miércoles, 30 de octubre de 2019

LLORA EL CUERVO GRIS



La idea de vender el alma al diablo es muy antigua. Además, sabemos que este ser maléfico, gobernador único de su espacio, no se anda con tonterías, no da segundas oportunidades ni quiere consejo de nadie.

Llora el cuervo gris sería una película de terror estupenda. Comienza con unas escenas inquietantes en la montaña, donde el brujo Unay habla con el viento y con el propio diablo que, en forma de gaucho, llega a avisarle de que un invitado hará su aparición y lo quiere para él. Unay no debe inmiscuirse en lo que ocurra, ni avisar al recién llegado de nada, pues en caso contrario lo pagará durante la eternidad.

El espacio cambia hasta el despacho del abogado Andrés Wisner, quien consigue exculpar a su cliente y amigo, Luciano Aguilar, de violar a una discapacitada que trabajaba para él.

Como premio por su trabajo Luciano propone a Andrés que se haga pasar por él y vaya a ver a su abuelo nonagenario y ciego, que no lo ha visto en su vida para, con sus dotes de orador, tratar de convencerlo a que ponga la hacienda de La Rosalita, un gran terreno escondido en lo más profundo de la sierra, a su nombre. De este modo, cuando muera el abuelo se la repartirán entre los dos. El abogado acepta y llega hasta el señor Rosales, un hombre increíble capaz de correr por las montañas sin ayuda, a pesar de tener noventa años y no ver absolutamente nada. Todo se complica con una salida que hacen al monte Andrés y los trabajadores del señor Rosales, Osvaldo, Manuel y el gaucho Fierro, pues una fuerte tormenta consigue separar a Andrés del resto. De vuelta a la hacienda, lo dan por muerto y el anciano, apenado, acepta que alguien entre a su habitación y lo mate. La tormenta continúa mientras desaparece Martín, el segundo hijo de Manuel, el primero ya lo hizo tiempo atrás y todos pensaron que se lo llevó el diablo. Pero a la mañana siguiente, Andrés llega a la casa, desconocido. Todos se dan cuenta de que ha cambiado así que deciden abandonar La Rosalita por no llamar a más desgracias.

Sólo permanecen Andrés —porque cree estar en su derecho— y Fierro —porque tiene la intención de quedársela—. En un último debate sobre a quién le corresponde, Fierro se abalanza con un cuchillo sobre Andrés.

En la última escena, Luciano va a ver su hacienda y a hacerse pasar por el amigo del nieto del señor Rosales, pero allí no queda ningún ser humano, sólo algo que lo atormentará el resto de su vida.

El cuervo ha estado presente en los mitos y leyendas como mediador entre la vida y la muerte. Es de suponer, por lo tanto, que ni la situación de Luciano Aguilar, el depravado nieto de Rosales, ni la de Andrés Wisner, su abogado sin ética ni moral algunas, va a ser favorable.

El viejo Rosales, ciego, está simbolizado con el cuervo. La oscuridad que lo rodea no impide que se mueva con la agilidad y destreza propias de un hombre joven. Este cuervo tiene siempre a su lado a Fierro quien, como si fuese su sombra, lo cuida, acompaña y aconseja hasta doblegar su voluntad y conseguir que acepte sus condiciones. Fierro es quien da las órdenes en la hacienda y en cuanto ve peligrar lo suyo quita de en medio el peligro, sea lo que sea o quien sea.

Las creencias de la Pampa quedan inmersas en la novela. Los personajes están atrapados por el monte y viven atemorizados por las supersticiones, sin saber que donde verdaderamente está el peligro es en la realidad en la que se mueven. Uno de ellos, encarna al diablo y los tiene a todos a su disposición, obtiene el respeto y temor de los adultos, el cariño de los niños y el sexo de las jovencitas. Todos viven en un mundo paralelo dominado por el Huayra Moyoj que no dejará a nadie entrar en sus dominios. La perversión de la ciudad no impregnará el monte, éste se rige por otras crueldades.

