viernes, 19 de abril de 2019

EL CAZADOR DE ESTILEMAS


  
En el Diccionario de términos filológicos, de Fernando Lázaro Carreter, aparece “estilema” como término para definir los rasgos constantes de un autor, de ahí que uno de los mejores periodistas españoles y que mejor conoce el idioma, use esta palabra para dar título a su primera novela.

He disfrutado mucho con sus ensayos sobre la utilización correcta del español; me divertí, incluso, con Defensa apasionada del idioma español, así que la novela El cazador de estilemas prometía; primero porque en el título aparecía un tema lingüístico y después porque era novela policíaca. La he leído durante un viaje; no es que me haya defraudado, pero creo que le falta bastante para considerarla una buena novela debido a que la profundidad psicológica requerida está casi ausente. Es cierto que la opinión que tenemos de los protagonistas principales puede cambiar, pero sólo porque ellos van contando lo que quieren, van dosificando la información de manera que sólo por ella, y no por los actos, el lector es capaz de saber cómo es cada uno. Y ya. Porque en El cazador de estilemas no cambia ningún personaje, es más, los metidos a detectives, un policía y un profesor, sólo a base de “destrozar” la imagen pública de algunos a quienes investigan van descubriendo los casos; ayudan teniendo en cuenta los estilemas de los sospechosos y esto es lo que conoce el lector porque el trabajo policial, definitivo para resolverlos, no queda expuesto. Eso sí, Alex Grijelmo consigue entretenernos, sacarnos una sonrisa, incluso hacernos reír en algún pasaje donde sale a la luz la forma de hablar o escribir de cada uno y cómo se puede deducir quién es quién por el estilo utilizado.

La estructura sigue la pauta de otras novelas cronísticas o de investigación, es decir los personajes se sientan ante un periodista, en este caso el propio Grijelmo, para que escriba un libro basado en una serie de sucesos curiosos que les han ocurrido. El periodista de la novela, que funciona como narratario, es el autor, así que el comisario Julio Contreras, el profesor de lengua Eulogio Pulido y la dueña de la empresa General Minera, Esther Jiménez le van contando, cada uno en su estilo y según cómo los percibió, los hechos que sucedieron durante una temporada imprecisa en la que a raíz de una muerte se dan dos asesinatos más y se mezclan otros casos en donde mediante anónimos se extorsiona a dos mujeres. Todo será posible deducirlo a través de los estilemas, según Eulogio Pulido, aunque en este caso el cazador quede cazado.

El profesor está arruinado; su pareja se ha llevado el dinero de la cuenta bancaria y lo ha dejado exclusivamente con las deudas, así que se ofrece al comisario Contreras para ayudarlo, previo pago, a descubrir asesinatos, extorsiones, o diferentes delitos basándose en los estilemas.

El primer caso no tarda en aparecer pues Esther Jiménez, hija del dueño de General Minera y amiga de Contreras, le pide que investigue por qué su padre ha dejado al morir todas las acciones de la empresa a un empleado, Remera, y no a ella. Efectivamente, por la forma de redactar el testamento, Pulido descubre que no fue el difunto quien lo elaboró. El problema es que lanzan la noticia demasiado pronto a los medios de comunicación y Remera queda hundido cuando él había hecho en realidad lo que le dijo el dueño, Anastasio Jiménez. Pero esto los lleva a descubrir tanto la extorsión de unos sindicalistas que se llevaban el dinero a Suiza, como la del propio Anastasio, que obraba de igual manera. Todo termina resuelto aunque tengamos la sensación de que no ha ocurrido nada, de que hay puntos que no se han tocado y otros están traídos a la fuerza al argumento para poder encajar.

Además, el «por-tu-propio-bien» de Eulogio no tiene sentido al principio, cuando se ofrece a Contreras. Aparece como una amenaza encubierta al comisario, pero éste, aunque se da cuenta, no le da mayor importancia, no le pregunta a Pulido por qué se lo dice, y tampoco tiene, al final, mayor trascendencia para el comisario; sí para el profesor, de ahí que quede como algo aleatorio, dicho solamente por azar.

