Si
nos dijeran que en unas 150 páginas caben todos, o casi, tampoco vamos a
exagerar, los sentimientos diríamos, probablemente, que es imposible. Pero eso
lo diríamos antes de leer Alumbramiento, un libro de cuentos y
microrrelatos en los que, con un punto de vista humorístico, no exento de
ironía, aparecen los pensamientos que pueblan de manera ordenada la mente de Andrés Neuman.
El
libro está dividido en 4 partes diferentes, al menos en cuanto a formas de
escritura. Hay cuentos sobre la realidad social; microrrelatos, que el autor
llama miniaturas; cuentos metafóricos sobre la escritura y dos dodecálogos
sobre el cuento. Así pues, los cuatro apartados guardan una idea común:
homenajear, revalorizar la escritura breve.
Y
resulta que, mediante estos escritos condensados ha conseguido exponer las
ideas de toda la galería de personas que forman la sociedad actual, los valores
que predominan.
Andrés
Neuman no sólo observa con atención todo lo que ocurre a su alrededor, es capaz
de introducirse en el corazón del ser humano para ahondar en las emociones.
Empecé a leer el libro, lógicamente, por el primer cuento que da título al
volumen Alumbramiento, y no pude
dejar de leerlo hasta terminarlo, casi de un tirón. Quedé hechizada pues cuando
yo tuve a mi primera hija pensé algo parecido a lo que el-la protagonista
expone «...y comprendo que aquel niño es
el mismo que seré, el que aún no he sido, el que no pude ser, y que aquella es
mi cara y es idéntica y es otra y que acabo de engendrarme». En Alumbramiento encontramos el monólogo
interior de un hombre mientras nace su hijo; más que monólogo es un flujo de
conciencia, tan unido, tan bello, a la mente de su mujer que no se sabe quién
está realmente dando a luz.
Sin
embargo en Una raya en la arena
aparece el egoísmo infantil del hombre que no sabe mirar a la mujer desde su
punto de vista y amarla «...lo único que
quiero es que me quieras».
El
punto de vista infantil, o el irónico de un adulto, relata en Fumigando en casa la vida en familia que
muchos hombres dan por sentado como normal «mi
madre no exageraba tanto: la amenaza era cierta y entonces no sobraban el
veneno ni los nervios ni todos sus reproches».
En Ringo Mentón de seda observamos la
ironía a la incongruencia del paso del tiempo, que sirviéndose de la monotonía
termina por romper las expectativas y consigue hacernos sentir fracasados, pues
no encontramos el sentido a vencer de manera fea, sin demostrar belleza. El
tedio tampoco es agradable porque no refleja hermosura «Porque el tiempo es feroz y te noquea».
Aquellos
que no han brillado en nada pero necesitan constantemente la aprobación de los
demás, a base de adularlos, son un claro espejo de la estupidez pues,
normalmente consiguen lo contrario de lo que desean; La prueba de la inocencia es una metáfora de este tipo de hombres «yo les daría la combinación de mil amores;
son documentos rutinarios de contabilidad. Pero a estas alturas me aterra abrir
la boca».
Las cartas tristes, repletas de humor negro, hacen una
llamada a todos los perdedores que intentan aparentar éxito en sus asuntos;
unos por envidia al éxito de los demás, otros por falta de autocrítica al
sobrevalorarse, hasta que se dan cuenta de la realidad, de que además están
solos y sin valor para sobreponerse «van
a montar una exposición individual con mis últimas obras (el autorretrato
mutilado, el corazón humeante, el desnudo con rieles, el falo-sacacorchos I, el
falo-sacacorchos II y varias más)».
En El bandido relativo aparece la génesis
de la leyenda del Tempranillo en un sarcasmo sobre la prosperidad.
El
mundo irreverente, corrompido, sin escrúpulos asoma ante nosotros con toda la
tristeza que puede entrañar la letra de una canción decadente (en El blues del año pasado) o una escena teatral del absurdo (en Dos hombres pasajeros) «—Pues
déle el paquete a alguien, a otro pasajero, y luego le pedimos uno (un
cigarrillo). Así la culpa no será
nuestra, sino suya» (en un autobús).
Los
cuentos de Neuman se desarrollan en un marco que está lejos de ser
espectacular; como los de Chejov, la narración transcurre en los límites de lo
real, de lo ordinario, de lo sencillo; los personajes son, a veces,
insignificantes, aunque estén plenos de importancia, intensidad y significado.
