Novela
dividida en 15 capítulos cuyas entradas aluden, en evidente homenaje a Lewis
Carroll, así como el título, a citas de Alicia
en el País de las Maravillas y a Alicia
a través del espejo; concretamente los capítulos I, III, VIII, X y XV
forman los cinco primeros serventesios de Jabberwocky, uno de los mejores
poemas vanguardistas escritos en inglés.
La noche a través del espejo
es una delicia; de rápida lectura, no sólo por la perfecta organización sino
porque el ritmo es veloz, en claro recuerdo al conejo que siempre llega tarde
aunque como el protagonista, Doc Stoeger, no sabe muy bien dónde debe
dirigirse, y porque los golpes de humor son tan constantes que a veces nos
sorprendemos pasándolo bien en una atmósfera terrible, en la que tienen lugar los
tres asesinatos que, en el capítulo I adelanta el narrador.
—Me
encantaría que hubiera un asesinato —respondí.
Habría tenido gracia que Pete me
dijera: “Doc ¿qué te parecerían tres en una misma noche?”
Pero, por supuesto, no lo hizo. Aunque
en cierto modo dijo algo aún más gracioso.
—¿Y
si fuera un amigo tuyo?...
Como
en las aventuras de Carroll, realidad y ficción se confunden en esta novela que
empieza con el protagonista soñando y que, aunque despierta, no sabemos muy
bien, por momentos, si sigue soñando, si su mente está afectada por el alcohol,
o si lo que está ocurriendo es real. Tendremos que llegar al final para que
todas las locuras vividas durante la noche en la que se desarrolla el argumento
cobren pleno sentido.
Esta
es la grandeza de Fredric Brown quien, caprichos del destino, se llama como un
personaje literario de Chesterton al que recuerda nuestro protagonista, el
padre Brown.
Doc,
como el padre Brown, resuelve los crímenes más fantásticos e inexplicables, no
porque sea un afamado detective, ni un excelente policía, sino por su
conocimiento de la naturaleza humana, por el razonamiento psicológico que
aplica al comportamiento de los hombres y porque se adentra a conocer el mundo
mediante la imaginación, la agudeza y la reflexión, algo que, por otro lado,
también consiguió Lewis Carroll.
En La noche a través del espejo he visto
influencias de Chesterton, tanto Fredric Brown como el estadounidense tienen
una gran habilidad para advertir que la explicación irracional es la más
racional para desvelar los misterios. Ambos utilizan la paradoja como recurso
irónico, a veces humorístico; y ambos, en medio del crimen y la desgracia
destacan su asombro por la existencia, la alegría ante la vida, a la que
constantemente hay que desentrañar, pues está llena de misterios.
Y
sus protagonistas, Doc y el padre Brown son antihéroes, los dos encarnan a un
hombre corriente, de buen corazón; los dos aplican la sensatez a través de la
burla y para ambos la vida normal está plena de alegrías, buscadas en la
amistad y las relaciones sociales.
De
todo esto se deduce una gran agudeza en el análisis social, por lo que la
novela es de contenido filosófico y sociológico, además de policíaco y de
suspense.
Con
esta introducción he pretendido dejar constancia de que estamos ante una obra
maestra de mediados del siglo XX (¡Y yo la descubro ahora!). El ambiente en el
que se desarrolla es el típico de un pueblecito, Carmel City, en el que nunca
pasa nada, razón por la cual el periódico local se transforma en un semanal. Su
director, Doc Stoeger, piensa venderlo porque está harto de no haber podido
sacar una noticia actual e interesante durante 23 años «—Pero Doc, nadie busca noticias frescas en un semanario local.»
Sin
embargo en los dos primeros capítulos da las claves de lo que se irá
convirtiendo en enigma, por lo que el lector no debe pasar por alto ninguno de
estos datos, aunque nada, o casi, será lo que parece y necesitaremos, con el
protagonista, de toda la noche para que con la luz del día, volvamos a la
realidad y la verdad despeje los misterios que, en un principio, parecían
ocultos.