También es demasiada casualidad que todos los trabajadores de la empresa de Esther, incluida ella, sean forofos de los crucigramas de La Vanguardia, pero si no se hubiese dado esta circunstancia no podrían haber resuelto el último anónimo relacionado con la General Minera.

El caso de acoso a una actriz es aún más increíble. Da la impresión que está puesto para repasar usos del español de América. Sin embargo es indudable que, en este repaso, disfrutamos mientras aprendemos sobre cómo se debe escribir, sobre giros del idioma o sobre determinadas muletillas propias del idiolecto de cada uno.

La manera de expresarse ante el periodista —futuro autor del libro— denota la cultura, incluso la forma de ser de los tres protagonistas

Mosquita muerta, pero a veces le salía un ordeno y mando que parecía una mosca de origen militar, a la altura de la cabra de la legión.

A toda situación perversa cabe encontrarle su vuelta […] Si establecemos veinte o treinta criterios sobre dos textos y analizamos cuál ha sido la elección concreta en cada uno de ellos, nos daremos cuenta de si los ha redactado la misma persona o no.

A su vez el propio lector va buscando peculiaridades, por mera curiosidad, para intentar encontrar una pista. Y aunque se pretenda una comparación, «otro personaje literario sí se da cuenta de estas cosas. Aparece en una obra que se titula Don de lenguas», en realidad no se consigue pues aunque Beatriz, una periodista creada por Rosa Ribas y Sabine Hofmann, también mantiene una relación con el policía investigador de una muerte, y también se basa en la lengua para ayudarlo, el ambiente asfixiante que se consigue en Don de lenguas no lo encontramos aquí.

Sí encontramos humor basado en el empleo de la paronomasia

—Sí, sí, al Pasapalabra
—Dadas sus tarifas, sería al Pagapalabra

Humor en la mala aplicación de tecnicismos, lo que denota una escasa cultura:

—¡Por los estiletes! —le respondí
—¿Los estiletes?
—Perdón, los estilemas. Los estilemas

Humor también en la confusión de términos al incluirlos en un mismo apartado lingüístico: «Todos tenemos monotemas y fonemas… y últimamente se ha descubierto en Suecia que también tenemos estilemas».

Humor en la concretización de abstracciones al utilizar una metáfora con sentido diferente al habitual: «El profesor llegó hecho un manojo de alegrías. De alegrías nerviosas».

Humor en los equívocos que se producen en el día a día con diversas asociaciones reales:

—Que ahora van en bañador y camiseta de tirantes.
—Yo a uno que vestía así le dije: “Qué, ¿Viene de jugar al baloncesto? ¿Y qué me contestó? […] que él no era tan alto.

En cuanto al registro de lenguaje encontramos desde muy culto «no me atreví a pedir razón de él» a expresiones en desuso «no se presagiaba nada bueno por estos pagos» o totalmente orales «y sanseacabó».

Hay sinónimos parciales con los que se aclara el concepto, también mediante el humor

—¡Es un tozudo!
—No, soy perseverante
—Para mí todo es lo mismo

Y, por supuesto, los antónimos son una buena fuente de sonrisas «Este profesor no entiende de estrategias. Se creía listo el muy imbécil, pero a mí me parecía muy torpe».

Hay chistes basados en el doble sentido de las palabras «seguiré investigando en su cuenta. Por cierto ¿por qué llamarán “cuenta” a eso de Twitter? […] porque van contando cosas»

Y explicaciones irónicas en el empleo abusivo de anglicismos «Power Point, lo llaman […] significa “toma de corriente”. Literalmente “punto de fuerza”. O sea, un vulgar enchufe».

Asimismo la rima consonante es motivo de risa incluso para quien la produce «En efecto, en efecto, Ester. Incorrecto, incorrecto». Y también lo es el doble objetivo que puede causar la diferente colocación del adjetivo «lo querrían los de la brigada criminal. O sea, no es que sea criminal la brigada, sino que investigan crímenes».

En fin, no profundiza en la corrupción policial o sindical, que podría, ni en el poder del dinero, que también podría, ni en la evasión de divisas, que debería… Todo queda, a pesar de las muertes, como una comedia en la que, de forma superficial, se cuenta un caso con el propósito de indagar en las posibilidades de nuestra lengua. Entretenida.

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