libres, como todo lo que forma parte de la naturaleza

como una total soledad, como una total victoria

En las antítesis reside el recurso perfecto para, en un presente sombrío, poner todas las esperanzas en el futuro. «Quiero enseñarte las cumbres rosadas en la noche».

Por supuesto, la repetición confiere importancia, de ahí que sean frecuentes las epanadiplosis, con las que quiere consolidar la esperanza: «Esperamos que amanezca. Esperamos» La anadiplosis se convierte en testigo de que la alegría de lo sencillo puede impregnar cada momento y llenarlo de felicidad si se comparte

ha dado a alguien los «buenos días»,
unos «buenos días» tan sencillos y naturales

Yannis Ritsos se vale del políptoton para enfatizar su deseo de que la mujer reaccione, pueda vivir feliz, deje su tristeza y su mutismo para mostrarse fuerte, tal como es, tal como piensa

por más que quieras despertarla, no despierta

Las piedras, las estatuas incompletas, son mudos testigos de lo ocurrido; el paso del tiempo es imprescindible para borrar el dolor, para poder deshacer el daño causado en esas esculturas milenarias, sin brazos, metáforas de la incapacidad de conectar el cerebro a la acción, de la incapacidad de comunicarse en su fractura, en su falta de interioridad. Hemos de sentirnos puros, «avanzas completamente desnudo», para conectar con el pasado y que éste nos ayude a construir un mundo mejor

y una estatua, alguna vez, apoya
suavemente su mano en tu hombro

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