domingo, 31 de diciembre de 2017

POETA EN NUEVA YORK


Tras leer este libro, sólo me queda agradecer de todo corazón a Lara y Alberto que me lo hayan regalado. Ya había leído los poemas que lo forman, no todos porque en su momento se me escapaban muchas imágenes y no lo entendí bien. Pero una vez más la editorial Reino de Cordelia ha superado todas mis expectativas. La edición es fantástica, he de confesar que las numerosas ilustraciones de Fernando Vicente me han cautivado y me han ayudado a entender algún poema. Solo con ellas podría hacerse un libro gráfico de esta poesía.

Además la edición comienza con unas palabras del filólogo, poeta, ensayista, crítico, investigador y miembro de la Real Academia de la Historia, Luis Alberto de Cuenca quien reconoce que no hemos tenido respeto por el pasado, reconoce que el estado debe velar por el patrimonio cultural, reconoce que nos falta educación y cultura y nos sobra ignorancia y corrección política. No podría estar más de acuerdo. Además me ha conmovido que de Cuenca establezca una coincidencia en entre Shakespeare y Lorca «mi amor por el poeta granadino y por su obra corre parejo con el que me inspira el viejo Will y su prodigioso teatro». Sería entrar en otro tema, pero me encantaría hacer un estudio comparativo de ambos autores teatrales porque creo que tienen bastante en común. Lo dejaremos para otro momento. Por ahora, el investigador señala que «Poeta en Nueva York, es, tal vez, la obra más poderosa de la poesía española del siglo XX, la más comprometida con su tiempo, la más rica en metáforas y en matices estilísticos» de ahí que Dalí, que junto a Buñuel «arremetieron contra el romancero», tuviera que arrepentirse y aceptar a Lorca como un surrealista, aunque probablemente antes leyera el poema Fábula de los tres amigos, dedicado a Emilio Aladrén, Dalí y Buñuel en el que nuestro autor se da cuenta:

comprendí que me habían asesinado
[…]
Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro,
Ya no me encontraron.

Tras el prólogo, hay una presentación de María Robledano y Jesús Egido en la que definen a Lorca como un hombre moderno pues «parte hacia Nueva York vía París y Londres para aprender inglés», y explican los encuentros que tuvo con grandes personajes de la época, que se desprenden de sus cartas y que van aportando de forma callada pistas para lo que será la gran obra de su vida.

La intención de los responsables de esta edición al unir las ilustraciones con las cartas y la poesía ha sido superada con creces, «conocer la vida del poeta […] comprender la capacidad del arte para trascender al hombre y […] entender […] cómo […] fue capaz de renovar la poesía, perdido en una enorme ciudad que a priori […] le resultaba antipática». Ante esto no es de extrañar que el propio Jesús Egido considere que «sin un esfuerzo político y económico en Educación y Cultura seguiremos igual de burros y de pobres que siempre» (yo añadiría que el esfuerzo ha de ser también racional sobre todo a la hora de impartir educación en colegios e institutos. Pero de nuevo estamos ante otro tema).

La dedicatoria del libro es «A Bebé y Carlos Morla», éste un músico, escritor y diplomático chileno destinado en España en la IIª República y la guerra civil, durante la que rescató de la violencia a más de dos mil personas que huían y sin embargo, no pudo salvar a Lorca. Curiosamente hasta 2016 no tuvo en Madrid una calle con su nombre. Otra justicia histórica y moral de Manuela Carmena.

Pues tras todo esto comienza el poemario con unos versos de La canción del oeste, de Luis Cernuda, de su libro Un río, un amor que preconizan mediante la anadiplosis quiasmática, el dolor que algunos de los hombres de la época debieron sentir ante su sexualidad:

Furia color de amor
Amor color de olvido.

Ya hemos comentado que todos los poemas van acompañados de cartas que García Lorca escribió a su familia; de ellas podemos deducir que su estancia en Nueva York si no fue fructífera en cuanto a dominio del idioma, sí lo fue en cuanto a gente con la que trató «es muy rica e influyente, y en su casa he conocido yo a personas de gran relieve en el arte y la literatura y las finanzas de New York». En sus cartas va cambiando la visión de la ciudad aunque en ningún momento desfallece ante lo material que se va derrumbando «Estos días he tenido el gusto de ver […] la catástrofe de la Bolsa […] los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes […] me fui a buscar a mis amigos rusos tan llenos de espíritu, casi locos, pero vivos y sangrantes ante el espectáculo de la vida». Lorca supo sacar partido de lo bueno del ser humano allá donde estuvo, no obstante, conforme pasa el tiempo, la nostalgia hacia su tierra y familia es más evidente aunque es consciente de que «este viaje es importantísimo para mí, y esta experiencia de vida netamente americana me encanta».