Rubén Risso ha pretendido sobre todo sembrar el miedo en el lector; sin embargo las emociones asociadas a este sentimiento no aparecen durante la lectura ya que a ésta le falta fuerza. Está claro que visualmente, con escenas de la naturaleza hostil, la historia ganaría en tensión, pero a la escritura le falta un clima intenso, necesario para que los capítulos se conecten con la angustia requerida en una novela de terror.

El lector de Llora el cuervo gris no termina de imbuirse de la sensación terrorífica capaz de paralizarlo al mismo tiempo que lo hacen los personajes. Apenas reaccionamos con la desaparición de Martín o la muerte del señor Rosales, da la impresión de que todo estaba previsto, por lo que las expectativas iniciales decaen en el transcurso de la trama.

¿Por qué no está conseguida la intriga? El autor omite información significativa por no desvelar ningún misterio que pueda estropear el final. En realidad, la novela podría ser un perfecto manual de los elementos necesarios en una novela de terror: protagonista antihéroe que pasa por situaciones comprometidas; con un objetivo claro y una resolución del conflicto justo al final. Pero le falta gancho. Al leerla no se nos acelera el corazón. La clave está en el lenguaje. El narrador no sólo cuenta con un estilo culto sino que, a veces, los términos empleados son algo rebuscados; las descripciones pretenden tal precisión que eliminan cualquier trabajo a la imaginación, al tiempo que ralentizan el ritmo y aportan relajación a la lectura, «Se enjugó la transpiración con el puño de su camisa […] una innumerable cantidad de enredaderas reptaba por las paredes, ocultando la pintura casi en su totalidad, reemplazando el blanco por un verde vivo. También eran plantas duras, casi imposibles de arrancar […] Maldijo groseramente y luego caminó por la galería. Esperaba que la puerta no estuviera igual.
La puerta mosquetero lucía su grisácea y oxidada tonalidad, libre de hiedras o enredaderas…».

Además hay alguna errata (eso espero) en la escritura, como la utilización de la conjunción adversativa en vez de la partícula introductoria condicional, «¿Qué iba a hacer sino?» El mal empleo del número gramatical se cuela en ocasiones, «Había hecho negocios disparatados y obtenidos resultados». Asimismo encontramos algún término no registrado en el diccionario, «carnero desgollao…» y uso del adjetivo en vez de el sustantivo correcto, «Preso de la incomodidad».

Si estas incorrecciones dificultan la lectura, también le quitan fuerza los vocablos demasiado cultos o las expresiones algo edulcoradas pues exponen una visión un tanto machista o anticuada

Danzaban una danza siniestra y macabra, y se detenían solo para pelearse o fornicar entre ellos.

Fierro.[…] el héroe más suertudo, pues las hijas de Osvaldo no dejaban de abrazarlo, besar sus mejillas y seguirlo a todas partes […] Osvaldo fue quien le advirtió que volviese a ser el mismo antes de que lo retara a un duelo de facones.

Pero la historia es interesante, la solitaria vida del gaucho se adivina entre la superstición y las creencias malignas, sólo falta algo de madurez en la escritura.

miércoles, 16 de octubre de 2019

SIETE OTRAS VIDAS



Siete otras vidas es un homenaje al teatro. ÁlvaroTato nos lo hace llegar desde diferentes modalidades, que este arte universal ha venido ejerciendo a lo largo de la historia. Con Ojos de agua nos adentramos en la Comedia Humanística de La Celestina; la alcahueta recuerda, orgullosa, a otras mujeres anteriores o posteriores a ella, personajes o autoras que vivieron en libertad, aunque lamente la soledad que han debido pagar por ello, “Solo las brujas hacemos nuestras leyes y nos pertenecemos a nosotras mismas. Nos persiguen, nos fuerzan, nos queman, pero nuestra magia siempre es más fuerte. Nuestra magia es pensar”. El género chico está representado en Zarzuela en danza, y la presencia de la mujer en el teatro del Siglo de Oro queda recogida en Nacida sombra, una sentida celebración para la mujer que durante tanto tiempo ha quedado oculta, por ello nada mejor que el lamento profundo del flamenco para acompañarla en su soledad.

