sábado, 7 de septiembre de 2019

EL CASO TELAK



Después de leer esta novela, y otras como ésta, me da más miedo esta sociedad avanzada en la que vivimos. Asusta pensar que cualquier extorsión, daño más o menos grave o crimen incluso pueden quedar ocultos en una nube a la que nadie tiene acceso, porque quienes lo tienen son los causantes y son intocables; mueven los hilos de los demás mortales a su antojo. Me asusta y, sobre todo, me indigna. El mundo no es igual para todos.

Constatado este hecho vamos a demostrar otro: El caso Telak no es una novela negra al uso; expone sin tapujos y con deliciosa ironía, en la recopilación de noticias extraídas de un diario de Varsovia, los titulares destacados cada mañana en lo que podríamos llamar el introito del capítulo.

El papa Benedicto XVI vuelve a expresar la oposición de la Iglesia a los matrimonios homosexuales, al aborto y a la ingeniería genética […] cada cierto tiempo debe de aparecer en la Tierra un superdepredador, una verdadera máquina de matar, que ponga orden en el planeta […] La policía municipal empieza a patrullar por la Ciudad Vieja en vehículos eléctricos tipos coche de golf, causando aún más risas que de costumbre.

Una manera bastante curiosa, que también utilizará en La mitad de la verdad, de acotar el tiempo ocurrido desde que se comete un crimen hasta su resolución. Cuarenta y tres días ha necesitado el fiscal Teodor Szacki para descubrir al asesino de Henryk Telak. El problema es que ha averiguado mucho más.

La narrativa mantiene una línea clara, ágil, coloquial, con un lenguaje en el que los tacos se emplean —como en la vida real— para mostrar confianza, camaradería, amistad o para ofender. Podemos encontrar diálogos irónicos entre Szacki y su amigo Oleg, el policía indispensable que lo ayuda constantemente con todo lo que le propone.

—Camélate a alguna agente que te las escriba…
—Vale, pero me invitas a un café
—Ten compasión, hombre, que soy funcionario del Estado, no policía de carreteras…
—Me pagas un café y no se hable más
—Eres un ruso sarnoso

El sarcasmo en las conversaciones puede resultar divertido a pesar de hacer referencia a situaciones verdaderamente trágicas; es lo que ocurre con los forenses cuando deben oír decretos que a la vista de todo el mundo van en contra de cualquier lógica

—¿Ha sido usted quien ha pedido que comprobemos si el fallecido se clavó él mismo el asador en el ojo?
Piedad, pensó Szacki, un patólogo graciosillo no, por favor.

A pesar de la fiereza sugerida: un potentado empresario aparece muerto una mañana de domingo mientras pasaba, con un grupo de personas, un fin de semana desarrollando la teoría psicológica de las constelaciones. Su muerte es violenta pues lo encuentran tirado en el suelo del pasillo con un asador que, clavado en el ojo, le atraviesa el cráneo hasta salir por la nuca, la narración de la investigación del crimen no es desagradable.

Los compañeros de terapia de Telak son, en principio, gente normal y el psicólogo es un reputado terapeuta, por lo que la situación resulta del todo inquietante.

En El caso Telak hay misterio; desde el principio de la novela aparece una figura masculina, sin nombre, que preocupa porque es, sin duda, quien decide qué va a pasar y a quién. Seguro en su reducto de poder, es el que mueve ficha, dejando a los personajes convencidos de que actúan libremente cuando en realidad sabe de antemano qué va a ocurrir con cada uno. De esta forma “el director”, así es nombrado, frío, calculador, sin escrúpulos, controla lo que le interesa para que todo marche en Varsovia según sus planes. Para que este trasfondo consiga que el ambiente, la acción y quienes la realizan sean creíbles, y mantengan la atención del lector donde le conviene al autor es imprescindible que los diálogos sean chispeantes, no necesariamente humorísticos, aunque los hay, pero sí ingeniosos, así como también es preciso un planteamiento de la panorámica social, conseguido al yuxtaponer otros casos de los que debe encargarse la fiscalía, que le aportan al lector un conocimiento real del estado de la sociedad, «(Szacki) había intentado calcular la semana anterior cuántos casos tenía. Le salieron ciento once […] las relaciones entre la fiscalía y los tribunales iban a peor […] la jefa de Szacki había ido a la audiencia regional a pedir que se fijara cuanto antes una fecha para el conocido caso de las violaciones múltiples […] y había sido abroncada […] Lo peor era cuando afectaba a las sentencias».

