No
se puede decir tanto en tan poco espacio y Björn Blanca van Goch lo hace. Breve
ensayo sobre el exterminio de las flores es un canto a todos aquellos
que han soportado los embates de la maldad humana, especialmente el pueblo
judío. Un homenaje a los más débiles que por diversas circunstancias han
sufrido, individualmente y como pueblo, acciones intensamente dañinas repetidas
en el tiempo; repetidas porque quienes las infligían los consideraban
prescindibles.
Hay
que leer este poemario para ponernos en el lugar del agredido: no hay nadie
irrelevante, nadie es accesorio; hasta la flor más débil, más pequeña, cumple
su función y es bella. Todas lo son. Y, lo más importante: no son destructibles
porque siempre nacerán otras.
Para
entender esto hemos de hacer lo que el autor: mirar en nuestro interior, ahí
donde residen los miedos, las frustraciones; enfrentarnos a ellos, asimilarlos
hasta entender que no tienen sentido. Solo así podremos dejar de justificar
aquellas acciones que atentan contra el otro y, por tanto, contra la propia
sociedad en la que vivimos.
Breve ensayo sobre
el exterminio de las flores está dividido en cuatro partes: Arbeit macht Frei, Vegetabilia, Líquidos y
liquidaciones y Locus amoenus. En
la primera parte Björn iguala el hombre a la naturaleza, los campos de
exterminio son campos de flores y cada una de ellas un hombre judío. A pesar de
ser arrastradas cuando ya no tienen vida, las flores, el pueblo judío, siguen
luchando para permanecer «plantados en la
tierra» (Tempestad).
El poeta consigue crear cierta tensión cuando descubre los sentimientos que despertaron esos campos, donde el trabajo no iba a ser una liberación para los hombres allí apresados. Para vergüenza de la humanidad, Blanca van Goch nos recuerda las matanzas a sangre fría con versos anafóricos que inciden en el odio sufrido, la angustia, el dolor, la tristeza, la tortura. Algo que podría haber sido evitado con la conexión necesaria para percibir los sentimientos del agredido
Siempre
habría sido posible
sentir
la primavera
(פרילינג)
Vegetabilia
dota al pueblo judío de una cualidad natural: que tiene la posibilidad de
crecer. Como cualquier vegetal que, además, a pesar de ser marcado como infame
con el estigma de la tortura, posee el estigma de las flores «un símbolo de vida».
El
pueblo judío, aun martirizado, permanece embellecido y poetizado, en los versos
libres de Björn, con el refuerzo de la derivación:
Flores
con
el alma
a
flor de piel
(Saberes)
Como
algo sagrado, estos tres versos conforman uno solo. En este verso, roto, las
flores forman parte del ser humano; el alma permanece encerrada en la materia
para ser junto a ella un mismo cuerpo; constituye la esencia, el centro del ser
donde la muerte, como concepto, desaparece y solo queda la noción de morir,
cuando el cuerpo trasciende lo material para que sea el alma la que perviva «…más allá / de la última frontera» (Riego).
En
realidad, tanta barbarie no puede ser aceptada sino desde lo más íntimo, desde
lo espiritual; sólo la palabra es capaz de cambiar esa crueldad. Y el poeta es
un maestro de la palabra, por eso suprime las que no quiere, en Paisaje bucólico, hasta conformar
otra verdad
Respirar
aquel aire de las cámaras
era
suficiente para elevar el alma
Formalmente,
el verso elidido (arriba) sugiere en la mente del lector lo contrario de lo
expresado en el último: el alma se eleva cuando ha quedado aplastado el cuerpo
inocente.
Los
cuerpos más inocentes permiten que sus almas sencillas florezcan con más
energía, por eso los niños de Reino
vegetal son declarados «…los reyes
/ de aquella monarquía».
El
pueblo judío toma la fuerza que aporta la aliteración de la vibrante múltiple
para apoderarse de raíces que lo dejan bajo tierra, mientras nos descubre una
imagen renacentista de sí mismo como árbol enraizado al cielo que aspira a la
eternidad; el cuerpo muerto no importa, porque si ha sido bello y luminoso será
eterno
Las flores —sin colores—
brillan como las estrellas
(Sin color)
Esas
flores, cada una diferente a la otra, consideradas como ramo para cometer uno
de los peores genocidios, quedarán secas y esparcidas por la tierra, por eso la
palabra de Blanca van Goch pasa del verso libre a la prosa cuando no encuentra
belleza en el hecho ocurrido, hasta que, de nuevo, el pueblo judío resurge con
cierto lirismo afligido, con el que nuestro ánimo se hunde
Es imposible… imposible cargar
con el peso de la tristeza de ese ramo
(Taxonomía Linneana)
Hay
tristeza en los poemas, pero las imágenes sugestivas y las metáforas
sinestésicas viven en los versos para convertir los rostros de ese pueblo
lacerado en símbolo de pureza y amor
un
poema sobre alambradas
que
son rosales
llenos
de rosas
(Espinas
y espinos)
¿Puede
un mismo elemento ser fuente de vida y destrucción? En Líquidos y liquidaciones la pluma de Björn se desliza
implacable para dibujar palabras; a veces basta repetir un verso suprimiendo
las comas para que el significado se ajuste a la libertad que anuncia la forma;
otras, el apoyo de la rima iguala la vida a la poesía, el agua al renacer tras
la destrucción, más evidente, si cabe, al ver el último verso quebrado: «lirismo-bautismo», «transparente-fuente»,
en
esos campos fuiste solo
abismo
(Agua)
Los
poemas tienen finales impactantes que en ocasiones resumen, con pareados anafóricos,
el contraste implacable de los antónimos, unidos para conformar un todo «Obra viva y obra muerta» (Línea de flotación).
Otras
veces, los versos van desapareciendo, con ayuda de síncopas «sufri
ento», omisiones completas o apócopes, «quebr », para poner de
manifiesto cómo fueron siendo vaciados los seres humanos.
En Cortar de raíz nuestro poeta
malagueño-holandés expone la denuncia más efectiva de ese genocidio al
sacralizar su recuerdo mediante un anatema de carácter científico
otra
cosa es
que
te gaseen en masa
con
pesticida Zyklon B
(Cortar
de raíz)
Un
genocidio que supuso tronchar millones de vidas antes de completarse, por eso
Björn en La siega corta el
soneto por la mitad y deja solo las dos primeras estrofas. El poema es el
propio pueblo judío, cercenado.
En Locus amoenus, la muerte de los
judíos queda inmortalizada con la sustantivación de una forma no personal. El
paso del tiempo, tan usual en la poesía del siglo XVII, y el desengaño
metafísico de Quevedo reviven en nuestra memoria cuando leemos
Nací.
Mi
muerte es gerundio
desde
entonces.
Pero
el pesimismo barroco queda relegado cuando Blanca van Goch se muestra vengativo
en Hoja por hoja con aquellas
palabras que le quitan el sueño, mientras él aspira a la quietud en Florecer.
Sin embargo, todos agradecemos que no deje de escribir, porque leyendo a Björn pensamos mejor, reflexionamos mejor e intentamos ser mejores personas.
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