A veces las cartas reflejan algunos apuros económicos, pero no pierde el buen humor, «estoy lo que se dice en cueros. En cueros. No tengo ropa ninguna y solo he ido presentable merced a cierta fantasía combinatoria que yo tengo, pero ya no puedo seguir así». Otras veces aparece la desilusión hacia el norteamericano que, sin escrúpulos, trata a los negros con saña «No tienen espíritu, son buenos sin profundidad, y malos sin relieve personal». Las contradicciones entre la relajación y alegría de las cartas son evidentes al compararlas con los poemas angustiosos que reflejan el dolor por su virilidad «Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos». La distensión en la comunicación familiar, «Aquí vivo algunos días como en un pueblo. En una magnífica tranquilidad», que puede ser real, cambia a una incertidumbre que se hace dolor en los versos que destilan una religiosidad certera «¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!», que reflejan la inmoralidad de N.Y. en los rascacielos de las personas adineradas, allí donde han crucificado a Cristo y lo rematan una y otra vez a través del resto de ciudadanos

Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.
La muchedumbre cerraba las puertas…

En la muerte descubre la salvación de los oprimidos, la liberación, incluida la suya

porque la luna lavó con agua
las quemaduras de los caballos

Aunque también, en esas cartas aparezca la indignación por las prohibiciones, la falta de libertad y la intervención de la Iglesia en ello «Claro está que esto es una imposición de la odiosa iglesia metodista, muchísimo peor que los jesuitas españoles en la fase histórica actual», y por supuesto emerja de ellas el deseo reprimido que Lorca hubo de llevar en España y del que se despojó totalmente en Nueva York «Este es un pueblo absolutamente salvaje (Columbia) […] voy a los partidos de rugby […] el juego es hermosísimo, de una virilidad y una agilidad al mismo tiempo que cautiva al débil que no lo puede hacer».

Nueva York le provoca una rebeldía inusual en su poesía pues, si bien es cierto que la denuncia está presente en su Romancero gitano, ahora esta acusación aparece en imágenes surrealistas, las más surrealistas de la poesía española, cuando se da cuenta de la desigualdad social «Asesinado por el cielo», cuando es consciente de que hay dos mundos

Medio lado del mundo era de arena
Mercurio y sol dormido el otro medio

en los que no hay reconciliación porque

Era el momento de las cosas secas
de la espiga en el ojo y el gato laminado;
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho

Nueva York tiene una arquitectura angustiosa, sobre todo para aquellos que vienen de África, para ellos, los negros, la gran ciudad se convertirá en su tumba. En Danza de la muerte, las imágenes simbólicas entroncan con el surrealismo por el onirismo que desprenden «Era una gran reunión de los animales muertos / traspasados por las espadas de la luz». El colorido modernista se adapta con tintes surrealistas a la gran ciudad y a los negros, que sólo «Aman el azul desierto, / las vacilantes expresiones bovinas» y «odian […] el pañuelo exacto de la despedida».

Todos aquellos diferentes a la norma lo pasarán mal en Nueva York, y Lorca denuncia esta desigualdad entre razas y barrios porque, en su afán de vivir en un lugar ideal no recuerdan su felicidad

De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres

se han acostumbrado a ser como animales por eso sólo danzan, intentando olvidar, como el resto de desarraigados

Pero no son los muertos los que bailan
[…]
Son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos
[…]
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta

En general, Nueva York es la ciudad de la confusión, a veces ni se distingue el cielo de la tierra, la población lo abarca todo, desde subterráneos hasta el cielo, con sus rascacielos, y sin embargo la gente está sola, de ahí que el propio poetas eche en falta aquello que ha perdido, porque ahora es plenamente consciente de su nuevo yo, y esa angustia, remarcada por la repetición de un verso (hiperbólico incluso en la grafía), no deja tener perspectiva de futuro.

