Acabo
de leer una novela que me ha desconcertado porque no estoy acostumbrada a la
ciencia ficción, y lo poco que he leído de este género transcurría en un
espacio inusual, es decir, desde el principio somos conscientes de que se trata
de algo fantástico; sin embargo, El frío de la muerte es otra entrega
del detective Charlie Parker, hombre duro donde los haya, con un pasado que lo
marca constantemente con el dolor. La pérdida de su mujer y su hija Jennifer,
en entregas anteriores, pudo haberlo llevado a una especie de superstición
religiosa que actúa a modo de bálsamo para que su mente pueda descansar, por
ello Parker intenta ahora comunicarse con la chica para protegerla en su mundo
desconocido, ya que no lo hizo en éste, «siempre
dejaba una lámpara encendida […] para que Jennifer, su difunta hija, pudiera
ver en la oscuridad». Son actos que probablemente todos haríamos para
paliar la soledad que nos dejan los seres queridos cuando mueren. Lo raro es
que, de la manera más normal, nos enteramos de que Jennifer vela por él, y Sam,
su segunda hija, viva, fruto de su relación —rota— con Rachel, también.
Sam
tiene el poder de ver muertos, entre ellos a los Hombres Huecos, los Hermanos
y, por supuesto a su hermanastra Jennifer, con quien se comunica
ella
te ama
los
dos te aman
ella
solo quiere que estés a salvo
—Estoy
más segura con él y él conmigo
ella
no lo sabe
—Podría
obligarla a hacer lo que yo quiera
Jennifer
no contestó inmediatamente a eso
Pues
esta unión natural de los dos mundos es lo que ha hecho que en un principio me
desorientase. Quería encontrar significados metafóricos a lo que estaba
leyendo; no los hay, o Jonh Connolly
no pretende que creamos eso. De forma magistral traza una trama fantástica en
la que una saga familiar del siglo XIX, los Hermanos, cometió los crímenes y
fechorías más atroces imaginadas hasta que fueron cercados, tiroteados y
quemados durante el asalto a Capstead. El miedo a una vida eterna sufriendo las
llamas del infierno llevó a Peter Magus, el patriarca, a hacer un pacto con
Beliel, uno de los ángeles caídos, el más peligroso por lo traicionero de su
comportamiento. Beliel impedirá su entrada en el infierno, los dejará vagando
por la tierra como fantasmas, a ellos y a todos sus descendientes (una vez
mueran) a cambio de que sigan sembrando el mal en vida. Y en eso están sin
saber que el ángel demoníaco, ahora, en el siglo XXI, se ha cansado del pacto y
contrata a los Hombres Huecos para que liquiden a todos los Hermanos.
De
esta forma todos se mezclan en un espacio inquietante. Asesinos que, antes o
después reciben su castigo en forma de venganza. Charlie Parker es contratado
por Ross, un agente del FBI para que busque a Eklund, otro investigador asalariado
por él, del que hace días que no sabe nada. Sin más información, Parker,
acompañado por Angel y Louis, sus dos inseparables amigos, siguen los pasos de
Eklund para ir descubriendo una cadena de asesinatos en la que nadie queda a
salvo.
El
otro núcleo del argumento es el formado por el difunto mafioso Webb, temido
hasta por la policía, que sin embargo se arrepiente en su lecho de muerte pues
intuye que la masacre de la familia de su hermano tiene algo que ver con la
venganza de los Hermanos, y pretende redimirse. Madre, su mujer, será la
encargada de destruir todos los negocios. El problema es que Phillip, el hijo
no querido de Webb, está decidido, pese a su incompetencia, a continuar con
ellos, para lo que no duda en matar a su madre llegado el caso.
Estos
tres focos problemáticos, la familia, los Hermanos y Madre, son los que Parker
lleva entre manos a la vez, ayudado también por su abogado Moxie, que le va
cubriendo las espaldas, y por los propios asesinos que, sin saberlo, le allanan
el camino.
Phillip
mata a su padre, Webb, en el lecho de muerte, luego será mandado asesinar por
Madre. El detective Eklund mata a Claudia Samsun, para ser torturado después
por Sally (a quien después matará Kirk), y asesinado por Richard, un Hermano
asesinado a su vez por la mujer de Thayer, quien muere ayudado por uno de los
fantasmas. Routh, capaz de comunicarse con los Hermanos, mata a la china Yunai,
y el Coleccionista, Hombre Hueco, lo mata a él. Kirk muere a manos de la
policía, así como Summer, otro Hermano que recibe su castigo por la cobardía
mostrada.
