Obra de humor, del género
astracán, en la que los diálogos van situando al espectador en diferentes
tesituras consiguiendo que cambie de opinión sobre las Ocho mujeres
protagonistas conforme avanza la obra.
A pesar de ser divertida,
y de estar escrita en la década de los 60, mantiene, tristemente, la realidad
actual de algunas mujeres que siguen dependiendo de ese hombre, invisible en la
obra, pero presente en todo momento, que se encarga de mantenerlas, ayudarlas,
aconsejarlas, para recibir encima, críticas y engaños. Sin embargo determinadas
réplicas quedan hoy desfasadas, nada que no se pueda arreglar mediante alguna
adaptación
MAMY.- ¡Es una verdadera
jovencita casadera!
y otras situaciones se
presentan como realmente inverosímiles; puede que en su momento causaran
gracia, hoy son perfectamente prescindibles sin influir en la totalidad de la
representación.
AUGUSTINE.- ¡Oh! ¡Bollos
calientes! […] ¡y para mí solo hay pan tostado!
SEÑORA CHANEL.- Los
bollos son un regalo de bienvenida para mi Suzon
Todo comienza la mañana
en que descubren el cadáver del cabeza de familia con un puñal clavado en la
espalda. Ahí empieza a recaer la sospecha en todas y cada una de las presentes,
la casa está aislada por el mal tiempo, los cables del teléfono, cortados y
ninguna de ellas, en principio, se movió de su habitación durante la noche
anterior. La situación, sin embargo, se va tornando cómica pues todas la
pasaron deambulando por casa; así lo van confesando, aunque no oyeron ni vieron
nada raro en la habitación del cadáver. Todas dejaron a Marcel la noche
anterior, a diferentes horas y todas aseguran que seguía con vida.
Efectivamente seguía
vivo, pero su vida dará un giro cuando oiga las acusaciones que se van haciendo
unas a otras, los misterios que oculta cada una y, sobre todo, el papel que él
ha venido jugando en esa familia. Es cierto que durante el día que pasan
discutiendo, todas oscilan perfectamente de la inocencia a la culpabilidad;
desde las doncellas hasta sus hijas o su mujer y, por supuesto, su suegra y
cuñada, a quienes tiene acogidas en casa.
Las protagonistas son:
· Gaby,
esposa del muerto, sin otra ocupación que vivir de su marido y engañarlo con el socio de éste, con quien pensaba irse la noche de la muerte de Marcel.
· Agustine,
hermana de Gaby, enamorada de Marcel y dedicada a vivir de las rentas de su
cuñado.
· Mamy,
suegra del difunto y madre de Gaby y Agustine. Por supuesto tampoco trabaja
aunque tiene unas acciones escondidas en un lugar inverosímil durante tanto
tiempo que todas lo conocen.
· Pierrette,
hermana de Marcel, a la que no dejan entrar en casa debido a su vida un tanto licenciosa, y sin embargo sigue viéndose con su hermano.
· Louise,
criada de la casa y, cómo no, según los tópicos de los años 60, amante del
señor.
· Chanel,
ama de llaves, quien, también según los tópicos, ha educado a las hijas de Gaby
y Marcel.
Y
por último, las dos hijas del matrimonio,
· Suzon,
la mayor, que se fue un año a estudiar fuera y vuelve embarazada.
· Catherine,
la menor, con una personalidad infantil, tiene 14 años, y sin embargo es la que
trama toda la farsa de su padre con la intención inicial de gastar una broma,
consiguiendo, sin embargo, sacar los trapos sucios de la familia.
Pues
ahí se encuentra la familia (excepto la criada, que había ido a comprar y Pierrette,
que viene en cuanto la llaman comunicándole la “muerte” de Marcel); es invierno
y las condiciones climatológicas son nefastas ya que nadie puede salir, o
ninguna lo intenta realmente, aunque acceden, con dificultad es cierto, pero
van llegando, Louise, un vecino que se ofrece a ayudar al oír los gritos y la
hermana del “muerto” a la que “alguien” ha llamado (lógicamente antes de que el
teléfono quedara inutilizado).
Esto
no es un fallo de Robert Thomas, el autor, es más bien la treta que utiliza
para reunir allí a todas las mujeres y dejarlas que hablen, que se peleen, que
salgan a la luz los rencores y deseos de cada una, en los que, por supuesto
Marcel no entraba, al menos como persona. Ya se sabe, el dinero, que mueve
montañas…
El
diálogo, ágil, divertido, ingenioso, consigue mantener la intriga en el
espectador, a pesar de que a veces roza lo insustancial y el tópico, por lo tan
conocido, que encontramos en las novelas de misterio de Agatha Christie; es
decir, réplicas más bien cortas, con la técnica de pregunta-respuesta para ir
eliminando sospechosos o añadiendo a aquellos que parecían inocentes en un
principio. Las pistas involucran a todas las mujeres de la casa, siendo la
sorpresa final lo que deja la obra algo anticuada hoy, pues si de alguna manera
todas son culpables, lo son porque el contratiempo que deben solucionar reside
en la actitud machista de las propias mujeres, quienes enfocan su vida desde el
punto de vista del “hombre salvador”, el hombre que apenas “pinta” nada en
casa, excepto traer dinero, por lo que es normal que no sienta interés por nada
de lo que ocurre
AUGUSTINE.- Qué suerte
poder dormir […] con todo el ruido que hacéis. ¡Ah! Los hombres […] ¡están
hechos de otra pasta!
Pues
sí, a ellas sólo les importa estar cerca de alguien que las saque de la miseria
o consiga hacer cumplir todos sus deseos; por eso se encarga cada una de urdir
los planes necesarios para conseguirlos.
