domingo, 27 de enero de 2019

ENIGMAS DE LA CASA DEL PLACER



He terminado un librito de Sor Juana Inés de la Cruz que recomiendo encarecidamente. El título, Enigmas de la Casa del Placer, refleja sólo una parte, aquella que contiene estos enigmas o acertijos que nuestra monja escribió para deleite de sus compañeras y cuyo objetivo era la Condesa de Paredes, o mejor, exponer la experiencia amorosa que tuvo con María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, desde la pasión hasta el orgasmo.

Pues sí, en el siglo XVII, Juana aprendió a leer a los tres años, antes de los dieciséis pidió ir a la Universidad, travestida de chico por supuesto, (algo que luego ridiculizó en una escena inolvidable de Los empeños de una casa, en la que traviste al criado y consigue que uno de los galanes se enamore de ella-él). Y cuando se dio cuenta de que la esperaba un matrimonio por el que no se sentía atraída (aún no se permitía el casamiento homosexual), decidió meterse a monja, no por vocación, aunque era creyente, sino para poder estudiar, investigar, escribir, dedicarse a cultivar la mente y el alma. Así llegó al convento de Santa Paula, de la Orden de San Jerónimo, donde disponía de una celda de dos pisos y sirvientas, perfecta para celebrar reuniones y recibir visitas en las que trataban temas para combatir la misoginia y atacar la política sexual basada en la teoría de que hombres y mujeres somos diferentes y los hombres son superiores. Estas tertulias pertenecían a la Casa del placer, movimiento político sobre la reivindicación del valor de lo femenino, que empezó en el siglo XIII y podríamos decir que aún no ha terminado.

La poesía y dramaturgia de Sor Juana Inés le valió en su época el apelativo de décima musa.

Las musas eran deidades de la mitología griega que inspiraban las ciencias o las artes y vivían en el Parnaso, junto a Apolo. Nacieron cuando Zeus se unió a Mnemosine durante nueve noches seguidas dando como fruto a Calíope, musa de la poesía épica, Clío, de la historia, Erato, de la poesía lírica, Euterpe, musa de la música, Melpómene, de la Tragedia, Talía, de la Comedia, Terpsícore, de la danza, Polimnia, musa de los himnos y Urania, de la Astronomía. Así pues, las musas eran nueve.

Durante el Siglo de Oro Lope de Vega denominó como Musa Décima a doña Oliva Sabuco, gran filósofa contemporánea del Fénix de las letras; algo después, también en el siglo XVII, se consideró a Sor Juana Inés la décima musa, por ser una de las escritoras más famosas e influyentes, y defensora del derecho a la libertad sexual e intelectual de la mujer.

Esto es fantástico, aunque para ser exactos debería haber sido la duodécima musa, ya que Platón concedió a Safo (por motivos parecidos a los de Sor Juana Inés) el apelativo de Décima musa.

Sea cual sea el ordinal que ostente, con lo que debemos quedarnos es con la labor que la mujer (de todos los tiempos) ha venido realizando para ser considerada igual que los hombres.

En los temas que predominan en la literatura de la religiosa mexicana abundan los típicos del barroco español, el desengaño, la brevedad de la vida, lo efímero de lo material… pero en estos enigmas brillan, con agudeza indescriptible, los sentimientos provocados por el amor, en concreto hacia María Luisa Manrique, condesa de Paredes, casada con Tomás de la Cerda y Aragón, virrey de Nueva España.

Los enigmas son poemas amorosos en los que la forma de acertijo remite a un retrato perfecto del impulso y ansiedad entre ambas mujeres.

Pero aún leeremos antes en el libro la dedicatoria de Sóror Juana Ignés de la Cruz a su Lysi, en forma de romance, con un comienzo totalmente respetuoso

A vuestros ojos se ofrece
este libro por quedar
ilustrado a tanto sol,
digno de tanta Deidad.

que pasa por la seguridad del amor correspondido y termina con un final cargado del doble sentido humorístico, propio de la escritora

Y si por naturaleza
quanto oculta penetráis
todo lo que es conocer
ya no será adivinar.

A la dedicatoria le sigue un prólogo, en donde avisa al lector de que eleva sus pensamientos al cielo pues «Piedoso absuelve sus indignidades».

Hasta cuatro preámbulos, escritos por religiosas de diferentes monasterios y por la propia condesa de Paredes, ensalzan la labor de nuestra poeta.

