La
imagen que proyecta el amor, como cualquier otra propiedad del ser humano,
tiene diferentes ángulos, de forma que cada persona que la vea representada —en
algunos casos— o lea algo de este sentimiento, pueda extraer distintas
enseñanzas según el punto de vista que adopte, según su propia naturaleza o el
momento anímico en que se encuentre.
He
releído más de una vez El sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta, Othello, Hamlet, Macbeth… y siempre hallo
algo nuevo, lo que confirma que por muchos siglos que pasen podremos, podrán,
disfrutar de la obra de este genio universal, William Shakespeare.
Está
claro que todos los temas y problemas relacionados con la condición humana
están tratados en sus dramas, comedias o tragedias, pero, sin duda, el amor es
el que unifica a todos los demás pues casi siempre va unido a una proeza. La
complejidad del amor va asociada a las distintas circunstancias en las que se
desarrolla, desde la desesperación hasta el humor pasando por la ansiedad, el
dolor o la muerte.
Sea
cual sea la situación no se puede renegar del amor pues, aunque intentemos
impedirlo, de una forma u otra irrumpirá en nuestras vidas exigiendo ser tenido
en cuenta.
Tengo
en mis manos una joya en todos los sentidos. Literalmente es una preciosidad, un
librito pequeño, casi cuadrado, encuadernado en oro viejo con ilustraciones de
los más grandes pintores renacentistas, desde la Muchacha peinándose de Bellini, que enmarca la portada, hasta otras
figuras de Tiziano, Rafael, Durero, El Veronés, El Perugino, o imágenes del
siglo XIX de Frederick Bacon, Rossetti o Godward. La calidad del papel es
insuperable y, una greca en tono dorado mate, casi marrón, que reproduce las
baldosas de catedrales o monasterios ingleses, termina de adornar las páginas.
El contenido, acorde con la forma, está compuesto de poemas o fragmentos de
diferentes obras del Bardo de Avon, todos relacionados con el amor, de ahí el
título del libro: El amor en Shakespeare.
La autora de la selección es Helen Exley, quien ha demostrado un gusto
exquisito y gran amor hacia el poeta.
Antes
he afirmado que tengo en mis manos esta joya; nunca mejor dicho, pues soy su
depositaria hasta poder entregarla a quien verdaderamente corresponde. Espero
con ansiedad que, si ves estas imágenes o lees estas palabras, reclames lo que
es tuyo y disfrutes con ello como yo lo he hecho.
Comienza
el libro recordando una de las primeras comedias de nuestro autor,
probablemente una de las más intelectuales por estar plagada de alusiones
literarias, Trabajos del amor perdidos,
poco accesible a todo tipo de público, y sin embargo a todos no embarga la
placidez al leer «…Cuando el Amor habla,
la voz de todos los dioses adormece al cielo con su armonía» ¿Se puede ser
más explícito?
Mediante
la concatenación, en Troilo y Cressida,
ordena los elementos que componen el amor, y nadie duda de ello: sangre cálida,
cálidos pensamientos y cálidos actos.
Antes
de dejar a Ofelia, a causa de sus propias dudas como persona, Hamlet le
escribió, probablemente, una de las más bellas declaraciones
Duda
que las estrellas sean fuego,
duda
que el sol no se mueva;
duda
que lo verdadero sea falso,
mas
nunca dudes de mi amor.
Y,
por supuesto, no falta el humor en la concepción del amor, como afirma Claudio
en Mucho ruido y pocas nueces cuando
se dirige a Beatriz, a pesar de que al final será con Benedicto con quien se
case la sobrina de Leonato, gobernador de Mesina, y Claudio lo haga con Hero,
de quien está enamorado de verdad
Señora,
soy vuestro como vos sois mía.
Me
entrego a vos,
y
me muero por el cambio
El mercader de Venecia, comedia trágica donde las haya
expone de forma casi sentenciosa lo que conlleva este sentimiento universal,
pues «…el amor es ciego, y los amantes no
pueden ver las bellas locuras que comenten».
Asociado
a la inconsciencia, ladrón del pensamiento, anulador de la razón, el amor
consigue que hagamos cualquier despropósito. En Como gustéis, una de las comedias más maduras de Shakespeare ya que
convergen elementos pastoriles, el juego de identidades, la interacción entre
sexos, el conflicto familiar por el dinero y la ambición por el poder, Silvio,
enamorado de Febe, le exhorta a Corino «Si
no recuerdas la más ligera locura en la que el amor te hizo caer, tú no has
amado». Es cierto, el amor nos hace cometer locuras, pero no sólo el amor
hacia la pareja, realizamos disparates por el amor hacia los hijos, hacia los
amigos y hacia quienes, en general queremos. De hecho el amor purifica, da
igual la clase de amor; cuando queremos nos sentimos bien, Troilo y Crésida lo recuerda, «Este
amor nos redimirá a todos».
El
poder del amor es tan fuerte que, físicamente, no se puede demostrar del todo,
por eso Shakespeare pide en su soneto XXIII, que sea la escritura la que
resalte el sentimiento que lo invade, y con dos sugerentes sinestesias termina
el poema, dotando al amor de todo el poder de la palabra que, más que oírla, se
vea y pueda ser plasmada para siempre.
¡Oh,
aprende a leer lo que el silencioso amor ha escrito!
