Estamos
ante una obra novedosa en cuanto a la forma: Son cinco escenas separadas por
cinco intervenciones de un profesor que, basándose en el ensayo del historiador
económico italiano, Carlo María Cipolla comenta, apoyado en un Power Point, los
cinco casos de estupidez que se representan en las escenas. La idea es original
porque aúna dos tipos de representación, la teatral y la académica ya que el
profesor simplemente expone y razona dónde y por qué se han comportado de forma
ridícula o tonta los personajes que hemos visto antes. El caso es que esta
comedia adquiere tintes didácticos con
el profesor, pues es quien nos hace ver que hay más estúpidos de los que
pensamos; según Cipolla, un estúpido es aquél que con sus actos causa un daño a
otros o a sí mismo, por lo que pueden llegar a ser los más peligrosos.
La
escenografía de Gente estúpida, como viene siendo habitual en el teatro actual es muy sencilla,
dejando el peso principal de la representación en la fuerza con la que los
actores deben llegar al público: Unas sillas en la Escena I «Reunión de padres», otras sillas, esta
vez de hospital, para introducirnos en la Escena II «Quién tuviera 80 años»; un sofá en «Las redes del amor», una comisaría de policía en «No con mi hijo»; y a modo de cierre y
unión, una rotonda en la última escena cuyo protagonista es el mismo que en la
primera. De esta forma la obra queda unida formalmente, y a través del
contenido, pues Juanjo se encarga de demostrar que, en contra de lo previsto,
se puede ser cada día y en cada ocasión, un poco más imbécil, hasta el punto de
perjudicarnos muy seriamente, cuando la imbecilidad roza el engreimiento «Yo ya no me entero de nada porque hace
tiempo que perdí el conocimiento». En esta última escena los dos
personajes, Juanjo y Lola, escenifican a veces y otras cuentan al público lo
que les va pasando.
JUANJO (A público).- Voy hacia la
rotonda, meto la mano en el agua y saco mi teléfono completamente empapado. Lo
miro desolado. (A Lola) ¡¡Hija de puta!!
Así
pues estamos ante una obra innovadora en cuanto a la estructura, creo que el
punto cinematográfico de Daniela Frejoman tiene mucho que ver en esto, y es de aplaudir
porque ha resultado original, estimulante; el ritmo va in crescendo según se suceden las escenas, así como las
intervenciones del profesor disminuyen. Al final casi no tiene nada que decir.
El público se ha dado cuenta de lo ocurrido y probablemente se haya visto
identificado, en mayor o menor medida, con alguno de los personajes o
situaciones. Son las consecuencias de la vida moderna, el tener que tenerlo
todo cuando nos apetece, el estrés del día a día, el malcriar a los hijos hasta
el punto de lanzarlos con total tranquilidad al peligro:
ANDREW.- ¡Este país perfecto para
escoria de toda Europa! Vendéis venir aquí por dos duros, alcohol muy barato,
sexo free y vosotros provocáis niños tiren por balconing
o el
no valorar lo que tenemos, descuidarlo por el mero hecho de querer siempre algo
nuevo
MADRE (Off).- Escuchadme, no os
enfadéis, pero… Me voy porque quiero pasar el verano sola y tranquila… y porque
no puedo con vosotros, hijos míos.
Los
diálogos son bastante ágiles. El contraste entre citas reales del profesor y
chistes u obviedades de los personajes favorece la eficacia, «reflexión de Claude Chabrol, eminente
director de cine “la tontería es infinitamente más fascinante que la
inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la tontería, no”»
MARGA.- Es verdad, es una puta mierda.
ANTONIO.- ¿Ves? Me estás dando la
razón, vamos por buen camino.
MARGA.- No, no. Vamos por un camino
fatal.
El
vocabulario usual, de estilo coloquial, contribuye a aumentar el dinamismo y,
sobre todo, a retratarnos psicológicamente con pocas palabras pero con hechos
bastante usuales de la sociedad actual: robo, fraude, uso de drogas y alcohol,
estrés laboral por ambición económica o social… Todo aparece ante el espectador
como una vorágine que contrasta con la calma, los estudios y el razonamiento
del profesor… Si nos parásemos a reflexionar actuaríamos de otra manera. Los
gestos y movimientos están bastante marcados en las acotaciones, la mayoría
para guiar y orientar la escenificación; casi todas son descriptivas de
acciones «lee y le mira». Pero en
ocasiones aparece, a modo de aparte, alguna de autorreflexión del personaje «para sí misma» o para indicar que el
personaje no es necesario que entre a escena «off». En otras ocasiones las acotaciones marcan el tipo de gesto
conveniente ya sea emblemático «Hace
gesto de dinero», o emotivo «la mira
escandalizado».
También
intuimos, detrás de ciertas acotaciones «(Cortándola)»
determinados gestos ilustradores, pues acompañan la palabra que pronuncia el
personaje, enfatizándola e imponiendo un ritmo determinado en el diálogo, así
al cortar a la policía y decir Andrew «¡Yo
voté no Brexit!» puede acompañarse de un gesto brusco con las manos que dé
por finalizada la conversación (aunque en este caso no lo consiga).
Asimismo
Juanjo, posiblemente el más estúpido de todos, deberá acompañar sus palabras
con gestos adaptadores que recalquen su nerviosismo y pongan en duda lo que va
diciendo momentos antes o después de gesticular,
JUANJO.- ¡Yo no he robado nada, joder,
puta hostia ya!
MAESTRA.- ¡Sin tacos Juanjo!
JUANJO.- ¡Me cagüen la puta! ¡Me
cagüen la puta! (se da un golpe en la frente)
En
fin, obra totalmente expresiva, enérgica en la que la calma irónica narrativa
del profesor contrasta con la representación vertiginosa de las escenas para
acentuar la fuerza de éstas.
Un
acierto, no podía ser de otra manera, siendo su autora Licenciada en Psicología,
guionista de televisión y directora de cine. Y por supuesto, el hecho de que la
editorial sea Antígona es otro signo de buen teatro. Había comprado por correo
libros de esta editorial, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando, en el último
viaje a Madrid, para ver teatro, me encontré con el establecimiento, un local
pequeño, lleno de libros, tantos que me costó decidirme, desde los clásicos
hasta las últimas novedades, desde firmados por autores consagrados hasta por
noveles. Un paraíso. Los responsables, verdaderos profesionales, me aconsejaron
con una paciencia y amabilidad extraordinarias. Además me regalaron una obra hasta
ahora inédita de Lope de Vega (haré la crítica más adelante). Pues sí, merece
la pena pasarse por la calle Prim y entrar en este local. Para mí ya es una
visita obligada en los siguientes viajes.
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