lunes, 26 de noviembre de 2018

ANTÍGONA



A lo largo de la vida nos vamos encontrando con personas sabias, de las que aprendemos mucho, todos los días; no sólo conocimientos sino también a sobrellevar diferentes emociones. También vamos coincidiendo con gente buena que, sin ánimo de lucro dan lo que tienen, afecto, tiempo, saber, a los demás. Yo he tenido la suerte de conocer a José Antonio, no quiero poner su apellido porque sé que no le gustaría, pero él es sabio y bueno. Normalmente la vida no deja de poner dificultades a estas personas, pero como son inteligentes, saben solucionarlas a pesar del dolor y de la soledad experimentados. Pues bien, José Antonio, creo haberme referido a él aquí, en alguna ocasión, es un amigo, un buen amigo que, a pesar de no compartir una vida fuera del ámbito laboral, siempre me ha dado la ayuda que he necesitado. Espero haberle aportado algo, porque él me ha ayudado a ser mejor persona, más justa. Y ahora tengo que agradecerle un regalo, valiosísimo, la obra Antígona, según él su personaje preferido de la Antigüedad… ¡y el mío también! al menos uno de mis favoritos; de hecho cuando representamos Malas, me permití la licencia de añadir a Antígona, personaje que no aparece en la obra de Galindo Abellán, pero yo contaba con una actriz más que quería salir.

Sí, Antígona, como personaje denota fuerza, pasión, justicia, amor y una gran conciencia del vínculo fraternal. Antígona es un mito, es la representación del inconformismo ante el poder, de llevar hasta el final sus convicciones pase lo que pase, aunque se sienta sola y dolorida en lo más profundo de su alma.

Como obra teatral Sófocles demuestra una vez más la importancia de la representación, cuya máxima finalidad, como ya vimos en Edipo rey, es emocionar y conmover al espectador ¡Cómo es posible transmitir tanto en tan poco tiempo!

Si tuviera que nombrar al personaje principal, quizás no elegiría a Antígona, a pesar de que la obra lleve su nombre como era costumbre en la antigua Grecia, a pesar de que todo gira en torno a la desobediencia de ella; pero el resto de personajes están pensados para exponer una fuerza tal que entre todos aumentan el poder de convencimiento que sentimos con Antígona, y contribuyen a la vitalidad de la expresión. Son capaces de determinar las emociones ante unos espectadores que necesitan informaciones provenientes de indicios o situaciones. Y este papel lo representan tanto Corifeo «¡Oh adivino, qué profecía tan veraz realizaste!» como el que tiene un papel deuteragonista (o de segundo orden) como es el caso del Mensajero «Pues cuando los hombres traicionan sus alegrías, no creo yo que un hombre así esté vivo, sino que considero que es un cadáver que respira». El Mensajero nos está avisando de que Creonte sufrirá la mayor de las desgracias, estar muerto en vida. Algo totalmente actual; tiene gracia, han pasado 26 siglos desde que fue escrita la obra y los hombres seguimos traicionando a aquello o aquéllos que nos hacen felices, por ambición, por dinero, por soberbia… da igual, somos capaces de buscarnos el no ser por no comprender a quienes nos quieren y nos llevan la contraria por nuestro bien.

Si tenemos esto en cuenta Creonte sería el verdadero protagonista, Antígona sería la heroína, Hemón y Eurídice, héroes que no claudican ante el soberbio y lo castigan dejándolo con su dolor «le miró de arriba abajo con ojos salvajes el hijo, le escupió a la cara y, sin dar respuesta alguna, saca el doble filo de la espada […] embute en sus costillas la espada hasta la mitad, y con brazo débil, aún en sus cabales, se abraza a la doncella […] y yace, cadáver sobre cadáver».