El intérprete es casi un monólogo, o una obra de microteatro en la que un actor se apoya en los sonidos, música e imágenes que guarda desde niño, y cuenta cómo fue actor desde pequeño, cómo toda su vida ha girado en torno a un escenario, en torno al deseo de interpretar porque subir a un escenario es poder soñar una realidad distinta y vivirla, y ser feliz. En realidad todos interpretamos a lo largo de nuestra existencia; el actor es el afortunado que, pese a las oposiciones encontradas, hace lo que le satisface:

Seguiré haciendo lo mismo y os seguiré invitando a hacer lo que más queremos, lo que más nos avergüenza, lo que más deseamos y tememos. Guardadme el secreto amigos invisibles. Hasta mañana.

Mujeres y Asesinos son dos obras de microteatro protagonizadas por dos actores cada una. En la primera, un padre y su hijo se encargan de hacernos ver el sinsentido de un mundo sin mujeres. En tono humorístico, jugando con el lenguaje, se posicionan contra la violencia de sexo y reivindican la igualdad entre todos. Asesinos es un canto al teatro; los personajes pueden representar cualquier situación en total libertad, sin estar condicionados por reglas o sentimientos. El teatro es una fuente de sueños que se activan con cada representación para los espectadores

Timmy.- Hemos muerto en su imaginación
Ralph.-  Ellos son los verdaderos asesinos
Timmy.- ¿Y qué hacemos? ¿Matarlos?
[…]
Ralph.-  Así que vamos a esperar
Timmy.- ¿A qué?
Ralph.-  A los aplausos

Comedia multimedia nos recuerda con humor cibernético que vivimos una farsa. La tecnología pone a nuestro alcance tantas posibilidades y comodidades que nos estamos acostumbrando a no hablar con los demás, a dirigirnos a la máquina y esperar a que, eficientemente, cumpla nuestros deseos «¿Lo ves, querido cliente? No solo usamos la red para hacer la guerra; también para hacer el guarro.»

Nos estamos deshumanizando, sin el móvil no somos nadie, nos comunicamos más a través de él que personalmente; el problema es que constantemente aparece un modelo nuevo que nos atrae más que el anterior, porque ofrece más posibilidades. El resultado es una falta de apego total a nuestras pertenencias, porque esas posesiones no nos definen como personas, sino que nos masifican en un conjunto homogéneo cuya característica principal es igualar los sueños. Todos queremos lo mismo, lo que nos bombardea desde internet.

Hoy sigue habiendo delincuentes, activistas, revolucionarios, piratas. Seguimos queriendo distraernos, ir a la moda, comprar las últimas novedades, pero sin movernos de nuestro espacio, sin razonar, o luchar cara a cara. La sociedad se convierte en un ambiente cómodo que supera nuestras expectativas. Pero ni siquiera los deseos son sueños, porque se cumplen pronto y dejan de serlo.

Cero.-    ¿Ya no me quieres?
Uno.-     Afirmativo. Pero hemos caído en una rutina
Cero.-    Después de tres minutos juntos es normal que ya nada nos sorprenda

Comedia multimedia tiene una ventaja. Es una obra moderna, sus personajes principales son hologramas que van exponiendo diferentes situaciones de la vida actual hiperbolizada, es decir reflejan un futuro no tan lejano en el que la máquina sustituye al hombre. La paradoja es que nos advierten de este futuro con algo que está sucediendo en el presente. Vivimos sumergidos en los equipos informáticos:

