Acabo
de terminar de leer esta novela; no conocía a su autor y no había oído nada del
argumento. Alberto y Lara estaban encantados con ella y me recomendaron
encarecidamente que la leyera. Así que, obediente, dejé la que tenía entre
manos y una vez empecé por la primera página, no pude dejarla. Esperando a Doggo es una delicia; de hecho, ¡yo quiero un perro! (si viene
acompañado de alguien como Dan tampoco estaría mal. Son la pareja perfecta).
La
novela deja en el lector una sensación de felicidad inconcebible. Al analizarla
encontramos que los personajes encarnan a tipos actuales y perfectamente reconocibles:
el fracasado, el ambicioso, la envidiosa, la superficial, la mística, la
vapuleada por la vida… Asimismo la historia es parecida a la típica comedia
romántica en la que un chico es abandonado por su pareja y, tras u duro golpe,
encuentra la felicidad en otro sitio. Incluso el final es predecible pues los
buenos son premiados y los malos castigados. Y sin embargo la prosa de Mark B.
Mills te engancha desde el principio. El autor impregna de ternura, de amistad,
de amor, cada página pues encarga a Dan, el protagonista, que cuente en primera
persona su historia, la de un perdedor que se ha quedado en el paro y al que,
tras cuatro años de convivencia, ha abandonado su novia dejándole un perro feo
del que ella se encaprichó y rescataron de la perrera: «No, no atiende a ninguna clasificación estándar. Tiene el aspecto de
un perro que se ha lanzado a toda velocidad contra un muro de ladrillo y que
luego ha preferido no someterse a una operación de cirugía correctiva.»
Y
resulta que Dan es un treintañero con sentido del humor, es de los que intentan
ver el lado bueno de las cosas y sobre todo, es buena persona. Así que,
acompañado siempre de Doggo relata una historia divertida, cómica. El lector
mantiene el buen humor a lo largo de la trama porque las agudezas son
contenidas, sarcásticas, plenas de ironías que provocan sonrisas.
La
narración es fluida, Mills aprovecha los diálogos para describir a otros
personajes o contarnos algo de ellos, consiguiendo retratos bastante sugerentes
pues en ellos aparecen, incluidos en un vocabulario actual y dinámico, más
propio del lenguaje oral, comparaciones poéticas que enriquecen el relato:
—¿Jethro?
Jethro es el tío más guay que conozco
[…] fumando hierba como un carretero […] Es como un trovador de nuestros días…»
Otras
veces es el propio narrador el que intenta retratarse en sus diálogos con los
demás, aunque a veces ni siquiera él mismo sepa si lo ha conseguido «Me he despedido con un escueto “Bs”, lo
cual supongo que ha sido una forma decorosa de decir: “No, no voy por ahí”»
No le hace falta transcribir toda la conversación; el protagonista se centra en
lo importante y nos desvela lo que interesa, de esta manera consigue una
agilidad fantástica en la exposición y al mismo tiempo no pierde entre asperezas
la comicidad, rasgo que potencia con cualquier recurso, como la analepsis;
mediante recuerdos selectivos puede resaltar sólo lo fundamental, lo necesario
para que nos hagamos una idea de cómo era y contrarrestar así su proceso
evolutivo al lado del perro.
La
narración discurre de manera espontánea, de ahí que pase de un hecho a otro sin
ningún tipo de intermedio, sin poner al lector aparentemente en situación; le
basta un adverbio, a veces, para cambiar de suceso, de espacio, de tiempo y de
personajes. Con estas alteraciones, abruptas y repentinas el narrador se
permite contar aquello que nos sirve exclusivamente para ayudarnos a formar una
idea de cómo son los personajes; es decir, los sucesos son meras excusas para
retratar la galería de individuos que conforman nuestra sociedad moderna, un
tanto estresada, un tanto superficial (la ropa se tiñe, al cabello «se le da color»), pero repleta de
buenas intenciones, porque, debajo de las ironías y los sarcasmos, se percibe
sobre todo una confianza ciega en el ser humano:
«—¿Por qué?
—Porque era un escéptico y muchas de
mis teorías son muy… –Busca la palabra–.
—¿Escépticas? –apunto
—¡Vamos, vamos! –dice– Menos guasa
Y
por supuesto, esa confianza, ese cariño a los demás deviene en un amor absoluto
hacia los animales
«—¡Lo ha hecho! Lo único que le he
dicho ha sido: “Llévale esto a Dan”
Me sorprende y emociona
—Sabe mi nombre
—Sabe dónde se guardan los Choco Drops
–masculla Edie–»
Pero
no todo va a ser mérito de la narración, en realidad esa historia, en principio
tópica, deviene en original al exponer la relación que surge entre el hombre y
el animal, cómo ambos se van adaptando entre sí, al principio con reservas
«—Eh, Doggo, acabas de hacer un amigo.
Alargo una mano y en un primer momento
me pregunto si lo que oigo es el sonido del tráfico, pero es el murmullo sordo
de un gruñido que me advierte que guarde las distancias»
hasta
terminar siendo un pilar fundamental en la vida del compañero
«No se limita a observar desde el otro
lado de la sala, sino que me clava la mirada y, aunque es una mirada carente de
expresión, difícil de interpretar, hay algo especialmente tenso, casi
amenazador, en la postura de sus hombros. Esbozo una leve sonrisa. Ni se
inmuta. Permanece inmóvil, como una estatua, mi conciencia, mi guía…, mi ángel
de la guarda».
