domingo, 21 de noviembre de 2021

EL NAVEGADOR DE CRISTAL


Antes de comentar este libro quiero, por supuesto y una vez más, agradecer a Babelio la labor tan fantástica para acercar la literatura a todo el mundo. Conseguir que editoriales de todo tipo se sumen a la empresa es un logro y conseguir la alta participación que obtiene en sus “Masas Críticas” un logro aún mayor. Me gusta leer casi de todo tipo de géneros, aunque la literatura juvenil nunca me ha llamado la atención (a pesar de que yo me inicié en la lectura a través de Enid Blyton). Esta vez, sin embargo, postulé por un título que resultaba interesante, y más el resumen de la contraportada. Todos los libros recibidos de Babelio me han gustado.

En realidad este es un género polémico; los lectores a quienes va dirigido son demasiado maduros para la literatura infantil (que mejora por días), pero hay una parte de adolescentes que no está preparada para enfrentarse a la literatura sin etiquetas, bien porque no le guste leer, bien porque el nivel de comprensión es aún limitado a la hora de interpretar mensajes que no se expongan de manera directa. Es lógico, por lo tanto, empezar por lo básico para salvar las posibles dificultades de apreciación. Desde este punto de vista, la literatura juvenil es buena, aunque creo que debe ser leída el menor tiempo posible para que la mente vaya madurando de forma adecuada.

Hecha esta reflexión, me enfrenté a El navegador de cristal con expectativas muy altas, por el argumento y la autora, pero me he llevado alguna desilusión.

La novela es totalmente de ficción; su protagonista, Lucy, algo acomplejada por no poder enfrentarse a una exposición oral ante sus compañeros de clase, entra en su particular país maravilloso en el que, con ayuda de un Navegador y un perro espacial, Wilbur, puede viajar a la época renacentista para conocer a Sandro Boticcelli, Leonardo da Vinci, Jacopo da Pontormo, Miguel Ángel Buonarotti y Vincent Van Gogh.

Los autores permitirán que entre en sus casas y en sus cuadros para explicarle los detalles que no entendía e, incluso, tendrán en cuenta los consejos que, una vez va recuperando la confianza en sí misma, se atreve a darles.

Los pintores son algo excéntricos y entran en este cuento de fantasía para conseguir que Lucy adquiera la capacidad de hacer volar su imaginación. Desde el sueño, la protagonista se apoya en Wilbur para volar por diferentes países, aunque deberán tener cuidado porque el Navegador puede fallar, si no tiene el cristal adecuado, y dejarlos en una tumba del Egipto faraónico o en los Alpes, mientras Aníbal intenta pasarlos con sus elefantes, «Lucy se lanzó al cielo estrellado con Wilbur en sus brazos y el Navegador agarrado en la mano».

La historia de Nancy Kunhardt Lodge propone la iconografía como algo fundamental en el arte, el porqué de la obra, los símbolos ocultos en el cuadro, las características de la pintura, el temperamento del autor… Este conjunto es lo que aporta la verdadera personalidad a la creación «—Siempre pinto retratos a la luz de las velas porque crea sombras hermosas, bordes suaves y misterio».

Es decir, el principal objetivo de la autora es que los chicos puedan escapar a la realidad para forzar la mente a descubrir otras posibilidades «—Vivimos a dos universos de aquí en un planeta llamado Wilwahren. Es un Jardín de Ideas. Allí no se mide el tiempo». Desde esta premisa, la realidad de la narración, formada por conceptos familiares al lector como son los amigos o los profesores del colegio, queda engarzada en la fantasía del viaje; de esta forma los preadolescentes a quienes va dirigido El navegador de cristal, aunque no creen ya en perros voladores sí disfrutan con las aventuras que, indudablemente, abren la puerta de la ciencia ficción. También es cierto que, en este sentido, el vocabulario puede prestarse a confusión ya que junto a términos científicos y técnicos hay palabras inventadas, por lo que puede resultar una ambigüedad, que probablemente resulte atractiva para los lectores.

La aventura pretende diversión, no cabe duda, pero el segundo objetivo de Nancy Kunhardt es didáctico, quiere que los jóvenes aprendan a amar el arte, «—…Nunca he visto algo así. Ves la grandeza y los colores brillantes del mundo y esa es la diferencia con respecto a cualquier otro artista».

El narrador, en tercera persona, es interno aunque adquiere el punto de vista de Lucy, por lo que abundan los registros de pensamiento en conductas que, con la ayuda de su “guía” Wilbur, desencadenan pensamientos alternativos. Wilbur pone a prueba la percepción y el razonamiento de Lucy, quien en los diálogos que mantiene con los artistas descubre que son víctimas de problemas parecidos. La niña puede, entonces, ponerse en su lugar y hacerles ver por qué son especiales, «Si fueras una de esas personas normales […] no serías capaz de pintar como lo haces […] Es bueno para tus cuadros que no seas una persona común».

El navegador de cristal ayuda a los lectores a que construyan un yo mejorado en relación con los sentimientos hacia los demás y hacia uno mismo, porque muestra cómo liberar las ansiedades generadas a los 11 o 12 años, por eso, a la vez que Lucy fortalece su autoestima, el perro Wilbur se debilita, aunque ella no lo sepa ya no lo necesita: «Su cabeza yacía temblando en el pecho de ella».

Es importante estimular la mente; la autora lo sabe y para establecer un paralelismo entre el mundo real y el imaginario, utiliza el Navegador, metáfora general para el mundo de las ideas. Pero al argumento le falta algo de gancho, la narración, lenta, recobra fuerza en los diálogos entre Lucy y los artistas, aunque por poco tiempo, ya que estos aceptan sin objeciones las sugerencias de la niña. El resultado no es creíble, Lucy convence fácilmente por lo que la intriga de qué ocurrirá, desaparece: «—Creo que sé cómo arreglarlo […] si de repente apareciera él, al verlo sus ojos se le llenarían de amor y brillarían, Leonardo asintió».

En El navegador de cristal faltan, en general, ambientes inquietantes; no se pueden solucionar todos los problemas en un momento, sin esfuerzo, porque la lectura pierde emoción. Tampoco Wilbur se enfrenta durante el viaje a verdaderos antagonistas que resalten los conflictos.

Lucy vive una historia en la que su búsqueda de la autoestima apenas tiene impedimentos. Todos los que se encuentran con ella empatizan de inmediato y ante la menor contrariedad que surge a los protagonistas pueden escapar sin dificultad, dejando sin resolver temas que precisamente Nancy Kunhardt, doctora en Historia del Arte del Renacimiento, podría haber tratado más extensamente, enriqueciendo el argumento con elementos misteriosos que hicieran de este Navegador un inolvidable viaje por los siglos XV y XVI.

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