Dama que tu vida programa;
si te enreda en su trama
ya no te escaparás

Sin embargo hay una esperanza, que viene de la propia estructura del espectáculo. Dividida en XI escenas, comienza por una Introducción en la que los hologramas Bit, Clic y Link nos presentan a Miss Web como la tejedora que mueve los hilos de nuestra sociedad. Después continúan haciendo un recorrido por las distintas ventajas que obtenemos de la Web: el GPS, del que no sabemos desprendernos para encontrarnos seguros en nuestros movimientos, las realidades virtuales que sentimos como materiales gracias al láser, y que poco a poco han conseguido que nos conformemos con una Creación salida de un laboratorio. Pero el espectador también experimentará a dónde nos lleva este tipo de vida. Para evitar el desastre apocalíptico, en la escena final, los hologramas muestran el último producto virtual, capaz de producir en el usuario el mayor efecto, una máscara teatral. Lo único efectivo que ha logrado enganchar al público a lo largo de la Historia «Llevas una hora viviendo dentro de nuestro producto. No estás mirando el móvil. No estás navegando en la red. Esto está pasando de verdad […] ¿Estás preparado para viajar al origen?» y así, con la interacción del público consiguen hacernos ver que podemos pasar un rato en un sueño que nos atrapará momentáneamente, porque al final, tal como aconsejaba Machado, «tú quizá despertarás en libertad».

Esta estructura en la que un personaje nos va mostrando diferentes casos ya se desarrolló en la literatura a través de los exempla medievales, donde los protagonistas, estereotipos, son esbozados a partir de unos rasgos generales para ofrecer determinados comportamientos al lector u oyente. Formaban parte de la prosa doctrinal. Álvaro Tato no propone un final moralizador sino obvio, el teatro es el primer mecanismo nacido con el hombre porque tenía —tenemos— necesidad de soñar, consiguiendo un público incondicional dispuesto a participar de los sueños.

Así pues, ante tanta deshumanización tecnológica, sólo nos queda una salida, regresar al teatro de los comienzos, alrededor del cual se formó una de las mayores civilizaciones, capaz de conseguir el progreso del hombre.

Tecné.-  El público es mi padre. Tú me diste a luz. Ni tu diosa ni tu esclava; humana soy, a humanos amo y ser para siempre humana es mi destino. Ya amanece. ¡Despierta, pueblo de Atenas!

El elogio del teatro como arte completa, universal y connatural al hombre quedó expuesto en la comedia Crimen y telón; con estructura similar, Ron Lalá (hablar de Ron Lalá es hacerlo de Álvaro Tato) eligió al propio Teatro para llevarnos por toda esa vida de sueños que nos ha dado este arte que engloba a las demás y que, aunque los gobiernos se empeñen en menospreciarlo, aunque la tecnología tiente con otras posibilidades, no puede desaparecer mientras exista el ser humano.

sábado, 12 de octubre de 2019

LA VOZ DEL VIOLÍN



Cuando un violín es bueno, y quien lo toca también, surge del instrumento un sonido capaz de impresionar de forma absoluta, es una voz aguda y natural que se proyecta en la mente de quien lo escucha transmitiendo imágenes de indiscutible belleza. El violinista puede contagiar los sentimientos que alberga y lograr que formen parte del oyente. Es raro quien no disfruta con la música, quien no se entusiasma con la perfección que encierran los acordes de cualquier instrumento; pero cuando un violinista es bueno, y yo tengo la inmensa suerte de oír en directo a Estrella Byrne, consigue que experimentemos alegría, sorpresa, tristeza, ira, humor o esperanza. Como cualquier artista, también el buen escritor transmite esos sentimientos al lector. Andrea Camilleri lo hace. En esta entrega del Comisario Montalbano se instala en nosotros la pena por aquellos que mueren cuando no deberían, la ira por la impotencia a la que nos vemos reducidos en ocasiones, pero sobre todo  el humor con el que afronta la vida y la esperanza de conseguir un mundo mejor. Es un orgullo y un placer oír a Estrella. Es un orgullo y un placer leer a Camilleri y en este caso, La voz del violín, nos comunica lo mismo que el maestro Barbera difunde con dicho instrumento, cuando lo toca para la señora Clementina y sus notas «expresaban una especie de lamento, un canto de dolor antiguo que, a ratos, alcanzaba instantes de una ardiente y misteriosa tragedia».

A estas alturas no vamos a esclarecer el estilo de Andrea Camilleri, ya conocemos su impecable dominio del lenguaje que, si cabe, va en aumento con cada libro que escribe. Pero no quiero dejar pasar la ocasión de comentar, admirada, cómo un señor nonagenario tenía más empatía social que muchos jóvenes. Cómo, con total elegancia, lanzaba un revés al machismo «Perdió a sus dos progenitores antes de los quince años y había sido acogida por un tío suyo que un día, para no variar, la violó». Cómo, con tristeza infinita, se pone en la piel de quienes viven, aún hoy, ocultos en la mentira por sus inclinaciones sexuales «a Michella le interesaba porque yo era un hombre rico, aunque le llevara treinta años, y a mí me interesaba para acallar los rumores».

