Que ningún niño sea invisible
Que los fantasmas acudan
a su mente para hacerlo reír
Que le digan caricias sonrosadas
Que lo acunen en la brisa
de la mañana
Que lo paseen por el cielo
en el tobogán de sabor añil
Que a su voz cantarina comparezcan
monstruos divertidos con
largas cadenas de regaliz
Que aprenda junto a otros niños
las letras del alfabeto
Que hagan la o muy abierta y
quepa todo el firmamento. Infinito
Infinito cariño
Saber infinito
Eterno beso
Estos
son los sentimientos que despierta cualquier niño, y a nuestra mente acuden
beatíficos para alegrarnos la vida y hacernos sentir mejores.
Pero…
Dejemos lo idílico ficticio a un lado; no nos olvidemos del pequeño monstruito
que todos llevan dentro; oculto para salir de cualquier lugar de la casa donde
repose tranquilo un balón, de cualquier rincón del patio en el que sobresalgan
las coletas recién hechas de la hermana pequeña, de ese mueble que pide a
gritos ser escalado hasta lo más alto, de esa tienda en donde las chuches se
alinean eficientes para ser devoradas por colores.
Monstruitos
que, tras una sonrisa, vuelven a ser ángeles.
Flavia Zorrilla Drago conoce a los niños, por lo que, en un
texto rebosante de encanto y sencillez expone las inquietudes de su
protagonista, un fantasma que por su excesiva timidez se ve privado de la
compañía de los demás. El miedo a ser rechazado, quizás, hace que Gustavo,
el fantasma tímido no pueda relacionarse con los demás monstruos. A
Gustavo le gustaría disfrutar de forma monstruosa. ¿Y cómo son los monstruitos
del cuento? Flavia Z. Drago nos los descubre: revoltosos, divertidos, capaces
de comportarse como un batallón con los amigos y desvalidos, tanto que pueden retener
toda la tristeza del mundo cuando se sienten solos.
Recordemos,
con la historia de Gustavo, ahora que se acerca Halloween, a esos monstruitos que nos rodean capaces de derretirnos
el corazón. Los niños se van a divertir con este libro de Edelvives pues, estimulados por estos personajes y las acciones que realizan,
pueden descubrir un nuevo disfraz favorito para esta fecha que, por supuesto, también
les servirá para disfrutar en cualquier otra ocasión.
Es
un cuento maravilloso en el que el protagonista, Gustavo, es el héroe sin
saberlo, ya que se atreve a vencer sus miedos, al afrontar una situación que lo
agobiaba. Decide mostrarse tal como es y eso gusta a los demás. A veces imaginamos problemas donde no los hay. En realidad la
historia da mucho de sí, ya que una vez que conocemos la trama podemos
representarla siguiendo al pie de la letra lo que ha escrito la autora o
adaptándola a otras preocupaciones que puedan presentarse a los niños. El caso es que ninguno se sienta solo. Este es el mensaje que Drago nos da en su cuento, tanto al narrar como en sus ilustraciones. Las imágenes son totalmente
enriquecedoras pues aportan detalles adicionales al texto escrito, incluso por sí
solas añaden mensajes, consiguiendo una comunicación evidente y efectiva con
los más pequeños.
Los
que aún no saben leer seguirán, a través de las imágenes de la ilustradora, el
hilo de la historia sin ningún problema. Además, como Gustavo adopta diferentes
formas, la maleabilidad de los fantasmas es por todos conocida, el niño
estimula a su vez la capacidad de atención, pues debe encontrarlo en cada
página camuflado con el entorno. En realidad los dibujos son fabulosos,
expresivos y capaces no solo de alentar la imaginación sino también de crear
lazos entre los niños; es lo bueno de ser monstruos, todos son diferentes, así
que los fantasmas conviven con Frankenstein, el hombre lobo, el invisible, la
momia, el vampiro, el esqueleto… no hay iguales. Y conviven. Otro bello mensaje
para razonar con los niños.
En
la vida real es muy difícil vencer la timidez por eso Flavia Drago anima a los
pequeños a que compartan sus experiencias con los otros, para que los demás
puedan conocerlos, para que desde la guardería disfruten de amigos, valoren
después la amistad y tengan más posibilidades de crecer sin contratiempos.
Agradezco
cualquier libro que leo, al autor por escribirlo y mostrarme su punto de vista
sobre infinidad de asuntos. Y a quien lo regala —cuando es el caso— porque me
ofrece su amistad.
Los
dos niños que más quiero, Darío y Carlota me trajeron este cuento de la Feria
del Libro. El caso es que venía dedicado por el “nomo Roco” y me quedé algo
descolocada pues de todos es sabido que los Gnomos vienen a casa el 24 de
diciembre al mediodía ¿Será que han decidido hacer incursiones por su cuenta?
En fin, leí el cuento con ellos y la poesía que encabeza esta reseña es el
resumen de lo que siento.
Gracias,
un día más, Darío.
Gracias, un día más, Carlota.
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