De
nuevo mi más sincero agradecimiento a Babelio por tenerme en cuenta para esta
Masa Crítica sobre La cosecha pálida. He disfrutado la novela desde la primera
hasta la última página. No conocía al autor y me ha fascinado; creo que una de
las claves del éxito que Josan Mosteiro
ha alcanzado con este thriller está en su enérgica localización geográfica; la
misteriosa población gallega le da pie para introducir giros mágicos que
permiten contextualizar la trama y confrontar una serie de situaciones que
quieren quedar en el misterio y lo desconocido.
La
voz narrativa de la protagonista es potente, se trata de una mujer con un
pasado traumático que no puede olvidar, de ahí que su maniobra estratégica de
posicionamiento social haya sido la ruptura; necesita buscar su identidad y lo
seguirá intentando al finalizar la novela, «Incluso
algunos medios me llamaron para entrevistarme, pero rehusé. Nunca he querido
estar al otro lado de la noticia». Asunta es periodista de un diario virtual
que no tiene problemas en abordar lo que todo el pueblo intenta encubrir,
incluso debiendo salvar la dificultad que entraña el entorno, donde los
movimientos son limitados. Por eso viaja, en busca de luz, a Oporto y a
Santiago, pero también allí se le cierran las puertas de la información. Asunta
quiere esclarecer los hechos ocurridos en Calixe, su pueblo, sin embargo, oculta
todavía su propia violación, cuando era adolescente, hecho que la obligó a
abandonar su tierra natal. Esto permitió que su prima Agripina malinterpretase
el hecho, levantando un muro de odio y rencor entre ella y su familia.
Ahora,
Asunta, en primera persona, con la única visión íntima de la novela, cuenta lo
sucedido en algo menos de cinco meses en Calixe. Pero ella no lo sabe todo, el
recurso del desplazamiento, incluso el de la tecnología no son efectivos, así
que será necesario otro narrador, en tercera persona, testigo de diferentes
voces, para que el lector pueda armar una historia que dura cuatro años. Mas. «…podían ser celos, venganza, frustración o
años de humillaciones, quizás una mezcla de todo eso; pero nunca amor»
La
cosecha pálida es la historia de un pueblo tradicional donde sus habitantes se
conocen; rodeado de bosques idóneos para construir casas aisladas, «bosques para esconderse de miradas ajenas».
Bosques en cuyo suelo viven los mouros, seres de estricta y peculiar moralidad,
capaces de ofrecer premios o castigar duramente a quienes no cumplen el trato
acordado por ellos.
Josan
Mosteiro define a la perfección a los personajes, de hecho la novela se cuenta
desde el punto de vista de cada uno de ellos. La alternancia de voces evita que
la condición particular quede relegada a un hecho aislado, «¿cómo la habrían mirado en el pueblo?». El narrador va retratando
día a día lo que ocurre en la trama con un personaje determinado. Así nos vamos
enterando de sus sentimientos y lo que le sucede durante una jornada. El autor
construye una novela coral y el lector puede ir reconstruyendo los hechos.
Somos testigos de que el choque cultural supone una desazón para los que son de
ciudad porque pretenden buscar razonamientos lógicos a lo ocurrido, mientras
que los oriundos mantienen el secreto de ciertos entresijos que solo ellos
aceptan como parte de la vida.
Normalmente
las novelas negras se abren con un hecho agresivo. En La cosecha pálida, la primera parte comienza el 24 de junio de
2019, cuando Crucita, una joven que desapareció de Calixe cuatro años atrás,
vuelve al pueblo sola, andando por la carretera y con un mensaje para todos, «mañana daré una rueda de prensa para contar
qué pasó y dónde estuve […] Mis secuestradores me salvaron la vida».
Pero
los lectores sabemos más; en una especie de prefacio, nos habíamos enterado de
un acto violento: una chica, Silvina, aparece muerta en el bosque y marcada en
la espalda con un mensaje inquietante «Mala
semilla».