Asimismo, este hombre de casi un siglo, es capaz de ver un futuro amplio y enriquecedor a través de la ciencia. No sólo en el ser humano cuentan la moral y los sentimientos, también son fundamentales el estudio y la erudición; por eso consigue que hasta el más bobo de la comisaría, Catarella, con esfuerzo y tesón, aprenda informática y empiece a razonar con solvencia

Somos doce, dottore. Si hubiera tenido a mano el ordenador, la cuenta me habría resultado más fácil.
El comisario se sujetó la cabeza con las manos.
¿Tendría futuro la humanidad?

La voz del violín es especialmente atractiva; es como una novela que apetece leer de un tirón. Como siempre, parte de un homicidio que se va enrevesando en la resolución hasta que el comisario, ayudado, además de su capacidad de deducción, por gente buena dispuesta a echarle una mano, por gente no tan buena, pero que él sabe tratar con mano izquierda para lo que interesa y, sobre todo de su instinto, aclara el caso con eficacia.

Pero lo que mantiene el interés, sin lugar a dudas, es el elenco de personajes que va modelándose cada vez más; el lector observa sin dificultad la relación que tienen todos con Salvo Montalbano, la relación de éste con sus superiores y la que conserva con los habitantes de Vigàta.

Este caso comienza con el asesinato de una joven, de clase alta, en el chalet que estaba arreglando en Vigàta para irse a vivir. Montalbano se entera del crimen de forma casual, pues a pesar de que Catarella le avisa que debe ir a Florida a un entierro: «Montalbano se quedó literalmente petrificado. Se vio de golpe enfundado en un chándal, haciendo footing…» deduce que se trata de la «comisaría de Floridia, en la misma Sicilia». Debe ir al entierro de la mujer del subjefe de policía Tamburrano. Como Catarella lo avisa el mismo día del entierro, sale a toda prisa para llegar a tiempo. Pero una gallina se cruza en el camino y el conductor, el agente Gallo, choca con un Twingo, aparcado en el arcén. Dejan una nota para pagar los daños, siguen su camino y a la vuelta, Montalbano se fija en que nadie ha cogido la nota del parabrisas. Por la noche se acerca al chalet, entra sin ninguna orden y descubre el cadáver. No debería haber entrado, así que para dar la voz de alarma, recurre a una maestra jubilada, paralítica, amiga suya y le pide que llame de forma anónima a la policía avisando de un delito en el chalet. Esto da resultado y ahí empieza la investigación. La maestra Clementina Vasile será quien empiece la indagación y aconseja a Salvo en sus pesquisas, además lo invita a una actuación que todos los domingos efectúa para ella un famoso violinista y, entre los tres, gracias al sonido del violín, cerrarán la búsqueda al final; no sin antes haber sido destituido del caso, por cuestiones personales con el jefe superior, y vuelto a nombrar por el error fatal que comete el oficial que había sido puesto al mando.

Nadie puede con Montalbano, busca tretas para que salten noticias en la prensa, en la televisión, entre los propios ciudadanos, porque todos confían en él; es como un superhéroe sin capa, pero realiza acciones totalmente creíbles aunque no sigan las normas establecidas. Lo que está claro es que apoya los criterios fundamentales de la justicia y ayuda a los más necesitados. Por eso es un personaje querido por sus compañeros de aventuras y por los lectores. Por eso nos reímos con su rudeza ante cualquier muestra de adulación «Pero ¡qué cabrones!» y perdonamos sus celos desmedidos y sin fundamento hacia todo lo que se refiera a su novia Livia, eternamente novia, porque si hay algo con lo que Montalbano se muestra cobarde es con el compromiso.

