lunes, 23 de septiembre de 2019

SI VOLVIESEN SUS MAJESTADES



La primera vez que leí Si volviesen sus majestades me reí, mucho en determinados momentos, y sobre todo me admiré de la capacidad de Ignacio Padilla para mezclar un lenguaje expresado a la manera del siglo XVII, incluso algunas palabras lo recuerdan: «escuro», «conoscencia», «vuestra merced», un contenido casi futurista, y términos que hacen referencia a nuestra época; así, es fácil que convivan en un reino virtual «el rapaz», el «boticario» y los «trenes eléctricos».

La novela de Padilla tiene una estructura casi redonda; comienza en el presente del protagonista narrador quien, mediante analepsis y digresiones recuerda su infancia; a través de un pasaje epistolar conoce su genealogía, predice el futuro utilizando una prolepsis, retoma el presente, que ratifica a la perfección la maldición de la que es objeto durante toda su vida y la convierte en futuro inmediato. Porque el protagonista está maldito. ¿Cómo me he reído entonces? Aquí reside la maestría del autor, pues consigue, como sólo los grandes de la literatura lo han hecho, jugar con el lenguaje de tal forma que mediante ironías, absurdos e imágenes surrealistas se exponga la realidad más cruel y nos toque en lo más profundo.

Pues, una vez leída, tuve la impresión de que me había perdido algo, por lo que la releí buscando palabras que no entendía, abundan arcaísmos y mexicanismos, comparando declaraciones con las de otros autores, hasta llegar a la conclusión de que es una obra maestra. Cualquier tema relacionado con la libertad, la culpa, la soledad, la destrucción, bien en el mundo real, bien en el proceso de la escritura o en diferentes teorías filosóficas y literarias, está tratado. He conseguido realizar un estudio amplio que, obviamente, no voy a incluir aquí. Y no sé cuál será su lugar. Probablemente lo conserve como homenaje personal a este Crack de la literatura que, en diciembre de 2016 no pudo reunirse en México con los otros cuatro creadores del Manifiesto, para leer el Postmanifiesto, porque murió en agosto a consecuencia de un accidente.

Todas las características que los creadores del Crack mexicano pensaron que debía tener la literatura están reflejadas en Si volviesen sus majestades. La estructura es caótica, comienza por el séptimo borrador que un senescal, que lleva 300 años en un Reino desierto esperando a que vuelvan sus majestades, realiza para dejar constancia de lo que ocurrió. Humorísticamente, los seis días anteriores había realizado otros seis borradores, finalmente, con el séptimo pretende descansar pues considera terminada su obra.

Pero el reino también está habitado por el bufón y éste le recomienda que escriba cosas intrascendentes, ya que a nadie le interesa la verdad. Por ello el senescal, que considera su vida como algo insignificante, decide trasladarla al papel. Terminado el Libro Primero, se lo da a leer al bufón quien lo rechaza por no estar escrito «comme il faut» sino de forma aleatoria, sin sentido y lleno de contenidos que parecen imaginarios; se ha de escribir lo ilusorio de tal manera que parezca real, es decir, una mentira verosímil.

El senescal comienza el Segundo Libro y, enfadado con el bufón, decide que cuando lo acabe se lo dará cerrado para que lo lleve a Kalifornia, sin que pueda leerlo, y lo conviertan en una película. Pero el bufón quiere enterarse de lo que pone, pelean por quedarse con lo escrito y lo rompen. Cuando el bufón lee los retazos sueltos que caen en sus manos, se burla nuevamente porque, asegura, nada de las afirmaciones hechas sobre su vida son ciertas. El senescal pretende encontrar la verdad en la Biblioteca, pero sólo queda un Diccionario de esperanto para idiotas, lengua en la que estaba escrita la carta que le dejó su madre traducida por Pagrafino el Loco, en donde le explicaba su estirpe y la maldición que acecha desde que el bisabuelo perdió el esquerlón de panolina. Decide entonces traducir él mismo la carta, se da cuenta de que ha vivido engañado y opta por finalizar El año de las Tormentas para dar comienzo al año del Olvido, por lo que se va a ver la televisión, hasta que se queda dormido y, en sueños, se le aparece el doctor da Volpi quien le asegura que sin él, el mundo habría sido mejor, un lugar donde hubiese reinado la felicidad. El bufón lo despierta y le resta importancia al sueño aconsejándole que lo olvide porque, le advierte, un sueño no forma parte de la realidad. El senescal da entonces comienzo al año de los Sueños. Al soñar las penas, podrían olvidarse. El bufón, para celebrarlo, le prepara una fiesta virtual en la que aparecen todos los habitantes del reino. El senescal está feliz, hasta que entra un gigante que, al tocarlo, grita de terror antes de desmayarse. El senescal cree que es el Enemigo, quien robó el esquerlón de panolina causando su desgracia; enfurecido, obliga al bufón a torturarlo hasta que confiese dónde lo puso. El bufón lo mata y él mata al bufón porque le confiesa que todo lo ha hecho por él, siempre lo ha amado; ni la reina, ni nadie tuvieron el menor rastro de cariño hacia él. Enfadado, lo golpea y el bufón, antes de morir le revela que el gigante era el Autor quien le dijo, mientras expiraba a causa de la tortura, que el nombre del senescal sería para toda la eternidad, Caos.

