jueves, 27 de junio de 2024

LA LUNA A TRAVÉS DE LA VENTANA

No hace ni medio año que me despedí, en una crítica, con la intención de seguirle la pista a una escritora. Así que aquí estoy, de nuevo con Lorena Escobar.

Esta vez la autora ha dejado la pintura aunque otras artes se unen a su narración, si cabe más poética que en El ilustrador paciente.

Cuando comenzamos a leer La luna a través de la ventana estamos seguros de que la noche será la protagonista, es cierto que la portada ayuda y el poema de Poe que abre la primera parte, nos dirige hacia el recuerdo constante de una relación amorosa llena de claroscuros.

El romanticismo de Edgar Allan Poe preside esta novela. El hermano de la protagonista, Ricardo, utiliza el seudónimo Edgar Polland para seducir constantemente a diferentes chicas, hasta que él muere en trágicas circunstancias. Como con el autor estadounidense al que pretende recordar con su alias, las desavenencias con la figura paterna fueron evidentes, si bien es cierto que por diferentes motivos.

Si Allan Poe revolucionó el terror aportándole una perspectiva psicológica, Lorena Escobar vuelve a incorporar asociaciones auditivas que saltan desde la mente del personaje a la voz del narrador para mezclarse con él. En ocasiones no tenemos claro dónde acaba la realidad que da paso al despropósito del delirio.

La lectura nos va enganchando con diferente ritmo, probablemente por las excesivas metáforas, imágenes y comparaciones de la Parte I que ralentizan la acción y que poco a poco nos van llevando a un pasado tan retorcido y amargo que no podemos intuir ni un rastro de belleza en esa prosa lírica, «Eso hacía Ricardo mientras Sara veía, mientras se apartaban, mientras Sara ponía distancia, mientras dilataba en un parto sin bebé».

La certeza que creemos haber captado se va convirtiendo en sospecha. Las presunciones que obtenemos de confesiones se transforman y dan paso a una realidad tan descarnada que no parece real.

Sexo duro, relaciones complicadas, sadomasoquismo al ritmo de David Bowie, de Fergie o Mody Blues llevan Sara a una confusión total pero, a diferencia de Dorothy, en El mago de Oz, ella no tendrá un hogar al que regresar.

La escritura de Lorena Escobar mantiene una constante: el terror. El pánico es más turbador cuando se viste de lírica y en nuestra autora abundan las sinestesias, las repeticiones, los paralelismos, la poesía… Sin embargo no nos relajamos, no hay tregua para el lector. Conforme vamos avanzando en la trama el desasosiego es mayor, hasta que nos damos de bruces con un final espeluznante.

El tema principal también es recurrente en Lorena Escobar: el desorden mental del psicópata, que daña tanto a él mismo como a todos los que lo rodean. Esto lo vimos en El ilustrador paciente, con un perturbado a consecuencia de un trauma infantil; en La luna a través de la ventana aparece la psicopatía genética. Mentiras y ausencia de remordimientos consiguen que, a pesar de sentir rechazo absoluto por los personajes, lleguemos a compadecernos de los hechos y sus consecuencias.

Las contradicciones son evidentes, lo que leemos no se corresponde a cómo lo leemos, la rapidez exigida se diluye en digresiones que obligan al lector a reflexionar sobre los personajes, bien porque el narrador les cede su voz en un determinado momento, bien porque el monólogo interior se confunde con las analepsis, «Israel sintió la mirada de Roberto en su piel, como un desigual pespunte en herida abierta. Aguantó. A fin de cuentas llevaba toda su vida aguantando lo inevitable».

Asimismo es usual en la autora expresar la sensación que acude a la mente del personaje para que podamos sentir lo mismo que él. Gracias a las repeticiones reforzamos también dichas sensaciones al asimilar lo que ronda por sus mentes que, como en la narración, donde parece que se dan de forma caótica y desordenada, todo cobra sentido al final en una estructura perfecta, redonda. Otra característica de la autora.

Está claro que Lorena Escobar se siente atraída por los trastornos de personalidad, trastornos que, vengan de uno u otro género, perjudican más a la mujer. ¿Somos más vulnerables frente a mentes depravadas?

No quiero comentar más porque es difícil analizar a los personajes sin desvelar algo importante de la novela. Pero tanto Sara como Ricardo tienen un pasado que los va a dejar marcados, también el inspector Israel Guzmán, aunque le cueste admitirlo, y Ángel y Carlos y Jim y Vicky. Todos son víctimas de la demencia humana. De alguna forma. Para conocerlos hay que leer La luna a través de la ventana, solo así nos daremos cuenta de que estamos rodeados por más desequilibrados de los que pensamos. Incluso puede que lleguemos a la conclusión de que tenemos algún comportamiento derivado de algún trastorno psíquico.

La mente, que es caprichosa.

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