Creo que la última novela
que he leído ha sido llevada a la pantalla; cuando me lo dijeron pensé que
probablemente sería una de las pocas obras literarias que funcionase mejor en
el cine o en televisión, porque las imágenes de El guardián invisible son
espectaculares, con la naturaleza asfixiante y liberadora a la vez del valle
del Baztán, salvaje, misteriosa, protectora u opresora pero siempre bella,
majestuosa. No he visto la película aunque me han comentado que no ha tenido el
éxito esperado y es una pena porque en la novela lo que falla es la narración
precisamente. En algunos casos el uso del polisíndeton alarga ceremoniales
descritos, de por sí extensos, como el echar las cartas, que consiguen mantener
la inquietud en el lector hasta ver cómo o en qué acaba todo «Amaia tocó la baraja […] y a su mente
acudieron […] y la pacífica comunión […] y la pregunta se formulaba […] y el
ceremonial con que les daba la vuelta […] y el misterio resuelto […] era tan
sencillo y tan complicado…»
Sin embargo, en general
la narración es bastante simple, con abundancia de repeticiones; aunque la
categoría de la palabra no sea la misma, a veces pronombre, a veces conjunción,
el sonido reiterado consigue cierta monotonía en la lectura
plagado de terrazas que se asomaban
sobre un plazoleta que hacía las veces de parking y en las que resultaban […] pero que la Dirección […] más propio de un
hotel playero mexicano que de un establecimiento de montaña. A pesar que hacía
horas que había […] coches que se hacinaban […] en los parroquianos que
atestaban…
…un oso se haya despertado de la
hibernación […] no han hibernado este año […] listas para la hibernación a
tiempo.
Además de repeticiones
innecesarias la narración cuenta con algún fallo de concordancia, que sería
bueno subsanar para posibles entregas posteriores «El aparcamiento del hotel se veía […] se veían varios coches […] las
sillas se veían […] y un par de mujeres fregaban el suelo.»
Aun así, y a pesar de
alguna que otra incongruencia, de la que ahora hablaremos, Dolores Redondo consigue entretener con El guardián invisible. La novela se lee fácilmente porque la trama
es interesante, los asesinos en serie siempre han dado mucho juego a la
literatura; lo curioso es que en esta obra hay dos argumentos paralelos, el de
los asesinatos y el de la infancia de la protagonista, Amaia Salazar, de la que
nos vamos enterando por analepsis, pensamientos o sueños de la inspectora y que
consiguen intrigarnos casi más que los casos que lleva entre manos; de hecho da
la impresión de que estos no son más que una excusa para que Amaia regrese al
pueblo de su infancia, Elizondo, y se enfrente a ella de manera catártica para
salir curada —o casi, porque imagino que de un trauma así no se cura nadie
nunca—. Y lo más extraordinario de estos dos argumentos es que aunque corren
paralelos a lo largo de la novela se juntan al final, consiguiendo que el
desenlace tenga un sentido especial. No quiero desvelarlo aunque si los
asesinatos y su familia eran los dos temas, algo ha quedado ya exteriorizado.
El argumento principal es
de lo más sencillo. En Elizondo, pueblo de Navarra, aparece el cadáver de una
adolescente, Ainhoa Elizasu, meses después de que el de otra chica, Carla
Huarte, fuese descubierto con los mismos vestigios. Dado que el presunto
asesino, novio de Carla, está en la cárcel, la policía piensa que se ha
equivocado y está ante un asesino en serie. Amaia Salazar, inspectora de
policía, es de ese pueblo, por lo que queda designada para llevar la
investigación. Amaia decide ir a casa de su tía Engrasi para poder estar allí
más tiempo con los habitantes y solucionarlo lo antes posible. James, el marido
de Amaia, un escultor norteamericano, de renombre, decide acompañarla. James y
Amaia tienen una fantástica relación de pareja.
…Te conozco, si tienes frío en los
pies no puedes dormirte, y eso va fatal para la investigación.
—James…
—Si quieres yo podría acompañarte para
calentártelos —dijo alzando una ceja
—¿En serio vendrás conmigo?
—Claro que sí, llevo el trabajo muy
adelantado y tengo ganas de ver a tus hermanas y a tu tía
En esta relación, casi
idílica, sorprende que Amaia tome decisiones sin consultar con James, por
cuestiones morales, como anular la cita para comenzar el tratamiento de
fertilidad «Al principio temí tener el
mismo problema que Flora, las trompas obstruidas, pero me dijeron que todo está
en orden, aparentemente. Me recomendó uno de esos tratamientos de fecundación
[…] —No hemos ido, sólo pensar en tener que someterme a uno de esos
tratamientos me pone enferma […] siento una especie de rechazo ante la idea de
concebir un hijo así». También sorprende que sea James quien decida si su
mujer, la inspectora jefe del caso, ha de llevar o no el arma reglamentaria, a
pesar de tener que enfrentarse a un asesino en serie
—No voy a dejarlo, James, no puedo, y
aunque pudiera no lo haría […] James se puso en pie situándose frente a ella
—Está bien, pero sin arma […]
—Vale —admitió—. Sin arma
La narración no es lineal
pues mezcla el sueño con la realidad y el pasado con el presente en el sueño.
