Mientras
que en algunos lugares, de forma vergonzosa y ultrajante, los políticos cambian
el concepto de violencia de género, que en realidad es de sexo, por violencia
intrafamiliar, Michael Connelly
denuncia las violaciones sexuales, que nada tienen que ver con las familias de
las acosadas, violadas o asesinadas todos los días. Pues sí, cuando algunos dan
pasos hacia atrás en la concepción de la igualdad y los derechos de la mujer,
este norteamericano nos hace pensar, con una novela negra, en el sufrimiento
psíquico y físico que arrastran estas mujeres durante años. Si alguien piensa
que, efectivamente es violencia intrafamiliar y está leyendo esta crítica,
debería recapacitar. Durante años se ha luchado por una sociedad justa en la
que el sexo no sea causa de desigualdad sociolaboral. No tienen nada que ver
los ancianos, también las mujeres ancianas entran en los derechos de la mujer.
No tienen nada que ver los niños, ellos son quienes tienen prioridad de amparo
en todos los sentidos. Tiene que ver el que una persona pueda circular
libremente sin miedo a que abusen de ella, sin tener que soportar expresiones
paternalistas porque es más débil. ¿Qué será lo siguiente? ¿Quitar los derechos
del niño que tantos años costó instaurar porque todos, adultos y ancianos
también deben ser educados y deben contar con asistencia médica y alimentación
diaria? Dan ganas de reír, o llorar, que es lo peor.
Bueno,
pues ya me he desahogado tras conocer las últimas decisiones —aberraciones—
políticas. Me centraré en El lado oscuro del adiós, novela
negra, fabulosa, entretenida, en la que el detective, antes policía, Hyeramus
Bosch, es capaz de solucionar dos casos al mismo tiempo y, a pesar de las
reticencias mostradas por el capitán de la unidad, hacerse imprescindible hasta
conseguir que el propio capitán lo vuelva a apartar de la reserva activa para
ofrecerle un trabajo temporal, cobrando, a tiempo completo. Y es que, al igual
que los viejos rockeros nunca mueren, las habilidades de un buen detective van
mejorando con el paso de los años. Harry Bosch es el investigador ideal,
inteligente, sagaz, leal a sus compañeros, trabajador incansable, duro con los
agresores o infractores de la ley, rebelde con las normas impuestas sólo para
cubrir el expediente, sensible con las víctimas, tolerante… Puede que vaya
cumpliendo años y haya de pasar a la reserva, pero seguirá siendo un héroe,
lógicamente de ficción, capaz de conseguir que leamos más de cuatrocientas
páginas casi de un tirón porque nos sentimos identificados con él, con lo que
piensa, porque desearíamos saber decir lo mismo que él para reclamar justicia,
porque, llegado el caso, si nos encontrásemos en una situación de abuso,
querríamos que se ocupase del proceso.
No
quiero hacer ningún spoiler pero El lado oscuro del adiós no es una
novela oscura, es una novela negra en la que el detective, ayudado al final por
sus compañeros de la policía y por su hermanastro, el abogado Michael Haller
consiguen impartir justicia en un caso en el que no deben investigar ningún
asesinato, prácticamente tampoco hay ninguno que interfiera en el proceso. Los
protagonistas son buenas personas, incluso el capitán Treviño, bastante reacio
a tener a Bosch en la unidad, probablemente porque se siente desplazado ante la
fama del jubilado, es quien sugiere a los altos cargos que ocupe el lugar de
una compañera. A pesar de lo que le gusta la proposición, Harry va al hospital para
que ella dé su conformidad antes de aceptar, «necesitaba hablar con Bella Lourdes y asegurarle que no le estaba
quitando su trabajo sino guardándoselo hasta que volviera». No sólo el
asunto se resuelve favorablemente para Bosch y Bella «Tu bala le partió la médula. Es un violador y ya no podrá volver a
hacerle eso a nadie»; también el hermanastro de Harry sale beneficiado «Soy asesor legal de la Fruit Box Foundation».
La novela podría ser llevada al cine; de hecho está escrita de manera que los
diálogos y la acción cobran casi toda la importancia.
—¿Puedo
preguntar algo? —dijo Lewis— ¿Quién quiere saber si Nick dejó un heredero?
—Puede
preguntar, señor Lewis, pero es la única pregunta que no puedo responderle.
—Nick
no tenía nada, y su familia, muy poco. Tiene que ver con su adopción, ¿no?
