domingo, 28 de abril de 2019

LOS CRÍMENES DE ALICIA



Novela negra y extraña porque apenas aparece sangre; de hecho los asesinatos están expuestos como si pertenecieran a un mundo fantástico. Y sin embargo la tensión va aumentando en cada situación, en cada final de capítulo, en cada página.

…y su mano, al extenderme el papel, temblaba un poco […] L.C. learns from Mrs. Lidell that

No sólo los personajes quedan intrigados por el final de la frase, también el lector permanece atrapado en el misterio, sobre todo cuando G. realiza el estudio caligráfico y demuestra que «eran de la misma mano»; la autora del escrito era Menela Dodgson. De esta forma, siguiendo el orden de lo escrito nos integramos en las transformaciones y desviaciones del esquema original, en dilemas de tipo matemático o filosófico que pretenden explorar la mente, la de los personajes y la nuestra, hasta descubrir la lógica de hechos que parecían fantásticos. El conceder importancia a algo secundario hasta hacerle ocupar central de la investigación puede ser una influencia de Borges, al que alude también en alguna ocasión, indirectamente «Estoy encantado de saber que es argentino, porque fue gracias a su escritor que llegué a la Hermandad».

Novela de intriga en la que las incertidumbres se van almacenando para configurar un clima excéntrico, sospechoso desde cualquier punto de vista, aunque sea a través del humor «¿No podría tener una invitación especial para la reunión del viernes? ¿Una wild card ¿O hay algún ritual de iniciación sangriento o una prueba secreta de ingreso?».

Novela policíaca en donde el inspector Petersen, único policía que aparece, queda anulado ante la investigación lógica y matemática del profesor universitario Arthur Seldom, verdadero resolutor de los crímenes, «Apenas terminó de hablar nos dijo que se volvía a su oficina… para escribir u renuncia de inmediato».

La magia de Alicia en el país de las maravillas impregna el mundo y consigue mediante la literatura, la televisión, los ordenadores y la razón un nuevo realismo mágico, mucho más inquietante que el del Boom hispanoamericano de los 60

les ordenó luego que le seccionaran la cabeza e hicieran desaparecer para siempre el cuerpo

algo vino sobre mí como un payaso de resorte y hacia arriba fui como un cohete espacial

calambres masivos, vómito, una sensación de quemadura en la lengua y en el tórax […] siente que los ojos salen de sus órbitas y que la cabeza se agranda más y más, como si fuera a estallar

En este realismo mágico, algunos habitantes desaparecen, otros vuelan, y otros perciben crecer sus miembros de forma desmesurada, pero luego caen, aparecen donde no deben y sienten cómo se rompen por dentro antes de morir. Entre todos conforman un irrealismo lógico, en el que la imaginación consigue crear una realidad más dura que la propia ficción, donde el lector se enfrenta también, con certeza perturbadora, a un mundo que alberga lo imaginario y lo trágico como partes integrantes de un todo. Sólo hay que mirar desde el punto de vista correcto.

lo real es siempre una proyección, una huella de algo que caminó en otras dimensiones

Por otro lado, surgen en el relato dos grupos que en principio deberían velar por la amistad. Uno es la Hermandad de Lewis Carroll. Si tenemos en cuenta que hermandad viene del latín germanitas, cuyo significado es fraterno, esta asociación debería estar vinculada a la amistad entre un grupo de personas que se mueven por objetivos comunes, en este caso por el interés hacia Lewis Carroll. De hecho el grupo lo forman matemáticos, psiquiatras, psicólogos, profesores… y militares. Aquí es donde el poder que el Estado deposita en su servicio Secreto MI5 se exhibe con toda su magnificencia, y con total impunidad puede hacer desaparecer personas hasta eliminar su rastro y construir en el momento que quiere otra realidad. Pero Guillermo Martínez tiene el poder de revertir el mundo real, ilógico en su irrealismo lógico, por eso cuando G. se percata de que «un anciano encorvado salía en ese momento por entre las pequeñas columnas de piedra de la entrada […] Era Sir Ranelagh […] Tuve entonces un impulso repentino […] Admiré una vez más el trabajo virtuoso, impecable, de Leyton antes de sustituirlo por el papel verdadero. El universo tenía ahora un parche sobre otro parche, y lo auténtico quedaría siempre oculto como falso».

La acusación hacia este tipo de sociedades paralelas va implícita no sólo al referir las hermandades laicas sino también las religiosas; la hermana Rosaura forma parte de la rama metodista y da pie a que el profesor Seldom denuncie las actividades llevadas a cabo por este tipo de sectas que, amparándose en una doctrina y en los momentos de mayor debilidad del ser humano, se apropian de su voluntad hasta conseguir que cambien un razonamiento lógico por lo ilógico de la devoción; de esta forma el poder personal de decisión queda anulado, y desde el momento en el que abrazan la fe viven en la realidad que les presenta la religión.

Dos asociaciones peligrosas para el sentido común y en las que Seldom no termina de confiar. Por un lado, ante los crímenes sospecha de los integrantes de la hermandad. Por otro, huye de la hermana metodista y cree que, en el momento más voluble de Kristen, le hará daño.

