No
hace ni medio año que me despedí, en una crítica, con la intención de seguirle
la pista a una escritora. Así que aquí estoy, de nuevo con Lorena Escobar.
Esta
vez la autora ha dejado la pintura aunque otras artes se unen a su narración,
si cabe más poética que en El ilustrador paciente.
Cuando
comenzamos a leer La luna a través de la ventana estamos seguros de que la noche
será la protagonista, es cierto que la portada ayuda y el poema de Poe que abre
la primera parte, nos dirige hacia el recuerdo constante de una relación
amorosa llena de claroscuros.
El
romanticismo de Edgar Allan Poe preside esta novela. El hermano de la
protagonista, Ricardo, utiliza el seudónimo Edgar Polland para seducir
constantemente a diferentes chicas, hasta que él muere en trágicas
circunstancias. Como con el autor estadounidense al que pretende recordar con
su alias, las desavenencias con la figura paterna fueron evidentes, si bien es
cierto que por diferentes motivos.
Si
Allan Poe revolucionó el terror aportándole una perspectiva psicológica, Lorena
Escobar vuelve a incorporar asociaciones auditivas que saltan desde la mente
del personaje a la voz del narrador para mezclarse con él. En ocasiones no
tenemos claro dónde acaba la realidad que da paso al despropósito del delirio.
La
lectura nos va enganchando con diferente ritmo, probablemente por las excesivas
metáforas, imágenes y comparaciones de la Parte I que ralentizan la acción y
que poco a poco nos van llevando a un pasado tan retorcido y amargo que no
podemos intuir ni un rastro de belleza en esa prosa lírica, «Eso hacía Ricardo mientras Sara veía,
mientras se apartaban, mientras Sara ponía distancia, mientras dilataba en un
parto sin bebé».
La
certeza que creemos haber captado se va convirtiendo en sospecha. Las
presunciones que obtenemos de confesiones se transforman y dan paso a una
realidad tan descarnada que no parece real.
Sexo
duro, relaciones complicadas, sadomasoquismo al ritmo de David Bowie, de Fergie
o Mody Blues llevan Sara a una confusión total pero, a diferencia de Dorothy,
en El mago de Oz, ella no tendrá un
hogar al que regresar.
La
escritura de Lorena Escobar mantiene una constante: el terror. El pánico es más
turbador cuando se viste de lírica y en nuestra autora abundan las sinestesias,
las repeticiones, los paralelismos, la poesía… Sin embargo no nos relajamos, no
hay tregua para el lector. Conforme vamos avanzando en la trama el desasosiego
es mayor, hasta que nos damos de bruces con un final espeluznante.
El tema principal también es recurrente en Lorena Escobar: el desorden mental del psicópata, que daña tanto a él mismo como a todos los que lo rodean. Esto lo vimos en El ilustrador paciente, con un perturbado a consecuencia de un trauma infantil; en La luna a través de la ventana aparece la psicopatía genética. Mentiras y ausencia de remordimientos consiguen que, a pesar de sentir rechazo absoluto por los personajes, lleguemos a compadecernos de los hechos y sus consecuencias.
Las
contradicciones son evidentes, lo que leemos no se corresponde a cómo lo
leemos, la rapidez exigida se diluye en digresiones que obligan al lector a
reflexionar sobre los personajes, bien porque el narrador les cede su voz en un
determinado momento, bien porque el monólogo interior se confunde con las
analepsis, «Israel sintió la mirada de
Roberto en su piel, como un desigual pespunte en herida abierta. Aguantó. A fin
de cuentas llevaba toda su vida aguantando lo inevitable».
Asimismo
es usual en la autora expresar la sensación que acude a la mente del personaje
para que podamos sentir lo mismo que él. Gracias a las repeticiones reforzamos
también dichas sensaciones al asimilar lo que ronda por sus mentes que, como en
la narración, donde parece que se dan de forma caótica y desordenada, todo
cobra sentido al final en una estructura perfecta, redonda. Otra característica
de la autora.
Está
claro que Lorena Escobar se siente atraída por los trastornos de personalidad,
trastornos que, vengan de uno u otro género, perjudican más a la mujer. ¿Somos
más vulnerables frente a mentes depravadas?
No
quiero comentar más porque es difícil analizar a los personajes sin desvelar
algo importante de la novela. Pero tanto Sara como Ricardo tienen un pasado que
los va a dejar marcados, también el inspector Israel Guzmán, aunque le cueste
admitirlo, y Ángel y Carlos y Jim y Vicky. Todos son víctimas de la demencia
humana. De alguna forma. Para conocerlos hay que leer La luna a través de la ventana, solo así nos daremos cuenta de que
estamos rodeados por más desequilibrados de los que pensamos. Incluso puede que
lleguemos a la conclusión de que tenemos algún comportamiento derivado de algún
trastorno psíquico.
La mente, que es caprichosa.