He terminado R,
una novela que ya tenía un punto a su favor: está editada por Talentura. Me encanta la editorial y el
interés que pone a nuevos y buenos escritores. Además, en este caso, era una
prueba de fuego porque la novela histórica no es mi género favorito; de hecho,
suelo ser bastante dura y exigente con ella. Pero R se introduce el mismo tiempo en la novela fantástica, así que me
decidí a leerla movida por la curiosidad.
Sin embargo, creo
que el protagonista, Rembrandt, uno de los pintores que más admiro, queda
dañado por esa fantasía. Me apasiona el Barroco que, conocido como el Siglo de
Oro español, representa el siglo de oro europeo de las artes. Tanto el
Renacimiento como el Barroco nacieron en Italia pero se extendieron pronto por
los países de alrededor. Aún hoy seguimos teniendo como maestros indiscutibles
a los que brillaron en aquella época. Y adaptamos o interpretamos sus obras.
Ernesto Tubía
elige el siglo XVII para su novela y su protagonista es el maestro del claroscuro,
Rembrandt, influenciado sin duda por la técnica caravaggesca. Y superó al
maestro pues, el detalle de las figuras sobre un fondo oscuro resalta con
fuerza la expresividad y emotividad de sus pinturas. Está claro que el siglo
XVII es la época de los contrastes en la que la magnificencia de las obras de
arte convive con la pobreza del pueblo; la inseguridad ciudadana era evidente
pues los recursos destinados a ello eran insuficientes y la corrupción
eclesiástica habitual y manifiesta. En este sentido, la novela de Tubía es un
reflejo histórico de la realidad; las largas descripciones nos introducen en un
ambiente insalubre y amenazante. El narrador, omnisciente, no descarta los
gestos para reforzar el carácter y la forma de trabajar del protagonista, «Jan abrió las manos a ambos lados,
reprochándole, como solía tener por costumbre, a Rembrandt su carácter hosco
con cualquiera que no supiera sujetar un pincel o fusionar el blanco de plomo
con aceite de linaza, para lograr el aceite negro con el que realizaba sus
obras».
La novela es un
retrato del siglo XVII en Leiden; un retrato desolador, opresivo, pesimista que
sigue un hilo argumental coherente. He echado en falta algo de sentimentalismo
con el que conmovernos, con el que sentir admiración, odio, pena por los dos
pintores.
El tratamiento de
los personajes es bastante duro, sobre todo con los protagonistas, aunque
encuentro que les falta algo de fuerza para conectar con el lector. Jan no
termina de creer en Rembrandt, de hecho, teme por su vida en más de una ocasión
y, en vez de apelar al cariño que se tienen, lo hace a su valía como pintor;
solo por eso debe ser absuelto de morir. La amistad a la que recurre en un
momento, se transformará en desconfianza «Y
algún día […] moriremos riendo, borrachos, ebrios de gloria, sabiendo que hoy,
en este preciso momento, fue cuando cambiamos tu historia, acabamos con las
andanzas de un asesino y encontramos el camino hacia la libertad». De
hecho, en ocasiones da la impresión de que él se sabe uno de los mejores,
aunque envidia a Rembrandt por no poder superarlo. Y Rembrandt, a pesar de que
está descrito como el artista más importante de los Países Bajos de la Edad de
Oro neerlandesa, no muestra la humildad que lo caracterizó en su vida y quedó
reflejada en sus retratos. En R, el
protagonista es autor, supuestamente, de una serie de crímenes atroces y ni
siquiera es sospechoso. No hay caso, por lo tanto no hay investigación, por lo
que no puedo asegurar que sea una novela negra. La historia se distorsiona a
través de hipérboles e invenciones truculentas al máximo.
Es absurdo pedir
veracidad a una novela histórica; precisamente son estas invenciones las que
aportan cierto carácter fantástico, crudo, oscuro, transmisor de horror y
espanto que permanece, no tiene solución. Estamos ante un ser maligno,
sobrenatural que habita en una realidad irracional aunque él la ocupe sin ser
consciente de sus actos; es como un Dr. Jeckyll que no puede controlar a Mr.
Hyde cuando ocupa su cuerpo. El conflicto entre el bien y el mal está presente
pero no aparece la lucha, R opta por
que prevalezca el lado oscuro, el fantástico, el diabólico, de forma que
Rembrandt es casi inexistente, alguien moralmente ambiguo cuya actitud apunta
ser consecuencia de la actitud de su padre, una bestia sin corazón capaz de
hacer un daño irreparable a su familia, a pesar de que en la novela solo se
especifique un hecho y después no sepamos qué fue de ella.
Solo el estudio que
alquilan los pintores protagonistas vincula a Rembrandt directamente con el
lado oscuro de su progenitor. Algo que contrasta con la realidad y con alguna
de las disertaciones sobre la vida del pintor, de las que se deduce una
infancia feliz y despreocupada. Si cuando Rembrandt nace, su padre asume que
supondrá otra ayuda para su negocio, más tarde nos enteramos de que «Su familia había sufragado, tanto sus
excentricidades de pequeño como los estudios con los mejores pintores del país,
en su búsqueda por convertirse en uno de los más grandes pintores flamencos».
El protagonista de
la novela es un personaje fantástico; deambula por los barrios más bajos de la
ciudad y a nadie le extraña; en su entorno tiene lugar una serie de crímenes
que nadie se molesta en investigar. Las primeras señales terroríficas se
desarrollan en la pocilga adecentada, algo que conecta de forma siniestra con
su origen.
R es una novela con cierto punto adictivo, nos sumerge para conocer la parte más terrible de lo inexplicable, allí donde encontramos significados que nos hacen dudar de nuestra humanidad y que, sin embargo, acaban profundizando más en ella. Con esa humanidad de Rembrandt me quedo. R es una novela fantástica que pasa a formar parte de la cultura del miedo, que nos atrae porque está construida basándose en ocultismos y leyendas.