Está
claro que en El frío de la muerte,
Charlie Parker tiene un cometido, destruir el mundo paralelo que se ha creado,
algo que logra en siete partes para descansar al final. El autor consigue
estructuralmente una historia cerrada. En esas siete partes en las que está
dividida la novela el relato policial se engloba en el fantástico y quedan tan
unidos que el lector no tiene ninguna duda de que todo ocurre en la realidad.
Los Hermanos se mueven en ambos mundos, el real y el maravilloso, donde la
incertidumbre queda despejada con leyes que no pertenecen a lo conocido. La
función de los Hombres Huecos es introducir lo fantástico en lo real. Por otro
lado hay Hermanos fantasmas que tienen voluntad propia, como Eleanor, la hija
de Magus que nos lleva al pasado cuando le interesa. Pero ninguno quiere una
redención, son personajes disfuncionales que no acomodan su vida a las normas
morales de la sociedad, «Después de matar
siempre sentía la necesidad de sumirse en el olvido. No sabía por qué».
En
cuanto al estilo hay dos técnicas fundamentales que consiguen un ritmo rápido
en la lectura, el tratamiento del humor y la continua tensión en la narración.
Las informaciones catafóricas fomentan esta tensión; aunque parezca que
eliminan la sorpresa posterior, no se extienden demasiado en la descripción,
funcionan a modo de título de lo que más tarde se desarrollará por completo,
por lo que al aparecer ante el lector aumentan su incertidumbre «Y la muerte entró con ella». Asimismo
los comienzos del capítulo se benefician de avisos importantes a medio aclarar
para que deseemos seguir leyendo «Tobey
Thayer tenía un don».
Las
oraciones cortas anulan la función del narrador omnisciente al mezclarse con el
pensamiento del personaje, de esta forma el objetivo general de la información se
hace eco del interior del protagonista, logrando un movimiento tensional
derivado de la transparencia con la que aparece lo que de verdad desea
…aliviando
su incomodidad
Durante
un rato.
Llamó
de nuevo a Eklund. Nada.
Absolutamente
nada.
Cuando algo inesperado se introduce en
la rutina consigue despertar emociones inminentes, la inquietud crece aún más
no solo con lo que se cuenta sino cómo se cuenta; por eso al leer «Estaba a punto de abrir la puerta del coche
cuando vio a la chica muerta en la calle» se produce en el lector una
ansiedad propia de la sorpresa, aumentada con la utilización del artículo
determinado para nominar a un personaje nuevo que, sin embargo, es conocido por
el otro personaje.
Esta tensión inmediata a lo inesperado
se relaja de forma constante mediante el humor. La acumulación de dolencias es
síntoma de un final aciago, sin embargo cuando las expectativas de quien las padece
son totalmente antagónicas realzan la gracia de lo narrado «—hipotermia, hipotensión, hipervolemia, elevada viscosidad en la
sangre—, ninguno de los cuales suponía gran ventaja para el cuerpo humano, ni
para sus perspectivas de inmortalidad».
El humor basado en la historia
consigue que nos riamos al colocar la ocurrencia fuera del contexto narrativo «es la idea más cojonuda que se le ha
ocurrido a alguien desde que, no sé, desde que a Colón le dio por comprarse un
barco». Las comparaciones obvias nos alejan, mediante la sonrisa, de las
situaciones peligrosas, al menos durante el momento en que las disfrutamos
—Me
parece que le gustas –dijo Ángel
—Visto
que las otras opciones sois vosotros y el tipo siniestro de oscuro que está
allí, eso no quiere decir gran cosa
También los sentimientos de cariño
consiguen que aflore una sonrisa
—Errante
–dijo Louis– El halcón nómada. Me gusta.
A
veces, pensó Parker, Louis mostraba inquietantes signos de humanidad
Y, por supuesto, el sarcasmo dirigido
hacia determinadas profesiones no valoradas por todos de la misma manera, es
motivo de expresiones humorísticas «—Podría
buscarme otra profesión, supongo. No descarto la de psicólogo infantil, aunque
mi propensión natural es intentar resolver problemas».
La mezcla de negocios y religión es
motivo de metáforas ingeniosas, también las acciones torpes en un contexto
criminal. Situaciones que, unidas a contrastes absolutos entre horror y humor
aportan a la penúltima entrega del detective de Connolly, tintes de novela
negra gráfica en la que no desentonaría alguna viñeta en blanco y negro. «La pared, por encima de su cabeza, estaba
salpicada de orificios de bala, y había un hombre muerto tendido sobre un
charco de sangre que seguía extendiéndose. —¿Ves? –le dijo a Louis– Por eso no
podemos tener cosas bonitas en casa».
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