sábado, 16 de julio de 2022

SOCIÉTÉ LITTÉRAIRE


En la última Masa Literaria de Babelio pedí un libro que me atrajo, primero por el título, que empezó a generar en mí cierto desasosiego pues intuí que algún grupo de escritores franceses estaba implicado; segundo, por el resumen que se ofrecía y aseguraba que era una novela negra distinta, algo así como en clave de humor. Esto prometía ser divertido.

Nuevamente debo agradecer a Babelio la oportunidad que me brinda de conocer nuevos autores y yo diría que hasta nuevos géneros.

La Société Littéraire fue creada en París en 1905. Cuenta con 8 delegaciones repartidas por Francia, en las que participan 1.800 personas en las actividades que organizan, como publicaciones en revistas, talleres de escritura, cursos didácticos, conferencias, simposios, espectáculos teatrales, musicales, ferias del libro y salidas culturales.

En España hay otra Société Littéraire, creada básicamente para encubrir la salida semanal de una jubilada casada en busca de su amante. Está todo pensado, los jueves harán reuniones en el bar para comentar el libro que aconsejaron en la sesión anterior y luego la pareja de amantes liberará sus cuitas. Hasta aquí todo bien, el problema surge cuando Jimena, la susodicha casada infiel, se convierte un jueves en viuda de Esteban, mientras este aprovechaba la salida regular de su mujer para tener su cita sexual pagada (por la propia Jimena).

Y mientras a Esteban le da un ataque al corazón en plena faena, la ignorante Jimena lanza, durante la tertulia, un jarrón a la cabeza de Ramón, su amante. La reunión de ese jueves debe suspenderse porque el agredido quiere ir al centro de salud para que su sobrino le dé unos puntos en la herida.

El porqué del ataque de Jimena es un misterio, todo apunta a que el libro propuesto por Román, Lastres, lustres, lustros, es el causante; sin embargo, esto no impide que, una vez curado, llame de nuevo a Jimena y tengan su erótico encuentro. Pues si este comienzo de la historia tiene tintes de enredo enigmático, conforme aparecen nuevos personajes y situaciones, se va agrandando hasta el punto de parecer una camorra insidiosa, en la que la tensión del principio se mantiene hasta el final «Román el discreto. ¿Entonces, por qué? ¿Por qué este libro? Y para colmo, había incumplido una de las reglas fundamentales de la tertulia: los autores recomendados debían estar muertos».

Lo único que tenemos claro, leída la novela, es que aparece como un soplo de aire fresco en la rancia sociedad literaria y se erige como soplo de aire en las intrincadas investigaciones de la novela, aunque en todo momento conocemos lo que pasa y a quién. Las muertes no son lo importante, ¿se considerarían asesinatos?, sino la intriga y la historia cargada de elementos tan absurdos que, en ocasiones, sobrepasan la realidad para abrazar la fantasía en medio de una parodia absoluta, que tira por tierra determinados tópicos forzados de las situaciones de la novela negra. Société Littéraire es una parodia del detective noir, «Es lo único que no le he preguntado esta mañana por teléfono […] Lo malo es que entre sus virtudes no figura la valentía […] Ya se siente suficiente afortunado con su paraplejia como para ser agraciado además con un traumatismo craneoencefálico».

Pero la novela da un paso más, realmente Société Littéraire es un extenso territorio donde cabe todo, o casi. No hay policías ni detectives reales porque no hay asesinatos aparentes, hay muertes, claro que, en vista de la edad de los personajes, entran dentro de lo posible.

Quienes investigan no buscan asesinos sino las causas de haber aconsejado leer lo que se consideraría un asesinato a la escritura.

En la trama se superpone el ingenio de la tercera edad a la decadencia que conlleva. El choque entre lo que se espera de este colectivo y sus actos es constante y queda expuesto un amplio horizonte de incertidumbre al ahondar en la pobreza y marginación general de los jubilados. Unido a ellos aparece otro grupo marginal en progresivo aumento: los inmigrantes. Es una rueda. La trama refleja a la perfección la llamada literatura de crisis puesto que los personajes encarnan situaciones de la realidad actual: el paro y la precariedad de los inmigrantes. Mientras que los latinoamericanos, como Marco Vinicio o Luis Fernando, son obligados a realizar tareas en negro muy por debajo de su preparación y con sueldos miserables, a las mujeres negras les quedan pocas salidas que no sean la prostitución, muchas vienen engañadas para terminar así. La inmigración pone de manifiesto la hipocresía capitalista, que oculta el verdadero aspecto de la explotación económica y convierte a los países africanos en responsables de sus desdichadas circunstancias. Las situaciones que aparecen en Société Littéraire, nos hacen sonreír, a veces reír pero siempre reflexionar, pues debajo de la comicidad hay una sátira de los usos y costumbres sociales «…su casero […] bajo amenaza de ponerlo de patitas en la calle, “Donde cabe uno caben más y estoy perdiendo dinero contigo, que eres muy cómodo tú con eso de no querer compartir cama». Son esquemas de poder, a menor escala, entre quienes ejercen de patrón o empresario y los empleados, que adquieren un comportamiento de conformidad inmediata, por lo que la relación de superioridad se presenta de forma natural.