Me
había equivocado con Miles Harrison [...] —Tómate algo conmigo, Miles —sugerí.
Negó con la cabeza fastidiado [...] he de ir a Neilsville con Ralph Bonney a
buscar el dinero de sus nóminas.
—Vaya
[...] oye Smiley [...] ¿Te refieres al divorcio de Bonney
—Sí
—Pero
Carl representaba a Ralph Bonney y la mujer de Bonney consiguió el divorcio
Al
Grainger es un joven mequetrefe —sólo tiene veintidós o veintitrés años—, pero
es uno de los pocos jugadores de ajedrez de la zona y uno de los aún más
escasos que entienden mi entusiasmo por Lewis Carroll.
El
sheriff Rance Kates era uno de mis peores enemigos [...] idiota, maleducado y
lleno de prejuicios raciales.
No
cabe duda de la maestría de Fredric Brow pues consigue aunar la lógica
matemática con lo ilógico de la imaginación en el ambiente real del Condado de
Carmel que, sin embargo está envuelto, por una noche, en un clima de ciencia
ficción. Por todo ello no es raro encontrar diálogos absurdos basados en la
antítesis:
—...¿Por
qué no se lo vendes a él, si quieres venderlo?
—¿Quién
demonios ha dicho que quiero venderlo? Sólo he preguntado si tú estarías
interesado en comprarlo.
Las
incongruencias también están presentes en la narración «Eso último era tan claramente falso que podía decirlo sin miedo».
El protagonista, alcohólico, aunque lo niegue, es quien cuenta lo sucedido en
primera persona, por eso el vocabulario se convierte, como él, en algo
imprudente «estás un poco loco, pero eres
buena gente», capaz de describir su pensamiento intermitente «Para mi indignación, una parte de mi
cerebro insistía en [...] Pero la otra parte insistía en preguntarme...»
incluso mediante metáforas irreverentes «no
puedo esperar [...] pasarme la eternidad dedicado a tocar el arpa y a
despiojarme las alitas», o asociaciones que subrayan lo inusual «incluso tengo una estantería en el baño.
¿Cómo que incluso? Creo que un baño sin estantería está tan incompleto como lo
estaría sin retrete».
El
dualismo realidad-ficción de Alicia está presente en la novela, y salpica al propio
Carroll con atenuaciones humorísticas «Esperaba
que dijera que no, y dijo: —No.»
Otras
veces, las antítesis forman parte de un juego palabra-imagen que recuerdan, por
lo absurdo y lo evidente, al humor de los hermanos Marx «—Claro que tengo miedo. Pero intente librarse de mí». De hecho al
ritmo rápido de la narración favorece que surjan detalles justos, aunque queden
olvidados pues otros entran en escena; de la misma manera, en tres ocasiones al
menos, los personajes van asomando sin esperarlos, de forma continuada
recordando la mítica escena de Una noche
en la ópera. Una de ellas es la formada por las sucesivas apariciones en el
banco del ladrón, de Doc, de la llamada telefónica de Milly que anuncia la
llegada de la policía, del banquero Clyde Andrews y del doctor Minton. Otra,
cuando se van congregando poco a poco todos en el bar de Smiley, y la última,
en la oficina del periódico, en la que en persona o por teléfono se agolpan en
torno a Doc para ir quitándole los casos que en un principio pensaba escribir a
modo de exclusivas, el del loco escapado del manicomio, la caída de Carl, el
robo al banco, los ladrones de la banda de Gene Kelly...
El
humor es evidente, a veces el narrador protagonista implica al lector
dirigiéndose a él mediante una afirmación que niega «Pero que nadie me pregunte por qué»; otras veces es el propio
narrador quien se autocritica a pesar de seguir actuando de forma irresponsable
«Tal vez estuviera bebido, puede que no me
funcionase bien la cabeza [...] me vale cualquier posibilidad»; y otras
veces la sonrisa aparece al leer una descripción demasiado detallada «había pisado un trozo de madera, un palo de
dos por cinco centímetros y treinta de largo».
