A
principios del siglo XX, Pío Baroja escribió una trilogía: La lucha por la vida, donde expone, entre realidad y ficción, las
andanzas de Manuel Alcázar, un personaje apático que intenta encauzar su vida
en el marco cambiante de la política española.
Ahora,
a principios del XXI, Eduardo Mendoza,
extrae algunas citas de la obra del noventayochista para ilustrar las
peripecias de Rufo Batalla, personaje que, haciendo honor a su nombre está en
constante movimiento aunque paradójicamente no sea amigo de aventuras.
El negociado del yin y el yang
es la segunda parte de la trilogía, encabezada por El rey recibe, que trata
momentos definitivos sociopolíticos del siglo XX. El protagonista es el mismo
que ocupó las páginas de la primera parte, Rufo Batalla, y continúa sus
relaciones (impuestas por las circunstancias) con el príncipe Tuukulo quien, en
su intento de recuperar su reino, absorbido por la URSS, lo envía a Oriente
para que negocie en su nombre con Tuam Patam, quien está al mando de Ju Ju Island,
paraíso fiscal de cuantiosas divisas que, los nuevos empresarios de la reciente
democracia española, derivan allí. A cambio de sus servicios, Rufo recibirá una
importante suma que quedará blanqueada en el momento en el que él le dé curso
legal desde su banco.
Curiosamente
Rufo Batalla no es consciente de su cometido hasta que los hechos no van
sucediéndose. Se va enterando de lo ocurrido paso a paso. El príncipe le
advirtió que era mejor su ignorancia en el asunto y a Rufo le resultó más
cómodo dejarse llevar, porque, en realidad, tampoco se sentía a gusto donde
estaba ni con lo que hacía.
Nuestro
protagonista es un exiliado forzoso en Nueva York, que en los 70, y con motivo
de la muerte de su padre, vuelve a España, donde tiene ocasión de acudir a una
fiesta en casa de un representante de Naciones Unidas. Allí se cerciora de la
falta de entusiasmo, escasez de opinión y de la soledad que se respira en un
país dictatorial «Me respondió que en
realidad defendían los intereses de su país y de sus compatriotas, fuera cual
fuera el gobierno de turno», así que regresa a Nueva York. A la muerte de
Franco, en 1975, se plantea volver a su Barcelona natal, viaje que pospone para
aceptar el encargo de Tuukulo; se da cuenta de que su juventud ha sufrido un
vuelco en Estados Unidos, hasta el punto de que no se siente parte de ningún
lugar, tiene miedo de encontrarse cara a cara con el país atrasado y cerrado
que dejó atrás, y miedo de quedarse en un lugar donde no se siente del todo
parte real, así que vuela a Tokio con la misión de entregar una carta.
De
Tokio viaja a Bangkok y de allí a la isla Ju Ju Island; a la vuelta es apresado
por unos piratas que confundidos por su identidad, creían que era el príncipe,
pretenden sacar beneficios. Rescatado por Norito, su acompañante en Tokio,
puede regresar a Barcelona, donde lo defrauda un país no tan moderno y libre
como esperaba. Tras muchos sinsabores consigue un trabajo, la recompensa por la
misión llevada a cabo para Tuukulo y una sorpresa con la que no contaba y que
nos hace esperar, impacientes, la siguiente entrega de la trilogía Las tres leyes del movimiento.
Eduardo
Mendoza hace referencia, en esta novela, a cómo podemos aunar las fuerzas del
universo, responsables de que encontremos un equilibrio entre lo que nos ata a
la tierra, el concepto femenino del yin, y lo que nos fuerza al movimiento,
concepto masculino del yang.
Curiosamente
Rufo Batalla representa el yin a su pesar, puesto que él, pasivo por naturaleza
y conformista, no se siente llamado a echar raíces en ningún sitio, pero
tampoco busca el cambio. Serán las mujeres con las que se relaciona quienes,
como el yang que le da el equilibrio, vayan abriendo un resquicio de luz en su
vida. Su hermana Anamari lo fuerza a viajar a Alemania, para que pueda conocer
mejor a su hermano, y de esta forma a sí mismo, mientras le busca
desesperadamente un trabajo en España que solucione sus problemas. Su madre le
aporta la casa familiar para que resida normalmente en Barcelona. Por otro
lado, la esposa del príncipe, Quenn Isabella, en realidad Mónica Coover, la sobrina de la abadesa, Mme Kwank, Norito, y
la propia Caroll, son quienes lo buscan, deciden tener sexo y sacarlo de
cualquier apuro,
…oí
la voz de Norito […]
—¿Cómo
has llegado hasta aquí?
—Nadando
—¿Para
qué?
—Vaya
pregunta. Para sacarte de este enredo
Si
el planteamiento del autor entre el yin y el yang es original, también lo es la
construcción que realiza de la ciudad a partir de focalizar la atención en el
protagonista. El espacio adquiere, junto a Rufo Batalla, la categoría de
personaje, hasta el punto de que empatizamos con la ciudad acogedora y moderna
de Nueva York, con la llamada de auxilio que nos llega de Oriente Medio y con
el rechazo que le supone a Rufo su propio país, al que no ve avanzar, «Reconozco que mi queja es estúpida. Estamos
rodeados de dolor, de violencia gratuita. Al enfermo y a la víctima no se les
brinda la posibilidad de quejarse, porque no hay alternativa a su infortunio.
La queja surge cuando hay alternativa y reflexión: una infrecuente conjunción
de lujos».
Y lo
más relevante es que este espacio-personaje perteneciente a un tiempo anterior,
ilustra en todo momento el presente ¿Cómo es posible que no aprovechemos las
alternativas?
Mendoza
consigue literaturizar las ciudades mediante el contraste entre lujo y
abandono, o con una parodia de las circunstancias propias del lugar «Enmarcada entre una espaciosa franja de mar
y una suave y diminuta cordillera, Barcelona viene definida por sus límites.
Por esa causa el barcelonés vive encajonado y, aunque finge ignorar su
discapacidad, por más que se apresure, nunca saldrá del corto perímetro de su
demarcación». Asimismo une la documentación de los hechos reales que
reconstruyen una época, con una descripción subjetiva del espacio, donde
representa los sucesos históricos que le sirven para profundizar en lo
problemático, «En aquella época y a nivel
simbólico, todo barcelonés se identificaba en su fuero interno con el más
estrafalario de sus habitantes: un gorila albino apodado sin ingenio Copito de
Nieve […] atracción única en el mundo por la que nadie sentía piedad, quizá
porque él nunca esbozó un ademán que la inspirara».
El
estilo cervantista de Mendoza también aparece en El negociado del yin y el yang; Rufo Batalla actúa sin saber qué va
a hacer ni cuáles serán las consecuencias; ante unos personajes es Rufo pero
ante otros es el príncipe Tuukulo, alguien desubicado por completo de la
realidad para poder ofrecernos, con el característico humor mendoziano, otra
deformada, absurda, «Me encontré en la
cubierta de un barco bastante grande rodeado de individuos de tez oscura, con
pinta de antropófagos. Uno de ellos se plantó delante de mí y pronunció unas
frases guturales en un idioma desconocido. Le pregunté si hablaba inglés.
Emitió un gruñido».
Una
realidad que intuimos verdadera, pues los sentimientos que afloran convierten a
las conclusiones en universales al estar asentadas en un tiempo anterior,
profético. Una realidad pretérita que refleja de forma desconcertante la
actualidad. Excelente novela, y valiente, que, como su autor, conjuga a la
perfección el yin y el yang.
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