En Nunca pasa nada, realmente ocurre de todo, es una reflexión coral de la vida,
del día a día, de cómo afecta a nuestra forma de comportarnos, de entendernos y
entender a los demás. Es la vida misma, la rutina en la que estamos inmersos y
que, sin darnos cuenta, hace de nosotros lo que somos. Desde pequeños.
La
obra es un conjunto de reflexiones que unos veinteañeros se hacen durante un
fin de semana alejados de la civilización, al menos de lo que hoy entendemos
por civilización, internet. No hay conexión y, mientras que para algunos no
supone ningún problema, para otros es una catástrofe, algo que los apartará de
sus costumbres y podrá tener consecuencias indeseadas.
Todos
nos vemos reflejados en alguno de los ocho personajes; aunque no tengamos 20
años nos sentiremos identificados con determinadas situaciones, porque a pesar
del lenguaje totalmente actual, que lógicamente hace referencia a conceptos
actuales, las circunstancias son universales: la confianza, la traición, el
trabajo, los estudios, el amor, los padres. Momentos a los que, con el paso del
tiempo no les concedemos importancia y, sin embargo, estaban ahí, en nuestra
mente, erosionando nuestra vida en pareja, o la amistad, o nuestro trabajo.
¿Quiénes
somos en realidad? Es la pregunta que nos hacemos al leer Nunca pasa nada. ¿Sabemos comunicarnos o simplemente hablamos?
Los
personajes son jóvenes pero la obra no va dirigida sólo a ellos. Los de más edad
podemos eliminar prejuicios ante esa generación, no tan vacía ni falta de
ideales como pueda parecer. Los de más edad también nos hemos encontrado con
acoso escolar en su momento (antes no se llamaba así, eran “bromas” que había
que aguantar o perrerías del matón del grupo que había que esquivar), o acoso
laboral, con suicidios o intentos de suicidio por diversas razones, con
rechazos a determinadas personas por diferentes motivos, con angustias por no
haber sabido educar a los hijos o por verlos partir de nuestro lado, lejos,
porque han de buscar trabajo donde sea.
A
pesar de ser situaciones usuales, Nando López, el autor, consigue engancharnos desde el comienzo porque aporta un
punto de vista diferente a cada personaje. No todos están de acuerdo en todo. Y
lo más importante, no hay moraleja ni benevolencia, de forma que es el lector,
o espectador, quien se construye su propia versión, según se la haya aplicado a
sí mismo.
No
cabe duda de que hay exigencias por parte de todos, de que hay críticas a la sociedad
actual pero el autor nos fuerza a ver la solución en nosotros mismos.
La
obra está dividida en cuatro actos. La primera innovación formal, aparte de que
no es muy usual este número de actos, es que cada uno está provisto de un
título, como si fueran los capítulos de una novela y, aunque todos se mezclan,
en cada acto predomina lo que le da nombre: Ideas (que tiene cada uno), Planes,
Juegos (o formas de pasar el tiempo) y Fotos (recuerdos que quedan, en
realidad, de cada uno).
Otra
innovación es la cantidad de analepsis y prolepsis que encontramos, lo que
dificulta algo la representación. Comienza en el presente y en el recuerdo del
fin de semana que ocho amigos, de unos 20 años, pasan en la casa de campo de
uno de ellos. Al final todo vuelve al presente. Las prolepsis van dirigidas al
espectador, de manera que dos o tres personajes pueden estar en escena
monologando consigo mismos, sin que el otro influya para nada en sus
afirmaciones aunque entre todos vayan aclarando al lector lo que va a ocurrir,
lo que ocurrió, pues todo queda ya en un pasado
OLIVIA.- Aitana no rompió con César
NORA.- Íker
no me pidió perdón
OLIVIA.- Dice que va a dejarlo.
Pero
en cuanto él dice que lo siente, ella cede
NORA.- Ni
siquiera me dijo que lo sentía
…
A veces
son dos escenas diferentes las que se representan simultáneamente. Incluso los
diálogos están intercalados, como si el problema fuese el mismo, o uno de ellos
continuidad del otro. Lejos de confundir, esto nos ofrece una idea de lo que
pasa en tiempo real en la casa.
(En una de las habitaciones, Hugo está
leyendo y entra Teo.
En la otra, Luna se besa con Olivia.)
LUNA.- ¿Te
confieso algo? he venido al cumple de mi hermana sólo por esto
TEO.- ¿Se
puede?
OLIVIA.- ¿Sabías que iba a pasar?
HUGO.- Iba
a dormirme ya
OLIVIA.- Quería que pasara
TEO.- No
me lo creo
Las
acotaciones tampoco siguen la regla general. Al comienzo de la obra, en el Acto
I hay también dos acotaciones, una que indica el día en que comenzó la salida y
la otra que encabeza la escena 1, nos trae al presente, y nos ofrece una imagen
general de Nora y lo que hace en ese momento.
Las
acotaciones de Nunca pasa nada suelen
aludir a referencias objetivas que son percibidas por el lector/espectador, por
lo que explicitan una polifonía informativa de los temas y el pensamiento de
los personajes. El texto contiene numerosas acotaciones sobre qué hacen, dónde
van, el momento en el que sucede… incluso encontramos algunas emotivas de
carácter omnisciente, a medio camino entre una acotación teatral y una
narración intimista, difícil de llevar a cabo en la representación pero clave
para el lector pues le permite conocer mejor a los personajes.
(Teo y Hugo se miran. El primero, muy
quieto, con miedo a hacer algo que incomode al segundo. Hugo se acerca a él y
lo abraza. A lo mejor el viaje sí ha valido la pena, piensa Teo. A lo mejor Teo
tiene razón y hay algo en él que no es tan gris, piensa Hugo)
Las
situaciones de la obra llevan a fortificar la amistad entre algunos de ellos,
entre otros empieza a diluirse; se dan cuenta de que el instituto fue el
impulsor para el cambio experimentado en su recién comenzada vida de adultos. Y
el espectador reflexiona con ellos sobre los temas que le interesan, la
amistad, la dificultad de la homosexualidad, la dificultad de olvidar a un ser
querido si, con el acoso y maltrato emocional hace de nosotros alguien dependiente,
el desequilibrio afectivo que nos hace buscar, de forma obsesiva, la atención de
quienes nos rodean, aunque sea autolesionándonos, la conciencia de grupo entre
los colectivos más débiles «Somos todas
una, Nora», los complejos personales ante el triunfo de los demás, el
desempleo, los trabajos basura que hay que asumir, la crítica hacia la
desigualdad de oportunidades según las clases sociales «empeñas a tus padres para poder pagar el grado y luego ese maldito
máster que parece que le regalan a otros», la soledad en la propia familia,
el machismo, la crítica hacia el falso progresismo que algunos abanderan porque
queda bien, la falta de implicación de los propios jóvenes «Hashtag estoy sentado en mi sofá pero soy rebelde que te cagas»,
la presión de los padres hacia sus hijos para que sean especiales, el sistema
nefando educativo, la obsesión por la muerte como medio de desaparecer, la
igualdad entre los sexos… En fin, no es cierto que nunca pase nada, pues en
esta obra aparecen todos los temas que preocupan a una sociedad que puede
parecer algo superficial, por sus expresiones “instagramer, rayantas, viejóvenes, followers, casting, friendzone,
maistream, next”, pero que sufre, y trabaja por conseguir sus ideales como
siempre ha ocurrido. De diferente manera, porque la sociedad es diferente.
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