La
relación entre Dan y Doggo va más allá de la camaradería, amor o lealtad; los
protagonistas de esta historia experimentan durante el tiempo que pasan juntos
algo similar a lo que les ocurrió a don Quijote y Sancho. Salvando las
distancias, Dan se va Doggicizando al ver más allá del físico de su compañero.
De ahí que si en un principio se muestra reticente ante el animal y lo rechaza:
«Clara tenía razón: es pequeño y, a pesar
de sus esfuerzos por fingir lo contrario, es feo», una vez Doggo forma
parte constante de su vida lo quiere porque, entre otras razones, Doggo lo hace
sentirse importante: «Se comporta como si
[…] no pudiera permitirse el lujo de meter la pata por temor a decepcionar a la
multitud que lo venera […] Sus miradas fugaces me conmueven; ponen de
manifiesto una confianza en mí que no había sentido hasta la fecha…»
Incluso
hombre y perro llegan a confundirse en los diálogos que Dan mantiene sobre
Doggo con los de la oficina:
«—Ahora, él asociará morder a Megan
con un premio
—¿Eso crees?
Cuando otro Choco Drop desaparece
entre los dientes de Doggo, Edie por fin lo pilla.
—No tenía ni idea de que fueras tan
perverso.
—Ha sido en legítima defensa, su
señoría. Empezó ella.»
Por
su parte Doggo se va humanizando hasta que es tratado como ser humano no sólo
por Dan sino por todos los que lo conocen «Sus
delirios de grandeza son más comprensibles desde que en la oficina se corrió la
voz de su extraña obsesión por Jennifer Aniston.»
Llegados
a este punto, me atrevería a afirmar que Esperando
a Doggo es una novela contemporánea de aprendizaje puesto que el
protagonista va formando su personalidad a través de las aventuras (o sucesos,
no vamos a exagerar) por las que va pasando. Y el detonante que saca todo su
carácter es Doggo; el perro lo convierte en alguien que se plantea la justicia
e intenta incluso vengarse ante un oprobio.
Dan
se va convirtiendo en alguien sagaz a quien no le hace falta la fuerza para
vencer a los bravucones sino que es capaz de derrumbarlos con ironía.
Dan,
a través de Doggo deviene en un ser tierno, sincero y, sobre todo, más humano.
Y Doggo alcanza una dimensión que se acerca a lo espiritual «—¿Listo para conocer a mi verdadero padre
–pregunto–. Parece intrigado, casi impaciente, y, si él está dispuesto, yo
también» Está bien leer algo divertido y que, por una vez, olvidemos el lobo
que subyace en el hombre para quedarnos con la ternura que todos guardamos
dentro.
Una suerte haber dado con este libro. Como tú dices, a veces es necesario dejar los dramas y las complicaciones a un lado y simplemente disfrutar y reír con la literatura.
ResponderEliminarUna de las cosas que más me han gustado de el libro ha sido que, aunque el protagonista indiscutible es Doggo, no se abusa de sus apariciones, así siempre estás deseando que se vuelvan a describir las miradas inexpresivas o de reprobación, nunca se hace pesado.
Un perro es un gran compañero, y este libro ha sabido capturar la esencia de una relación tan bonita como lo es la del hombre y el animal.
Muchas gracias por tus habituales certeros comentarios.
Siempre gracias a vosotros. Aunque no se puede decir que haya tenido una relación tan especial con un perro, reconozco que puede llegar a darse; sí he experimentado, a veces, una mirada de agradecimiento o un acercamiento emotivo pero nunca esa complicidad; creo que el dueño del animal debe ser especialmente sensible para captar todas las sensaciones. Por ahora me conformo con que otros compartan las suyas.
Eliminar¡Seguimos leyendo!
Sin duda una crítica a la altura del libro. Coincidimos en muchísimas cosas, parece que me hayas leído el pensamiento ya que yo no podría haber expresado mi opinión sobre "Doggo" mejor! Gracias por TODO :)
ResponderEliminarTú eres la verdadera amante de los animales en general y de los perros en particular, así que gracias, porque constantemente aprendo de ti algo de ellos. No necesitas expresar tu opinión con palabras, tus actos ante cualquier perro ya dicen lo que sientes por ellos.
Eliminar¡Seguimos leyendo!
Esperando a doggo es, ante todo, una novela cómica. El humor sarcástico se respira en cada párrafo, consigue que tengas una sonrisa durante toda la lectura. A lo largo que van pasando las páginas te vas enamorando cada vez más de los personajes, pero sobre todo de Dan y de Doggo. Poco a poco vemos como se va fortaleciendo el vinculo entre ellos dos, desde que quiere deshacerse de el en la perrera hasta el final de la novela cuando Doggo es el acompañante de Dan en un momento tan importante como conocer a su verdadero padre. Dan es un personaje que tiene capacidad para ver y darse cuenta de las cosas buenas, malas o extrañas que tienen las personas que le rodean. Digamos que se va pareciendo a Doggo gracias a su instinto perruno. La novela, para mi, transmite que no todo es tan malo como parece, que lo malo también puede traer cosas buenas, como su nuevo trabajo y las relaciones que consigue y mantiene gracias a ello. Lo único que cambiaría de la novela es el final, me he quedado con muchas ganas de conocer al padre de Dan y creo que no soy la única.
ResponderEliminarUn libro fantástico y muy fácil de leer.
Totalmente de acuerdo contigo Bea.
Me alegro mucho que te haya gustado. Hay un estudio que afirma que la lectura nos hace más felices; esta novela es un claro ejemplo de ello. Buscaremos más con las que te sientas a gusto.
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