Merece
la pena leer Sueño de una noche de verano porque es una obra del también
homenajeado este año, en su 4º Centenario, William Shakespeare, porque es una
comedia divertidísima, porque conjuga realidad y ficción hasta que forman un
microcosmos aparte, y porque el metateatro que contiene, la representación de
la tragedia de Píramo y Tisbe (a cargo de unos artesanos), es una de las
mejores —por ocurrente— adaptaciones de la leyenda de estos amantes.
Cuña.- Pardiez, nuestra función es “La muy
lamentable comedia y muy cruel muerte de Píramo y Tisbi”
Canilla.- Una pieza muy
buena, os lo aseguro, y divertida. Ahora, buen Pedro Cuña, ve llamando a tus
actores por la lista. Señores, desparramaos.
En
realidad la he leído porque me quedé intrigada con Martinito, el de la casa grande;
quería comprobar dónde estaba lo literal, dónde la influencia y dónde el guiño
de Carmen Baroja al maestro.
Y me
ha pasado exactamente lo mismo que al leer las tragedias de Shakespeare; desde
el principio he quedado atrapada por un vocabulario en el que la mezcla
inesperada de estilos hace de la representación algo ágil, moderno y atrevido.
Encontramos metáforas poéticas y humorísticas «la luna (la regidora de las aguas), pálida de cólera, lava el aire
entero haciendo abundar los males catarrosos», que nos recuerdan a las
greguerías de Gómez de la Serna; junto a ellas, otras empequeñecedoras que, en
la situación de encantamiento, nos hacen sonreír «¿Quién no va a cambiar a un cuervo por una paloma?» (a Hermia por
Helena).
Helena.- ...soy tu
perrito, y cuanto más me pegas, Demetrio, más apego te tengo. Trátame como a tu
perrito: dame patadas, golpéame, despréciame, piérdeme...
Demetrio.- No tientes
demasiado el odio de mi espíritu, pues me pongo enfermo cuando te miro.
Helena.- Y yo me pongo
enferma cuando no te miro.
Demetrio.- Pones en
demasiado peligro tu pudor al dejar la ciudad y entregarte en manos de uno que
no te quiere...
El
ingenio de las anfibologías choca con los dobles sentidos de algunas
expresiones que no tienen sentido;
Gazuza.- Creo que
tenemos que dejar lo de matarse...
Canilla.- Ni por pienso:
tengo un truco para que todo vaya bien. Escribidme un Prólogo, y que el Prólogo
haga como si dijera que no vamos a hacer daño con nuestras espadas...
Cuña.- Bueno, buscaremos ese Prólogo, y estará
escrito en un dos por tres.
Canilla.- No, mejor que
esté escrito en versos de ocho.
Los
personajes populares difieren de los aristocráticos, y los reales de los
fantásticos, de ahí que, entre tanta antinomia, en expresiones alambicadas
irrumpan insultos o improperios y las leyes renacentistas, austeras y severas,
se dejen influir por otras divinas más caprichosas, absurdas y divertidas.
Duende Berto.- ¡Eh, espíritu!
¿Adónde vas?
Hada.- Por los montes y los valles
[...]
Tengo que ir ahora a buscar
gotas de rocío frescas,
para que tengan las prímulas
pendientes en las orejas.
Adiós, me voy, torpísima lombriz:
con sus hadas, ya está mi Emperatriz.
Precisamente
es este contraste, este juego de contrarios lo que aporta el equilibrio a la
obra porque así es la vida, una representación en la que no todo son alegrías
ni buenos deseos.
Hermia.- Cuanto más le odio, más me sigue.
Helena.- Cuanto más le quiero, más me odia.
La
división en 5 actos confiere el equilibrio formal ya que en el Acto I se
plantea el problema de los personajes reales; en el Acto II el de los seres
fantásticos; el Acto III constituye el eje de la obra, pues en el ensayo de Píramo y Tisbe reside la tragedia que
normalmente representa el amor real, y los intentos de la fantasía por
solucionar problemas reales se quedan en eso, intentos fallidos.
Los
Actos IV y V son la resolución de los problemas mediante el humor; asimismo la
magia que supone para las parejas la bendición del amor es el regalo que los
sueños ofrecen a la realidad.