La novela se lee muy bien no sólo por la manera curiosa de llevar a cabo la investigación. El lenguaje es fundamental. Las descripciones acompañan a la estimación que Salvo profesa a quien describe el narrador, personaje que a veces confundimos con el monólogo interior del propio Montalbano

«…el abollado vehículo del juez, el cual sólo decidió frenar tras haber golpeado uno de los automóviles de servicio de la científica.
Nicolò Tommaseo bajó con el rostro congestionado. Su cuello de ahorcado parecía el de un pavo […] Todo el mundo sabía que conducía como un perro drogado.

Los cambios fonéticos que Catarella realiza constantemente por asociación de ideas son hilarantes

—Ocurre que llamó el juez Tolomeo
—Tommaseo, Cataré, pero no importa
[…]
Me llamó de la Jefatura de Montelusa un comisario que se llama Tontona
—Tortona
—Como se llame. Ése. Dice que tengo que asistir a un concurso de informaticia.

Evidentemente la ironía, el sarcasmo elegante, el humor con los juegos de palabras agilizan la lectura, y a veces, incluso los refranes paralelísticos ayudan a reforzar el ritmo, aunque sea a costa de que Montalbano se muestre rebelde hasta con la paremiología… No podría ser de otra forma. «La cama es buena cosa, pues si uno no duerme, reposa […] el comisario en la cama no sólo había dormido a ratos sino que, además, se había levantado como si hubiera corrido una maratón».

¡Impresionante!

sábado, 5 de octubre de 2019

EL TEMPERAMENTO MELANCÓLICO



¿Hasta dónde es capaz de llegar el ser humano? Parece que hasta la animalización, o más allá de ella porque el hombre continúa razonando para ser más cruel. Puede que llegue un momento en que la culpa se instale en nuestro cerebro, por las atrocidades cometidas, y martillee incansable hasta destrozarlo. Podríamos hablar entonces de locura, de la enajenación que se apodera de nosotros y es la responsable de la aniquilación que infligimos. Pero antes de llegar a ese estado se ha de ser simplemente malvado, tener malos instintos.

En esto pensaba mientras leía El temperamento melancólico, por lo que una vez terminado he debido dejar a un lado el rechazo que me ha producido el mensaje para poder admirar lo que el autor ha conseguido. Jorge Volpi, con una prosa magnífica, recoge en esta novela el punto de vista filosófico, religioso, pictórico, cinematográfico, novelístico y ensayístico con el que diversos autores, a partir del tratado Problema XXX, 1 del siglo IV a.C., han demostrado la importancia que la melancolía tiene para el hombre.

El estado melancólico estaba admitido ya en la antigüedad clásica, es más, los hombres melancólicos abundaban y, según Aristóteles, los hombres extraordinarios lo eran, fruto de un exceso de bilis negra. Pero este concepto fue evolucionando hacia un significado negativo; la melancolía, asociada a la tristeza, el hastío, la angustia, es el comienzo de la autodestrucción, de ahí que el autor mexicano refleje, en El temperamento melancólico, la condición devastadora que nos persigue en cualquier situación. La forma novelística acompaña al contenido, por eso se presenta como una amalgama caótica de técnicas ajenas a la narración: diario de la protagonista de la novela, anotaciones del autor-creador de la película, epístolas, diálogos, tratados, descripciones, entradas de diccionarios enciclopédicos, guiones cinematográficos, entrevistas, biografías…, y repleta de diferentes personajes que, en algún momento, dejan oír su propia voz.

En realidad nos encontramos con un análisis, algo radical, de la relación existente entre el Arte y la vida; qué es más real, lo ficticio, lo que sentimos en nuestro interior o lo tangible. Este es el punto de partida para mezclar sin problema ficción y realidad, de manera que hay un momento en el que la autobiografía de Renata, parte central de la novela, tiene tantas bifurcaciones que el lector no sabe qué es o no real; pero eso no importa, sino la reflexión ética que se lleva a cabo de forma constante.

Los monólogos interiores aportan voz a unos personajes, en principio secundarios, luego serán imprescindibles, que además de constituir una toma de conciencia con la que justificar, o no, su forma de actuar, nos sirve para, a través de su mirada, seguir temas como la soledad, la frustración, la fuerza, la cobardía o la culpa. Entre todos conforman una realidad convincente, que fluye desde su intimidad y contrasta con el absurdo que están viviendo.

