Al
leer el subtítulo de este libro, 10
verdades que ocurren en los proyectos, entendí que era un manual para todo
aquél que quisiera planificar un determinado asunto. He de confesar que no he
leído nunca un libro de autoayuda, ni siquiera de ayuda en general. Me parecían
manuales llenos de tópicos evidentes que no tenían por qué solucionar el
posible problema. Además creo que todos podemos escribir sobre lo que
conocemos, escribir basándonos en nuestras costumbres. Así que me enfrenté a Eugenio, memorias de un informático con ciertas reticencias que se esfumaron en
la primera página. Está claro que los recuerdos del autor son claves,
constituyen el punto de partida para una historia que va algo más allá, porque
es un libro curioso, ameno; su estructura disipa cualquier rechazo que podamos
tener a la persuasión de las falsas enseñanzas plagadas de elementos confusos.
Estructuralmente
está dividido en tres partes:
La
primera, un relato ficticio que muestra las peripecias de dos extrabajadores de
una gran empresa que abandonan su trabajo para emprender su propio negocio.
La
segunda parte es una recopilación de observaciones que uno de los personajes ha
ido extrayendo de la experiencia y que quedan plasmadas como un decálogo que
hay que tener en cuenta a la hora de enfrentarse a un proyecto informático.
Por
último, Roland Durareli expone una
serie de anexos que informan de metodologías de trabajo, técnicas para
desarrollarlo, creación de medios para comunicarnos con las máquinas y pruebas
necesarias o convenientes antes de poner en uso el resultado del nuevo
proyecto.
Nos
enfrentamos, pues, no a un mero manual. Como su título indica estamos ante unas
memorias que constituyen un fragmento esencial de la vida del autor. Lo curioso
es que está redactado como memoria y manual conjuntos. La primera parte rescata
momentos y emociones vitales que se leen como una historia de ficción. La
segunda invita a que los lectores nos identifiquemos con lo expuesto en la
parte novelada y seamos capaces de afrontar nuestro propio reto.
Lógicamente
la última parte contiene un lenguaje más específico de la informática, va
dirigida a futuros creadores de proyectos «Sistemas
como SAP bautizan sin complejos a estos registros temporales con el nombre de
IDOC (Intermediate Document)». Pero todo el libro, puede servir de
aliciente a cualquier persona que quiera abrir un negocio, no necesariamente de
informática.
Aquí
está la originalidad. Durareli escribe una novela corta, un relato en el que
algunos capítulos terminan con un punto de misterio, que consigue nuestro
interés por saber qué ocurrirá «Pero lo
que no sabía Eugenio era dónde estaba a punto de meterse». Otros capítulos
son verdaderas analepsis, que nos ponen en antecedentes de las circunstancias
que obligaron a tomar distintas soluciones «Se
encontraban sentados a la mesa del comedor principal […] cuando Carlos
aprovechó un silencio». A veces hay digresiones sobre leyendas, reales o inventadas,
que aportan, a modo de cuento, valiosos consejos para construir un negocio.
Otras veces, los diálogos reflejan el estrés laboral que siempre termina
pasando factura en la vida privada, «—No
quiero discutir de nuevo. Estoy muy liado. Ya hablamos luego —y colgó sin
despedirse».
La
trama del relato nos va llevando por las peripecias de Eugenio y Martín desde
que abandonaron Carnimática Consulting y fundaron su propia empresa. Zancadillas de algunos colaboradores,
de la competencia, de sus propios fallos… Todo lo han de soportar hasta que
disponen de una idea que les permitirá libertad de acción sin que peligre su
vida personal.
Memorias de un informático supone para todo lector una
herramienta útil, porque no trata solo sobre cómo montar una empresa sino que
las andanzas de sus personajes nos descubren cómo hacer frente a posibles
dificultades personales, familiares o incluso laborales. El entretenimiento
viene con el añadido de que el autor conoce el mundo del que escribe de manera
que, en ocasiones, se transforma en el profesional indispensable que ayuda al
principiante.
Roland
Durareli, con un estilo claro y desenfadado, nos hace ver la difícil salida de
una situación que puede experimentar un negocio. Eugenio y su compañero Martín
son capaces de levantar la autoestima de quienes teman enfrentarse a algo
nuevo, ignorando a personas tóxicas que se acercan por interés y sorteando las
dificultades que van apareciendo en el proceso de puesta en marcha. En este
relato el optimismo es fundamental, ya que los personajes idean estrategias
para no abandonar sus sueños, para tener una vida laboral e íntima plenas,
desterrando miedos al aceptar los problemas como tales, para ponerles remedio
con la ayuda de quienes guardan un interés común.
El
lenguaje es asequible a todos aunque, lógicamente, el lector ideal es el que
tiene unas nociones, aunque sean mínimas, de informática.
De
los diálogos podemos extraer ideas no solo para quienes desean montar su propio
negocio sino también para quienes aspiren a mejorar en su trabajo «—Yo en eso soy muy claro. Siempre que puedo
aplico mi filosofía de que para resolver los asuntos hay que ir por el camino que
lleve el Mínimo Esfuerzo y te dé el Máximo Placer, o como lo llamo yo, MEMP».
En general la lectura es válida para los que consideran la necesidad de
superarse, de dejar de ver el trabajo como una carga impuesta irremediablemente,
para empezar a afrontarlo como lo que hemos de incluir en nuestro modo de vida,
algo necesario con lo que se puede disfrutar, que aporta herramientas que
contribuyen al bienestar emocional.
El
tema de Eugenio, memorias de un
informático, va intrínsecamente unido a la motivación personal, por lo que
es de total actualidad. Las peripecias de Eugenio hacen que mejoren la
percepción que tiene de sí mismo y de la empresa que va a montar. Pero antes ha
soportado largas ausencias de su hogar que aumentan la dureza y el estrés de su
cometido y consiguen que se olvide de su vida personal hasta que se convierte
en un adicto al trabajo o lo que es lo mismo, adicto al poder y al dinero. Algo
que no le complace pues llega a deshumanizarlo, a conseguir que no disfrute de
la existencia «—Pues hombre, con todas
las horas que estamos trabajando, la verdad es que he visto poco de Salamanca».
Asimismo la lectura del libro hará que nos sintamos mejor; en este sentido es
una inspiración para llevar a cabo el cambio que todos pretendemos al
complementar el tiempo laboral y de ocio, al añadir humanidad a la tecnología
de manera que afrontemos la vida sin monotonía o sin depresión.
Eugenio
llega a conocerse a sí mismo por lo que, primero, toma conciencia de quién es,
de sus capacidades y posibilidades para, después, trabajar en el giro que
quiere darle a su vida. En este sentido, el relato no es ficticio. El mensaje
de Durareli es realista, ya que anima a los lectores a enfrentarse al presente
con optimismo para no limitar las oportunidades que la vida nos ofrece.
El
libro es una amena referencia que ayuda a reconducir ese aspecto de la vida tan
importante, el trabajo, para que no sea una carga para nosotros sino una opción
libre que nos enriquezca como personas.
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