A
veces todo es más sencillo de cómo lo vivimos. A veces deberíamos dejarnos
llevar por nuestros sueños. Otras, por nuestros impulsos. A veces tendríamos
que intentar, simplemente, ser felices
Vivimos
en una sociedad próspera, tenemos todo aquello que necesitamos para mantenernos
cómodamente y dedicamos nuestro esfuerzo a que nada de eso cambie; queremos
seguir con nuestra familia, porque somos la continuación de ella; con nuestros
amigos, que tanto se nos parecen; con nuestro trabajo, que da sentido a lo que
somos. Queremos permanecer en nuestra zona de confort porque no conocemos otra,
porque tememos que, al salir de ella, todo se derrumbe.
Esto es lo que ocurre en Karsten, un enclave próspero de la región de Taryn, donde el único problema que tienen es la contaminación, un precio que han de pagar si quieren continuar como la zona más enriquecida del país de Londrarc —formado por cinco regiones, la propia Taryn, Mylos, donde se encuentra el bosque de Celphir, Elxania, Usmut y Orien, regentada por el inseguro, y por lo tanto, tirano, Alair Nyton, quien idea la forma de ir atacando regiones para que se anexionen a él hasta someter Taryn y hacerse con todas sus riquezas, «Pero si su afecto no surge de manera espontánea, entonces tendré que ofrecerles algo que lo valide»—.
Y
precisamente en la aldea de Karsten tiene lugar una historia fantástica. Sus
habitantes viven en una monótona armonía en la que cada uno desarrolla con
responsabilidad el papel que ha elegido. Todo es muy tradicional, Eryx Demark
es un chico tímido que dedica el día y parte de la noche a elaborar los mejores
pasteles del país. Largas colas aguardan en su panadería diariamente hasta
terminar con las existencias. La maquinaria en general y los relojes en
particular no tienen secretos para Alena quien, desde que murió su padre, lleva
la relojería con éxito. Su hermana Niobe, aún no repuesta de su traumática orfandad,
decidió no salir de casa para dedicarse a la limpieza, cocina y demás
actividades propias del hogar, entre las dos mantienen un tándem bastante
clásico. Alena siente algo por Eryx, él también, pero ninguno se atreve a dar
el paso.
Algo
cambia cuando aparece Vangelis Brisk, el florista del pueblo a quien todos
buscan para que les venda las flores más bellas o los remedios más efectivos en
la curación de enfermedades. Nadie sabe que Vangelis es en realidad un énur
—magos que tiempo atrás fueron diezmados porque los humanos temían que sus
poderes les perjudicaran. Los que no fueron asesinados, como los padres de
Vangelis, se recluyeron en el bosque de Celphir, en la región de Mylos,
separada de Taryn por el mar de los sueños, capaz de quedarse en el fondo de
sus aguas con todos aquellos que intentaran cruzarlo—.
Este
sería el planteamiento de El mar de los sueños, pero los
protagonistas, Eryx, Alena y Vangelis van a vivir una aventura fantástica que
les permitirá romper ataduras, desarrollarse como personas individualmente y
valorar el trabajo en equipo, algo con lo que obtendrán mejores resultados para
la sociedad. Entre los tres surge el amor, a través del cual pueden deshacerse
de un hechizo que les imposibilitaba trabajar, y con amor eliminan
inconvenientes y peligros que azotaban Karsten, como las mantícoras comehumanos
«…patas poderosas, lomo alargado, cabeza
peluda y colmillos feroces. Una mantícora. […] su objetivo principal eran los
niños y la gente indefensa».
Y
juntos van en busca de la Morada del límite, situada en Aleby, en la frontera
con el Mar de los sueños, una casa encantada cuyo dueño la hizo invisible antes
de morir para que no descubrieran sus libros, entre los que se encontraban unas
profecías que hasta ahora se habían cumplido, «la inscripción significa morada del límite […] Pienso ir a investigar
con Vangelis en mi próximo día libre. Si lo deseas puedes venir con nosotros».
Dotados
con el poder de Vangelis, del amor entre los tres y de la magia del anillo que
Alena encuentra en su taller, hacen visible la casa y toman conocimiento de lo
que ocurrirá en el futuro. Pero las profecías pueden tener varias
explicaciones. Lo que deciden es ir al bosque de Celphir para que los énur los
ayuden en la batalla contra Orien. Estos les dan cobijo, los enseñan a luchar y
se enrolan en su ejército, lo que les permitirá afrontar la guerra.
No
es bueno desvelar el final. Tampoco revelar algunos pasajes clave con los que
el lector se puede asombrar. Pero me ha llamado la atención la manera
desinhibida con la que Belén Conde
trata ciertos temas que hoy empiezan a dejar de ser tabú, a pesar de que aún no
están del todo asentados en la sociedad.
El mar de los sueños no es una novela de aprendizaje al
uso porque no hay transición en los protagonistas de su niñez a su vida como
adultos. Desde el comienzo son tres jóvenes muy diferentes que maduran por las
circunstancias que los envuelven en un tiempo corto. Desde este punto de vista
sí es una novela de formación en la que se nos presentan por separado, cada uno
con su vida y, tras un viaje catártico y su convivencia de diez días con los
énur, salen renovados para poner en práctica en su tierra todo lo aprendido y
perfeccionarse con lo que ellos han elegido, en el lugar que han elegido y con
las personas a quienes han elegido, «Con
los primeros sorbos de aquella infusión que sabía a anís experimentó una súbita
mejoría. Sintió un inmenso cariño hacia la mujer, a la que había llegado a
considerar casi como una tía o una madre».
