sábado, 14 de septiembre de 2024

LOS DESPOJOS DE LA IRA

Me gusta cómo escribe Estela Melero. Cuenta una historia, o más, presenta a los personajes de forma intermitente y nos deja leer, pero permite que accedamos al texto para entenderlo solo cuando ella lo considera necesario. Su expresión es clara, asequible y la trama es intrincada. La autora nos lleva donde le interesa, consiguiendo que nuestra mente se llene de interrogantes, hasta que, solo al final, recuperamos toda la información que ha ido depositando. La estructura es habitual pero la construcción es original, incluso encontramos datos que despistan al no ser relevantes para el caso y los lectores pensamos que sí, que podría ser… La duda es la marca del proceso de lectura y la reflexión la de la finalización del acto de leer, cuando entendemos perfectamente lo que nos ha ido diciendo cada personaje en cada momento.

En Los despojos de la ira, su última novela, el título es una señal de lo que vamos a leer. Nos encontramos ante una emoción intensa, agresiva, producida cuando nos sentimos atacados. Este enfado es el que demuestra la protagonista, tanto, que la moviliza a la venganza, a los despojos de ese sentimiento.

De nuevo el dolor de una mujer será el tema fundamental de la historia de Estela Melero Bermejo. De nuevo, la furia de una mujer la llevará a perder la razón. De nuevo, la fuerza de una mujer conseguirá resolver su situación aunque sea momentáneamente. De nuevo, la constancia de una mujer, la llevará a solucionar los problemas.

Está claro, en Los despojos de la ira la mujer es la protagonista. La mujer es víctima, victimaria, honrada, confusa, clara, resistente, débil, tenaz. La protagonista de esta novela negra es la inspectora Victoria Cuevas. Su constancia y perspicacia solucionarán los asesinatos. Pero también ella fue en su momento víctima y resolvente de sus sentimientos.

Asimismo, Pilar, Lucía, Bibi, Eva son víctimas y victimarias. Mujeres que con mayor o menor intensidad han sido tocadas por la ira despertando en ellas deseos de venganza. Todas las emociones posibles de una mujer están en este libro: la inocencia, la debilidad, la fuerza, la crueldad, la sensualidad y la resistencia. Porque es Estela Melero y, como en cada una de sus novelas, la mujer es esencial. Los hombres, aunque unos buenos, otros depravados, son meros estímulos para que la mujer actúe. A veces creo que el huracán Estela necesita aplacar su energía en sus protagonistas.

Los despojos de la ira tiene dos partes diferenciadas donde se dan cita cincuenta y cinco capítulos y un epílogo.

Los capítulos se dividen en dos partes: Una con diez apartados señalados alfabéticamente en primera persona. La narración se refiere desde atrás hacia el presente y va enfocada a cumplir un objetivo futuro. En determinados momentos cuenta los hechos desde el presente hacia atrás, sin aclarar nada en concreto. Sabemos que quiere venganza. Sabemos que la primera persona es la voz de Eva aunque no estemos seguros de que su nombre sea real. Tampoco tenemos claro si lo que cuenta es cierto o fruto de su mente traumatizada: «Sé que Mirem se pregunta por qué me llaman Eva […] Pero la realidad me ha golpeado, me ha sacudido. Un bebé vivo no es algo soportable para mí». Será la propia Eva quien se considere un despojo de la ira cuando sea consciente de que no ha canalizado bien su enojo «…siento agotamiento… Somos despojos de la ira».

El lector va analizando las razones de Eva pero la autora no permite que nos relajemos. Cuando empezamos a creer a la protagonista aparece en su vida Rosa, su amiga, a pesar de que ella no recuerda haberle dado su ubicación.

Todos son sospechosos desde ese momento: «Yo le dije dónde estaba. Eso me dice. Que se lo dije en una carta cuando me instalé. No lo recuerdo». A veces, la primera y la segunda personas se mezclan al incluir diálogos sin raya distintiva, la convicción de Eva se difumina en la opinión de su amiga, tambaleando la seguridad del lector: «Un día sonó una canción y tu cara cambió. Es cierto, noté una sacudida. Me asaltaron imágenes oscuras […] Debes dejar de atormentarte con eso».

La otra parte de la novela está formada por cuarenta y cinco capítulos, en orden numérico, que se van intercalando en los alfabéticos. El narrador, en esta ocasión es un testigo que, en tercera persona, va relatando la investigación policial, encabezada por Victoria Cuevas, referente a la desaparición de Pilar Martí de Querol, viuda del abogado D. Ignacio Martí de Querol.

Esta desaparición, tiene trazas de ser un asesinato y para solucionarlo, la policía tomará declaración a los hijos, a la abogada más prestigiosa del bufete, a los usuarios de una academia de baile a la que a asistía doña Pilar y a todos los trabajadores del edificio de la desaparecida. Todos tienen coartada. Nadie vio salir a Dª Pilar del edificio pero su coche no está ni ella tampoco.

El narrador apenas se permite comentarios, parece totalmente objetivo, de hecho son los propios personajes quienes van dejando sospechosos, ya dirijan las acusaciones hacia otros o hacia sí mismos «—No, no estuvo. Él salió a sus clases de baile…». Y, sin embargo, confunde al lector con datos indicativos de que puede tratarse de algo distinto a lo que parece «¿Y si ella no es la víctima?».

También los testigos confunden a la policía al pensar que el comportamiento de la desaparecida no era el que se esperaba de alguien de su edad y clase social «—Daba vergüenza— interrumpió la esposa —[…] jamás nos hubiéramos imaginado que ella se volviera de esa forma».

Poco a poco, sin darnos cuenta todo se va enredando más. Los más allegados a Pilar van quedando implicados y, como quien no quiere la cosa, los muertos van aumentando. Hasta cinco asesinatos tiene Victoria que resolver y sólo cuando se iba a cometer otro, casi en la última página, la inspectora acierta sobre quién ha podido estar detrás de esas muertes y por qué.

Hasta entonces no lo sabremos, porque cuando las relaciones están marcadas por la infidelidad, todos son sospechosos «—Silvia, mi madre ha desaparecido —le informó de esa forma fría con la que los años de infelicidad matrimonial habían logrado impregnar las conversaciones».

Cuando las relaciones están marcadas por la ocultación y la mentira, todos son sospechosos «—…Mi padre recibía amenazas, ¿verdad?».

Y las sospechas van salpicando los capítulos, tanto los referentes a Eva como los de Pilar. Victoria será la que los una haciendo que todo cobre sentido y lleguemos a entender cómo quienes sienten el deseo de venganza no han conseguido sino entrar en una lógica destructiva que daña a todos, porque la ira no entiende de límites.

Esto es lo que deja transmitir Estela Melero en su última novela; una novela escrita con la fuerza de otro sentimiento: la pasión; la misma con la que leemos sus novelas mientras sentimos que ella es, ante todo, inteligente. Y buena. Y al seguir leyendo confirmamos su sentido del humor.


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