Zygmunt Miłoszewski consigue no sólo misterio en esta novela. El suspense está servido, con Telak y todos los que lo rodean, incluido Szacki; pero es una intriga reposada, sin sobresaltos, aunque no dejemos de preguntarnos quién quiso matarlo, por qué, cuándo, quién es el presidente de la empresa que administraba sus bienes, qué relación tenía con él…

—Bueno, parece que con Henryk no va a haber problemas, ¿no?
—Creo que no debemos preocuparnos —contestó el otro—. Szacki iba a redactar hoy el plan de la investigación […]
—¿Cuándo lo recibiremos?
—Esta noche […]
—Perfecto […] le gustaba que todo a su alrededor sucediera de forma previsible e ideal

La ironía, el sarcasmo, el humor del narrador y de los protagonistas se mezclan con el asombro del lector, que va impacientándose con más celeridad, si cabe, que el propio fiscal, pues hasta el final no intuimos el desenlace. Todo se enreda como en una teoría de constelaciones, similar a la que abre el caso. Magistral.

Sin embargo un simple recurso, como la anáfora, que abre hechos con total austeridad, sirve para recalcar la regularidad del infierno vivido por las personas maltratadas, torturadas. Son casos que el fiscal debe investigar y calificar para dejarlos en la oficina; son casos que recuerdan el trabajo ingente y poco valorado de algunas profesiones al servicio de la comunidad, «…La mujer tenía treinta y cinco años pero parecía tener cuarenta y cinco… Más tarde Szacki se enteraría de que cinco años atrás su marido le había roto ese brazo… Después de cinco golpes la articulación quedó hecha trizas […] Más tarde se enteraría de que dos años antes su esposo se la había roto con una tabla de cocina […] Mas tarde el fiscal se enteraría de que el año anterior su marido le había puesto la plancha en la oreja […] Más tarde se enteraría de que su historial en el centro de salud era tan grueso como una guía de teléfonos…». Espeluznante. Sirva este apartado del capítulo como solidaridad con todas las víctimas de la violencia de sexo y como denuncia a los gobiernos que aún las permiten o encubren de alguna manera.

Y mientras los maltratadores campan a sus anchas, la mafia se siente invencible, ¿lo es?, y los sinvergüenzas también. La vida sigue en la Varsovia de El caso Telak, para la gente común, con los mismos problemas y penalidades que en cualquier otro sitio: el día a día monótono que acumula penalidades, fantasías con aquello que no nos pertenece, elucubraciones sobre qué pasaría al conseguirlo… todo bajo la óptica fresca de Zygmunt Miłoszewski, quien, a pesar de esforzarse para mostrarnos melancólico a su protagonista, y conseguirlo, nos quedamos con su chispa, con los sinsabores de alguien normal que trabaja bien, a pesar de que apenas llega a fin de mes, y es incapaz de aceptar un soborno bastante suculento.

A lo largo de las páginas vamos construyendo el retrato de este funcionario apasionado de la ropa, del orden, la limpieza, la buena apariencia, «El fiscal Teodor Szacki llegó puntual. Con un traje color plata diluida, erguido, seguro de sí mismo». Es un hombre atractivo, y lo sabe, con la crisis de los cuarenta mucho antes de cumplirlos, probablemente por haberse comprometido muy joven con la que hoy es su mujer. Un hombre que echa en falta, según él, haber vivido más en la adolescencia y juventud «Su edad, su esposa, su hija, de repente todo aquello le pareció una sentencia, una enfermedad incurable».

El protagonista es ingenioso, irónico con aquéllos que no aceptan su ritmo de trabajo «¿Va a continuar usted o tengo que llamar a la oficina y pedir dos días libres?», y bastante duro consigo mismo, puede que por el ambiente en el que se mueve. Por eso no se permite, ni un extra en los gastos, ni un quiebro en sus hábitos «se alegró de que aún le quedaran dos cigarros ese día», ni un desahogo en sus lecturas «A él le gustaban los tíos duros como Lehane o Chandler, a ella más los escritores que jugaban con el género, como Leon o Camilleri» (¡no podía faltar como referente de la novela europea!).

Por eso no puede engañar al estado. Por eso no se atreve a engañar a su mujer aunque su matrimonio se tambalee. En realidad lo que está desequilibrado es todo lo que rodea a Szacki; además la pareja no sabe mantener la chispa del principio, como su propio día a día ha devenido en rutina. Puede que, en la próxima entrega, nuestro fiscal se decida a retomar su verdadero amor o romper del todo. Lo veremos.

En cualquier caso lo importante e impactante es el rigor logrado por Miłoszewski. El sentido del humor —en todas sus facetas— consigue una lectura total, entretenida, denunciante con agilidad del hastío democrático y reflejo de la crisis personal por la que es tan fácil transcurrir.

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