lunes, 10 de junio de 2019

ROJA CAPERUCITA



El título es muy significativo, al utilizar el adjetivo como epíteto, recoge en su simbolismo toda la importancia que la protagonista va a tener en esta obra teatral. Lo importante del personaje es la fuerza, el apasionamiento, la voluntad que, de haber sido Caperucita roja, no hubiéramos encontrado. Sólo al leer Roja Caperucita ya sabemos que no será la niña desvalida que conocemos, por lo que el cambio experimentado en el título original advierte del cambio de contenido. En efecto, Caperucita no es una niña, es una adolescente que, al alcanzar los 15 años decide huir de la monotonía de su casa y cumplir su sueño, investigar en aquello que se le tenía prohibido. De esta manera irá a casa de su abuela atravesando el bosque prohibido en el que, como antítesis del paraíso, la claridad viene de la luna; no hay sol en ese bosque, pero todos acuden a él atraídos por la protección, la inconsciencia y el peligro que representa la luna. Este espacio tiene un jefe, asimismo contraposición del propio Dios, el Lobo, símbolo de valor, de fuerza, de la irracionalidad latente, de la libertad y del mal; es quien gobierna en ese bosque atípico, y su planteamiento vital consiste en adorar a la luna y en que lo obedezcan a él, por ello se rodea de los seres más anodinos. Liendres, su Amante y el Leñador han llegado a ese bosque pretendiendo olvidar algo de sus vidas y, desde entonces, se dedican a complacer al lobo: «Dejad de mendigar. Nosotros solo comemos lo que nos da el Lobo.»

Pero allí irá Caperucita, y ni los ruegos de su madre, ni la violencia de su abuela conseguirán que dé marcha atrás, al contrario, demostrará a todos que su valor es similar al del lobo, y sus ambiciones van más allá que las de éste: «Si tenéis miedo, subíos a los árboles». Caperucita intentará hacerse con el poder, pues este afán es atrayente e ilimitado. La lucha entre ambos candidatos por gobernar el bosque demostrará a los demás que todo puede devenir a peor cuando pensamos que hemos tocado fondo.

La obra es totalmente insólita, no sólo los personajes no son los mismos que en el cuento original, sino que son simbólicos. Todos representan un ser social real que, en un momento determinado, se da cuenta de sus actos, se desprecia por ellos e intenta evadirse en un mundo paralelo onírico, perteneciente al inconsciente, al sueño, a la muerte.

El bosque de Roja Caperucita es un bosque sin árboles «Porque el Lobo los mandó cortar […] Para ver mejor a la luna». Nos encontramos con un lugar paradisíaco al que le han eliminado la fuerza vital indestructible, eterna que simboliza el árbol, así pues ha sido desposeído de su característica sagrada. El lobo, símbolo irracional, se siente atraído por el poder femenino, pero algo le ocurrió con una mujer, por eso ha ido al bosque a refugiarse y por eso trata mal a su Amante, un personaje plano, lastimoso, capaz de hacer lo que sea con tal de que el lobo la quiera «Me llamarás Caperucita Roja. Y cuando hagamos el amor, cerrarás los ojos y te imaginarás que soy ella». Frase terrible con la que David Llorente quiere hacer una llamada de atención a la mujer: no hay que estar con un hombre a la fuerza, en el amor no se puede coaccionar a nadie, porque se cae en la posibilidad del desprecio, la humillación y el maltrato «Porque no eres nadie. Nada. Vete. No vuelvas a molestarme nunca más».

Ésta es la Amante, alguien despechado, por eso ayuda a Caperucita a que salga del bosque, para no tener rival, aunque ella no lo quiera y se lo advierta «Puedes guardártelo. No me interesa ese animal». La Abuela aparece también con un carácter opuesto al del cuento. Ya no es la ancianita indefensa, amable y digna de lástima. Es una mujer llena de rencor y odio que no duda en atacar a su propia nieta y decirle una verdad traumática la primera vez que la ve

Niña estúpida (salta sobre ella)
¡Qué hace! No, no, déjeme. No me toque. No, por favor. ¡No!

Por esta razón el lobo se comerá a la Abuela y no por simple crueldad como en el cuento original.

El leñador del cuento tradicional es el héroe que ahuyenta y mata a los malos, como el lobo. Es el salvador de Caperucita, el poseedor de la fuerza y la justicia. En la obra de Llorente el Leñador es alguien torturado por su pasado en el mundo real, que va al bosque para ocultar sus temores y termina obedeciendo al lobo, como todos. Caperucita lo sabe y se lo dice «Tú también eres un cobarde».

Liendres es el personaje que aporta algo de humor. De escasa inteligencia, está en el bosque porque se considera imprescindible para el lobo, por eso acata sus órdenes sin pensar. Sus respuestas, de doble sentido, son las que harán asomar una sonrisa en el espectador

Liendres, Liendres
Sí, mi señor
Tenemos que impedir que Caperucita salga del bosque
[…]
…nadie ha encontrado la salida del bosque, ¿por qué debemos suponer que Caperucita la encontrará?
[…] Porque todos vosotros sois unos imbéciles…
Claro, señor, claro […] ¡La encontraré antes de que encuentre el camino! Sí… y cuando la encuentre, señor, la agarraré de los pelos y la traeré arrastrando hasta usted.

Por último la Madre de Caperucita no quiere que su hija vaya al bosque, pero ésta no la obedecerá, como toda adolescente. Tampoco quiere que Caperucita se sienta atraída por la luna. Ahí reside su secreto y su temor. Y puede que al final se cumpla.

 Aunque parezca que el conflicto entre los personajes es externo, cada uno libra su propia batalla contra su propia alma. Desde este punto de vista la acción dramática es verosímil, los personajes describen una verdad sin necesidad de reproducir la realidad; son, pues, simbólicos. En ningún momento nos extraña que personas hablen con animales como si todos pertenecieran a la misma especie, y es que, en realidad, ya nos previene Caperucita cuando avisa al lobo, «Somos animales. Somos salvajes. Y libres. No tenemos que seguir las reglas de los hombres». Efectivamente, estamos en un cronotopo libre, el que da la literatura; podemos soñar con una verdad artística que, sin embargo, se aproxima peligrosamente al mundo real, gobernado también por la ambición, en el que los sentimientos van desapareciendo en favor de los intereses.

La combinación de humanos y animales, animaliza nuestra sociedad que, aunque parece que avanza, sigue un proceso de embrutecimiento cada vez más refinado. Una sociedad que se deja llevar por los impulsos de aquéllos que dominan.

Para resaltar la mezcla de animales y personas, el autor no coloca el nombre de quien habla en cada momento. No hace falta. Los diálogos son lo suficientemente explícitos como para indicar quién tiene la palabra en cada momento.

Sólo hay cuatro acotaciones en el texto y son para señalar movimientos diferentes que realizarán los personajes, sobre todo al final de la obra. El resto del libreto, probablemente porque el autor también es director teatral, permite una representación libre para los diferentes directores de escena que se atrevan a poner sobre las tablas esta obra fuerte, dura, valiente.

1 comentario:

  1. Esta reseña se me había pasado. Es fabulosa, como siempre. Acabo de poner un enlace directo desde los comentarios de mi entrevista al autor. ¡¡Necesito leer esta obra, ya que no la puedo ver por el momento!!

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