A
estas alturas escribir sobre Alicia Giménez Bartlett no tiene sentido puesto que ya lo hemos hecho en alguna
entrada en el blog. Por supuesto, si la protagonista es Petra Delicado, da la
impresión de que, yo, al menos, tengo poco nuevo que decir. Si habéis leído las
reseñas sobre Crímenes que no olvidaré y Mensajeros de la oscuridad sabréis
que me encanta.
Así
pues, para finalizar las vacaciones pensé en Mi querido asesino en serie,
pues el estilo de Giménez Bartlett es ágil, los diálogos son bastante realistas
y los casos interesantes. No pensaba tomar notas, pues no lo iba a reseñar en
Aurisecular, sólo quería leerlo pasando alguna mañana agradable.
Imposible.
Aunque parezca increíble, la autora me sigue sorprendiendo, se está
convirtiendo en uno de mis ídolos, y la protagonista me cautiva cada vez más,
es ya mi referente femenino actual; tengo tanta empatía hacia ella que, a
veces, me comparo y me veo igualita (lógicamente ése es un deseo, porque aunque
es cierto que coincido con ella en bastantes pensamientos, su forma de
enfrentarse a la vida está algo lejos de como yo lo hago. Pero sí, me gustaría
ser de mayor, si no fuera porque ya llego algo tarde, como Petra).
Así
que aquí estoy, dispuesta a recomendar fervientemente la novela porque, en Mi querido asesino en serie, nada es lo
que parece en un principio. Hasta la última página estamos con la intriga, con
el alma en vilo para ver la resolución del caso y la disposición en la que
quedan los protagonistas. Porque en esta ocasión, qué oportuna por otro lado,
la Policía Nacional debe colaborar con los Mossos d’Escuadra, algo que no
sienta demasiado bien a nuestra inspectora, mucho menos cuando el inspector que
se les une es bastante más joven que ella y queda al mando. A Petra le sienta
mal que ocupen su puesto, aunque a ella no se lo parezca en un principio, pero
para eso tiene a su lado al subinspector Garzón, que actúa, con todo el cariño
del mundo, de conciencia de Petra para recordarle cuándo no tienen sentido sus
enfados, cuándo no está cuidándose lo suficiente y cuándo debe descansar para
que siga rindiendo con eficiencia.
Indudablemente
esta relación entre ambos es lo mejor, parece que con el tiempo se haya ido
afianzando más, si cabe, y funcionen como una familia. Siempre desde el respeto
pero entre ellos no hay limitaciones jerárquicas, si tienen que felicitarse lo
hacen y si deben insultarse, también; esto genera un ambiente distendido,
cargado de momentos humorísticos que relajan, como en la vida real, la tensión
a la que se ven sometidos por los crímenes que deben solucionar. Petra y Garzón
son los que aportan a la novela el encanto necesario para que el lector quede
seducido ante ellos; son imprescindibles porque son reales, en pocos momentos
aparece en ellos la corrección política, y cuando el trabajo está más relajado,
son capaces de escabullirse por cuestiones personales «de repente un buen día, frente al espejo, percibes que te han caído
encima un montón de años […] ¿Alguien me había lanzado un conjuro […]? Puestos
a ser supersticiosos, me decanté por el Génesis, con mucha más tradición y
categoría que el mal de ojo […] Le pediría a Garzón que me solapara un rato
mientras yo intentaba insuflar cierto orden en el caos de mi aspecto». Petra
tampoco tiene reparos en mentir al jefe: «—¿Algún
tipo de excusa que quiera darme? […] —Era mi ginecólogo […] Bajó los ojos con
actitud mixta […] El tabú de la mujer como ente ginecológico había funcionado,
nunca suele fallar». Y la inspectora no se muerde la lengua casi nunca, de
hecho aunque lo haga, su pensamiento queda expuesto mediante la primera persona
«Lo que se entiende por “equipo” deviene
normalmente en varias personas que se matan entre sí por destacar […] no te
digo nada si el equipo está formado por individuos que vienen de distintos cuerpos
policiales» Así que ante un asesinato, a Petra no le hace gracia colaborar
con la policía autonómica. Por su parte el nuevo integrante, el mosso Roberto
Fraile, queda en un principio alarmado por el trato que se dan sus actuales
compañeros de la Nacional. El mismo efecto surte su comportamiento en la
inspectora Delicado y el subinspector Garzón, así que entre los tres partirán
con algún tipo de desasosiego para resolver un caso particularmente grave en el
que no cabe duda de que el ensañamiento es la clave, «yacía una mujer. Tenía la cara destrozada. Llevaba un pijama cuya
parte superior estaba arremangada alrededor de los pechos. Los pantalones le
enmarcaban el vientre desnudo, cuajado de marcas que parecían profundos cortes».
