jueves, 6 de junio de 2019

UNA NOVELA CRIMINAL



No es una literatura fácil. La lectura no es complaciente. Tampoco lo pretende el autor. Jorge Volpi nos provoca constantemente; los diálogos, imposibles si son ficcionales, se transforman en increíbles si parten de la realidad. Y esto ha ocurrido, ocurre en México y en tantos otros lugares en los que la policía, el gobierno amedrenta a los ciudadanos; entonces hay dos opciones, luchar acarreando las consecuencias o unirse al poder para vivir, bien o mal es lo de menos, lo importante es no estar al otro lado.

Una vez pensadas las opciones podemos entender —o no— a los profesionales que se limitan a corroborar lo evidente, delegando la credibilidad en los afectados, no en las pruebas científicas irrebatibles.

Tiene una contusión en la pierna izquierda y una herida cortante en la región frontal de aproximadamente cuatro a cinco centímetros
¿Por golpes?
Sí, por golpes, afirma el paramédico.
Me comenta que sufrió un golpe con una tabla.
De los plagiarios […] lo corrige Ezequiel.

Desde las primeras páginas de Una novela criminal el autor zarandea al lector para que reaccione; el estómago se va encogiendo hasta sentir que no quieres leerlo, sabemos que es una novela y sabemos que esto ocurre con más frecuencia de la debida.

El argumento es sencillo, el gobierno necesita erradicar el secuestro exprés de México, para lo que tiene que dar un castigo ejemplar. Hay que atemorizar a los secuestradores, pero los poderosos se dejan llevar por acusaciones falsas, y montan una redada mediática a la que aportan secuestrados y secuestradores. Nada tendrá sentido. A base de torturas los “secuestradores” dirán lo que interesa a la policía, pero aun así titubean ante las cámaras, no tienen claro qué han de decir, y los golpes no ayudan a despejar la mente. Todo da igual, el pueblo lo asimila con facilidad pasmosa —sale en televisión— y, ante los ataques de algunos periodistas o abogados que denuncian las irregularidades en los hechos, prefieren creer en el poder, que por su parte va agrandando la mentira hasta que se les escapa de las manos.

Han de pasar seis años para que Florence Cassez, ciudadana francesa capturada como secuestradora en México, reciba el apoyo de su país, de los mejores abogados, incluso de actores como Alain Delon y del propio presidente Sarkozy, pueda ser declarada inocente y vuelva a su país.

No correrá la misma suerte Israel Vallarta, su novio cuando los apresaron, pues tras recibir las más crueles torturas se ensañaron con los miembros de su familia, todos víctimas al ser señalados como los integrantes de la banda —inventada— del Zodíaco.

Este es el argumento, a grandes rasgos (son casi 500 páginas). Algo, en principio sencillo de entender y creer pues forma parte de la vida diaria. Pero no todo es tan elemental, de hecho no hay nada evidente. La trama se complica en Una novela criminal.

El intervencionismo estatal crea en México, mayores problemas; no sólo Francia rompe su relación con el país sino que las repercusiones van endureciendo los cargos consiguiendo alargar demoledoramente las condenas, como bolas que en su caída recogen más testigos falsos, más mentiras, más contradicciones, hasta presentar  un caso surrealista, perteneciente a la peor de las pesadillas «Una y otra vez la misma actitud, el mismo estilo: jamás reconocer un error y, a la develación de una mentira, responder con una mentira todavía mayor».

Por eso hemos de acudir a la forma de la novela, la estructura es absolutamente original. Pensamos que está escrita como una crónica, sin embargo los saltos en el tiempo, las analepsis, prolepsis, flasback recorren todas las páginas hasta que nos cuestionamos el tiempo real. Asimismo los espacios varían al quedar supeditados a aquéllos que circulan por distintos expedientes y testimonios. Todo ello permite enfrentarnos a una narrativa arriesgada, inquietante que, tras la aparente claridad, nos introduce en una confusión de acontecimientos:

Sostiene Florence que el día de su detención (es clara la intención del mecanógrafo de no inscribir la fecha del arresto).
[…]
Guadalupe y Yolanda, las hermanas mayores de Israel […] viven a unas cuadras de distancia […] ya no pueden impedir que don Jorge y doña Gloria vean las imágenes de Israel y Florence que aparecen sin cesar en televisión […] Sèbastien dormita en su cama […] Claudia, la esposa de Israel, se encuentra en Guadalajara […] “Toma un chocolate” le dice Bernard Cassez a su esposa.