Pues este es el resumen de la novela, ya ordenado y sin mencionar las matanzas del reino imaginado, reflejo de la realidad, las distracciones de la nobleza, donde nos enteramos de cuestiones sobre la creación del mundo por ordenador, la desgracia de su vida sin un ápice de ternura o cariño, la tristeza de su juventud en soledad… Parece increíble que 183 páginas abarquen todo esto pero lo hacen. Los temas son muchos, los recursos, innumerables y la intertextualidad con los monstruos de la literatura o del cine salpican todas las páginas.

Podemos destacar el surrealismo de numerosas imágenes que se insertan en la mente desequilibrada del senescal «aquí flota una silla, allá el reloj camina de costado, acullá una naranja se deshace como una estrella que estalla», la forma acompaña al contenido pues la aliteración de la palatal sonora /ll/ intensifica la explosión de lo que la rodea, preparándonos para la propia destrucción.

El absurdo que emana de estas percepciones se impregna, en ocasiones, de la ciencia ficción, donde encontramos un punto de ironía al reflejar algunos de los objetivos científicos, «para hacerse un hijo como él quería: fuerte como un robillón, grande como un titán, sabio como su padre, aguerrido como su abuelo, pertinaz como ambos […] Todas estas virtudes […] de gentes, fueran vivas o muertas, fuera de grado o por fuerza, y al cabo las mezcló y las cultivó en una botella».

El absurdo se transforma en teorías filosóficas, como la de las ideas de Platón; por eso, independientemente de la materia existe la verdad, que es la idea perfecta de las cosas. Esa verdad, para el senescal era «Kalifornia, donde sólo sufren los Extras, los Amigos duran siempre, no envejecen las Doncellas ni se despeinan los Héroes». Asimismo el eterno retorno, de Nietzsche, es lo que envuelve toda la novela, puesto que el protagonista sufre las mismas pesadillas, y el mismo desprecio que sufrieron sus antepasados; incluso él mismo conocerá «la pena de morir no una, pero infinito número de muertes».

La destrucción del mundo, la autodestrucción del ser humano son conceptos implicados en la existencia, no existe el libre albedrío, estamos predeterminados a la nada, porque vivimos en un mundo caótico, injusto, en el que abundan las guerras, los abusos de aquellos que lo tienen todo y no saben qué hacer para motivarse, pues este mundo, como el creado por el senescal en su libro, no es perfecto, así que una y otra vez se destruye para volver a ser creado, «el universo mundo había sido escrito en un ordenador desde el principio mismo de los tiempos. […] una infinita cantidad de archivos, memorias, leyes y programas, a cual más discreto, aunque no del todo perfectos, como luego se verá».

En este universo absurdo y profundo de Si volviesen sus majestades, aparece la realidad social, mediante la extinción metafórica del Reino, de la matanza del 68 en México, y la realidad literaria, al recordarnos la estructura del Quijote, la cadencia poética y la metafísica de Quevedo, el homenaje a la literatura y las falsas apariencias de En busca del tiempo perdido, la imaginación desatada en la escritura de Santa Teresa, y Lewis Carroll, o los coetáneos de Padilla, Igoriano de Nihlsburgo y su gran amigo Jorge Volpi.

Así pues, si la novela no tiene una estructura totalmente redonda pues termina un poco después de cuando empieza, está perfectamente cerrada para mortificar sin piedad a su protagonista, y al ser humano a través del lector, con un tiempo circular. Todo vuelve porque pretendemos eliminar la culpa olvidando los errores.

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