El argumento es sencillo en principio: Un afamado director de cine, Karl Gruber, sufre un cáncer terminal y decide filmar una película que constituya su obra cumbre, una obra de arte que refleje la propia vida y se la dé a él para la posteridad. Para ello elige a diez personas, no famosas, para que convivan en su finca Los Colorines, durante el tiempo que dure la filmación de la película: El Juicio. Así, en un viaje absurdo, pues el director no se presenta, ni son informados del guion ni de nada, van en busca de la fama, Zacarías, Javier, Ana, Luisa, Ruth, Sibila, Arturo, Gamaliel, Gonzalo y Renata. En el autobús son acompañados por Eufemio, el secretario de Gruber, y quien los recibe en el rancho es Braunstein, el fotógrafo. Todos harán en todo momento lo que ordene el director, Gruber, el creador de nuevas personalidades y de un nuevo universo para ellos. No se nos escapa que, en total, son doce los que siguen a este hombre que se considera a sí mismo como un Dios. Y como tal, actuará con ellos; de manera déspota, insensible, les asignará el papel que deberán representar siguiendo sus órdenes al principio y, después, cuando es consciente de que ha creado poco menos que monstruos y deja de decidir sus comportamientos, ve, impasible, cómo siguen ejerciendo su papel, convencidos de vivir en la realidad. Este comportamiento los llevará irremediablemente a la destrucción; el dios Gruber lo sabe pero se escuda en que actúan libremente «—Es algo que yo no puedo detener —me respondió indiferente—. Tú lo has visto […] el artista es lo único que hace: crea y luego contempla la lenta demolición de su obra».

Indudablemente el concepto de libre albedrío es puesto en entredicho, pues el Creador ha hecho así a su obra, ha enseñado cómo debían comportarse; Gruber es quien consigue que el Arte sea sucio porque en su película sólo saca la suciedad de las personas «La cámara regresa al rostro sudoroso de Gonzalo. Zacarías, en tanto, se coloca detrás del bastidor. Gonzalo se mete una mano en el bolsillo del pantalón y la mueve ahí». Poco a poco la convivencia en la casa se convierte en una orgía violenta, en una demostración de la más absoluta depravación, revelando con ello que ocultamos acciones que nos envilecen, acciones que echan sobre nuestros hombros la culpa que no nos permite alcanzar la felicidad, «—Esa noche, mientras tú me besabas, Zacarías y yo engendrábamos a Renata… La cámara enfoca de nuevo los ojos llorosos de Ruth».

La culpa nos lleva «a la locura y al rencor, a la insania que de un modo u otro nos alcanza a todos». Esta puede ser la principal condición del ser humano, la fragilidad que consigue destacar en cada uno de nosotros una imperfección capaz de devenir en el mayor de los males al pretender ocultarla.

Como Gamaliel, que se une al grupo por el egoísmo de conseguir fama y estatus aunque lo niegue al afirmar que busca sobrevivir «apenado, con el sincero convencimiento de que no puedo escapar a mi destino».

Arturo parte de una realidad embustera de la que intenta desprenderse mediante la falsedad de la interpretación «Comprendí entonces que el mundo es sólo una apariencia».

Luisa se embarca en la aventura de vivir una ficción cansada de la inseguridad que ha experimentado toda su vida, el miedo a la realidad se difuminará cuando «me dejen actuar». Piensa que en un mundo inventado podrá conseguir lo que se propone.

Ruth también actúa egoístamente, por temor a perder la libertad «no quería que me obligasen a casarme con él; mi hijo —que resultó ser hija— sólo me pertenecía a mí», es capaz de abandonar a su familia, hasta que se da cuenta de que su valentía es fingida, y «acepté casarme con un hombre de grandes recursos económicos». Lógicamente esto la arrastrará a una vida vacía, infeliz, que pone de manifiesto la principal consecuencia del egoísmo: generar un daño mayor que el que pretendíamos evitar.