La
sonrisa, o risa del lector, brota de cualquier situación; incluso el autor saca
partido de la torpeza del protagonista
—Ojalá
tuviera un arma
Entonces
me acordé
—Yo
tengo una —dije
Se
enderezó y me miró. Me alegro de que la oscuridad le impidiera verme la cara, y
a mí ver la suya.
El
propio Doc es consciente de su ineficacia, «Las
armas se me dan tan bien como a una serpiente los patines», aunque maneja
como nadie la paradoja y el sarcasmo «Que
seas religioso no tiene nada de malo, si quieres serlo. Algunos hombres buenos
son religiosos».
No
sólo el humor blanco, también el negro aparece, haciendo honor al género «—¿Se va a morir? —Sí, pero no como él cree,
el Estado tendrá que pagar unos cuantos kilovatios».
El
estilo de Brown es perfecto, ordenado, rápido, vivo, de narración fluida,
humorística y llena de figuras que lo embellecen y lo elevan a la categoría más
alta a la que puede aspirar un escritor, las metáforas se muestran en todas sus
variedades pero destacan sobre todo las personificaciones relacionadas con el
alcohol «—Me emborraché [...] así que me
dirigía a la franja de hierba que se extiende al otro lado de la cuneta y [...]
el suelo, con un pedazo de piedra en la mano, se levantó y me golpeó la cara». «La
otra botella, la del bolsillo izquierdo de la chaqueta de Bat Masters, no había
sobrevivido al accidente».
En
la rapidez de lectura influye también que el protagonista se dirija a veces a
él mismo en tercera persona, y hay ocasiones en las que, a modo de prolepsis
interiorizadas, inserta posibles conversaciones futuras que van cobrando
sentido con el acontecer de los hechos.
Fantástica
novela en la que el narrador, como Alicia, se introduce en una ratonera de la
que parece que no va a salir y, sin embargo, todo es posible en el mundo de la
imaginación, de la locura, de la razón o de los efectos del alcohol:
«Seguía
un patrón y yo ya sabía cuál era: el patrón de la locura. ¿La mía o la de
quién?»
Lo que distingue a una buena editorial es que da nueva visibilidad a obras que el tiempo había oscurecido. Creo que este es el caso de Reino de Cordelia y La noche a través del espejo.
ResponderEliminarLo que distingue a un buen blog es que no sólo comenta best seller (que también hay que comentarlos para que podamos tener una opinión autorizada), este es el caso de Aurisecular.
Mucho ánimo para continuar con esta gran página.
Un cordial saludo
El mérito no es mío, sólo me limito a hacer lo que me gusta, leer libros y desentrañarlos, ahondar en ellos para entenderlos y poder entender así a los autores. Puede que me equivoque, por eso podéis dar otras opiniones y contrastarlas; pero, en fin, la página es fruto del trabajo de más de una persona.
Eliminar¡Gracias por leer! y estar ahí.
¡Impagable esta recomendación!
ResponderEliminarNo conocía la novela ni a su autor, pero he de decir que ha sido amor "a primera página". No me he podido despegar del libro, me ha hecho zambullirme de cabeza en su aventura, en sus fantasías hasta el punto de que por momentos me veía trabajando en el semanario de Doc y bajando a tomar una cerveza en el bar de Smiley.
Libros como este son los que crean afición, debía ser un texto obligatorio en Bachillerato. Una trama perfecta y una resolución impecable.
***** para Fredric Brown y otras ***** para AURISECULAR.
¡Hasta siempre!
Me alegra que te haya gustado. Y me gusta la idea de ponerlo como lectura. A ver si prospera.
ResponderEliminar¡Gracias por leer!