martes, 29 de junio de 2021

LOGOGLIFO

Acabo de terminar un libro que, ya desde el principio (y mira que me cuesta discernir entre realidad o ficción) supe que estaba ante una novela de ciencia ficción «Tras años de tiras y aflojas entre el Estado y Cataluña, se había decidido realizar una consulta vinculante a la ciudadanía, que debía elegir entre continuar siendo una monarquía parlamentaria o bien transformar España en una nueva República, la tercera». En fin, tal y como está el patio últimamente antes me veo conviviendo con marcianos. Oigo hablar a algunos políticos (y a quienes no lo son) y me dan ganas de hacer caso al anuncio de Ikea y formar mi propia república individual, aunque sea una paradoja. El caso es que esto me animó para seguir leyendo, bueno, y el título, porque siempre me han atraído las palabras.

Logoglifo es una novela de ciencia ficción en la que una pandemia, unida a catástrofes colectivas, parecen asolar a la humanidad. Y habremos de llegar al final para encontrar sentido a los dos sucesos inexplicables que abren el relato y que en un principio sugieren algo aislado cuyo punto en común es el lugar donde Hou Li se suicida tras realizar unas operaciones financieras descabelladas y, un mes más tarde, la ingeniera Jennifer Lewis hace saltar por los aires, con ella incluida, el parque de atracciones Disneyland Resort de Hong Kong.

Está claro que la tradición inmemorial de pandemias y desastres en la literatura se ve de forma diferente en tiempos de crisis, ya que sean políticas, de medio ambiente, sanitarias, tiránicas, mortales… Esto no es nuevo en las sociedades ni en la ficción. Tampoco lo es la búsqueda del poder absoluto, en las obras de ficción asociado casi siempre a la inmortalidad.

En cuanto a la literatura de pandemias, además de las bíblicas, se me ocurre El Decamerón, y Bocaccio ya entrevió en 1353 que resistirían aquellos que se mantuvieran unidos.

Es una constatación que a lo largo de la historia el ser humano ha sobrevivido por el apoyo solidario, nunca por la competencia. Y Javier Serra parte de una premisa dura que nos resulta familiar, porque tiene que ver con el afán individual de poder e inmortalidad y con el problema del desastre colectivo «A la mayoría de la gente sigue trayéndole al pairo que el planeta se vaya a la mierda. Mientras ellos conserven en aparentes buenas condiciones su trocito de terreno…».

En Logoglifo, la bacteria LC1027 asola el mundo. La presidenta de España, Elisa Roca, adopta una actitud existencialista, incluso radical, cuando empiezan a notar efectos adversos al progreso social, no es raro por lo tanto que, a pesar de tener a una de las mejores científicas a su lado, Katya Plamenova, se muestra reticente a la solución que ofrece la ciencia y la tecnología, por lo que, obcecada, ve al hongo como «una prueba de la existencia de Dios que nunca creí que estuviera ahí». Está claro; la novela plantea un supuesto extremo, circula una bacteria que empezó sus efectos en China y está asolando Europa con los mismos síntomas, primero los hombres que entran en contacto con el hongo se quedan sin intereses materiales, se despojan de sus bienes y luego, paradójicamente se autolesionan hasta llegar al suicidio. Por ello, el Jefe del Estado Mayor, Arbós, el JEMAD ha decidido que algunos miembros del gobierno, algunos militares y los mejores científicos se queden aislados en el complejo de La Moncloa hasta obtener el antídoto del hongo. La bióloga Katya Plamenova es la jefa del laboratorio donde llevan a cabo ensayos con chimpancés para estudiar los resultados antes de su utilización en humanos. Así pues, aunque la presidenta crea que la pandemia es fruto de la justicia divina, se aferra a la ciencia como la única solución capaz de resolver el peligro, uno de los más temidos porque no se ve; es un monstruo capaz de crear una distopía en la que un grupo de personas viven aterrorizadas porque son conscientes de que se enfrentan al peor de los miedos, deben luchar contra la depresión, la nada, contra un villano que, como el diablo, aparece engañoso para, cuando estamos confiados, dar el zarpazo definitivo. El villano de la historia es el hongo LC, luego nos daremos cuenta de que está auxiliado por los militares, un grupo que hasta ahora ha sido dual, por un lado son los responsables de contener las crisis y las desgracias naturales, por otro, tienen en sus filas a grupos sin escrúpulos —de pensamiento ultraderechista— que temen la concordia. Javier Serra consigue que reflexionemos sobre el hecho de que, en vista de lo ocurrido tiempo atrás, puede que algunos de estos militares echen de menos su implicación pasada en las armas biológicas. «Se ha decretado el toque de queda en todas las ciudades del país y aeropuertos, puertos y estaciones están ahora bajo la supervisión del ejército».