Hasta tres enfrentamientos tiene Creonte con aquéllos que intentan hacerle ver que no se puede desafiar a la ley divina (hoy diríamos al sentido común). El primero, con Antígona; en este enfrentamiento Creonte es el representante de la antítesis entre el obrar humano y la voluntad del poder superior. Antígona es la heroína que sigue su camino hasta el final, plenamente convencida de que va a morir al oponerse a la ley terrenal; aun así lo hace y con ello aumenta su valor moral. Antígona se encuentra sola tal y como nos enteramos en el Prólogo, cuya función era poner en situación al espectador de todo lo ocurrido antes de la obra en sí, de forma que pudiera seguirla sin dificultad

ANTÍGONA.- Ismene, hermana mía entrañable, ¿acaso conoces de las desgracias de Edipo alguna que Zeus no culmine en nuestra vida?
[…]
ISMENE.- …desde que las dos quedamos privadas de nuestros dos hermanos, muertos en un solo día por matanza mutua
[…]
ANTÍGONA.- ¿No sabes que en los funerales de nuestros hermanos Creonte honra a uno y deshonra al otro? […] Al cadáver de Polinices […] insepulto, tesoro dulce para las aves rapaces
[…]
ISMENE.- ¿Piensas enterrarle, cosa prohibida a la ciudad?

En este Prólogo no sólo somos conscientes del dolor de la familia; Edipo, su madre y mujer, los hermanos han muerto, sólo quedan ellas que no son más que mujeres «y no podemos luchar contra hombres». También queda reflejado el carácter fuerte y bondadoso de Antígona, rebelde ante las injusticias y consecuente con sus sentimientos «¡Corazón ardiente tienes en cosas que hielan!».

Antígona le reprocha a Ismene que se deje llevar por el temor (aunque lo entiende) de la ley humana, antes que seguir la ley divina «mantente en el desprecio de lo que los dioses aprecian».

Antígona ya en el Prólogo aparece como el héroe, el centro de la tragedia; sin ser sobrehumana, sus cualidades principales como el amor, el valor y el sentido de la justicia la hacen estar por encima de los demás. Ella es, además, la que marca el centro de interés de la obra: la voluntad férrea, las decisiones y el destino. Y sobre estas propiedades girará el argumento.

Al Prólogo le sigue un Párodo; no es sino la entrada del coro que a base de estrofas y antístrofas cantan y danzan en avance y retroceso, de forma que nos enteramos con mayor claridad de lo ocurrido. El lenguaje cambia, se hace más lírico, abundan las metáforas «cubierto con ala de nieve blanca», los epítetos épicos «al guerrero de Argos de blanco escudo», las perífrasis «excepto los malhadados que, de un solo padre y de una sola madre nacieron, blandieron el uno contra el otro sus lanzas muy poderosas, y tuvieron ambos la suerte de una muerte común», las aliteraciones «aborrece las fanfarrias» y las paranomasias «suerte-muerte» de forma que el ritmo es continuado, perfecto para mantener la atención del espectador.

Después la obra queda perfectamente dividida en 5 Episodios alternados con 5 Estásimos.

En los Episodios surgen los diálogos entre los personajes, que Sófocles aumenta hasta tres, algo que aporta asimismo ligereza y ritmo. En el primer Episodio hablan Creonte con Corifeo y un Guardián. Creonte dicta el destino de Polinices «que nadie le honre con una tumba ni llore […] y sea su cadáver comido y mutilado por perros y aves». Aparece el guardián, afectado por lo ocurrido y temeroso de lo que pueda sucederle al mensajero «Vengo aferrado a la esperanza de que nada más ha de pasarme que lo que el destino me guarda» pues «alguien enterró el cadáver», y Corifeo, con un punto de sensatez advierte de que el enterramiento pudo ser justo «que esta acción haya sido impulsada por los dioses es lo que me sugiere la reflexión desde hace rato». Las ideas de estos tres personajes quedan expuestas. Ahora se desvelan (en el coro, que ya no danza) los pensamientos del autor en el Estásimo. Sófocles se apoya en el Coro para plantear las habilidades del hombre, tanto manuales «A la imperecedera, infatigable Tierra […] desgasta con los arados […] a la raza de las aves tornadizas acorrala y apresa […] Domina […] al caballo de espesas crines», como cognitivas «Y el lenguaje y el pensamiento etéreo y los sentimientos sociales aprendió». Asimismo deja muy claras sus ideas políticas y religiosas «en tanto respete las leyes del país y la justicia comprometida con los dioses».