Cada uno de ellos está dotado con una personalidad peculiar, reflejo de la
condición humana, y entre todos conforman una unidad que llamamos sociedad,
para, entre todos, desmontarla.
Con
una mirada agradable, el autor va planteando en sus Miniaturas la falta de autoestima que tienen determinadas personas,
o la tristeza y soledad que oprime a quien tiene demasiada. El humor va casi
siempre unido a la ironía y al absurdo, debido a que las circunstancias que
rodean al personaje son aquellas que chocan con sus ambiciones o expectativas «Ese momento de amor inquebrantable que ella
tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su
carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea
como él y lo dejemos solo».
Destacan,
por supuesto, los títulos que, sobre todo en las Miniaturas, ayudan a focalizar la atención del lector, un lector
que se exige activo, o a completar todo aquello que, por la brevedad no se
dice. No sólo el título, en algunos casos Neuman se apoya en otros paratextos
que ayudan a captar mejor la ironía, como en el caso de La ciencia «Extracto del
discurso de clausura del I Congreso “La Flora en Gobi hoy”...», cuyos
título y entradilla reafirman el sarcasmo a una sociedad capaz de denostar la
naturaleza en nombre de la ciencia «En
cualquiera de estas dos variantes, tarde o temprano se verifica el fenómeno que
hace de los litopos una auténtica atracción para el profano y todo un desafío
por el especialista».
Y
sobre todo es necesario destacar, en cualquier modalidad, el juego incesante de
las palabras; los vocablos se unen en antónimos expresando imágenes sugerentes «Encogido de ánimo, el narrador breve
penetra en el extenso despacho», o las imágenes surgen de sinécdoques
divertidas «El narrador breve nota que una repentina sudoración le inventa una
corbata por debajo del cuello de la camisa».
Otra
característica del estilo, en el que se erige ante todo una sensibilidad
constante, consiste en que conviven sin problemas metáforas poéticas «Las avenidas respiran verdor» junto a
paradojas «Furioso, justiciero, el héroe
consigue colarse en la prisión de la comarca, burlar la vigilancia y liberar a
una docena de malhechores que, sin salir de su asombro, se dispersan velozmente
y se ocultan en los rincones más oscuros».
La
vitalidad y energía de los textos se debe en buena medida a las aliteraciones «Aquel miércoles desapacible corría un aire
a ráfagas» que además ayudan a conformar un espacio determinado.
Asimismo
la oración corta aparece en ocasiones como versos de una inspiración profunda y
ágil a un tiempo, un lirismo con el que honrar a mitos clásicos como Sísifo, o
reales como Borges.
“Ha
amanecido sin prisa. La hierba se calienta. Las opiniones se repiten,
perezosas. Sé que sufro menos que muchos. No soporto ninguna incertidumbre. Voy
por el sendero hacia el monte. Los árboles cimbreantes se lavan la sombra en el
río. Sólo una cosa temo, y esto nadie lo sospecha: que un día como cualquier
otro, al posar otra vez mi querida vieja roca, ésta se quede inmóvil en lo
alto”.
Los
cuentos de Alumbramiento son
universales y sin embargo están contados con un lenguaje actual; con un
trasfondo sociopolítico, Neuman advierte con humor que cualquier
convencionalismo se puede arruinar, que a veces los héroes lo son porque han
solucionado problemas creados por ellos mismos, que no podemos convivir con
alguien o algo totalmente previsible y que la rutina es tremendamente dañina
porque no dejará que cambiemos, y hay que cambiar, al menos ver las cosas desde
diferentes perspectivas.
Nada mejor que un relato breve antes de enfrentarse a las calurosas noches de verano. Todavía no sé qué tal lo hace Neuman con los microrrelatos, pero en las largas distancias me parece un escritor excepcional. El viajero del siglo me pareció fantástica, con esa ciudad de Wandernburgo, austera, clásica y, sobre todo, tan cambiante animada. Un autor al que seguirle la pista, queda apuntado pues su Alumbramiento.
ResponderEliminarMuchas gracias!
Es cierto que hay que seguir la pista de Neuman, se está convirtiendo en un maestro del lenguaje del siglo (en este caso, XXI). Y tienes razón en cuanto al microrrelato; yo soy fanática del cuento, me gusta leerlo de manera rápida y sabes que te queda reflexión para mucho tiempo. Creo que es una de las formas literarias más difíciles de conseguir, y Neuman no defrauda, todo lo contrario.
ResponderEliminar¡Seguimos leyendo!