Reflexionamos, con Jimena y Esteban, sobre el hartazgo del matrimonio y la hipocresía que representa el guardar las apariencias.

No hay diversión en la muerte, ni en el deterioro físico, ni en la agresión o la minusvalía, pero las escenas rocambolescas que surgen de todo ello son hilarantes y, desde su comicidad, nos obligan a repensar sobre la condición humana y la absurda sociedad en la que vivimos, «hace apenas media hora que han llegado tras superar los doce trámites funerarioburocráticos de Hércules, pero no espera que venga mucha gente […] no soporta los actos sociales de condolencia de pega, cuando no de pago».

El analfabetismo satisfecho de Basilio es una ironía hacia aquellos críticos que escriben sobre otros autores sin haberlos entendido o sin haberlos leído.

Esteban es el antimodelo del profesor universitario «obligado» a escribir un libro para reforzar su prestigio, y Jimena, «la catedrática» es lo opuesto a la cultura; vive en su propia metaficción independiente que, paradójicamente, termina atrapándola en un mundo de sentimientos y contradicciones.

Y dejamos para el final al autor porque es, en sí mismo, otra parodia del creador. Mariano Zurdo es un vehículo con el que explora la narrativa. Crea palabras que crean un mundo alternativo, relevante, en el que los términos paródicos confieren identidad. Con ello desacraliza la propia palabra y el marco espacial en el que se desarrolla la novela. La parodia adquiere fuerza suficiente para abrirse a la metaficción, mediante la relectura de las novelas escritas por los protagonistas o las intromisiones del narrador al dirigirse al lector (o lectora, en singular).

Mariano Zurdo tensiona la autonomía del escritor disolviendo la frontera entre la zona ficcional y las personas con asedios a la noción de autoría, como hiciera Cervantes con los cuatro autores del Quijote. Mariano Zurdo, Gurú III, el editor de la novela y el propio narrador, que va intercalando la tercera y la primera personas, se convierten en autores de Société Littéraire, con lo que consigue que la estabilidad literaria se tambalee y adquiera tintes autobiográficos. Mariano Zurdo relaciona literatura y realidad a través de un mundo atemporal de sueños que se someten a las reglas del juego literario; expone un panorama que parte de la realidad más absoluta y lo hiperboliza, exagera, agranda para que converjan diferentes situaciones que, en clave de parodia, son hilarantes «Me rindo renunciando a todas estas alternativas. Sé que extrañará siendo nieto de ladrón e hijo de falsificador, pero es una cuestión de honestidad. Demasiadas páginas de paja estoy colando justificándome».

Hay capítulos que podrían ser escenas en movimiento o cuadros estáticos, pero es el lenguaje, vapuleado hasta la saciedad, el que debilita la frontera entre arte y realidad con un intercambio constante, en el que la novela se erige como sombra de una realidad incómoda de ver, «Teresa y Luis Fernando asumen su doble condición de sospechosos y sirvientes habituales y obedecen a don Basilio». Creo que Zurdo escribe una novela de función metaficticia con lo que consigue alertar respecto del uso que le damos socialmente a la integración.

Mariano Zurdo escribe la antinovela negra, una metaficción que asimila las perspectivas del creador-editor-lector dentro de su proceso de creación. Incluso él mismo incorpora el ejercicio crítico como parte de la novela, por lo que asume la idea de ficción autoconsciente y reflexiva, ficción humorística en todas sus variantes: en las notas jocosas a pie de página, superlativos imposibles «obviérrimo», creación de términos «neoviuda», «apctitud», enloquecida polisemia «cantos de sirena. De sirena ambulante», acrónimos inventados «verborragia», hipérboles «Cien años de soledad… traducida a más idiomas de los que existen», cotidianeidades extraordinarias, epítetos épicos absurdos «Toma la palabra Benigno, el Diógenes de los azucarillos y las servilletas celulósicas», títulos humorísticos «Jueves de ceniza», sarcasmos hacia el panorama cultural «Los lunes las ventas (de la librería) tienden a cero pero abre por si la invasión alienígena largamente anunciada corre a cargo de ávidos lectores extraterrestres», vanidad de algunos escritores y críticos...

Ficción humorística que solo despeja las dudas de la realidad al tiempo que homenajea a los grandes creadores y llama la atención de los presuntuosos, «y yo tendría que haberle prestado más atención a Arturo Pérez-Reverte cuando dijo en una entrevista que el peor enemigo del escritor es la vanidad. Tendría que haberle hecho caso, sin duda, sabe de lo que habla, y me habría evitado todo este desaguisado».

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