También Javier, quien se muestra altivo con los demás por miedo a ser comparado; intenta apartarse de todos sin abrirse a nadie, «En ninguna circunstancia […] me permito perder el control». Ha llegado a un punto en el que no sabe cómo es en realidad pues vive una invención que le vale de coraza. A través de la actuación pretende descubrir su identidad real.

El caso de Sibila es algo diferente, ella intenta negar su egoísmo al creerse única a los ojos de Dios. Mediante la actuación podrá trascender el misticismo en el que está inmersa y pasar a la realidad para ser vista también por los hombres. Quiere desinhibirse del vínculo que le confiere la realidad de la religión, utilizando la irrealidad de la actuación «Necesito esa impudicia disfrazada para liberarme de mis cadenas».

Gonzalo se siente superior a los demás al ser quien juzga las obras de los otros, aunque disfrace este egoísmo y no lo asuma abiertamente: «no tengo ni idea de para qué pueda servirles un humilde experto en la Edad Media».

Zacarías es orgulloso, egoísta al considerarse íntegro, más que nadie, intachable y perseverante, sin darse cuenta de que el autodominio estricto conlleva una dictadura brutal, «Orden y educación para salvarnos, para ser mejores cada día, para escapar a la destrucción».

Renata, la «renacida», será la encargada de existir y hacernos ver la puesta en marcha de la ficción que, sarcásticamente, todos llevarán a cabo representando un papel similar al que tenían en la realidad; con esto Gruber, el creador, demostrará que el Arte y la Vida están unidos indisolublemente, que hagamos lo que hagamos, no podemos escapar a nuestro destino.

Renata quiere escapar de su realidad, de su marido Carlos, celoso en extremo, que le impide ser quien es, y se introduce en el mundo de Gruber, quien la adopta como su hija, su confidente, hasta que consigue violarla sin que ella pueda quejarse ni oponerse, como en la vida real. Después, en la película, será la hija de Zacarías, quien la obliga a desnudarse delante del crítico de arte (lógicamente, Gonzalo) para pintar su esencia. Renata vivirá una y otra vez la misma derrota, la misma traición interior.

Zacarías, será el creador, trasunto de Gruber, y llevará a su familia a la destrucción. Casado con Ruth, quien podrá demostrar en escena que es capaz de ser infeliz con tal de tener un puesto social. Mientras que Sibila, al desatarse los lazos religiosos, aparece en la obra como la responsable de romper el matrimonio de Ruth y Zacarías.

Gamaliel actúa como amigo de Javier, hijo de Zacarías, sólo para intentar enamorar a Luisa, mujer de Javier.

Arturo quiere evadirse de la mentira vivida al tener que cuidar siempre a su madre, sin quererlo, para descubrir en la interpretación que a pesar de estar con Ana, es homosexual.

La novela supone todo un reto para el lector que debe resolver las contradicciones resultantes de las diversas realidades, la que vive cada uno, la de Gruber, la que crea Gruber en su película, aquella en la que actúa cada uno en la ficción libremente… Todos se mueven por un afán de supervivencia y curiosamente se encierran en un juego que les hace daño, son conscientes de ello pero aun así se dejan llevar por su dios, el que les ha labrado su destino.

Renata es quien pone de manifiesto las incoherencias del yo desdoblado hasta demostrar que el yo no significa nada, sólo se reconoce en su otredad, en lo que el otro cree «nos convertíamos poco a poco en sus criaturas». La desidentificación del ser humano es demoledora pues está creado a imagen y semejanza de alguien también imperfecto —por eso lo somos—. La conciencia de ser humano se va perdiendo en el transcurso hasta que surge el Apocalipsis.

Ante estas cuestiones, ¿quién es el degenerado, el que actúa o el creador? ¿La verdad está en la imaginación donde no podemos acceder? ¿Puede cualquier ser humano convertirse en esquizofrénico?, no es raro que pintores como Durero, cineastas como Buñuel o novelistas como Sábato hayan pretendido buscar la verdad. Algo que El temperamento melancólico también intenta, apoyándose en la intertextualidad, para descubrir que la presencia del mal es continua en la sociedad.