Esto, que ninguna de las tres hermanas pueda concebir, ni la tía Engrasi
tampoco, que Amaia no haya querido volver a su pueblo desde que se marchó a
estudiar, y que sus hermanas estén marcadas por problemas matrimoniales,
consiguen que la vida de la inspectora Salazar esté rodeada por un halo de
intriga, por una sensación de oscuridad y muerte unida a la naturaleza
circundante; el entorno consigue atrapar a su familia y a los que la rodean.
Al afirmar mediante una
negación, la sensación de oscuridad, de muerte, se acentúa
A través de los amplios ventanales de
la nueva comisaría el día amenazaba con no llegar a serlo. El nivel de luz, muy
bajo, y la fina lluvia que no había dejado de caer desde la noche anterior,
contribuían a oscurecer los campos y los árboles…
Sin embargo, el misterio
que envuelve a Amaia pierde fuerza al estar narrado en tercera persona. Los
sentimientos de la protagonista nos llegan debilitados, en ocasiones, por el
narrador omnisciente
Cuando llegó a casa […] Un breve “te
quiero” junto al nombre de James la hizo sentir sola y alejada de la realidad
en la que la gente salía a comer y hacía excursiones mientras ella interrogaba
a asquerosos violadores de sus propias hijas.
Asimismo, si tenemos en
cuenta la infancia traumática de la protagonista, causada por la locura de su
madre, que vivía exclusivamente para matarla, no se sostiene que tanto el padre
que la adoraba, como tía Engrasi, que la crio a partir de los nueve años,
después de que su madre llegó a enterrarla viva en harina, dejen que la niña
siga viendo a su madre, en vez de recluir a ésta directamente en un
psiquiátrico y, con el tiempo, sus hermanas continúen arropándola, como si
hubiese sido la niña la culpable de todo.
—No Flora, no fue un accidente,
Intentó matarme, sólo paró porque creyó que lo había conseguido, y cuando creyó
que estaba muerta me enterró en la artesa de la harina.
Flora se puso en pie golpeando la mesa
con la cadera y haciendo tintinear las copas.
—Maldita seas, Amaia. Maldita seas el
resto de tu vida
Puede ser por toda esta
realidad perversa, amenazadora, por lo que Dolores Redondo opte por llevar el
hilo narrativo hacia la fantasía aunque pretenda verosimilitud con notas
auténticas, como enunciar las ventajas y desventajas, las confusiones que
provocan en las personas las series de televisión sobre policías, o aportar
datos reales de arquitectura que llenan de interés la narración «—Pues se equivoca, jefa, el origen de los
cruceros es tan antiguo como incierto […] la Iglesia más bien los cristianizó,
para absorber una costumbre pagana que veían difícil erradicar».
El vocabulario típico de
la zona, salpica las páginas con bastante fortuna «En una borda abandonado», «txikitos», «aita», «ama», «aizkolari», «amatxi»…
La gastronomía del valle
es fundamental para el caso
—Es un txantxigorri […] Manteca, harina,
huevos, azúcar, levadura y chicharrones fritos para hacer una torta, una receta
ancestral.
Compró unos trozos de urrakin egiña,
el chocolate tradicional de Elizondo, elaborado de forma artesanal con
avellanas enteras.
Igualmente la fauna del
lugar revive en la novela «¡Joder! No
soporto a las ratas, y luego el cabo me ha dicho que eran un… no sé qué. —Un
coipo —aclaró el policía […] son inofensivos, de hecho son herbívoros
nadadores, como los castores».
Pero si hablamos de
naturaleza opresora, de asesinos psicópatas, de ambiente supersticioso, y de
una inspectora marcada por un trauma infantil, es casi lógico pensar que la
ayuda para resolver el caso le venga de las leyendas que rodean a la zona
ofreciendo, de este modo, un final novelado que se balancea entre la realidad y
la ficción
También hay un genio, como los que
aparecen en Las mil y una noches, poderoso, caprichoso y terrible, que además es femenino y se llama
Mari. Ella vive en las cuevas y en los riscos, siempre en lo alto de los
montes.
Un basajaun es una criatura real, un
homínido que mide unos dos metros y medio de alto, con anchas espaldas, una
larga melena y bastante pelo por todo el cuerpo […] actúa como entidad
protectora.
No hay que perder de
vista a estos seres que formarán parte de la resolución del caso.
Pues casi como final de vacaciones he leído esta novela en unos días. La verdad es que el argumento me enganchó y es una pena que, como bien apuntas, haya una serie de repeticiones y faltas de concordancia que, desmerezcan la narración.
ResponderEliminarMe gustó la descripción del bosque que hace en la página 87 “…hojas arremolinadas […] formando lechos naturales para las lamias”, pero cuando en la página 350 leí “…las hojas caídas […] formando montoneras como encames de hadas […] para que pisasen las lamias”, la repetición del concepto hace que pierda lo que pudiese tener de poético.
Por otra parte, en la página 398 aparece “…agujas de plata que habían sido la única joya”, y aunque puedan parecer detalles sin importancia hacen que, al chirriar, se pierda la concentración en la lectura.
Hay más detalles, “modus operandi” (página 253) debería aparecer en cursiva al tratarse de una locución latina; algunas largas frases he tenido que leerlas dos veces pues la falta de comas dificulta su comprensión.
En fin, espero que sean fallos de una primera obra y que se hayan corregido en las siguientes, por lo cual creo que le daré otra oportunidad a la segunda parte de la trilogía.
Mil gracias por tus recomendaciones.
¡Gracias a ti por leer!
ResponderEliminarY ayudar, con tus comentarios, a que lean.