Hasta
llegar a esta madurez han sufrido y han gozado. El lector es testigo y la
autora le ha hecho ver que las reglas no son tan importantes; si no nos hacen
sentir bien donde vivimos, deberíamos intentar cambiarlas o poder trasladarnos
de lugar con total tranquilidad. No es bueno vivir oprimidos; en este sentido
Belén Conde hace una llamada de atención al problema de la inmigración; a veces
consideramos nuestro un espacio que no lo es, está ahí para ser ocupado por
quien esté a gusto en él, «Los énur
podremos regresar tranquilamente a nuestro hogar o elegir quedarnos en Taryn,
si ese es nuestro deseo. Cesará toda persecución contra nosotros y la magia volverá
a ser tomada en cuenta».
Tampoco
hemos de sentirnos obligados por los lazos de sangre; la verdadera familia es
la que nos quiere, nos apoya y se alegra con nuestra felicidad. Deberíamos ser
capaces de formar parte de una familia en la que nos sintamos protegidos,
amados y necesarios; el sexo de sus miembros es lo de menos, el tipo de familia
tampoco importa si prevalece el amor entre todos.
Belén
Conde ahonda en la inutilidad de normas establecidas. No todos aceptamos ni nos
adaptamos a lo mismo por lo que, la autora rompe una lanza en favor de la
eliminación de roles preasignados. La mujer no tiene por qué realizar labores
(que se suponen) destinadas a ella. El hombre tampoco. Deberíamos tener
libertad para elegir lo que queremos ser, con quién queremos vivir y dónde.
El mar de los sueños podría formar parte de los cuentos
maravillosos; está claro que su argumento narra hechos extraordinarios,
increíbles, en los que intervienen hechizos, magos con grandes poderes que realizan
conjuros buenos y malos, para los que hay anillos y talismanes capaces de
contrarrestar sus efectos. Los protagonistas, buenos, deben defenderse de los
antagonistas y superar las pruebas que estos ponen —como la guerra, el ataque
de las mantícoras o la travesía por el mar— para salvarse. Asimismo deberán
eliminar un hechizo para poder ser felices.
El
cronoespacio de El mar de los sueños
es, como su título, indeterminado. Los tiempos se mezclan, contemplamos
adelantos del presente en un ambiente medieval con alusiones al siglo XIX:
fábricas, aeronaves, brujas, todo tiene cabida en esta novela. Las actitudes
también son propias de un pasado y un futuro incluso, pues el erotismo derivado
de la relación entre los protagonistas desemboca en actos sexuales atrevidos
que aun hoy no se contemplan como habituales.
No
hay dureza en las escenas, ni en las de guerra ni en las de sexo, todo forma
parte del devenir natural y va encaminado a la mejora de las relaciones. Está
claro que la autora condena la guerra, lo vemos en las reflexiones de la propia
Alena, «sintió una pena inmensa al
considerar la posibilidad de que un pueblo diezmado como el énur sucumbiera al
completo por la causa». No hay razones reales que justifiquen el asesinato
de personas. También el narrador medita el asunto con detenimiento y aporta
información sobre el pasado de Eryx, Alena y Vangelis, para que el lector tenga
claro que son seres a los que las circunstancias, o los propios humanos, les
arrebataron en un momento la felicidad dejándolos solos. Cuando somos
conscientes del pasado de los protagonistas, encontramos más sentido a su
presente y ponemos esperanzas en su futuro.
El mar de los sueños es una novela de formación que a su
vez constituye un cuento maravilloso en donde el disfrute de los sentidos es
importante para ser feliz. Cualquier motivo es bueno para aprender sobre los
beneficios de las plantas, «La raíz de
savia para la buena suerte y el aloe para las quemaduras también se encontraban
entre los productos más populares». Las propiedades de los minerales pueden
formar una mágica aleación con la fuerza de los colores para ayudarnos con
nuestro estado de ánimo, «El color verde
indica la presencia de hierro […] el zafiro incrementa la compasión y la
comprensión de las debilidades…»
Cualquier
elemento de la naturaleza nos ofrece diferentes posibilidades, solo hay que
conocerlas y decidir cómo y cuándo queremos utilizarlos. Si nos esforzamos por aceptar
lo que nos rodea, mostraremos «respeto
por las creencias de los demás. Solo si somos capaces de conseguir ese respeto
podremos vivir en una sociedad libre, libre para relacionarnos con quien nos
guste sin que importe su nacionalidad, su condición o su sexo».
Por
eso, El mar de los sueños es también
una novela eroticorromántica en la que la mujer se muestra con un talante
feminista también en el sexo. La autora no escatima, con un lenguaje cuidado,
escenas de sexo explícito a través de las cuales Alena, Eryx y Vangelis
exploran sus cuerpos desde el deseo y sin prejuicios, «podía oír los vientres de ambos chocando y el ruido húmedo de sus
cuerpos […] alzó una de sus piernas y la sostuvo con el brazo mientras
continuaba moviéndose».
Esto es lo que nos transmite Belén Conde: todos tenemos derecho a una vida feliz y a poder superar, en ella, las dificultades.
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