miércoles, 18 de marzo de 2020

EL FRÍO DE LA MUERTE



Acabo de leer una novela que me ha desconcertado porque no estoy acostumbrada a la ciencia ficción, y lo poco que he leído de este género transcurría en un espacio inusual, es decir, desde el principio somos conscientes de que se trata de algo fantástico; sin embargo, El frío de la muerte es otra entrega del detective Charlie Parker, hombre duro donde los haya, con un pasado que lo marca constantemente con el dolor. La pérdida de su mujer y su hija Jennifer, en entregas anteriores, pudo haberlo llevado a una especie de superstición religiosa que actúa a modo de bálsamo para que su mente pueda descansar, por ello Parker intenta ahora comunicarse con la chica para protegerla en su mundo desconocido, ya que no lo hizo en éste, «siempre dejaba una lámpara encendida […] para que Jennifer, su difunta hija, pudiera ver en la oscuridad». Son actos que probablemente todos haríamos para paliar la soledad que nos dejan los seres queridos cuando mueren. Lo raro es que, de la manera más normal, nos enteramos de que Jennifer vela por él, y Sam, su segunda hija, viva, fruto de su relación —rota— con Rachel, también.

Sam tiene el poder de ver muertos, entre ellos a los Hombres Huecos, los Hermanos y, por supuesto a su hermanastra Jennifer, con quien se comunica

ella te ama
los dos te aman
ella solo quiere que estés a salvo
—Estoy más segura con él y él conmigo
ella no lo sabe
—Podría obligarla a hacer lo que yo quiera
Jennifer no contestó inmediatamente a eso

Pues esta unión natural de los dos mundos es lo que ha hecho que en un principio me desorientase. Quería encontrar significados metafóricos a lo que estaba leyendo; no los hay, o Jonh Connolly no pretende que creamos eso. De forma magistral traza una trama fantástica en la que una saga familiar del siglo XIX, los Hermanos, cometió los crímenes y fechorías más atroces imaginadas hasta que fueron cercados, tiroteados y quemados durante el asalto a Capstead. El miedo a una vida eterna sufriendo las llamas del infierno llevó a Peter Magus, el patriarca, a hacer un pacto con Beliel, uno de los ángeles caídos, el más peligroso por lo traicionero de su comportamiento. Beliel impedirá su entrada en el infierno, los dejará vagando por la tierra como fantasmas, a ellos y a todos sus descendientes (una vez mueran) a cambio de que sigan sembrando el mal en vida. Y en eso están sin saber que el ángel demoníaco, ahora, en el siglo XXI, se ha cansado del pacto y contrata a los Hombres Huecos para que liquiden a todos los Hermanos.

De esta forma todos se mezclan en un espacio inquietante. Asesinos que, antes o después reciben su castigo en forma de venganza. Charlie Parker es contratado por Ross, un agente del FBI para que busque a Eklund, otro investigador asalariado por él, del que hace días que no sabe nada. Sin más información, Parker, acompañado por Angel y Louis, sus dos inseparables amigos, siguen los pasos de Eklund para ir descubriendo una cadena de asesinatos en la que nadie queda a salvo.

El otro núcleo del argumento es el formado por el difunto mafioso Webb, temido hasta por la policía, que sin embargo se arrepiente en su lecho de muerte pues intuye que la masacre de la familia de su hermano tiene algo que ver con la venganza de los Hermanos, y pretende redimirse. Madre, su mujer, será la encargada de destruir todos los negocios. El problema es que Phillip, el hijo no querido de Webb, está decidido, pese a su incompetencia, a continuar con ellos, para lo que no duda en matar a su madre llegado el caso.

Estos tres focos problemáticos, la familia, los Hermanos y Madre, son los que Parker lleva entre manos a la vez, ayudado también por su abogado Moxie, que le va cubriendo las espaldas, y por los propios asesinos que, sin saberlo, le allanan el camino.

Phillip mata a su padre, Webb, en el lecho de muerte, luego será mandado asesinar por Madre. El detective Eklund mata a Claudia Samsun, para ser torturado después por Sally (a quien después matará Kirk), y asesinado por Richard, un Hermano asesinado a su vez por la mujer de Thayer, quien muere ayudado por uno de los fantasmas. Routh, capaz de comunicarse con los Hermanos, mata a la china Yunai, y el Coleccionista, Hombre Hueco, lo mata a él. Kirk muere a manos de la policía, así como Summer, otro Hermano que recibe su castigo por la cobardía mostrada.