Que
escuchar con los ojos corresponde al fino ingenio del amor
Y,
por supuesto no se puede hablar de amor sin recordar a Romeo y Julieta, enamorados míticos a quienes el destino les tenía
preparado un amargo final. Apenas pudieron disfrutar el uno del otro, no hubo
amanecer para ellos, por eso, presintiendo con un oxímoron este triste final,
no quieren separarse durante la noche «Buenas
noches, buenas noches. La separación es un dolor tan dulce, que estaré diciendo
buenas noches hasta que amanezca».
El
bardo era un perfecto conocedor del ser humano, por eso también podemos leer
pasajes en los que advierte de la inconstancia del hombre en sus engaños, o en
el tiempo limitado del amor. Aunque en las grandes tragedias aparezca el amor
eterno, la comedia menos real que haya escrito posiblemente, aquella en la que
la magia y los duendes juegan malas pasadas a los enamorados, Sueño de una noche de verano, confirma
que, en la brevedad de un sueño el amor puede desaparecer «Así de rápidas, las cosas brillantes caen en la confusión».
La
pérdida del amor es algo tan temido que constantemente alude a ella no sólo en
sus obras teatrales; el soneto XLIX recuerda que no se puede forzar al amor «puesto que carezco de alegación por exigir
me ames» y en el LXIV reflexiona que el paso del tiempo apagará el amor,
entonces «Este pensamiento es como una
muerte, sin más recurso / que llorar por lo que su miedo perder teme».
Después
de leer algunas obras de Shakespeare, llegué a la conclusión de que para el
autor, la mujer significaba más que una musa, era mucho más que el complemento
del hombre; la mujer de Shakespeare es la fuerza, la inteligencia, la decisión,
la bondad, tal como lo demuestran Julieta, Lady Macbeth, Desdémona, Ofelia o la
reina Titania. Pero probablemente sea en Trabajos
de amor perdidos donde lo diga más claramente a través de la disertación de
Berowne, cuando se da cuenta de que sin mujeres ellos no son nada y así se lo
argumenta a Dumaine, Longaville y al propio Rey «Los ojos de las mujeres centellean como el verdadero fuego de
Prometeo; ellas son los libros, las artes y las academias que enseñan,
contienen y nutren a todo el mundo: sin ellas, nadie sobresale en nada.»
Entre
sus obras hay situaciones que confluyen; el bosque como lugar propicio para el
misterio no sólo aparece en Sueño de una
noche de verano. El travestismo era lugar común en la época. El padre
controlador no podemos observarlo exclusivamente en Romeo y Julieta. Todos estos topos forman parte de Los dos caballeros de Verona, obra en la
que prima la amistad sobre el amor, pues Valentín no duda, a pesar de querer a
Silvia, en cedérsela a Proteus (quien deja a su prometida Julia y rapta a
Silvia), con tal de no terminar su relación como amigos, aunque Proteus, al ver
nuevamente a Julia recuerde su amor y vuelva a aceptarla. Todo acaba bien; sin
embargo esta decisión nos deja un sabor amargo, a pesar de las palabras de amor
tan bellas con las que Valentín se refirió a Silvia al hablar con el padre de
ella y enterarse de que él quería expulsarlo de su ducado de Milán para evitar
el enamoramiento:
Morir
es desertar de uno mismo, y Silvia es mi persona. Separarme de ella es
separarme de mí mismo: un destierro mortal. ¿Qué luz es luz si no veo a Silvia?
Otro
tópico universal es la confusión sueño-realidad: La República, Las mil y una noches, La Divina Comedia, La vida es
sueño, El sueño de una noche de verano, Alicia en el país de las maravillas son
algunos ejemplos con los que podemos disfrutar, pero nuestro poeta inglés nos
lo recuerda también en el soneto XLIII:
Los
días se me vuelven noches cuando no te veo,
y
las noches, lúcidos días, cuando en sueños te muestran
Si
hay una comedia, que más que de enredo es enrevesada, es A buen fin no hay mal principio, sacada de los cuentos del Decamerón de Bocaccio. En ella, como
siempre, la mujer será quien ostente la fuerza y la decisión, pues Elena, a
pesar de ser de clase inferior a la de Beltrán, se enamora de él aunque sea un
irresponsable que intenta seducir a Diana. Sin embargo Elena se las apañará
para que Diana le deje su puesto en el lecho de Beltrán, quedarse embarazada y,
por lo tanto, obtener al conde del Rosellón.
Algo
impensable hoy y que sin duda Shakespeare le hubiese dado otro final en el
siglo XXI, pero no estamos comentando esto sino la sensibilidad que nuestro
autor demuestra en todo momento al referirse al amor, y por boca de Beltrán
cuando pretende enamorar a Diana, dice lo que probablemente todos pensemos que
es el Amor, así, con mayúscula: «Mi casa,
mi honor; sí, mi vida es tuya».
Hemos
comentado antes Como gustéis
recordando lo que el pastor Silvio le reprocha a Corino, pero quiero terminar
con la bucólica escena en la que Silvio, enamorado de la pastora Febe, es
rechazado por ella y, al ver la burla de ésta, Rosalinda, disfrazada de pastor
Ganímedes, la reprende haciéndole ver la suerte que tienen algunos de encontrar
a alguien que merece la pena. Con estas palabras, que hoy podrían servir para
referirse a una mujer real, que hace tiempo encontró a un hombre que quiso
hacerla feliz, a dos niños que tuvieron la suerte de compartir su vida con él y
a otros dos que ahora se alegran desmedidamente al verlo, termino las
reflexiones que El amor en Shakespeare
ha conseguido de mi mente:
Arrodillaos,
y dad gracias
al
cielo, rápidamente,
por
el amor de un hombre bueno
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