En el siguiente Episodio observamos la cobardía humana. Los guardianes han apresado a Antígona y, aunque apenados «es doloroso llevar a los amigos a la desgracia. Pero es natural que todo esto me importe menos que mi salvación», confiesan que el miedo a la muerte es más fuerte que el honor. Ahora surge el primer enfrentamiento de Creonte con Antígona, quien lo acusa de no respetar las leyes divinas y al que advierte que prefiere la desgracia mayor a vivir entre injusticias «Pues quien como yo vive entre muchos males, ¿cómo no ha de obtener ganancia con morir?». La valentía de Antígona cobra fuerza con el quiasmo empleado por Corifeo «¡Claro está que la muchacha es un fiero vástago de un padre fiero!». Pero Creonte no se aviene a razones «Más no debe tener el bueno la suerte del malo» y menos si son presentadas por un ser inferior «¡Pues vete bajo tierra y, si has de amar, ama a los de allá! Mientras yo viva no me mandará una mujer».

Antígona aceptará su destino pero no la humillación, por eso, antes de morir de hambre en la tumba se ahorca. En el siguiente Estásimo, la voz de Sófocles, a través del coro, advierte del valor de la familia «que lo malo parece bueno a quien un dios encamina sus entrañas a la desgracia, y actúa un tiempo mínimo fuera de la desgracia». Curioso pensamiento que, como tantos otros, fue después aceptado por la Biblia «Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas…».

En el tercer Episodio surge el enfrentamiento entre Creonte y su hijo Hemón, pues intenta que reniegue de Antígona, su prometida, por haberlo desobedecido «Ea, despréciala como a enemigo y deja que esta muchacha se case con uno en el Hades […] en absoluto hay que dejarse vencer por una mujer»; la cosificación de la mujer sigue patente, pero Hemón razona y argumenta sobre la bondad de Antígona y sobre el dolor que le causará al pueblo «¿No es ella digna de un honor áureo? Tal es el rumor oscuro que en silencio se propaga»; la fuerza del oxímoron no convence a Creonte, por lo que Hemón le advierte de que se quedará solo «¡Bien gobernarías tú solo en una ciudad desierta! […] Bien, ella morirá y tras morir destruirá a alguien».

En el siguiente Estásimo, Sófocles se hace eco (mediante el coro) del poder del amor y del destino «te estrellaste, oh hija, y alguna prueba paterna estás pagando».

Antígona confiesa, mediante antítesis, su dolor absoluto en el cuarto Episodio «Cierto es que por ser piadosa me he atraído la fama de impía […] ¡Contemplad […] por qué clase de hombres estoy sufriendo, por haber sido piadosa con la piedad!».

En el quinto Episodio llega el tercer enfrentamiento, ahora Creonte lidia con Tiresias, quien le advierte de la importancia del destino «por tu decisión contaminada está la ciudad». Aunque la obra es independiente, cierra la maldición de Edipo, el tiempo es circular y los males regresan una y otra vez por la insensatez de los gobernantes «ya no completarás muchos giros del sol antes de que tú mismo entregues un muerto de tus propias entrañas a cambio de otros muertos que de los de arriba has arrojado abajo».

En el quinto Estásimo el Coro se dirige a Baco (patrón de la agricultura y el teatro) para que imponga justicia. Y la justicia le llega a Creonte por su tiranía.

En el Éxodo, Corifeo es el encargado, como en toda la obra, de avisar al público, mediante una ticoscopia para que pueda “ver” lo que ocurre fuera de escena «Y estoy viendo al tiempo a Eurídice desdichada, de sus mansiones sale». De sus palabras se deduce la tragedia final, completa, la soledad y el dolor absoluto del que será víctima Creonte. Baco ha oído las intercesiones y ha impuesto justicia, una justicia implacable, como todas las divinas. Ahora lo llamaríamos justicia poética pues está claro que el mito es Antígona, la noble, la leal, la coherente; y del tirano Creonte nadie se acuerda, todo «consecuencia de sus propios errores».

Obra escrita en el siglo V a.C. Antígona es hoy, con el auge de las teorías feministas, abanderada del verdadero valor de la vida. Una vida en la que no podemos realizarnos según una justicia para todos, no es vida.

Gracias, Sófocles, por este legado.

Gracias, José Antonio, por tu amistad.

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