Bosch
se quedó en silencio, Lewis lo había pillado
[…]
—Gracias,
señor Lewis, le agradezco mucho su ayuda.
Bosch
colgó y decidió continuar a San Fernando…
El
lenguaje utilizado por los malvados es zafio, plagado de tacos, perfectamente
caracterizador de aquellos que, o bien no tienen razones para defenderse, o
bien se sienten culpables y es su manera de “hacer daño”: «¿Qué coño es esto?» «¿Qué es
esto capullos?» «¿Cuatro contra uno? A la mierda» «A ver si entienden cómo la
han cagado».
Y,
si todo esto no es suficiente para una cinta de cine negro, el final es propio
de película, en la que incluso se escapa alguna lágrima. Me quedo con las ganas
pero no diré de qué se trata, no diré nada que desvele lo importante, sólo que «era la primera vez que la veía sonreír.
Pero era una sonrisa de soslayo que sabía que había visto antes».
No
me extraña que Michael Connelly sea uno de los escritores con más éxito del mundo;
con un estilo sobrio consigue una narración ágil a pesar de estar plagada de
datos, lo que nos sirve, por otro lado, para ir uniendo referentes y enterarnos
a la perfección de los pasos que da el investigador. Bosch es contratado por
Vance para legar su fortuna a un posible heredero; siendo muy joven dejó a Vibiana
embarazada cuando ella tenía 16 años y permitió que su padre los separara, pues
ella era mexicana y temían que fuese tras la fortuna: «yo era demasiado cobarde para encontrarla». Al mismo tiempo, el
detective trabaja en la comisaría, en el caso del violador en serie El
Enmascarado.
El
autor logra escribir, de manera rápida, haciendo uso de todos los recursos a su
alcance como la ironía, la obviedad «Llevaba
la cabeza afeitada solo para poder completar el aspecto de tipo duro», o la
hipérbole humorística, «Sabía por
experiencia que esperar un ascensor en ese edificio podía quitarle las ganas de
vivir». Todo conforma una serie de imágenes que van sucediendo ante nosotros
para mantenernos en vilo; incluso los finales de capítulo nos dejan con ganas
de seguir leyendo «Tuvo a su hijo
—susurró— y se lo quitaron».
La
novela de Connelly, atrapa todas las características de la novela negra; cuando
tenemos la impresión de que el caso se cierra «Eso significa que Santanello había muerto a una edad entre los
dieciséis y los veinte», aparece otra pista que lleva al detective a seguir
investigando.
Además
encontramos un retrato de la sociedad actual: el problema de la falta de
atención y razonamiento en unos habitantes acostumbrados a que todo les pase en
forma de imágenes por la televisión, y a creérselo por no saber pensar «Todos los juicios que se ven en la caja
tonta duran una hora. Los jurados se impacientan en los casos reales.», el
problema de los inmigrantes «Los
políticos podían hablar de construir muros y cambiar leyes para que no entrara
gente, pero al final eran meros símbolos […] Nada podía contener la marea de
esperanza y deseo», el problema de la violencia de género «Bosch se dio cuenta de que la víctima había
vivido con las consecuencias psicológicas y tal vez incluso físicas del
horrible asalto durante todo ese tiempo sin poder siquiera aferrarse a la
esperanza de que un día la justicia se impondría», el problema de la guerra
«Cuatro hombres pasan la formación básica
[…] y sólo uno vuelve vivo a casa». El problema de la xenofobia, incluso la
mezcla racial es el punto de unión entre los dos casos que lleva Bosch, lo que
hace de la novela una narración especialmente sensible y comprometida «Que una navaja robada aquí […] termine en
manos de un hombre blanco enmascarado que persigue latinas en San Fernando».
Y
tras esta crítica, el autor, sin moralinas, eleva a justicia poética lo que
podría ser realidad «La idea de que […]
pudiera sobrevivir y pasar el resto de su vida en una silla de ruedas no le
suscitaba ninguna compasión».
Pues
sí, lo confirmo, novela recomendable para este verano, en la que el título
aparece en dos ocasiones: la primera es cuando el narrador razona sobre el
comportamiento que tuvo el magnate Whitney Vance, casi ochenta años atrás, con
la adolescente a la que dejó embarazada «lo
que le había ocurrido a Vibiana no estaba bien. Vance la había dejado en el
lado oscuro del adiós». La segunda es el final, cuando Connelly la cierra a
la perfección, con un final mágico.