Los crímenes de Alicia vuelve a traer al estudiante G, protagonista de Crímenes imperfectos que nos recuerda al propio autor, quien mezcla ficción y realidad al jugar, no solo con la persona del personaje «Como diría el poeta: no hay fuente más rumorosa que la palabra no dicha, ni libro más extenso que el que perdió una página», sino con el tiempo, pasado y presente, en un flashback que le permite introducir a su antiguo profesor, Arthur Seldom en su nuevo trabajo «inferir a partir de una imagen inmóvil […] una posible reconstrucción, un pasado probable». Entre los dos ejercerán nuevamente como investigadores experimentados ante una serie de crímenes cometidos alrededor de la Hermandad de Lewis Carroll, ocupada en sacar a la luz cualquier estudio de la vida y obra de este matemático, lógico, religioso, fotógrafo y escritor británico del siglo XIX.

Pero de todos es sabida la controversia que gira en torno al autor de Alicia, su integridad, el amor por las niñas a un paso de la pedofilia o viceversa, su pedofilia amparada en el candor que le evocaba la infancia. Así pues, y partiendo de la foto de una niña desnuda que recibe una becaria, Karen, unida al descubrimiento que ésta hace de una frase decisiva arrancada del diario de Carroll por su sobrina y apuntada por ella misma en un papel, comienzan a desencadenarse varios hechos que transformarán la vida de la pacífica hermandad.

Karen es atropellada pero no muere, el editor del libro de la becaria, que haría revisar estudios anteriores llevados a cabo por las eminencias expertas en Carroll, muere envenenado; al periodista encargado de difundir lo encontrado por Kristen en el papel, lo encuentran decapitado.

A raíz de estas muertes van saliendo intimidades, algunas no del todo éticas, de los miembros de la hermandad, hasta el punto de que el inspector Petersen sospecha de todos ellos. Finalmente será sólo la lógica de Arthur Seldom la que resuelva las muertes:

…en la vida real ocurre casi al revés, nadie cercano nos parece convincentemente criminal. La policía saca a la calle a un hombre esposado que enterró siete mujeres en su jardín, excavan los cadáveres uno tras otro y aun así, sus vecinos no lo creen del todo: era un hombre encantador, dicen, siempre nos saludaba y nos daba consejos de jardinería.

El humor sin estridencias salpica todas las páginas de Los crímenes de Alicia; la ironía ingeniosa es despiadada incluso si hay niños de por medio, aunque siempre se tenga en cuenta el comportamiento relacionado con la época, con el tiempo en el que ocurrieron los hechos, «Henry escribió un libro invalorable con la compilación de la correspondencia de Carroll con todas sus amigas niñas […] y también organizó el archivo de todas las fotos […] él nos dijo que había sido puro placer».

La unión de pasado y presente en el cronotopo cero de Bajtin es evidente en esta novela; fácilmente encontramos el espacio y el tiempo comprimidos y sólo visibles desde el punto de vista artístico «Todas aquellas caras parecían decir lo mismo, una y otra vez, en distintas épocas […] y cuál era el orden […] si miró con cuidado, habrá visto la verdad». La realidad queda transformada en el irrealismo novelado de Bajtin, del mismo modo, la lógica matemática de Guillermo Martínez distorsiona la fantasía del mundo en un realismo imaginario.

Asimismo aparece en la novela una crítica a la codicia de los editores, y de las personas en general, para quienes el dinero está por encima del altruismo, el arte o la cultura.

Los medios de comunicación de masas, prensa, internet, televisión o cine conforman a veces un mundo más real que la propia realidad, fruto de la globalización en la que EE.UU. ha envuelto al planeta. Así Seconds, la película que va a ver Kristen, se mezcla en su vida como presagio de lo que le ocurrirá a ella al ser absorbida por la hermana Rosaura, hasta llegar a plantearse una inquietante vida paralela.

El lenguaje matemático abunda en el misterio que envuelve la novela «¿…nuestro mínimo chispazo de la función Delta entre dos ceros eternos, favoreciera al menos la multiplicación de amores?».

Las metáforas de fantasía informática nos introducen en el ambiente escaso de sentimientos que rodea a los personajes, «el silbido asmático de los pequeños ventiladores internos, como si hubiera puesto a los gnomos acarreadores de bits a una tarea muscular titánica».

Y las comparaciones matemáticas ofrecen un punto de vista de irrealidad lógica al ser humano «Las arrugas de sus mejillas, como un campo vectorial, se reorientaron hacia arriba y algo de la mujer hermosa que sin duda habría sido estuvo a punto de aflorar».

Novela universal a pesar de estar plagada de los americanismos propios de un escritor argentino. Novela moderna que nos recuerda lo mejor de la estética del Boom hispanoamericano, pero lejos de la naturaleza americana, en los sótanos de una hermandad inglesa. Novela plagada de giros y novedades que conviven con las ideas de los clásicos. Perfecta.

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