Cada uno se enfrenta a los hechos de diferente forma. Garzón, no cabe duda, es
el intermediario «No le dé tanta caña a
este chico, Petra. Seguro que es buen tío» Fraile es incansable, en un
principio parece debido a su juventud «Estaremos
en su despacho, si a usted le parece bien —¡Adelante, adelante, Roberto,
siéntase como en su casa! Iré en cuanto pueda» Y Petra, madura, analiza la
sociedad actual con una clarividencia precisa: «Como influir en lo realmente
importante nos está vedado, ponemos toda nuestra pasión en las chorradas. Ya
nadie se plantea rebelarse […] Pero cuidamos compulsivamente nuestra salud, nos
desesperamos por ser eficientes en nuestro trabajo […] desviamos la atención
hacia lo superfluo.»
Lógicamente
el tema principal de la novela es la resolución de los asesinatos cometidos,
sin embargo hay otros subtemas que hacen de la narración algo totalmente
interesante, bien por los pensamientos de Petra sobre la sociedad actual, bien
porque, al tratarse de mujeres asesinadas, aparece retratado con bastante
acierto el perfil de la mujer sola, madura, capaz de aguantar su soledad
rodeada de otras en condiciones parecidas; algo diferente al hombre solo que,
por regla general, no forma grupos de hombres en sus mismas circunstancias sino
que necesita a una mujer a su lado. ¿Machismo? Puede ser pero esto confirma que
nos encontramos en una sociedad machista porque siempre, en rasgos generales,
es cierto
Encontramos
otro subtema de total actualidad, el racismo en la sociedad española; tan
avanzados y justos que nos creemos y, sin embargo, no opinan lo mismo aquéllos
que vienen de fuera por obligación «me
acuerdo de él porque a mi bar no vienen muchos españoles. Somos pueblos
hermanos, españoles e hispanos, pero debe ser en la distancia, porque cuando
los hispanos venimos a la madre patria para trabajar parece que la familia no
está tan unida».
Asimismo
aparece, desde el humor, una crítica al infantilismo social, a la falta de
independencia en las personas que necesitamos un guía para todo, de ahí que el
país, los países, se vayan amansando, vayan perdiendo su personalidad y se
vayan creando sociedades pobladas por pusilánimes.
—Seré antiguo pero tengo sentido
común. Esta sociedad es una mierda. Parece que la gente necesite de los
servicios profesionales para todo, ya nadie es capaz de pensar ni sentir por sí
mismo.
—¡Por Dios, Garzón, cómase un chorizo
que calme su ansiedad!
Otro
subtema que aparece con gran ironía humorística es el empleo del vocabulario
que hacen las sociedades modernas, tanto mediante eufemismos para no herir
sensibilidades, como a través de expresiones diferentes para conceder una
importancia desmesurada a algo o a alguien y al mismo tiempo acallar
conciencias «no era jefa de personal sino
de recursos humanos, y eso se debía a que en las empresas ya no trabaja el
personal sino las personas […] Estuve a punto de aplaudir. A lo mejor gracias a
aquellos cambios sustanciales en el vocabulario los ejecutivos de la empresa
conseguían una candidatura al Nobel de la Paz».
Con
menos ironía, pero mucho cariño, Alicia Giménez expone el problema familiar que
surge cuando uno de los cónyuges tiene un trabajo que no le permite estar en
casa todo lo que le gustaría, que no le permite un horario fijo y que el estrés
es el predominante en el mismo debido a que el paso del tiempo es crucial para
resolver o no los casos que se presentan. Problemas que suelen devenir en el
fracaso de la pareja real pero, afortunadamente, no en la novela; Petra tiene
por compañero a alguien envidiable, que la acepta como es aunque a veces se
enfade.
—Curiosamente eres vehemente en tu
vida profesional y racional en tu vida. Quizá convendría que fuera al revés.
[…]
¡Al carajo! exclamé para mis adentros.
Apuré el whisky y me metí en la cama, tan fresca como una rosa primaveral
Petra
no se permite rastro alguno de debilidad ante nadie, pues se da cuenta de que,
sobre todo a las mujeres débiles se las tacha de apocadas, y ella no está
dispuesta a ser noqueada por nadie.
