Obra
desenfadada, creo que demasiado bajo mi punto de vista porque al final no
sabemos si la intención de los autores, Javier Ambrossi y Javier Calvo, es que
el público admita que hay que dejarlo todo ante la llamada del primer amor,
estudios, familia, amigos y salir corriendo tras aquél en quien tenemos fe, nos
gusta o admiramos. Al menos a mí no me ha quedado claro, me parece que todo es demasiado
explícito, una mezcla, tópica por otro lado, de vocación religiosa,
arrobamiento súbito o capricho por alguien.
La
idea de ópera rock menor está bien. Dado que una de las grandes óperas rock de
todos los tiempos fue Jesucristo
Superstar —aun hoy se representa, cuarenta años después— es lógico estar
atraído por la mezcla morbosa religión-sexo.
Las
palabras metafóricas nos han impactado siempre, el «Amada en el Amado transformada» de San Juan de la Cruz ha dado
mucho de sí, pero claro, cuando a un campamento religioso acuden alumnas como
María, Susana, Fátima, Covadonga, Mariluz o Feli, las asociaciones están
inmersas en los tópicos y si las monjas encargadas de dirigir las actividades
de las niñas son Milagros y Bernarda, los chistes fáciles se ven venir desde el
principio «La música hace milagros,
Milagros».
El
caso es que el milagro consiste en que una adolescente siente la llamada de
Dios y en dos días lo deja todo y se va con él. A ver ¿estamos en la era de la
razón o en la de la fe medieval? Porque la otra cara es que hay un señor entrado
en años llamado Dios que atrae a las jovencitas para que suban a su guarida,
que es mucho peor, casi prefiero la entrega espiritual.
En
fin, no debo haberlo entendido, porque esta obra se ha llevado varios premios,
el de Teatro Musical 2014, el Libertad Teatro 2014, el Fotogramas de Plata
2013, Premio El País mejor espectáculo 2013… No sé, creo que intentamos que los
adolescentes acudan al teatro como sea, puede que esté bien, a modo de llamada,
para que se conviertan, con el tiempo en amantes del arte de Melpómene y Talía.
Pero
escribir teatro, creo, es una de las actividades artísticas más difíciles de
llevar a cabo, por lo fácil que parece. No es una sucesión de chistes —en el
caso de la comedia— sino que en un tiempo restringido los actores han de
representar una historia en la que los clímax delimiten los momentos de máxima
tensión para el espectador y siga, apasionado, el espectáculo. En los musicales
los diálogos (algunos) se sustituyen por bailes y cantos, pero en esta obra las
canciones, exceptuando las de Whitney Houston, son la burda expresión del
reguetón. ¿Regresamos a épocas pasadas? ¿Y la libertad de la mujer? ¿Y la
igualdad de Susana?
(Rapeando)
Cuatro
esquinitas tiene mi cama
cuatro
chulazos que me la guardan
cierro
los ojos, grito tu nombre,
si
bailas tan rico toda la noche
(De
repente en la escalera aparece Dios)
María.- Mueve la
cintura,
empieza
la locura
[…]
Papi
esto te va a gustar
Me
entrego al ritmo de la noche
Si
quieres me subo a tu coche.
A lo
mejor los autores no cayeron en la cuenta de que tanto Susana como María son
adolescentes, están en el instituto, y Dios «Es
un hombre maduro y atractivo que parece una estrella pop trasnochada».
A lo
mejor no cayeron en la cuenta pero al final María se va con Dios
(María
y Dios se abrazan.
Oscuro
final)
Y yo
sí caigo en la cuenta y pregunto que por qué una sociedad premia espectáculos
que representan lo que en la realidad se castiga. ¿Son las incongruencias del
ser humano? Puede, pero es inaudito, encima de que no hay nada que destacar
como texto literario, La llamada es una apología del
machismo.
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