El primero, en forma de endechas reales compara a la Décima Musa con las flores que «mejoran de Estación las primaveras»; de hecho, las metáforas naturales abundan, «amaneciendo solo en tus estrellas». El preámbulo finaliza, como era usual, al dar fe de la autenticidad y valor de lo escrito «Tan hijo de tu musa / este libro se ostenta».

La respuesta satisfecha de la Condesa de Paredes queda expuesta en forma de romance

A ti misma te excediste
pues este Libro, que veo,
casi que sería malo
si aun no fuera mas que bueno

El tercer preámbulo, a cargo de Sor Françisca Xavier, en forma de romance de arte mayor, recuerda el «sentido encubierto» de los enigmas, y con juegos de palabras coloca a nuestra musa por encima de Apolo «tan sabia te riges que de embidia Apolo / si no rompe la lira, la depone» e insta a España a leerlo para que dé testimonio de la amistad con México «que son más perdurables las memorias / gravadas en los pechos, que en los bronces».

El último preámbulo, también en endechas endecasílabas o reales, escrito por una religiosa del monasterio de Santa Ana, proclama a Sor Juana Inés como vencedora absoluta «A quien el alto Apolo / la frente coronó» y causante de que México haya elevado su categoría literaria «Por ti la nueva India […] ser noble Cuna de otra Luz mejor».

Le siguen al libro, como era usual, dos censuras y tres licencias, también escritas por monjas en las que los recomiendan encarecidamente como válidos para pasar el tiempo pues son «Inigmas considerados e expostos com igual decoro que engenho», enigmas «dignos de que na Casa do Prazer, espera de mais lúzidos Astros, se Leam e se interpreten», enigmas perfectamente legales «que não tem nenhum defeito / pois da Caza do Respeito / passa à Caza do Prazer», enigmas, por fin, adecuados a la sociedad «pois ter altos pensamentos / não hé contra o bom costume».

Una vez leídas todas las alabanzas previas, escritas por mujeres, no por hombres importantes como era costumbre, podemos introducirnos con gusto en los veinte enigmas, de los que es obligado resaltar las numerosas antítesis que sugieren cierto engaño de los sentidos y afianzan la fragilidad del afecto, lo esquivo de la esperanza, «el callarLa, cobardía, / dezirLa, desatención?».

Estos acertijos tienen todos la misma respuesta, la pasión amorosa, los celos, el amor, la contención sexual, la imagen de Cupido, la conquista amorosa, el poder humillante de la idolatría en el amor, el llanto, el beso, el impulso sexual, el flechazo amoroso, las lisonjas del cortejo, las relaciones sexuales o la imagen de Venus en todo su esplendor. Es decir, la respuesta está implícita en las experiencias amorosas, en lo que supuso el amor para Juana y Lysi.

La estrofa elegida, la redondilla, es perfecta para expresar este sentimiento sin aristas, circular, rotundo

¿Quál es aquella homicida
que piedosamente ingrata
siempre en quanto vive mata
y muere quando da vida?

El empleo del oxímoron refuerza el caos que provoca en nuestra mente el afecto «el mejor mal». Las alusiones mitológicas y a la literatura grecolatina ennoblecen esta poesía aportando a la redondilla categoría de Arte Mayor

¿Quál es la Sirena atroz
que en dulces ecos veloces

Las paradojas aseguran la contención que toda libertad sexual conlleva «se haze a sí mismo dichoso / y a sí mismo desdichado?»

Las rimas internas se consolidan con las paranomasias, por lo que el contraste antitético se convierte en un paralelismo, reflejo del gozo experimentado “atrevido-proferido” “osado-callado”.

Finalmente, el uso del hipérbaton no es sólo un cultismo sintáctico que pretende recrear una construcción latina, sino que adquiere una finalidad enfática al unirse a la lítote, para remarcar acciones propias del flechazo amoroso «es su remedio cegar, / siendo su achaque el no ver».

Pues si en el siglo XVII, una mujer lo dijo tan claro, sin tapujos, hoy, en el XXI no sólo las mujeres, todos los hombres también deberían leer estas reivindicaciones para que no suceda, aún, lo que la propia Sor Juana Inés de la Cruz advirtió en su poema Hombres necios que acusáis:

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis

2 comentarios:

  1. Bello....un elogio amoroso. Gracias por éste contagio, éste virus por la mujer inteligente, libertaria, amorosa

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  2. Gracias a ti por leer, por admirar a esta décima musa y a todas aquéllas que siguen luchando por un mundo en el que lo importante no sea el sexo que tengas sino los buenos sentimientos.
    ¡Seguimos ilusionándonos con la buena literatura!

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