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sábado, 13 de febrero de 2016

ESPERANDO A DOGGO

Acabo de terminar de leer esta novela; no conocía a su autor y no había oído nada del argumento. Alberto y Lara estaban encantados con ella y me recomendaron encarecidamente que la leyera. Así que, obediente, dejé la que tenía entre manos y una vez empecé por la primera página, no pude dejarla. Esperando a Doggo es una delicia; de hecho, ¡yo quiero un perro! (si viene acompañado de alguien como Dan tampoco estaría mal. Son la pareja perfecta).

La novela deja en el lector una sensación de felicidad inconcebible. Al analizarla encontramos que los personajes encarnan a tipos actuales y perfectamente reconocibles: el fracasado, el ambicioso, la envidiosa, la superficial, la mística, la vapuleada por la vida… Asimismo la historia es parecida a la típica comedia romántica en la que un chico es abandonado por su pareja y, tras u duro golpe, encuentra la felicidad en otro sitio. Incluso el final es predecible pues los buenos son premiados y los malos castigados. Y sin embargo la prosa de Mark B. Mills te engancha desde el principio. El autor impregna de ternura, de amistad, de amor, cada página pues encarga a Dan, el protagonista, que cuente en primera persona su historia, la de un perdedor que se ha quedado en el paro y al que, tras cuatro años de convivencia, ha abandonado su novia dejándole un perro feo del que ella se encaprichó y rescataron de la perrera: «No, no atiende a ninguna clasificación estándar. Tiene el aspecto de un perro que se ha lanzado a toda velocidad contra un muro de ladrillo y que luego ha preferido no someterse a una operación de cirugía correctiva.»

Y resulta que Dan es un treintañero con sentido del humor, es de los que intentan ver el lado bueno de las cosas y sobre todo, es buena persona. Así que, acompañado siempre de Doggo relata una historia divertida, cómica. El lector mantiene el buen humor a lo largo de la trama porque las agudezas son contenidas, sarcásticas, plenas de ironías que provocan sonrisas.

La narración es fluida, Mills aprovecha los diálogos para describir a otros personajes o contarnos algo de ellos, consiguiendo retratos bastante sugerentes pues en ellos aparecen, incluidos en un vocabulario actual y dinámico, más propio del lenguaje oral, comparaciones poéticas que enriquecen el relato:

«—Está acabado
—¿Jethro?
Jethro es el tío más guay que conozco […] fumando hierba como un carretero […] Es como un trovador de nuestros días…»

Otras veces es el propio narrador el que intenta retratarse en sus diálogos con los demás, aunque a veces ni siquiera él mismo sepa si lo ha conseguido «Me he despedido con un escueto “Bs”, lo cual supongo que ha sido una forma decorosa de decir: “No, no voy por ahí”» No le hace falta transcribir toda la conversación; el protagonista se centra en lo importante y nos desvela lo que interesa, de esta manera consigue una agilidad fantástica en la exposición y al mismo tiempo no pierde entre asperezas la comicidad, rasgo que potencia con cualquier recurso, como la analepsis; mediante recuerdos selectivos puede resaltar sólo lo fundamental, lo necesario para que nos hagamos una idea de cómo era y contrarrestar así su proceso evolutivo al lado del perro.

La narración discurre de manera espontánea, de ahí que pase de un hecho a otro sin ningún tipo de intermedio, sin poner al lector aparentemente en situación; le basta un adverbio, a veces, para cambiar de suceso, de espacio, de tiempo y de personajes. Con estas alteraciones, abruptas y repentinas el narrador se permite contar aquello que nos sirve exclusivamente para ayudarnos a formar una idea de cómo son los personajes; es decir, los sucesos son meras excusas para retratar la galería de individuos que conforman nuestra sociedad moderna, un tanto estresada, un tanto superficial (la ropa se tiñe, al cabello «se le da color»), pero repleta de buenas intenciones, porque, debajo de las ironías y los sarcasmos, se percibe sobre todo una confianza ciega en el ser humano:

«—¿Por qué?
—Porque era un escéptico y muchas de mis teorías son muy… –Busca la palabra–.
—¿Escépticas? –apunto
—¡Vamos, vamos! –dice– Menos guasa
Y por supuesto, esa confianza, ese cariño a los demás deviene en un amor absoluto hacia los animales
«—¡Lo ha hecho! Lo único que le he dicho ha sido: “Llévale esto a Dan”
Me sorprende y emociona
—Sabe mi nombre
—Sabe dónde se guardan los Choco Drops –masculla Edie–»

Pero no todo va a ser mérito de la narración, en realidad esa historia, en principio tópica, deviene en original al exponer la relación que surge entre el hombre y el animal, cómo ambos se van adaptando entre sí, al principio con reservas

«—Eh, Doggo, acabas de hacer un amigo.
Alargo una mano y en un primer momento me pregunto si lo que oigo es el sonido del tráfico, pero es el murmullo sordo de un gruñido que me advierte que guarde las distancias»

hasta terminar siendo un pilar fundamental en la vida del compañero

«No se limita a observar desde el otro lado de la sala, sino que me clava la mirada y, aunque es una mirada carente de expresión, difícil de interpretar, hay algo especialmente tenso, casi amenazador, en la postura de sus hombros. Esbozo una leve sonrisa. Ni se inmuta. Permanece inmóvil, como una estatua, mi conciencia, mi guía…, mi ángel de la guarda».