La novela comienza in medias res; al seguir leyendo, en orden cronológico, llegamos al fatídico 2 de julio de 2019, día en que la propia hermana de Silvina encuentra su cadáver mientras está siendo comido por un cerdo. ¿Están unidos los dos hechos?
La
violencia de la novela es rápida, inmediata, no hay recreaciones retorcidas, es
como si el rencor acumulado durante años saliera de repente. Incluso los
personajes que, como Asunta, parten de Calixe en busca de una ciudad
cosmopolita, en busca de libertad, cuando regresan se encuentran con un pueblo
rencoroso que se venga por haberlo abandonado. Las brujas, meigas, trasgos y
mouros están agazapados y juegan en el entorno, y, a su manera, advierten que
son ellos quienes deciden la felicidad de los humanos, «Aliviada y derrotada al mismo tiempo. Porque ha intentado jugar a su
manera y ha perdido».
Puede
que por eso no sea fácil descubrir quién ha sido el asesino. Nada es lo que parece.
Durante casi trescientas páginas todo apunta a personajes equivocados. Los
lectores vamos cambiando de sospechoso según la perspectiva que ofrece
Mosteiro: «Hay algo en ese hombre que le
inquieta […] La carretera es un vaivén de curvas, un río de asfalto que fluye
entre bosques y colinas, campos con vacas y casas con depósito de agua».
Ha
pasado un mes desde que apareció el cadáver de Silvina, desde que Crucita
reapareció en Calixe asombrando a todos con la identidad de sus secuestradores,
desde que Asunta y su jefa, La Duquesa, deciden que Crucita no está loca y la
verdad es más oscura de lo que aparenta, desde que Manuela, la única que se
atrevió a increpar a Crucita por defender a la mujer dependiente del hombre, también ha desaparecido.
Ante
esto sucesos extraños Asunta se va desanimando pues no ve la forma de continuar
con la investigación. Además ella queda señalada en el pueblo por el inesperado
giro violento que sucede en su familia.
Tras
casi cien días de silencio, el 31 de octubre, Juana Subiela, desaparecida de
una aldea de Calixe en 2016, vuelve: «Una
muchacha camina despacio por la cuneta de una carretera paralela al bosque […]
Al doblar una curva, ve Calixe asomándose en la niebla».
Crucita
manifiesta claramente el síndrome de Estocolmo al desarrollar cierta
complicidad con sus secuestradores, pues cree que la han liberado de tener que
aceptar una vida que no quería y la han premiado al otorgarle una existencia
tranquila; no es consciente de que su precepción es falsa, de que su trastorno
se acrecentará hasta afectar a quienes la rodean.
La
actitud de Juana al aparecer es diferente, teme a sus secuestradores y apunta,
sin querer, a quién puede estar implicado. Esto supondrá un peligro para Asunta,
aunque evitado por dos buenos amigos que hace en el pueblo.
El
final de la historia se desliga de todos los personajes como individuos y los
une como consecuencia de la naturaleza asfixiante del pueblo, el verdadero
protagonista. «Se ha ahorcado en el
bosque». Los personajes no se salvan realmente porque es el ambiente
opresor el que les quita la libertad y les impone la oscuridad del trauma que
deberán acarrear. En La cosecha pálida
diferentes historias se van tejiendo con hilos que mueven los mouros. Puede
ser. «Se pone en pie y le parece verla,
su cabello rubio al viento. […] Esa maldita loca». Pero la vida de los del
pueblo estaba condenada a la desgracia desde el principio «Ha llorado, ha dado vueltas en la cama. La misma cama que desde hace
unos días ya no comparte con Xenaro». Nada puede funcionar bien cuando
quien urde secuestros o crímenes está en posesión de una mente narcisista,
psicopática, que sabe obtener lo que quiere mediante la manipulación.
La escritura de Josan Mosteiro, sin embargo, funciona de maravilla.
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