Al leer Logoglifo desconfiamos de los modelos de grandes sociedades triunfantes a los que imitar. El competir contra nosotros aumenta el desastre. La única sociedad que puede seguir adelante es la solidaria, la que cuenta con el apoyo y el comportamiento tranquilo de sus componentes, «En la fachada de la torre de cristal se había desplegado desde su parte superior una gigantesca pancarta azul con una paloma blanca en su centro».

La protagonista mantiene la imagen romántica del científico que busca la verdad y el bienestar común, por eso no admite las órdenes amenazantes para obligarla a mentir y puede convertirse en la heroína del suceso, debiendo luchar incluso con el ego dolorido de su marido que, si bien la adora, no soporta verla brillar por encima de él.

El autor utiliza un léxico variado, por lo que la novela resulta entretenida y de ágil lectura; podemos encontrar expresiones cotidianas «liquidaban sus empresas», referencias reales, refranes modificados «las aguas estaban revueltas […] y no se sabía qué pescador ganaría más con ello», metáforas literarias «¿A qué venía ese panegírico de negatividad?», explicaciones ingeniosas de figuras literarias «el futuro […] es él (como si fuera una persona. Menuda prosopopeya) el que nos encauza a nosotros», y desenlaces inesperados:

                            —¿Se…llamaba?

                            —No sobrevivió. Lo siento

La estructura también es interesante. Alrededor del hongo LC1027 hay algunos pares dicotómicos. El primero, no cabe duda, es el de dentro-fuera de La Moncloa; lo que se cuenta dentro de lo que pasa fuera se desdice de las imágenes captadas por los drones, por lo que la intranquilidad, dentro, va en aumento. El segundo par se refiere a la estructura, es el de propio-impropio. La narración busca el origen de la catástrofe, lo que está fuera (y es impropio de ese lugar) y sin embargo está dentro y es propio del relato. Es una narración basada en el pensamiento dicotómico, un razonamiento reflexivo del que, también paradójicamente, la protagonista expone las debilidades de situarse en esa lógica. Katya teme el contagio de sus seres queridos, algo crucial en el desencadenante final, pues al contrario de lo que ocurre en la realidad, que el miedo a la enfermedad provoca la huida hacia dentro, a ella no le importa, llegado el momento, quedar fuera, por lo que la situación de encierro cobra el peligro que amenazaba desde el principio. Ante esa circunstancia se impone la destrucción.

Creo que para el autor, Javier Serra, la epidemia no constituye el verdadero eje de la historia. Al final consigue que recapacitemos sobre lo verdaderamente importante, el afán de poder de los estados capitalistas, el miedo a una república democrática de los que temen perder la voz de mando. Pero el ser humano es complejo y, aunque llevemos en nuestra mente un logoglifo con las consecuencias de los enfrentamientos, no lo tenemos todo escrito.

Interesante novela de ciencia ficción a la que tanto se va pareciendo este lugar que habitamos y al que no queremos darle un respiro.

2 comentarios:

  1. ¡Espectacular análisis! Una de las cosas que más me gustan de este autor es que, inadvertidamente, nos hace plantearnos cuestiones cuyas difíciles respuestas él parece tener muy claras.

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  2. ¡Gracias, David! Creo que, efectivamente, Javier Serra tiene claro cómo funciona el ser humano en sociedad. Antes nos asombrábamos de las maldades que veíamos escritas en novelas, ahora corroboran o anuncian lo que ocurre o pasará en la realidad. No nos escapamos.
    ¡Seguimos leyendo!

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