La
innovación de Thomas es que al tiempo que todas son culpables, todas ejercen de
detectives sin ser conscientes de su responsabilidad.
SUZON.- —¿Qué pasó
anoche?
GABY.- —Nada especial […]
SUZON.- ¿No recibió
visitas?
[…]
SUZON.- Louise ¿Desde
cuándo vive en esta casa?
[…]
SUZON.- Pero ¿Con quién
juega?
CATHERINE.- ¿Con alguien
de la casa?
[…]
LOUISE.- “Alguien” los ha
cortado… ¿Quién es alguien?
Al
mantener constantemente un diálogo sencillo y dinámico, basado en juegos de
palabras, ironías, onomatopeyas, apóstrofes… la obra es propicia para que la
puesta en escena sea amena, de forma que —un determinado público— puede pasar
un rato agradable, de hecho, el texto puede llegar incluso a ser histriónico en
algunos momentos
AGUSTINE.- Porque, ¡no es
asunto mío! No es asunto mío y no lo diré. No… no lo diré. No diré que (muy rápido) Gabi siempre le pedía dinero […] Pero
tampoco lo diré. Tu padre ¡un hombre tan bueno […] y el habernos alojado a
pesar de la mala voluntad de tu madre, eso es…
El
juego de la kinésica y proxémica da mucho de sí en la representación dejando a
los espectadores atentos y concentrados en el argumento, hasta que termina la
representación
AGUSTINE.- Sí. Una
palabrota… ¡Maleducada! (agarra
a Caterine)
[…]
CATHERINE.- Sí, Suzon
estaba en la casa ayer por la noche. Yo la vi (Estupefacción general)
Al acercarse a Catherine para
retenerla consolida la ira que invade a Augustine, del mismo modo, en la
estupefacción de todas se separarían de Suzon, dejándola sola y reforzando su
culpabilidad
El
vocabulario y el ritmo del discurso están perfectamente adaptados al personaje,
de manera que, casi desde el principio sabemos que la esposa y la hermana del
muerto serán quienes gradúen la tensión dramática
AGUSTINE.- Evidentemente
sabe el nombre del asesino, ¡Es ella!
GABY.- ¡Intenta
comprometernos a alguna de nosotras!
mientras
que las hijas se encargarán de conseguir que vaya avanzando la trama
SUZON.- ¡Escuchad! […] Se
trata de saber exactamente lo que todas hemos hecho esta noche
[…]
CATHERINE.- (va hacia ella) Suzon […] Te has olvidado de interrogar a
alguien.
SUZON.- ¿A quién?
CATHERINE.- A ti…
y
Mamy y Chanel tendrán como función principal crear un ambiente tenso
SEÑORA CHANEL.- (aparece de nuevo) ¡Señora! ¡Señora! ¡Ya lo entiendo! ¡Lo
entiendo todo!
[…]
SEÑORA CHANEL.- Me falta
la última prueba…
Asimismo,
como en casi todas las obras del siglo XX las acotaciones son de total
precisión; si bien es cierto que el texto se presta fácilmente a cambios en el
decorado (para un teatro actual quedaría demasiado recargado) también lo es
que, siguiendo las indicaciones del autor los actores consiguen precisar a la
perfección el contexto en el que transcurre cada una de las escenas. Igualmente
hay acotaciones cuya función es aportar algún dato sobre la manera de actuar
para no generar ninguna confusión en el espectador, o enfatizar determinados
gestos o movimientos que facilitan la representación y garantizan, a pesar de
la extensión, una comedia viva.
En
Ocho mujeres, pues, las acotaciones son muy importantes ya que aportan al espectador
una verdadera polifonía informativa; se dan al mismo tiempo que la realización
oral de los personajes; esta simultaneidad entre movimientos, cambios de
iluminación, sonidos y gestos consigue matizar el nerviosismo, el miedo, la
duda o la indiferencia, y traspasarlos sin problema al espectador
GABY.- (escondida detrás del
periódico) —Leer no hace daño a nadie…
Pero ir cinco veces al baño durante la noche despierta a la gente
Es
decir, las acotaciones de esta obra son, en su mayoría, funcionales.
(Las tres mujeres se lanzan hacia la
puerta y la cierran, pero entonces Gaby se desmaya. Entra la señora Chanel)
Finalmente,
si hay algo fundamental en Ocho mujeres son los gestos que éstas deben realizar
para expresar sus pensamientos, no sólo el tono o los movimientos son
importantes, las manos y el rostro deben adquirir cierta flexibilidad para
aportar datos significativos de la personalidad de cada una de ellas, así como de
la del difunto.
Los
gestos afectivos de Gaby, al encogerse manifestando frío o acercarse a Suzon,
temerosa o indecisa, revelan una personalidad que tiene mucho que esconder. Por
su parte, Suzon parece la más sensata, pretende manejar sus emociones con
gestos adaptadores como tocarse la frente para pensar en el interrogatorio que
lleva a cabo, sin embargo estos gestos también se convertirán en emocionales al
incrementar su tensión hasta confesar de golpe su secreto. En la señora Chanel
predominan gestos reguladores, a pesar de no pertenecer a la familia interactúa
de forma natural, de hecho su intervención será clave para descubrir el final.
Augustine se mueve casi siempre con gestos ilustradores, que denotan una
personalidad acomplejada y ambiciosa.
El
resto de mujeres van intercalando unos u otros gestos y movimientos que influyen
en la comunicación de según qué momentos.
Es
una pena que Robert Thomas no obtuviese el éxito —merecido— en su tiempo pues
hoy, sus obras han quedado algo desfasadas. El thriller psicológico ha experimentado un gran avance en el siglo
XXI.
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