Una gran cantidad de personajes, lugares y tiempos se agolpan por momentos y llevan al lector a un desorden mental absoluto, el mismo que sienten los detenidos «Vemos cómo Vallarta, vestido con un raído suéter verde, aturdido por los golpes, apenas reacciona».

El narrador, perfectamente documentado, filtra de vez en cuando su opinión e incluye con ello al lector a una reflexión ética «¿Quién es el personaje central de este relato cuya historia ha quedado opacada por la de su novia? ¿Un peligroso criminal o la víctima de una gigantesca conspiración?»; el centro es el ser humano. La literatura queda convertida entonces en Historia, y como tal la vamos asimilando, nos deprimimos ante una sociedad brutal que puede conseguir jugar con el hombre como si fuera un títere, al que no importe romper. Sólo hay que mantener viva la función.

Esta actuación, esta realidad imaginaria se ve reforzada por los medios de comunicación; la prensa, la televisión sobre todo, y los eventos hollywoodienses han conseguido una globalización que poco tiene que ver con el día a día en según qué lugares —o en ninguno— y, sin embargo aparecen ante nosotros con una lógica desesperanzadora.

La polifonía narrativa aporta objetividad. Van narrando los hechos los distintos secuestrados, secuestradores, policías implicados, abogados… Asimismo mediante el estilo indirecto el narrador cambia de voz; sus intervenciones con función conativa refuerzan la realidad del escrito «Lívido —pagaría por ver su semblante—, el presidente continúa la conversación como si no le concediera importancia a lo que acaba de escuchar», y sin embargo no obtenemos respuestas, sólo una relación de hechos que promueven preguntas constantemente, de manera tan insistente como la técnica utilizada para inspirarlas: la repetición de hechos en diferentes momentos y por diferentes personajes. El caso ocurrido nos bombardea una y otra vez hasta que los implicados nos trasladan sus torturas y el narrador aumenta psicológicamente su cautiverio.

Gracias al conjunto de narradores no sólo imaginamos lo que ocurrió sino que conocemos la escenificación llevada a cabo por la policía (la vida es un teatro). A veces la acusada, Florence, puede denunciar «Fui detenida arbitrariamente, sin existir flagrancia y sin estar en posesión de armas y luego retenida ilegalmente por espacio de 24 horas».

Otras, la ironía, casi constante, queda resaltada con ayudas del mundo cinematográfico «Traduzco: a Florence le gusta convivir con maleantes […] Israel, por su lado, carece de culpa y empatía […] El retrato robot de nuestros Bonnie & Clyde».

En otras ocasiones no hay sarcasmo, es la opinión directa del narrador que vapulea no sólo a un personaje sino a todo un país «”Mi mejor amigo dentro de la comunidad judía, y con el que hemos librado batallas en conjunto, es Eduardo Margolis” afirma la activista sin ruborizarse». Asimismo los propios documentos oficiales son portadores de una estética totalmente grotesca que proclama una realidad ilógica, como el caso de la ampliación de Cristina Ríos en 2010, donde imputa nuevos crímenes y violaciones a Israel y Florence de forma que «conforme a este nuevo testimonio, Cristina vivió un horror indescriptible. Fue violada a diario por El Ranchero, y casi a diario por Ángel; diez veces por Edgar Rueda Parra y cuatro por el padre de éste; dos por el Hilachas; cuatro por Gabriel y otras tantas por Israel […] Sin atreverme a juzgarla no me quedan dudas de su sufrimiento».

Creo que ante esto huelgan los comentarios, pero Volpi utiliza la palabra para desmontar ese realismo imaginario con argumentos anafóricos que terminan por hacernos sentir miedo ante la desprotección del ser humano, y con marcadores que destacan la falsedad de ese realismo «Su inconsciente lo delata: ese “prácticamente” lo convierte en cómplice de la manipulación del público y de la puesta en escena».

Es difícil leer Una novela criminal, es duro, pero todos debemos ser conscientes de este nuevo realismo que denuncia no sólo a través de la literatura latinoamericana, sino que se instala en la vida, siempre, de los perdedores.

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