La relación entre Dan y Doggo va más allá de la camaradería, amor o lealtad; los protagonistas de esta historia experimentan durante el tiempo que pasan juntos algo similar a lo que les ocurrió a don Quijote y Sancho. Salvando las distancias, Dan se va Doggicizando al ver más allá del físico de su compañero. De ahí que si en un principio se muestra reticente ante el animal y lo rechaza: «Clara tenía razón: es pequeño y, a pesar de sus esfuerzos por fingir lo contrario, es feo», una vez Doggo forma parte constante de su vida lo quiere porque, entre otras razones, Doggo lo hace sentirse importante: «Se comporta como si […] no pudiera permitirse el lujo de meter la pata por temor a decepcionar a la multitud que lo venera […] Sus miradas fugaces me conmueven; ponen de manifiesto una confianza en mí que no había sentido hasta la fecha…»

Incluso hombre y perro llegan a confundirse en los diálogos que Dan mantiene sobre Doggo con los de la oficina:

«—Ahora, él asociará morder a Megan con un premio
—¿Eso crees?
Cuando otro Choco Drop desaparece entre los dientes de Doggo, Edie por fin lo pilla.
—No tenía ni idea de que fueras tan perverso.
—Ha sido en legítima defensa, su señoría. Empezó ella.»

Por su parte Doggo se va humanizando hasta que es tratado como ser humano no sólo por Dan sino por todos los que lo conocen «Sus delirios de grandeza son más comprensibles desde que en la oficina se corrió la voz de su extraña obsesión por Jennifer Aniston.»

Llegados a este punto, me atrevería a afirmar que Esperando a Doggo es una novela contemporánea de aprendizaje puesto que el protagonista va formando su personalidad a través de las aventuras (o sucesos, no vamos a exagerar) por las que va pasando. Y el detonante que saca todo su carácter es Doggo; el perro lo convierte en alguien que se plantea la justicia e intenta incluso vengarse ante un oprobio.

Dan se va convirtiendo en alguien sagaz a quien no le hace falta la fuerza para vencer a los bravucones sino que es capaz de derrumbarlos con ironía.


Dan, a través de Doggo deviene en un ser tierno, sincero y, sobre todo, más humano. Y Doggo alcanza una dimensión que se acerca a lo espiritual «—¿Listo para conocer a mi verdadero padre –pregunto–. Parece intrigado, casi impaciente, y, si él está dispuesto, yo también» Está bien leer algo divertido y que, por una vez, olvidemos el lobo que subyace en el hombre para quedarnos con la ternura que todos guardamos dentro.

lunes, 28 de diciembre de 2015

EN EL CIELO NO HAY CERVEZA

No conocía a Carlos Salem, no había leído nada de él, pero en principio En el cielo no hay cerveza me atrajo por el título, y porque es novela negra, por supuesto. Una vez terminada puedo saborearla mejor; al contrario que otras novelas que voy aprovechando cada momento, en ésta disfrutaba una vez que había dejado de leer, cuando pensaba en lo ocurrido; y es que durante la lectura me venían a la mente diferentes interferencias que impedían la concentración total ¿cómo será el autor? ¿qué edad tendrá? ¿a quién representa  en la realidad Jorge Tardío? ¿o Jessica Vanessa? No conozco a todo el elenco de la prensa rosa; y los personajes que aluden a otros tantos del evangelio también han conseguido que deje la lectura e investigue sobre ellos porque no recordaba bien a algunos, es verdad que los nombres me sonaban, los Zebedeo por ejemplo, pero no les asignaba un papel en el Nuevo Testamento. Asimismo el vocabulario empleado es algo desquiciante, todos hablan igual, con una especie de jerga urbana que hace imposible distinguir a Diosito del policía El Perro, del periodista, de la escritora travesti-mental Queca Osman, del pescadero Peter Simón, o de la madre de Diosito, Mariah.

Y ha sido en este ejercicio de localización cuando he entendido, creo, mejor la novela. La mezcla de nombres reales entre los personajes y la uniformidad de expresión consigue igualar a toda una sociedad. La irreverencia con la que son tratados todos aquellos representantes de la historia sagrada evidencia la poca credibilidad de una serie de acontecimientos que las sociedades han dado por ciertos, llevando al ser humano a niveles de ingenuidad impropios de un ser racional.

Me he reído a veces; creo que George S. Atan, nuevo marido de Mariah, padrastro de Diosito por tanto, tiene un papel entrañable en la historia. Con Mariah también he disfrutado, es esa madre coraje que no está dispuesta a que toquen un solo pelo de su segundo hijo. Y Diosito es inigualable, un personaje de apariencia inclasificable, entre simpática y repulsiva, un personaje al que sus actos acercan a todos los dioses que han poblado los diferentes cielos, juguetón según las oportunidades, caprichoso, malcriado, bondadoso a veces, a veces malvado.

