Mi
buen amigo José Antonio me recomendó, indirectamente, pero yo recogí el testigo
enseguida, al poeta griego, político perseguido, encarcelado por defender los
derechos humanos, Yannis Ritsos. No
había leído nada de él (¡como de tantos otros que merecen la pena y ni
conozco!), así que compré Paréntesis. Testimonios I en una
edición cuidadísima al mismo tiempo que sencilla. Pues lo he leído y, a pesar
de que en ocasiones me costó entender algunas de las imágenes surrealistas,
finalmente creo haberlo asimilado.
Si
tuviera que resumirlo en un par de frases diría que, en efecto, se debe hacer
un paréntesis para aislarnos de vez en cuando, tomar conciencia de quiénes
somos y conocernos mejor, pero es obligado dar fe de lo que ocurre a nuestro
alrededor y denunciar lo que no consideramos justo.
En
este sentido, cuando en ocasiones he de replegarme a los intereses de otros aun
sin parecerme correcto, lamento no tener la valentía de personas como Ritsos.
Pero este es mi problema.
En
el libro del poeta griego me ha sorprendido la confluencia de los elementos más
tradicionales con las formas más novedosas. En una primera lectura tenemos la
impresión de estar ante una poesía prosaica, hay versos pero son irregulares, y
larguísimos, tiene un ritmo insistente que fluye espontáneo pero sin rima, los
versos, escritos en su mayoría en tercera persona no son, sin embargo, el
testimonio objetivo de lo observado sino que esa persona queda asumida por el
poeta quien, a veces nos habla con el desgarro de la mujer, y otras con la
inseguridad del hombre, o la certeza de ambos. La tercera persona se convierte
en la voz del mundo porque es capaz de aceptar a la segunda para introducirse
en una primera colectiva, el nosotros.
Música
pobre, si cabes
métete
por el codo agujereado del barrio
Como
en una narración, el espacio queda perfectamente definido, al igual que el
tiempo y la acción
El
último resplandor de la tarde le iluminaba
la
página abierta donde se disponía a escribir
algo
sobre el mar o las casas cerradas
Una
narración en la que, según lo contado, el narrador tiene la imperiosa necesidad
de aclarar algo al lector, para que entienda sólo lo que pretende sea evidente
al oír ese silencio demasiado extenso
(tan insidioso), se imaginaban
qué
armas tendría
En
ocasiones la lírica de Ritsos nos recuerda a un cuento, pues en las preguntas
retóricas interpela al lector con la exclusiva finalidad de aportarle la
respuesta correcta; hay que dejar constancia del elogio a la vida sencilla
No se veía bien qué clavaba —¿un
taburete, un arca, una puerta?—
Otras
veces la incursión de los diálogos en esa narración acerca esta poesía a una
dramatización, con la que evocamos sin dificultad las acciones cotidianas
le preguntó tranquilamente «¿qué
haces?». Y él contestó
más tranquilamente todavía: «cascar
almendras». Y le dio dos o tres.
Igualmente,
los diálogos en estilo directo dejan paso a determinados movimientos que,
expuestos a modo de acotaciones, permiten revivir en nuestra mente una escena
teatral.
«Me iré» —dijo ella— «me iré. No lo
aguanto más; este viento…»
El otro tiró los naipes. Se oyeron
pasos en la escalera.
Y no
es raro encontrar descripciones tan detalladas que recuerdan una pintura o una
fotografía
La sala quedó vacía: sillas revueltas,
mesas
botellas, vasos, restos de comida. La
última bombilla del pasillo
iluminaba el mudo arremolinarse de las
sombras
La
solidaridad, el miedo, el contacto con lo sencillo, el trabajo, la necesidad de
estar con el otro, de darse a los demás, son un reflejo del compromiso político
que planea por los versos de este poeta. Podemos realizar un Paréntesis momentáneo para meditar, para
recorrer las raíces que nos unen a la vida, porque donde nos aceptaremos de
verdad es en la sociedad, en la unión con los demás.
Allí reconociste inesperadamente que
aquella era tu voz justa,
acorde con todas las voces confiadas
que llenaban el aire
A
pesar de distinguir bastantes elementos narrativos, la poesía de Ritsos es
lírica, en sus versos rezuma una poesía social plagada de recursos poéticos; la
mezcla de pronombres ayuda a forjar un nosotros en la «breve suma» del yo y «tú
también», «mi mano», «nuestras manos».
Las
construcciones agramaticales refuerzan la posibilidad de la irrealidad expuesta
en Testimonios I, mediante hipérboles
y personificaciones comparativas. Una irrealidad que es el punto de partida
para manifestar las ansias de libertad que alberga el ser humano
…¿Éramos nosotros los que gritaban? Y
las montañas
se vuelven más grandes y tajantes como
los dientes del hambriento
Los
paralelismos igualan soledad y victoria; algo paradójico que cobra sentido
cuando asimilamos la soledad en la introspección, la soledad en el
autoconvencimiento de que somos únicos y libres, como todo lo que forma parte
de la naturaleza
como una total soledad, como una total
victoria
En
las antítesis reside el recurso perfecto para, en un presente sombrío, poner
todas las esperanzas en el futuro. «Quiero
enseñarte las cumbres rosadas en la noche».
Por
supuesto, la repetición confiere importancia, de ahí que sean frecuentes las
epanadiplosis, con las que quiere consolidar la esperanza: «Esperamos que amanezca. Esperamos» La anadiplosis se convierte en
testigo de que la alegría de lo sencillo puede impregnar cada momento y
llenarlo de felicidad si se comparte
ha dado a alguien los «buenos días»,
unos «buenos días» tan sencillos y
naturales
Yannis
Ritsos se vale del políptoton para enfatizar su deseo de que la mujer
reaccione, pueda vivir feliz, deje su tristeza y su mutismo para mostrarse
fuerte, tal como es, tal como piensa
por más que quieras despertarla, no
despierta
Las
piedras, las estatuas incompletas, son mudos testigos de lo ocurrido; el paso
del tiempo es imprescindible para borrar el dolor, para poder deshacer el daño
causado en esas esculturas milenarias, sin brazos, metáforas de la incapacidad
de conectar el cerebro a la acción, de la incapacidad de comunicarse en su
fractura, en su falta de interioridad. Hemos de sentirnos puros, «avanzas completamente desnudo», para
conectar con el pasado y que éste nos ayude a construir un mundo mejor
y una estatua, alguna vez, apoya
suavemente su mano en tu hombro
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