sábado, 9 de julio de 2022

LA COSECHA PÁLIDA

De nuevo mi más sincero agradecimiento a Babelio por tenerme en cuenta para esta Masa Crítica sobre La cosecha pálida. He disfrutado la novela desde la primera hasta la última página. No conocía al autor y me ha fascinado; creo que una de las claves del éxito que Josan Mosteiro ha alcanzado con este thriller está en su enérgica localización geográfica; la misteriosa población gallega le da pie para introducir giros mágicos que permiten contextualizar la trama y confrontar una serie de situaciones que quieren quedar en el misterio y lo desconocido.

La voz narrativa de la protagonista es potente, se trata de una mujer con un pasado traumático que no puede olvidar, de ahí que su maniobra estratégica de posicionamiento social haya sido la ruptura; necesita buscar su identidad y lo seguirá intentando al finalizar la novela, «Incluso algunos medios me llamaron para entrevistarme, pero rehusé. Nunca he querido estar al otro lado de la noticia». Asunta es periodista de un diario virtual que no tiene problemas en abordar lo que todo el pueblo intenta encubrir, incluso debiendo salvar la dificultad que entraña el entorno, donde los movimientos son limitados. Por eso viaja, en busca de luz, a Oporto y a Santiago, pero también allí se le cierran las puertas de la información. Asunta quiere esclarecer los hechos ocurridos en Calixe, su pueblo, sin embargo, oculta todavía su propia violación, cuando era adolescente, hecho que la obligó a abandonar su tierra natal. Esto permitió que su prima Agripina malinterpretase el hecho, levantando un muro de odio y rencor entre ella y su familia.

Ahora, Asunta, en primera persona, con la única visión íntima de la novela, cuenta lo sucedido en algo menos de cinco meses en Calixe. Pero ella no lo sabe todo, el recurso del desplazamiento, incluso el de la tecnología no son efectivos, así que será necesario otro narrador, en tercera persona, testigo de diferentes voces, para que el lector pueda armar una historia que dura cuatro años. Mas. «…podían ser celos, venganza, frustración o años de humillaciones, quizás una mezcla de todo eso; pero nunca amor»

La cosecha pálida es la historia de un pueblo tradicional donde sus habitantes se conocen; rodeado de bosques idóneos para construir casas aisladas, «bosques para esconderse de miradas ajenas». Bosques en cuyo suelo viven los mouros, seres de estricta y peculiar moralidad, capaces de ofrecer premios o castigar duramente a quienes no cumplen el trato acordado por ellos.

Josan Mosteiro define a la perfección a los personajes, de hecho la novela se cuenta desde el punto de vista de cada uno de ellos. La alternancia de voces evita que la condición particular quede relegada a un hecho aislado, «¿cómo la habrían mirado en el pueblo?». El narrador va retratando día a día lo que ocurre en la trama con un personaje determinado. Así nos vamos enterando de sus sentimientos y lo que le sucede durante una jornada. El autor construye una novela coral y el lector puede ir reconstruyendo los hechos. Somos testigos de que el choque cultural supone una desazón para los que son de ciudad porque pretenden buscar razonamientos lógicos a lo ocurrido, mientras que los oriundos mantienen el secreto de ciertos entresijos que solo ellos aceptan como parte de la vida.

Normalmente las novelas negras se abren con un hecho agresivo. En La cosecha pálida, la primera parte comienza el 24 de junio de 2019, cuando Crucita, una joven que desapareció de Calixe cuatro años atrás, vuelve al pueblo sola, andando por la carretera y con un mensaje para todos, «mañana daré una rueda de prensa para contar qué pasó y dónde estuve […] Mis secuestradores me salvaron la vida».

Pero los lectores sabemos más; en una especie de prefacio, nos habíamos enterado de un acto violento: una chica, Silvina, aparece muerta en el bosque y marcada en la espalda con un mensaje inquietante «Mala semilla».

La novela comienza in medias res; al seguir leyendo, en orden cronológico, llegamos al fatídico 2 de julio de 2019, día en que la propia hermana de Silvina encuentra su cadáver mientras está siendo comido por un cerdo. ¿Están unidos los dos hechos?

La violencia de la novela es rápida, inmediata, no hay recreaciones retorcidas, es como si el rencor acumulado durante años saliera de repente. Incluso los personajes que, como Asunta, parten de Calixe en busca de una ciudad cosmopolita, en busca de libertad, cuando regresan se encuentran con un pueblo rencoroso que se venga por haberlo abandonado. Las brujas, meigas, trasgos y mouros están agazapados y juegan en el entorno, y, a su manera, advierten que son ellos quienes deciden la felicidad de los humanos, «Aliviada y derrotada al mismo tiempo. Porque ha intentado jugar a su manera y ha perdido».

Puede que por eso no sea fácil descubrir quién ha sido el asesino. Nada es lo que parece. Durante casi trescientas páginas todo apunta a personajes equivocados. Los lectores vamos cambiando de sospechoso según la perspectiva que ofrece Mosteiro: «Hay algo en ese hombre que le inquieta […] La carretera es un vaivén de curvas, un río de asfalto que fluye entre bosques y colinas, campos con vacas y casas con depósito de agua».

Ha pasado un mes desde que apareció el cadáver de Silvina, desde que Crucita reapareció en Calixe asombrando a todos con la identidad de sus secuestradores, desde que Asunta y su jefa, La Duquesa, deciden que Crucita no está loca y la verdad es más oscura de lo que aparenta, desde que Manuela, la única que se atrevió a increpar a Crucita por defender a la mujer dependiente del hombre, también ha desaparecido.

Ante esto sucesos extraños Asunta se va desanimando pues no ve la forma de continuar con la investigación. Además ella queda señalada en el pueblo por el inesperado giro violento que sucede en su familia.

Tras casi cien días de silencio, el 31 de octubre, Juana Subiela, desaparecida de una aldea de Calixe en 2016, vuelve: «Una muchacha camina despacio por la cuneta de una carretera paralela al bosque […] Al doblar una curva, ve Calixe asomándose en la niebla».

Crucita manifiesta claramente el síndrome de Estocolmo al desarrollar cierta complicidad con sus secuestradores, pues cree que la han liberado de tener que aceptar una vida que no quería y la han premiado al otorgarle una existencia tranquila; no es consciente de que su precepción es falsa, de que su trastorno se acrecentará hasta afectar a quienes la rodean.

La actitud de Juana al aparecer es diferente, teme a sus secuestradores y apunta, sin querer, a quién puede estar implicado. Esto supondrá un peligro para Asunta, aunque evitado por dos buenos amigos que hace en el pueblo.

El final de la historia se desliga de todos los personajes como individuos y los une como consecuencia de la naturaleza asfixiante del pueblo, el verdadero protagonista. «Se ha ahorcado en el bosque». Los personajes no se salvan realmente porque es el ambiente opresor el que les quita la libertad y les impone la oscuridad del trauma que deberán acarrear. En La cosecha pálida diferentes historias se van tejiendo con hilos que mueven los mouros. Puede ser. «Se pone en pie y le parece verla, su cabello rubio al viento. […] Esa maldita loca». Pero la vida de los del pueblo estaba condenada a la desgracia desde el principio «Ha llorado, ha dado vueltas en la cama. La misma cama que desde hace unos días ya no comparte con Xenaro». Nada puede funcionar bien cuando quien urde secuestros o crímenes está en posesión de una mente narcisista, psicopática, que sabe obtener lo que quiere mediante la manipulación.

La escritura de Josan Mosteiro, sin embargo, funciona de maravilla.

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