sábado, 22 de junio de 2019

TODAS HIEREN Y UNA MATA


En el panorama teatral actual, hablar de ÁlvaroTato es casi imposible porque todo se ha dicho ya. Ha llegado a la cima. Es un referente en la construcción del espectáculo y en la elaboración del texto. Cuando leo algo con chispa pienso que ya está. La obra se hace sola. Empiezo a imaginar y soy capaz de ver en mi mente la representación. Claro, en mi mente. A la hora de la verdad hace falta un gran equipo creativo. Porque para representar a Álvaro Tato hay que estar a la altura de este poeta y dramaturgo de manera que el texto no desmerezca lo más mínimo. O simplemente intentarlo y, por supuesto, disfrutar. Este año, 2019, hemos tenido la suerte de contar con Todas hieren y una mata, título que alude al refrán referido al paso del tiempo: todas las horas hieren y una mata, y Tato juega con él para acercarlo al amor: Todas las flechas hieren y una mata.

Esta mezcla de sentidos queda asentada en el cronotopo de la obra; así pues, podemos estar en el Siglo de Oro, podemos pasar al siglo XXI, podemos ser actores, oyentes o espectadores… Es teatro, y su magia nos envuelve desde la primera palabra. La obra lo tiene todo. Todo lo necesario para cumplir con las funciones del teatro, entretener (con la originalísima puesta en escena), divertir (con el empleo de la palabra), admirar (con la combinación de registros y formas del lenguaje, en prosa o en verso), sensibilizar, o lo que es lo mismo, remarcar la función social (y la última obra de Tato, a través del humor, reflexiona e intenta comprender la complejidad del ser humano, el pensamiento del hombre y la mujer, y nos provoca para que nuestra opinión salga a la luz)y, por supuesto, la función catártica.

Todas hieren y una mata tiene algo de cuento de hadas pues alude al intimismo de la mujer, a su magia, al simbolismo del tiempo (y cómo influye en la mujer). Al ver a Alba, a Aurora, a Teresa y a la bruja no nos extrañamos de que puedan convivir, de que pertenezcan a siglos diferentes, sean la misma persona o su evolución a lo largo del tiempo. Los espectadores, o lectores, sentimos una especie de purificación del espíritu al conseguir ser nosotros, en nuestro interior, como esos personajes protagonistas definitivos de su destino, que no se han doblegado, que han llegado donde querían. Esta finalidad catártica es la magia del teatro y en esta obra está desde la primera página.

Siempre he creído que los clásicos son actuales, en alguna ocasión lo he dicho y he intentado demostrarlo, pero Álvaro Tato, con su obra, consigue que el verso sea la forma normal de comunicación, que la capa y la espada puedan convivir con los móviles, que exista un amor puro, verdadero, sin violencias en cualquier época y que la cultura, la palabra sea el arma que convence, apostando siempre por la libertad del más débil, que lamentablemente en la sociedad actual sigue siendo la mujer.

La obra está dividida en tres jornadas, como mandaba el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo; también como los grandes dramaturgos del siglo XVII combina el verso con la prosa, en este caso es un indicador del cambio de época y un guiño al más grande novelista de todos los tiempos

Os decía que algún imitador de Lope pudo escribir esta misteriosa pieza de la que solo nos ha llegado la primera jornada.

Asimismo, tal y como era usual en alguna representación del Siglo de Oro, encontramos el recurso del metateatro

Ya suena la música, ya comienza la escena del bosque.

Y como dictó el Fénix de los ingenios, la métrica se ajusta al personaje y al asunto tratado, aunque Álvaro Tato le da una vuelta, pues si el caballero utiliza el soneto para referirse a los asuntos amorosos

Dicen que es una flecha cada hora
que alza el vuelo cazándonos sin ruido

también lo hace su criado para, con humor, recordarle que es mejor preocuparse por el cuerpo que por el espíritu

No soy mágico, brujo ni profeta,
mas traigo este presagio en el coleto:
si me encuentran oculto bajo un seto
sajarán mi gaznate cual chuleta.

Los recursos literarios son variados, los juegos de palabras abundan, tal como era normal en el siglo XVII. El amor y la muerte que provoca el desengaño están a la orden del día del enamorado, mientras que el criado teme más por el sufrimiento corporal, que puede manifestarse en términos hiperbólicos

DON DANIEL.- […]
                          ¡ay si me amara la muerte
                          o diera muerte al amor!
                          […]
DON DANIEL.- Tengo el alma en carne viva
PICO.-               Tengo una astilla en un dedo
                          ¡Me rindo!

El legado que hace Pico al creer cercana la muerte es una suerte de anáforas y paralelismos con los que iguala, histriónicamente, los elementos enumerados y, cuando conocemos que aún está soltero, la carcajada es mayor:

Lego a mi esposa mi hacienda
lego a mi esposa mis huesos
[…]
Lego a mi esposa mis hijos
lego a mi esposa mis hijas
[…]
y mi ropa si estoy muerto
y no he de resucitar
[…]
mis gallinas, mis capones,
mis cabrillas, mis cabrones,
y otra cosa que me callo.

El quiasmo con su poder de extrañamiento, acrecienta el humor de la respuesta, y el encabalgamiento de algunos versos consigue unir el siglo XVII al XXI sin ningún tipo de asombro

BRUJA.-           […]
                          ¿sois cazadores furtivos?
PICO.-               Más bien furtivos cazados
BRUJA.-           Entonces sabréis decirme
                          en qué siglo nos hallamos
PICO.-               En el diecisiete, madre,
                          del calendario cristiano
BRUJA.-           Pues hoy la penicilina
                          aún no se habrá inventado
                          ni puedo llamar al uno
                          uno dos para llevaros
                          a urgencias en ambulancia.

El diálogo es ingenioso hasta no poder más, el juego metateatral sigue hasta el final de la obra, las metáforas aluden a la vida rural del siglo XVI «En su enagua la noche / guarda una estrella» y los guiños a Lope son enternecedores, pues si nos conmovió su definición del amor en un soneto, Tato nos entusiasma con su descripción del clásico, en un soneto totalmente paralelo al del Fénix:

Despertarse, soñar, estar contento
[…]
cumplir un sueño y no querer que acabe,
vivir miles de vidas. Esto es
un clásico. Quien lo probó lo sabe.

En cuanto a las acotaciones. Álvaro Tato pretende indicar cómo han de moverse los actores, pero no hay exceso de ellas, sólo para momentos cruciales en los que entra o sale de escena algún personaje «(Salen de su escondite don Daniel y Pico)» o momentos impactantes en los que el personaje debe utilizar algo específico «(Saca el teléfono móvil)», para otros en los que tiene singular importancia la proxémica «(Aparte a Pico)», o bien para marcar aquella información dirigida especialmente al espectador «(Aparte) (Ya el sol sale en mi corazón oscuro) (Se aleja)».

Asimismo, en ocasiones la acotación va dirigida a que el personaje realice un gesto ilustrador que acompañe a lo que está diciendo, de forma que la escena refuerce los tintes humorísticos expresados con la palabra

PICO.-               […]
                          ¿No me hizo él pecador?
                          (Al cielo) Conmigo no ha de valer
                          tan indigna triquiñuela,…

No quiero revelar el texto porque hay que leerlo o, si se puede, verlo representado. En cualquier caso es un seguro de diversión y asombro. Álvaro Tato mejora a cada paso, Cuando pensábamos estar ante una obra perfecta, escribe otra que la supera ¡Increíble!

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