En otros momentos he pensado que Poe debería haber dejado de beber cerveza. Es realmente angustiante leer escenas en las que la cerveza no se acaba nunca.

El protagonista, sin embargo, no ha conseguido que me identifique con él, no sé muy bien por qué, pero una vez leídas alguna que otra entrevista que le hicieron a Carlos Salem y ver su foto, quedó irremediablemente unida a El Poe y no he podido quitármelo de la cabeza en todo el relato. Puede que por eso me haya gustado menos. Creo que El Poe, más que protagonista, es un director de orquesta encargado de ir presentando a los personajes que realmente son los protagonistas, todos ellos, a su vez, miembros del ser global que hemos conformado y nos hemos conformado con el resultado: una sociedad desquiciada y desquiciante que consigue anular a la persona como tal para hacerla parte de una bufonada, un espectáculo en el que si no bailas al son del que lo dirige estás perdido, antes o después y, de una manera u otra, desaparecerás.

El argumento es una alegoría bastante original, el segundo hijo de Dios baja a la Tierra para reclamar su momento de gloria, tal como lo tuvo su “hermanísimo”. A partir de ahí ocurre todo lo contrario que leímos en el evangelio, es decir, son masacrados todos aquellos que se burlan de Diosito o no creen en él. El protagonista, Poe, deberá descubrir al asesino pues teme que detengan a Diosito, ya que la sociedad piensa que es una venganza de ese loco con aires de grandeza. Poe va hilando los hechos perfectamente hasta llegar a tres sospechosos que nos sorprenden en todo momento, pues los giros que van danto a la trama hacen que el lector cambie su punto de vista y su conclusión al menos tres veces. Al mismo tiempo, el protagonista se encarga de escribir la vida del hijo pequeño de Dios como si de un evangelio se tratara; cómo formó un grupo-secta con el que pretendía atraer a las masas para que lo siguieran, y así ridiculizar y desacreditar  al dios vigente, cómo se consagró, cómo quedó en entredicho y fue humillado delante de todos, y cómo se puso en peligro al no hacer caso a su madre que, por mucho que lo intentó, no pudo protegerlo.

De forma paralela hay dos historias de amor que, al igual que la sociedad en la que se desarrollan, están tildadas de engaño, la suya con Angélica, periodista cuyo fin inmediato es descubrir a Queca Osman Dendeiro, la escritora oculta de novela rosa-porno de gran éxito, y la del policía El Gato con Flor, recluida en un sanatorio mental desde que su novio, el hermano del Gato, la abandonó para casarse con otra.

Esta novela es indiscutiblemente negra, el ambiente sórdido de la telebasura por donde psicópatas, mafiosos, ladrones, prostitutas, criminales y policías se mueven de forma natural; los asesinatos pensados por la mente más retorcida (menos mal que no profundiza en las torturas, porque son espantosas), así como la trama que nos va descubriendo al asesino hasta llegar casi a la última página, la enclavan en este género policíaco. Estoy de acuerdo con el autor, al menos en parte, en que es de humor, podríamos decir que humor negro «Mientras me tomen en serio mis lectores, mientras lloren en una parada de metro con un capítulo y se descojonen de risa con otro dos paradas más tarde, lo demás me da igual» (Culturamas, 15-06-2015). Tiene además alusiones al cómic detectivesco, Magdalena recuerda a un personaje de Miller, endurecida por las circunstancias en las que la vida la ha envuelto, decadente, cínica y violenta podría pasear perfectamente por Sin City. En otro extremo, el inspector Arregui recuerda en varias ocasiones al número uno de los detectives que utilizan el disfraz para resolver sus casos, Mortadelo. Sin embargo no creo que Diosito difiera tanto de Jesús. Salem afirma en la misma entrevista que «Esta novela nace de dos supuestos y uno de ellos es que si hoy Jesús bajara a la Tierra, nadie le haría el menor caso…». Diosito tiene su público al principio, sobre todo cuando empieza dando a la gente lo que quiere, y algo así sucedió con Jesús quien también tuvo que realizar milagros para que lo tomaran en serio.

Novela negra que mantiene la atención del lector, que mantiene la intriga hasta que llegamos al final y el autor descubre la verdad y el lector se descubre ante el autor por la originalidad de la que ha hecho gala.

He tenido que terminar la novela y pensarla para llegar a la conclusión de que me ha gustado, pero, de señalar algo, me quedo con el tipo de mujer que atrae al Poe, puede que porque a mí también me gustaría ser así:


«Mujeres testarudas, firmes y un poco cabezotas, que a fuerza de darse de cara contra los muros, optan por hacerlo con los ojos bien abiertos y por eso adquieren esa expresión de perplejidad avisada […] Mujeres dueñas de una inteligencia tan aguda que acaba pinchando donde más suele doler, que poseen la suficiente lucidez para presentir sus propios errores y la necesaria generosidad como para celebrar, en honor a esos mismos errores, cuando llegan, una fiesta de bienvenida»