En
el contenido también observamos un equilibrio total. Si mediante el enredo y
los disfraces existe en lo irreal una tendencia a la confusión, en la realidad
se recobra el orden.
En
las contradicciones del amor se encuentra la solución. Los amantes pasan de
dedicarse requiebros a insultarse.
Helena.- Ah, cuando está enojada es maligna y furiosa
[...] y aunque sea pequeña, es feroz
Hermia.- ¿Pequeña otra
vez? ¿Nada más que baja y pequeña? ¡Qué! ¿Va a consentir que me insulte de ese
modo? Déjame que vaya a ella.
Lisandro.- Vete ya,
enana, minimus hecho de centinodia, abalorio, bellota.
En
un mismo poema alternan palabras líricas y populares. En una boda se representa
una tragedia que, mediante el humor absurdo, trae la alegría a todos.
Teseo.- ¿Trágica y graciosa? ¿Tediosa y breve? Es como
hielo caliente
[...]
[Canilla como] Píramo.-
Dulce luna, tus rayos te agradezco [...]
Confío poder ver a mi fiel “Tisbi”.
Pero espera...
Ojos ¿Qué veis? No sé cómo ocurrió.
Dulce patito mío, amada mía,
tu manto está empapado todo en sangre.
Teseo.- Este sufrimiento, y la muerte de una persona
querida serían casi bastantes para que un hombre pusiera cara triste.
[...]
Quedan el Claro de Luna y el León para enterrar a los
muertos.
Demetrio.- Sí, y también
la pared.
Canilla.- No, os aseguro
que se ha derrumbado la pared que separaba a sus familias ¿Os parece bien ver
el Epílogo...
Teseo.- Nada de Epílogo, por favor, porque vuestra
función no necesita excusas.
Todo
es magia en el Sueño de la noche de San Juan, todo puede suceder en el día más
largo, todo durante una noche en la que la magia no permita distinguirla del
día. Así pues, los peligros, los insultos, incluso la tragedia representada no
pasan de ser sueños hasta que la noche más clara del año, la del solsticio de
verano, la de San Juan, dé paso al día, a la luz real, a la felicidad y la
armonía. Hasta cinco historias de amor distintas tendrán lugar en una de las
obras más cortas del genio inglés; en el plano de los humanos, la boda de Teseo
e Hipólita, la de Hermia con Lisandro y la de Helena con Demetrio. En el plano
de los seres fantásticos Oberón y Titania volverán a unirse y en el plano
metateatral el amor de dos seres fantásticos se representará en la propia
fantasía primero y pasará a ser real después. Todo queda pues, en un equilibrio
perfecto.
La
comedia mantiene el sello del dramaturgo: los personajes principales, aunque no
están tratados con la profundidad de los de sus tragedias, simbolizan
cualidades humanas; nos encontramos con la constancia de Hermia y la pasión de
Helena, ambas retratan a la mujer.
Hermia.- Consuélate: no volverá a ver mi cara
(Demetrio): Lisandro y yo huiremos de aquí...
[...]
Helena.- ...y lo mismo que él se equivoca (Demetrio),
enloqueciendo por los ojos de Hermia, yo también me equivoco, admirando sus
cualidades: cosas bajas y viles, que no contienen valor, el amor las puede
transformar en forma y dignidad.
Por
su parte los hombres quedan retratados desde la fragilidad de Demetrio y la
pacificación de Lisandro
Helena.- ...Pues antes que Demetrio viera los ojos de
Hermia, granizaba juramentos de que era sólo mío...
Lisandro (a Egeo).- Yo,
señor, soy de tan buena estirpe como él [...] mi amor es más que el suyo [...]
soy amado por la bella Hermia ¿Por qué, entonces, no habría de mantener mi
derecho?...
El
resto de personajes, veintiséis, más los que forman los séquitos de Teseo, de
Oberón y de Titania, están situados estratégicamente y aparecen de manera
conveniente para describirnos la corrupción del mundo, masculino por
excelencia, y la irracionalidad del ser humano. No se puede ser más actual, por
eso, los decorados, la tramoya, la música, conforman un encuadre perfecto para
que siempre tengamos presente los caprichos del destino, la valentía de la
mujer y el poder del amor.
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