En Paisaje de la multitud que vomita, Lorca se siente plenamente identificado con el sufrimiento y el pesimismo consecuente:

LA MUJER GORDA venía delante
arrancando las raíces
La mujer gorda
que vuelve del revés los pulpos agonizantes
La mujer gorda, enemiga de la luna
[…]
Son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora
los que nos empujan la garganta
[…]
¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!
Esa mirada fue mía pero ya no es mía
[…]
Pero la mujer gorda seguía delante

En Poeta en Nueva York hay un desconcierto presente entre la alegría y el dolor por la soledad de los hombres, de tantos hombres juntos

Se quedaron solos
[…]
Se quedaron solas
[…]
Se quedaron solos y solas
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes

Esta soledad interior es la responsable de la deshumanización del hombre blanco

…en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros…
No importa que el niño calle cuando le claven el último alfiler

y del desamparo de las personas, enfatizado por gradaciones que dejan al descubierto la impotencia real de los más débiles, los que no se ajustan al orden estructurado de ese nuevo mundo.

Estaban uno, cien, mil marineros
luchando con el mundo de las agudas velocidades
sin enterarse de que el mundo
estaba solo por el cielo

Nada tiene sentido en un mundo prostituido por las fuertes diferencias, agudizadas en paradojas hiperbólicas que resaltan las antítesis

Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,
campos libres donde silban mansas cobras de alambradas.
[…]
para que venga la luz desmedida
que temen los ricos detrás de sus lupas

Nada tiene sentido porque no hay sueños en Nueva York, no hay luz, ni pájaros a causa de la industrialización; las ansias de poder se ceban con los desprotegidos

y son siempre muchachas heridas
antes de que los jueces levanten la tela

por eso aparecen las ansias de venganza aunque estén calladas por la noche

No hay dolor en la voz. Solo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el fuego

A pesar de la anadiplosis que refuerza el ansia de venganza, el pesimismo es absoluto, sólo se queda en las ganas porque el dolor del día sube al cielo buscando belleza, nadie recibe con esperanza la mañana, ni los niños abandonados, que no quieren dinero, ni los adultos abocados a un trabajo inútil, porque no hay luz para los pobres, sólo sobreviven al dolor como recién salidas de un naufragio de sangre.

En este desajuste se instalan los sentimientos del autor, en un paralelismo que iguala amor, verdad y dolor; su dolorido estado de ánimo hace que quiera llorar, y sobre todo, ser libre de amar aunque sea escondido, mi amor humano / en el rincón más oscuro…, quiere volver a su paraíso onírico sexual donde Adán fecunda peces deslumbrados, por eso apela a la sensualidad Dejarme pasar, hombrecillos de los cuervos, / al bosque de los desperezos / y los alegrísimos saltos.

La inocencia desaparece en Poeta en Nueva York, las imágenes surrealistas oprimen y eliminan la pureza del amor, y resaltan el vacío de erotismo, el daño, la falta de libertad y la muerte. En este sentido se alinea con Withman en su lucha por la extinción de cualquier tipo de esclavitud

y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga

Un reino del que él parece no poder disfrutar, pues un halo de muerte premonitoria envuelve sus poemas

El Sueño y la Muerte me estaban buscando

Para finalmente poder liberarse de sus prejuicios y su sexualidad reprimida en la muerte

Tropiezo vacilante por la dura eternidad fija
y amor al fin sin alba. Amor. ¡Amor visible!

El objetivo de Lorca fue remover conciencias, si las imágenes simbólicas y surrealistas son constantes en un afán de venganza a los oprimidos, cuando expone sus deseos en Grito hacia Roma, es bastante claro

porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos


2 comentarios:

  1. ¡Sensacional! Nos alegramos mucho de que lo hayas disfrutado, y te haya ayudado a conocer un poco mejor a uno de los más grandes poetas de la historia. No sé si sería reconocido como surrealista por Buñuel o Dalí, pero, sin tenerlo ni la mitad de fácil que ellos, fue capaz de conquistar la tierra y los sueños como ningún discípulo de Breton lo ha hecho.

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    1. Totalmente de acuerdo. Pero también he descubierto a un ilustrador genial. ¡Gracias!

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