Si
decidimos leer el último libro de Petros
Márkaris no pensemos que nos vamos a encontrar con una novela negra. Al
menos, no una novela negra al uso. Cuando comenté La hora de los hipócritas
la califiqué de novela roja, me dejé llevar por la ideología del autor. También
hay una llamada a la movilización de los trabajadores en Ética para inversores.
Larevuelta de las cariátides no
defrauda a quienes buscamos, de este autor casi nonagenario, la constante
denuncia social y su persistente llamada en favor de la unidad familiar. Una
familia que no tiene por qué estar compuesta por personas que llevan la misma
sangre, sino por los que se ayudan, se quieren y comparten lo que tienen. Un
modelo familiar que empieza a quedar alejado de las ciudades.
En la
última entrega de Kostas Jaritos, el ahora jefe de las fuerzas de seguridad del
Ática debe enfrentarse de nuevo a una protesta, pero Márkaris da un paso más y
en La revuelta de las cariátides coloca a la mujer como principal protagonista.
El autor cede su voz a las manifestantes y pide justicia para los asesinatos
ocurridos, porque quienes se quejan, quienes levantan la voz para advertir de
posibles engaños son mujeres; porque es hora de que la mujer ocupe un lugar en
la sociedad que solo le era permitido al hombre y hay hombres, muchos todavía,
que no toleran esta igualdad, «Es materialmente imposible ofrecerles
protección policial a todas ellas […] ser cautas y evitar circular solas por la
calle […] serán objeto de mofa del personal masculino […] recibirán comentarios
hostiles…». La
violencia machista está tras las páginas de La
revuelta de las Cariátides y para combatirla, nada mejor que una mujer, Antigoni
Ferleki, la nueva jefa de homicidios, secundada por Jaritos y con la
colaboración al completo de su departamento.
Ni
Ferleki ni Jaritos descartan pedir ayuda a todos los que pueden colaborar para
esclarecer los problemas, ya sean emigrantes, abogados o profesores de
universidad. Estamos en el siglo XXI, así que las redes sociales son las más
indicadas para efectuar un llamamiento, tanto en contra como a favor de
cualquier situación, «…y esta vergüenza
no recae solo sobre esa persona que lo ha aplaudido, sino también sobre
nosotros, los que componemos el mundo de la arqueología, porque es uno de
nuestros colegas».
En
esta novela llegan a Atenas unos empresarios estadounidenses que pretenden
remodelar la ciudad para atraer al turismo y proponer a la Grecia Antigua como
modelo. La Inteligencia Artificial construirá en el espacio una réplica de la
Hélade y de sus guías, personajes famosos del mundo clásico, también, «Grecia podría convertirse en uno de los
países económicamente más pujantes de Europa […] la seguridad de estos
empresarios es crucial […] preparen un plan para su protección».
La
respuesta no se hace esperar, un grupo de chicas, estudiantes de Historia del
Arte, se disfrazan de Cariátides y se manifiestan mostrando su disconformidad.
Cada lugar de Grecia tiene una historia, no hay que crearla artificialmente
porque, además, las mujeres de la Antigüedad eran tratadas como madres, objetos
sexuales o esclavas y no hay que volver a eso, «Recordad a Ifigenia, […] Acordaos de Antígona […] Casandra […] Todos
estos crímenes han sido olvidados, pero permanece indeleble el recuerdo de una
única asesina, Clitemnestra, que mató a Agamenón, para que luego su propio hijo
la matara a ella».
A
raíz de esta protesta, son asesinadas dos manifestantes y otra mujer muere a
consecuencia de una paliza. Por otro lado, los problemas sociales se ensañan
con los desfavorecidos, el refugio para los sintecho deberá ser desalojado
porque el edificio será vendido para otros propósitos.
Está
claro que da igual que el lugar sea Grecia; también al leer esta novela vemos
reflejado el problema que tenemos aquí con la violencia machista y con la
intolerancia y falta de humanidad que estos días se está manifestando en la
Conferencia Sectorial de Infancia y Adolescencia en Tenerife para acoger a
quienes vienen buscando un lugar donde vivir en paz.
La
narración de Márkaris no es novedosa; encontramos un vocabulario coloquial que
consigue que todos lo entendamos. El autor quiere llegar a todos y, de forma
directa quiere que su opinión quede clara. No hacen falta símbolos ni metáforas
y si es necesario hacerse entender por todo el pueblo, coloca algún que otro
refrán «Al hierro candente, batirlo de
repente». Petros Márkaris denuncia con la paciencia de Kostas Jaritos, con
la disposición de su mujer Adrianí, con la inteligencia de su hija, Katerina y
la comprensión de su yerno, con el gran corazón de sus amigos, Melpo y su
marido ucraniano, Yuris, y con Lambros Zisis el eterno sindicalista desvivido
por ayudar a los demás en el Refugio que dirige, un hombre íntegro; tanto, que
Katerina decidió que su hijo llevase el mismo nombre en su honor.
Novela
emotiva, no cabe duda; utópica, por supuesto. Pero capaz de llevar a cabo el
modelo que propone porque prima ante todo la sensatez, la responsabilidad y la
madurez de quienes dirigen. Hay una gran lección de honestidad que nos invita a
seguir leyendo desde la primera página
…se me
cae un trozo de marisco encima de la camisa, que deja una mancha enorme.
—Menos
mal que no llevo el uniforme nuevo —me consuelo.
—No te
preocupes. Aunque llevaras el uniforme, siempre sería una mancha de comida. Jamás
sería una mancha en tu historial, como un soborno —me responde mi mujer con
ironía.
Y hay
una lección de sencillez y amor hacia las cosas sencillas que a muchos de
nosotros nos gustaría llevar a cabo.
Petros
Márkaris es otra persona que dedica su vida, muy larga, a exigir el bien común
y la igualdad. Y todo lo hace, como su personaje, con naturalidad, sin perder
el humor aun en las situaciones más complicadas «Llamo al subdirector y
le informo del encuentro con los periodistas, principalmente para engañarme a
mí mismo y fingir que me ocupo de algo».
Todos sabemos que, si Jaritos se preocupa por el bien de Atenas, Márkaris se preocupa por el bien de la humanidad. ¡Bravo!
Muy buen análisis, como siempre, pero no es un libro para mí, o eso creo.
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