Otro
de los subtemas más entrañables es que, si se quiere, el ser humano puede franquear
todas las barreras que impiden la comunicación, el buen entendimiento e incluso
el cariño, de ahí que poco a poco Roberto y Petra vayan aclarando malentendidos,
acercando posturas; dos polos opuestos, en un principio, en todo: generación,
sexo, modales, forma de trabajar, forma de vivir, prioridades, consiguen
aceptarse hasta llegar a la amistad
—…Roberto está intentando hacerla
participar en lo más íntimo de su vida.
—¡Afortunadamente no me ha invitado a
estar presente en su ducha matinal!
—¡No sea bruta! Se siente en deuda con
usted […] no todo el mundo es tan silvestre como usted suele serlo
Y
por supuesto no debemos olvidar el tema de los esquizofrénicos, el dolor que
supone tanto para ellos como para sus familiares, las reacciones que van provocando
, desde la pena por el enfermo hasta la rabia, la soledad y la desolación del
que vive una situación traumática, pasando por la impotencia de quienes se
sienten apegados tanto al enfermo como al tutor o responsable del afectado
—¿Qué puedo esperar yo de la vida?
Dígame. No tengo mujer pero no soy viudo. Si alguna vez me olvido de todo y me
siento feliz, enseguida me asalta su imagen.
Y
entre esos subtemas vamos asistiendo paso a paso a la resolución de varios
crímenes, ya que cuando parece que las pesquisas para atrapar al culpable van
por buen camino aparece otra mujer asesinada de la misma forma, que no tiene
nada que ver con la anterior. Esto hace que el cansancio se vaya acumulando en
ellos, si bien al principio no en todos «descubrí
a un Garzón que parecía Drácula volviendo de una juerga sangrienta.
Contrariamente, Roberto Fraile tomaba notas sin parar…», al final el ánimo
queda equilibrado
—¡Coño con el mosso d’escuadra! ¡Vaya
mala leche que se gasta! ¡La está machacando a conciencia!
—Lo está haciendo muy bien, esa mujer
miente.
Si
el lenguaje destaca por el humor, negro a veces, bastante salvaje otras, en
ocasiones aparece una ironía esplendorosa «—Joder,
inspectora, cuando la miro es como si viera un puercoespín en un campo de
cactus!». Asimismo las comparaciones son bastante acertadas «Salimos los tres a toda máquina como tres
vampiros que hubieran visto un ajo». De igual manera, aun en las
situaciones más realistas y siniestras, no desaparece el punto de vista
humorístico, todo vale con tal de hacer más llevadero el trabajo «Aquel cadáver […] era efectivamente el de
Berlamina Mendizábal […] tenía una hermana […] se llamaba Emérita. Algo ya
sabíamos antes de empezar con las pesquisas: los padres de las Mendizábal no
tenían piedad a la hora de poner nombres a sus hijas.».
Y
por supuesto las situaciones más cotidianas también hacen gala de un humor que
sirve para ensalzar a la policía, desde el momento en que echa por tierra
determinados clichés y la acerca a seres humanos
—…he dejado este detalle golfo para el
final.
[…]
Yo estaba más animada que sorprendida,
pero Fraile no salía de su estupefacción.
[…]
—¡Madre de Dios, alcohol en la
comisaría!
Poco
a poco, entre risas y sonrisas, la autora nos va llevando por donde quiere,
vamos cambiando de opinión como Petra, Garzón y Roberto y, con la misma
ansiedad que aparece al comienzo de la novela, llegamos a la última página,
sintiéndonos satisfechos por la labor bien hecha, la de Petra y su equipo y la
de Giménez Bartlett y su caso, lamentando, si acaso, que Roberto Fraile no siga
con ellos pues llegan a ser un trío imparable.
¡Fabulosa!
Siguiendo tu recomendación he leído la última (espero que por poco tiempo) novela de esta saga, y he de decir que las dos mujeres responsables, Petra Delicado y Alicia Giménez están en plena forma.
ResponderEliminarPetra es (creo) la decana de las mujeres policía alumbradas por otra mujer, de nuestra literatura, y a ella la han seguido con brillantez la comisaria Cornelia Weber, de Rosa Ribas y la también comisaria María Ruiz de Berna González.
Mi querido asesino en serie se lee con avidez, pues la historia atrapa totalmente y los personajes siguen siendo maravillosos.
Sólo he encontrado un pequeño fallo, en la página 219 pone "se judicalizaría", creo que lo correcto hubiese sido "judicializaría", pero no deja de ser una anécdota en una novela magistralmente escrita.
¡Larga vida al noir femenino! y por supuesto a Aurisecular.
¡Gracias por tu apreciación!y, de acuerdo ¡Larga vida!, al menos a la novela negra
EliminarSeguimos leyendo!