Está claro que en El frío de la muerte, Charlie Parker tiene un cometido, destruir el mundo paralelo que se ha creado, algo que logra en siete partes para descansar al final. El autor consigue estructuralmente una historia cerrada. En esas siete partes en las que está dividida la novela el relato policial se engloba en el fantástico y quedan tan unidos que el lector no tiene ninguna duda de que todo ocurre en la realidad. Los Hermanos se mueven en ambos mundos, el real y el maravilloso, donde la incertidumbre queda despejada con leyes que no pertenecen a lo conocido. La función de los Hombres Huecos es introducir lo fantástico en lo real. Por otro lado hay Hermanos fantasmas que tienen voluntad propia, como Eleanor, la hija de Magus que nos lleva al pasado cuando le interesa. Pero ninguno quiere una redención, son personajes disfuncionales que no acomodan su vida a las normas morales de la sociedad, «Después de matar siempre sentía la necesidad de sumirse en el olvido. No sabía por qué».

En cuanto al estilo hay dos técnicas fundamentales que consiguen un ritmo rápido en la lectura, el tratamiento del humor y la continua tensión en la narración. Las informaciones catafóricas fomentan esta tensión; aunque parezca que eliminan la sorpresa posterior, no se extienden demasiado en la descripción, funcionan a modo de título de lo que más tarde se desarrollará por completo, por lo que al aparecer ante el lector aumentan su incertidumbre «Y la muerte entró con ella». Asimismo los comienzos del capítulo se benefician de avisos importantes a medio aclarar para que deseemos seguir leyendo «Tobey Thayer tenía un don».

Las oraciones cortas anulan la función del narrador omnisciente al mezclarse con el pensamiento del personaje, de esta forma el objetivo general de la información se hace eco del interior del protagonista, logrando un movimiento tensional derivado de la transparencia con la que aparece lo que de verdad desea

…aliviando su incomodidad
Durante un rato.
Llamó de nuevo a Eklund. Nada.
Absolutamente nada.

Cuando algo inesperado se introduce en la rutina consigue despertar emociones inminentes, la inquietud crece aún más no solo con lo que se cuenta sino cómo se cuenta; por eso al leer «Estaba a punto de abrir la puerta del coche cuando vio a la chica muerta en la calle» se produce en el lector una ansiedad propia de la sorpresa, aumentada con la utilización del artículo determinado para nominar a un personaje nuevo que, sin embargo, es conocido por el otro personaje.

Esta tensión inmediata a lo inesperado se relaja de forma constante mediante el humor. La acumulación de dolencias es síntoma de un final aciago, sin embargo cuando las expectativas de quien las padece son totalmente antagónicas realzan la gracia de lo narrado «—hipotermia, hipotensión, hipervolemia, elevada viscosidad en la sangre—, ninguno de los cuales suponía gran ventaja para el cuerpo humano, ni para sus perspectivas de inmortalidad».

El humor basado en la historia consigue que nos riamos al colocar la ocurrencia fuera del contexto narrativo «es la idea más cojonuda que se le ha ocurrido a alguien desde que, no sé, desde que a Colón le dio por comprarse un barco». Las comparaciones obvias nos alejan, mediante la sonrisa, de las situaciones peligrosas, al menos durante el momento en que las disfrutamos

—Me parece que le gustas –dijo Ángel
—Visto que las otras opciones sois vosotros y el tipo siniestro de oscuro que está allí, eso no quiere decir gran cosa

También los sentimientos de cariño consiguen que aflore una sonrisa

—Errante –dijo Louis– El halcón nómada. Me gusta.
A veces, pensó Parker, Louis mostraba inquietantes signos de humanidad

Y, por supuesto, el sarcasmo dirigido hacia determinadas profesiones no valoradas por todos de la misma manera, es motivo de expresiones humorísticas «—Podría buscarme otra profesión, supongo. No descarto la de psicólogo infantil, aunque mi propensión natural es intentar resolver problemas».

La mezcla de negocios y religión es motivo de metáforas ingeniosas, también las acciones torpes en un contexto criminal. Situaciones que, unidas a contrastes absolutos entre horror y humor aportan a la penúltima entrega del detective de Connolly, tintes de novela negra gráfica en la que no desentonaría alguna viñeta en blanco y negro. «La pared, por encima de su cabeza, estaba salpicada de orificios de bala, y había un hombre muerto tendido sobre un charco de sangre que seguía extendiéndose. —¿Ves? –le dijo a Louis– Por eso no podemos tener cosas bonitas en casa».

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